JAIME REVÈS
FUENTE: https://revistacentinela.es/elon-musk-contra-el-virus-woke/
Las publicaciones en sus redes sociales están llenas de memes y comentarios ácidos sobre la cultura progre. Entre los ‘zascas’ más conocidos está el de Netflix. Cuando empezó la sangría de suscriptores, la plataforma quiso echar la culpa a Putin y la guerra de Ucrania. Pero Musk no dudó en poner el dedo en la llaga y tuiteó que el descalabro de Netflix se debía al “virus woke” que infectaba todas sus producciones. Juan Manuel de Prada celebró con regocijo esta cornada:
“Los dardos del magnate Musk contra Netflix no son sino un avatar más de la Torre de Babel. Pero es hermoso asistir al derrumbe de una época podrida hasta el tuétano. Si Netflix es el epítome de esa podredumbre, Musk es su catalizador. Dándonos el mismo asco ambos, nuestras simpatías sin embargo están con el segundo”.
En su reciente biografía podemos encontrar algunas claves de las motivaciones de Elon Musk. Su autor, Walter Isaacson (ex presidente de la CNN y ex director de Time) ha vivido dos años junto al billonario, sus familiares y su círculo de confianza. Ha conversado con todos ellos, los ha acompañado a encuentros de todo tipo y ha asistido en primera persona a acontecimientos centrales de la vida reciente de Musk. La obra tiene más de setecientas páginas. Y en ellas encontramos pruebas suficientes para retratar a Musk como un empresario ególatra, de nervio rápido y gatillo fácil, con facilidad para granjearse enemigos poderosos. Pero también como un padre con una herida profunda: la de haber “perdido” a un hijo.
Xavier Musk nació en 2004 y su nombre es una referencia al doctor Xavier de los X-Men de Marvel. Desde muy pronto se rebeló contra su padre. “Xavier tenía una voluntad fuerte y desarrolló un profundo aborrecimiento por el capitalismo y la riqueza. Mantenían largas y amargas conversaciones, en persona y por mensajes de texto, en las que Xavier le expresaba repetidamente: ‘Te odio a ti y todo lo que representas’. Fue uno de los factores que hizo que Musk decidiera vender sus casas y vivir con menos lujo; pero, en su relación, tuvo poco efecto. Para 2020, la grieta entre ellos se había hecho insondable”, narra la biografía.
En ese momento Xavier tenía 16 años y decidió empezar el tratamiento de cambio de sexo. “Hola, soy transgénero y ahora me llamo Jenna -escribió en un mensaje a su tía-. No se lo digas a mi padre.”
Xavier trató de mantener el secreto todo lo que pudo, pero al final Elon Musk se acabó enterando de la “transición” de su hijo a través de una persona de seguridad.
Cuando cumplió los dieciocho años, Xavier fue a los tribunales de Los Ángeles, donde vivía con su madre, para cambiar oficialmente de nombre y repudiar su apellido.
En esas fechas, Musk tuvo que reflexionar sobre las consecuencias del pensamiento woke y, en particular, de la teoría queer. Y tuiteó “nos dicen a la vez que no existen las diferencias de género y que los géneros son tan profundamente diferentes que la cirugía irreversible es la única opción. Quizá alguien más sabio que yo pueda explicarme esa dicotomía”.
A Musk, la ruptura de la relación con su hijo “le dolió más que nada en su vida desde la muerte de su primogénito Nevada”, cuenta Isaacson en referencia al fallecimiento de su primer bebé a las diez semanas de vida.
En su biografía descubrimos que Musk culpa de la ruptura con su hijo al adoctrinamiento progresista y woke que imperaba en el colegio privado de Los Ángeles en el que se formó (Crossroads). Allí Xavier pasó a defender unas políticas socialistas radicales.
Hasta los catorce años, Xavier había ido al colegio Ad Astra que Musk había fundado para sus familiares y amigos. Pero luego consideró que sería conveniente que su hijo fuera al instituto para adentrarse en la vida real. Visto con retrospectiva, Musk considera que la elección de Crossroads fue un grave error y que debería haber ampliado Ad Astra para los cursos siguientes.
A partir de la ruptura de relaciones con Xavier, emprendió una cruzada personal para erradicar “el virus mental woke”. Musk se refiere al pensamiento woke como “virus” porque considera que es nocivo, contagioso y que actualmente supone una epidemia en el mundo occidental.
“Siguió hablando más y más sobre esta cuestión, y en 2023 terminó encabezando la reacción conservadora contra la posibilidad de que los menores de edad que quisieran cambiar de sexo pudieran recibir apoyo médico”, nos cuenta su biógrafo.
En un plano más cotidiano, Musk cree que el movimiento woke tiene un espíritu censor que está acabando con el humor. Parece ser que al magnate le gusta hacer chistes con referencias al sesenta y nueve y otros actos sexuales, a tirarse pedos, fumar canutos y “otros temas que harían partirse de risa a un colegio mayor de universitarios fumados”. Pero cada vez que soltaba en las redes sociales una de sus ocurrencias, caía sobre él una turba de wokes ofendidos y enfurecidos.
En una entrevista a Babylon Bee, una web cristiana conservadora, declaró que “los wokes quieren ilegalizar el humor y eso no mola (…). ¿Queremos vivir en una sociedad sin sentido del humor en la que nos dedicamos simplemente a condenar las cosas y a odiar y no hay perdón? En su base, lo woke es excluyente y produce odio y división. Le da a la gente mezquina un escudo para mostrarse mezquina y cruel, armada de falsa virtud”.
A partir del año 2020 Musk empezó a hablar con sus amigos libertarios y de la derecha alternativa sobre el riesgo que la corrección política y la censura woke suponía para la convivencia y el diálogo social. “Para que sobreviviera la democracia, creía, era importante purgar la cultura woke de Twitter y erradicar sus sesgos”, revela Isaacson.
Una charla de amiguetes no pasaría de ahí, pero en una cena de magnates de Silicon Valley la cosa derivó en la compra de un 10% de Twitter, una plataforma que usan cada día 300 millones de usuarios. Dicho y hecho.
Durante un tiempo Musk pensó que con esa participación como accionista mayoritario podría influir en el rumbo ideológico de la compañía. Pero se equivocaba. El virus woke estaba demasiado instalado en Twitter. Así que decidió levantar fondos para adquirir el 100%. Él quería hacer cambios radicales, no apaños cosméticos.
La biografía nos narra que durante las negociaciones finales de la operación de adquisición, Musk pidió visitar la oficina central de la compañía en San Francisco. El director general en persona salió a recibirle al vestíbulo. Musk paseaba por las instalaciones de buen humor, haciendo chistes fáciles de los suyos, mientras admiraba el moderno estilo tecnológico del edificio, el estudio de yoga, el área de fitness y las salas de juegos. Musk pidió ir al baño y se encontró con un letrero que decía “la diversidad de género es bienvenida aquí”. Parece ser que eso le cambió el semblante. Y mientras curioseaba en unas vitrinas llenas de artículos corporativos de Twitter, encontró unas camisetas estampadas con las palabras “Stay woke” (“Mantente despierto”). Isaacson nos cuenta que Musk, creyéndose ya el nuevo propietario, no dudó en coger la camiseta y agitarla como una prueba de la ideología que había infectado la empresa. “Podía olerse el choque cultural que se avecinaba, como si un rudo cowboy hubiera entrado en un Starbucks”.
Como supimos por la prensa, en las semanas siguientes a la compra Musk quiso deshacer la operación alegando falsedad sobre varios extremos en las declaraciones hechas por los vendedores. El comprador pidió una rebaja del precio, pero los vendedores se la negaron y le obligaron a cumplir íntegramente con los compromisos.
Hubo un momento en el que Musk tuvo la opción de conseguir un descuento del 4% del precio (unos 1.760 millones de dólares). Él pedía un 10%. Para acercar más las posiciones, la directiva de Twitter hizo una propuesta defensiva. Como Musk llevaba meses declarando públicamente que quería sacar a la luz la “censura woke” de la directiva de Twitter, debía firmar una renuncia a emprender acciones legales contra los anteriores ejecutivos.
“Jamás les daremos una liberación legal -cuenta Isaacson que respondió Musk al enterarse de esa petición-. Los iremos cazando uno por uno hasta el día de su muerte”.
Musk renunció a un dineral para neutralizar un arma de infección masiva y para tener las manos libres para ajustar cuentas con los fumanchús que la dirigían. Las palabras de Musk son muy duras, pero ahora entendemos que fueron dichas por un padre que había perdido a un hijo.
La ideología de género se está incrustando en el pensamiento hegemónico sin apenas resistencia por parte de los grandes actores. Algunos se han puesto felizmente a nadar a favor de la corriente. Otros piensan que esa movida no va con ellos y que podrán crear burbujas en las que poder aislarse con sus familias. Pero, como cantaban los Manic Street Preachers,“if you tolerate this then your children will be next”.
Elon Musk ha visto las orejas al lobo después de que haya mordido a uno de sus hijos. La ideología de género es una doctrina artificial que, desgraciadamente, está truncando la vida de muchas personas. Te puede llevar a odiar a tu padre e incluso a tu propio cuerpo. Es una pena, pero los hechos demuestran que muchas de esas víctimas y sus familiares van a pasarse a la oposición. A fin de cuentas, el virus woke también va a generar sus propios anticuerpos.
Según comenta el director del family office de Musk, el empresario “siente que por ese virus mental woke ha perdido un hijo que se ha cambiado el apellido y ha dejado de hablarle. Es un testigo de primera mano, a un nivel muy personal, del efecto dañino que produce el adoctrinamiento de esta religión woke”.
Musk pasó de ser fan de Barack Obama y recaudar fondos para sus campañas a comprar Twitter para “purgar la cultura woke” de ese gigante tecnológico. “A menos que el virus woke, que es fundamentalmente anticiencia, antimérito y antihumano en general, se detenga, la civilización nunca llegará a ser multiplanetaria (sic)”, declaró Musk a su biógrafo.
Previsiblemente, la compra y reconversión de Twitter en “X” no sea el final. A Musk le preocupa que los chatbots y modelos de inteligencia artificial, especialmente en manos de Microsoft y de Google puedan ser políticamente adoctrinados e infectados por el virus woke.
Decía Weaver que las ideas tienen consecuencias. Y a medida que pase el tiempo y afloren con toda su crudeza las consecuencias del pensamiento woke, aumentará la contestación. Por eso, podemos tener la seguridad de que no estaremos solos en la resistencia. Surgirán aliados imprevistos. Algunos serán extravagantes. Otros serán poderosos. Y unos pocos, como Musk, serán extravagantes y poderosos.
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