¿En qué norma legal se afirma que el Rey de España es un convidado de piedra, un figura decorativa que debe actuar al dictado de los capos mafiosos de los partidos políticos y dar su aprobación al presidente del gobierno que ellos deseen, aunque sea un canalla?
CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
Millones de moscas comen mierda así que, ya que son mayoría y tienen razón ¡Come mierda!
Desde que vengo afirmando -y divulgando por doquier- que nuestro Rey, Don Felipe VI tiene la llave para abrir la puerta a quien presida el Gobierno de España durante los próximos cuatro años, las respuestas que he recibido a los diversos artículos que he publicado han sido de lo más diverso. Algunas de una jaez increíble.
Ha habido quienes han recurrido a aquello tan socorrido -desde la ignorancia que suele ir acompañada de la soberbia, claro- de «no me lo creo». Otros han argüido aquello, también tan tópico, de que nadie puede ir en contra de lo que han decidido los españoles en las urnas, y que el pueblo español ha hablado y el resultado de las elecciones generales es poco más o menos que sagrado y por lo tanto intocable e incuestionable, y por lo tanto, Don Felipe VI no es nadie para ir contra la voluntad popular ¿Cuál es la «voluntad popular»?
En el supuesto de que la mayoría de los españoles decidiera suicidarse, por padecer un determinado estado de ánimo, depresivo, derrotista, autodestructivo,… ¿Habría que acatar su decisión, tomada un determinado día, tras una hábil y tóxica campaña de manipulación por el simple hecho de haberlo decidido por mayoría de forma «democrática»?
Bueno es señalar que la opinión pública es muy voluble, cambiante, tal como una veleta que mece el viento, y que puede cambiar de opinión en el momento más inesperado, y más cuando la opinión de la mayoría de la población es un estado de ánimo creado por demagogos influyentes, que son capaces de mover a las muchedumbres ruidosas y llevarlas como el flautista de Hamelin hacia el río para allí perecer ahogadas.
También ha habido quienes me han acusado de poseer «pocas o ninguna convicciones democráticas». Me han echado en cara y reñido, al parecer, porque eso de no poseer convicción democrática es uno de los mayores pecados sociales en el momento presente, o algo parecido. Vamos que, eso de la convicción democrática es el valor supremo de la política y debe ser su ideal permanente y se debe tender a practicarlo de forma cotidiana. Y claro, como decía anteriormente, proponer que Don Felipe VI intervenga, haga de árbitro, incluso acabe dictando un laudo de obligado cumplimiento, para acabar con la deriva a la que nos han conducido los políticos de las diversas agrupaciones mafiosas que nos malgobiernan desde hace casi cincuenta años, según esos individuos que dicen poseer firmes convicciones democráticas, sería un sacrilegio pues, para ellos la democracia es una especie de religión de la cual ellos son devotos creyentes… Da igual si la democracia es eficaz o no lo es, si permite o no optar por los mejores, los más sabios, los más decentes para que legislen, nos gobiernen y juzguen a los que delinquen. Lo importante, según ellos, es que es un sistema que, dicen, permite la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones que a todos nos conciernen, aunque en ocasiones los ciudadanos elijan mal…
Los fervorosos creyentes en la democracia no se plantean que son las élites económicas y los grupos organizados de interés, lobbies, los que acaban decidiendo en la política española, mientras que las iniciativas populares y el ciudadano medio carece completamente de capacidad de influencia en la toma de decisiones; tienen la ingenua idea de que su voto, tal como les repiten hasta el hartazgo, es muy importante. Por supuesto, esa ingenuidad está basada en una increíble falsedad; la gente piensa poco más o menos que los españoles venimos a este mundo con ciencia infusa y estamos capacitados para entender de todo, da igual la formación que cada cual posea, da igual si la mayoría de la gente ignora por completo cómo se llaman los candidatos de los diversos partidos que se presentan en su circunscripción electoral y que no tenga la más mínima preocupación por comparar programas de gobierno, o cuestiones por el estilo… la gente está convencida de que la ficción democrática le permite participar en la elección de quienes luego deciden acerca de asuntos que le afectan especialmente en la vida cotidiana.
A pesar de que la mayoría de los españoles no se lo plantee, son las élites económicas y los grupos organizados de interés, lobbies, los que acaban decidiendo en la política española, mientras que las iniciativas populares y el ciudadano medio carece completamente de capacidad de influencia en la toma de decisiones.
El sistema político español es un régimen oligárquico y caciquil aunque quienes viven de la política, quienes parasitan de nuestros impuestos, proclamen lo contrario. Sin duda son las élites financieras y sus peones, sus empleados, los que realmente ejercen el poder. Eso sí, con la supuesta democracia en la que el pueblo soberano decide quién o quiénes gobiernan, esas élites pueden afirmar con absoluta tranquilidad que, sus acciones o inacciones no son de su responsabilidad directa, pues actúan porque así lo ha querido, ordenado, la mayoría que los aupó al poder; así que, están exentos de responsabilidad, pues los verdaderos responsables son los votantes, que actúan sabiamente y ellos son los representantes de la voluntad popular, y… bla, bla, bla. Así pues, el resultado de las elecciones es lo de menos, el partido al que cada cual vota da exactamente lo mismo, ya que la democracia es en realidad, desde hace muchos años, una forma de asegurar que siempre gobiernen y acaben tomando decisiones los mismos. En la democracia realmente existente en España lo único que pueden hacer los electores es sustituir a un líder por otro.
Siguiendo atentamente lo que vengo narrando, se llega inevitablemente a la conclusión de que la democracia está controlada por un grupo de personas que funcionan de manera no democrática. ¿Es realmente “democrático” un sistema en el que sus principales instituciones no lo son?
Pues sí, que no os engañen, en España todas las agrupaciones políticas con representación en las instituciones, todos los partidos son máquinas electorales creadas con el fin de ganar elecciones, y para ganarlas, sacrifican, renuncian a su democracia interna y procuran que sus finanzas sean lo más opacas posibles. Y es por ello, entre otras cuestiones que entre los ciudadanos que gozan de derechos políticos, el número de los que tienen un interés vital por las cuestiones públicas es insignificante. Lo que sorprende verdaderamente es que, estando los partidos tan desprestigiados como lo están, llegando al extremo de que mucha gente considera la política como sinónima de corrupción, todavía haya personas que decidan afiliarse a un partido o que se sigan manteniendo como afiliados o cotizantes.
Y, por supuesto, no dejes que te engañen con eslóganes estúpidos como que «tu voto es importante», «haz uso de tu derecho a decidir, vota, tu voto decide…» y palabrería vacua propia de todas las elecciones. La principal mentira es aquella de que hay que «respetar el voto de la mayoría, pues la mayoría siempre tiene razón…»
Así que, vamos a dejarnos de zarandajas: es perfectamente legítimo, escrupulosamente legal que nuestro Rey, Don Felipe VI, siguiendo el mandato constitucional, haga uso de su prerrogativa, su potestad exclusiva de proponer al Congreso de los Diputados a la persona que considere más idónea para presidir el gobierno de España, siguiendo criterios tales como decencia, honradez, formación académica, currículo que demuestre una carrera exitosa y de experiencia en la gestión de dineros ajenos, y sobre todo que tenga afán de servir a España y a los españoles y no servirse de ellos para crearse un patrimonio o aumentarlo, viviendo a costa de nuestros impuestos…
Por supuesto que Don Felipe tiene perfecto derecho de evitar que se aupe a la presidencia del consejo de ministros, de nuevo, un golfo mafioso con la complicidad de quienes destruir España.
¡Ah… no se olviden, un tal Adolf Hitler fue elegido presidente de Alemania de forma «democrática»!