Erdogan ya no quiere ser emperador otomano sino califa
Thierry Meyssan
Se equivocan quienes acusan al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de querer restaurar el imperio otomano. Para Erdogan, las conquistas territoriales no son un objetivo sino una manera de propiciar alianzas. Al cabo de largas vacilaciones, Erdogan ya no tiene intenciones de ser sultán sino califa, convirtiéndose en el jefe de los musulmanes sunnitas del mundo entero.
RED VOLTAIRE | PARIS (FRANCIA) | NOVIEMBRE DE 2020
Este artículo debe leerse después de:
«¿Se convertirá el Alto Karabaj en la tumba de Erdogan?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 6 de octubre de 2020;
«En el Alto Karabaj, la OTAN apoya a Turquía pero busca eliminar a Erdogan», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de octubre de 2020.
Recep Tayyip Erdogan saluda haciendo con las manos el gesto que lo identifica como miembro de la Hermandad Musulmana –la mano abierta pero con el pulgar hacia el interior de la mano. ¿Su objetivo? Reinstaurar el califato en su propio beneficio.
Hace un mes que Azerbaiyán reinició las hostilidades en el Alto Karabaj y los ejércitos de ese país y de Turquía siguen obteniendo éxitos militares en el terreno, mientras que Bakú y Ankara acumulan reveses diplomáticos.
En general, todo marcha como lo habíamos previsto, partiendo del principio que en realidad se trata de la preparación de una operación de los miembros de la OTAN contra el jefe de la Hermandad Musulmana, Recep Tayyip Erdogan, por demás presidente de Turquía. La verdadera operación podría comenzar cuando se inicie un nuevo genocidio contra la población armenia en el Alto Karabaj.
Sin embargo, la intervención de actores imprevistos en el conflicto del Alto Karabaj y el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos son elementos que podrían perturbar el plan de Washington.
Turquía acumula muchos
conflictos sin resolver
Desde su creación, la Turquía moderna sigue negando el genocidio perpetrado contra sus poblaciones no musulmanas (en 1894-1895 y, posteriormente, desde 1915 hasta 1923) dedicándose a destruir las pruebas. Pese a ello, documentos que corroboran la autenticidad de las órdenes impartidas, primero por el Imperio Otomano y más tarde por los “Jóvenes Turcos”– fueron hallados en 2018 [1].
Desde 1974, Turquía ocupa el noreste de Chipre. La ocupación turca persiste allí a pesar de que Chipre se convirtió, en 2004, en miembro de la Unión Europea. Para decirlo claramente, hace 16 años que el ejército turco ocupa parcialmente un país miembro de la Unión Europea.
En 2012, Turquía emprendió, por cuenta de la OTAN, una operación tendiente a despoblar Siria. Las autoridades turcas propusieron a las poblaciones del norte de Siria refugiarse temporalmente en territorio turco, hasta que se estabilizara la situación en el aspecto militar. Turquía construyó incluso varias nuevas ciudades para albergar a los refugiados sirios… pero sigue sin darles acceso a esos alojamientos.
También en 2012, Turquía invadió el norte de Siria –actualmente sigue ocupando la gobernación siria de Idlib. También saqueó las instalaciones industriales de la región siria de Alepo, robando las máquinas-herramientas de las fábricas locales.
En 2013, el «banquero de al-Qaeda», Yassin al-Qadi, de Arabia Saudita, resultó herido en un accidente automovilístico en Estambul, mientras se hallaba en compañía del jefe de la seguridad del presidente Erdogan. Un hijo del propio Erdogan lo visitó en el hospital donde fue internado.
En 2014, el ejército turco dirigió a los yihadistas en Siria, llegando incluso a atacar junto a ellos varias localidades sirias, como Kassab –de población mayoritariamente armenia–, y obligando sus habitantes a huir.
En 2015, los servicios secretos turcos aportaron todo tipo de apoyo al Emirato Islámico (Daesh), mientras que la empresa Powertans, propiedad del cuñado del presidente Erdogan, organizaba el transporte del petróleo sirio robado por los yihadistas hacia el puerto turco de Ceyhan. Desde allí, otra empresa –BMZ Group Denizcilik ve Insaat A.S., comprada por un hijo del presidente Erdogan– enviaba el petróleo robado a Siria hacia Israel y varios países occidentales. Al mismo tiempo, una hija del presidente Erdogan dirigía un hospital secreto en la ciudad turca de Sanliurfa, donde se atendía a los yihadistas heridos provenientes de Siria hasta ponerlos en condiciones de regresar al combate.
En 2015, la mafia turca, bajo la dirección del primer ministro Binali Yildirim, instalaba en las zonas controladas por Daesh talleres dedicados a la falsificación de artículos de diferentes marcas occidentales para su posterior venta en Europa, garantizando además el transporte de los artículos falsificados hacia Europa.
También en 2015, Turquía amenazaba a la Unión Europea con “abrir la compuerta” para permitir la llegada a Europa de un millón de refugiados de Afganistán, Irak y Siria. Con este chantaje, Turquía obtenía de la Unión Europea el pago de cuantiosas subvenciones que le permitieron proseguir sus guerras.
En 2015 y 2016, Turquía rechazó el fin de los acuerdos secretos concluidos con Francia y Bélgica con vista a la creación de un seudo Kurdistán en suelo sirio. En represalia por la ruptura de esos acuerdos, Turquía orquestó una serie de atentados que dejaron 138 muertos en Francia y 35 muertos en Bélgica.
En 2016, el ejército turco se negó a retirarse de Irak, a pesar de los pedidos de Bagdad. Bajo la ocupación estadounidense, Turquía había instalado –a título provisional– varias bases militares en suelo iraquí pero comenzó a utilizarlas para aportar apoyo a los yihadistas de Daesh contra el Estado iraquí. Actualmente, Turquía mantiene sus instalaciones militares en Irak.
En 2017, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan hizo campaña en el seno de las comunidades turcas en el exterior. Alemania y los Países Bajos, le prohibieron realizar mítines políticos en su suelo. Durante aquellos incidentes, el presidente Erdogan calificó de «nazi» a la canciller alemana Angela Merkel.
En 2019, Turquía procedió a la firma de un acuerdo con el gobierno libio creado en Trípoli y posteriormente firmó otro con el gobierno de Túnez. A raíz de esos acuerdos, Turquía comenzó a enviar a ambos países combatientes yihadistas provenientes de la región que aún sigue ocupando en Siria. Esos yihadistas luchan actualmente contra las fuerzas emiratíes que apoyan el gobierno libio establecido en Bengasi.
En 2020, Turquía reclamó la posesión de yacimientos de gas en el Mediterráneo. Las fronteras marítimas con Grecia nunca han llegado a delimitarse desde la creación de la República de Turquía. Ciertamente Turquía tiene derecho a explotar parte de los yacimientos de gas descubiertos, pero no todos. A raíz de ese diferendo, navíos de la marina de guerra turca amenazaron de hecho unidades navales de la marina de guerra francesa.
Esta lista de “asunto pendientes” está lejos de ser exhaustiva.
El conflicto entre
Estados Unidos y Turquía
Estados Unidos comenzó a cuestionar las “actividades” del clan Erdogan cuando el presidente turco inició sus compras de armamento ruso y la construcción de un gasoducto con la Federación Rusa. Desde ese momento, Washington trató de deshacerse de Erdogan por la vía “democrática” –respaldando al Partido Democrático de los Pueblos (HDP). Como el partido de Erdogan –el AKP– logró manipular las elecciones legislativas realizadas en junio y noviembre de 2015, la CIA ha tratado de asesinar al presidente Erdogan en varias ocasiones. El 15 de julio de 2016, el cuarto intento de asesinato contra Erdogan acabó convirtiéndose en una intentona golpista improvisada en el último momento.
A partir de ahí, el presidente Erdogan, aun subrayando su adhesión a la OTAN, ha venido multiplicando las provocaciones. Por ejemplo, durante un viaje oficial a Estados Unidos, Erdogan ordenó a sus guardaespaldas personales arremeter a golpes contra seguidores del predicador Fehtullah Gulen que realizaban una manifestación frente a la embajada turca en Washington. También ordenó el encarcelamiento de un ciudadano estadounidense en Turquía.
El plan actual de Estados Unidos contra el presidente turco Erdogan consiste en empujarlo a cometer un error para deshacerse de él con cierto respaldo internacional –algo similar a la trampa en la que cayó el presidente iraquí Saddam Hussein con la invasión de Kuwait, hecho que sirvió para justificar la Operación Tormenta del Desierto. Hoy en día, una acción contra el presidente turco Erdogan podría justificarse internacionalmente mediante una masacre contra los armenios, en el marco del conflicto en el Alto Karabaj, y si se garantiza la continuidad en la Casa Blanca.
Erdogan corre a caer en la trampa
Durante todo el mes de octubre, el clan Erdogan ha repetido sin cesar que la OTAN necesita más a Turquía que a la inversa, o sea que la alianza atlántica nunca podrá excluir de sus filas a Turquía… ni tampoco atacarla.
Así que el presidente Erdogan sigue adelante con su ofensiva en todos los frentes. Incluso envió consejeros turcos a garantizar la formación de los guardacostas del gobierno libio de Trípoli, en lugar de los consejeros italianos. De esa manera, Erdogan vuelve a amenazar a la Unión Europea con “abrir la compuerta” a la migración, ahora desde África. Por otro lado, Turquía también favoreció últimamente nuevos ataques de los yihadistas contra los militares rusos en Siria.
Moscú ha sido el único en reaccionar ante las provocaciones turcas. El Kremlin ordenó la reanudación de los bombardeos aéreos contra los yihadistas en la región siria de Idlib, concentrando esas acciones sobre un grupo apadrinado por Turquía y anteriormente vinculado a al-Qaeda. El hecho es que esos ataques rusos violan los acuerdos ruso-turcos en Siria pero a la vez ponen de relieve la obediencia del movimiento yihadista a la autoridad personal de Recep Tayyip Erdogan.
Más recientemente, el presidente turco Erdogan abrió un nuevo frente arremetiendo contra el presidente francés, Emmanuel Macron, insultándolo incluso más que a la canciller alemana Angela Merkel hace 3 años. Aunque puede parecer banal, este asunto es mucho más importante de lo que parece ya que tiene que ver con el fondo del problema.
La guerra de civilizaciones no opone el islam al cristianismo, sino dos principios: la religión de Estado frente a la libertad de conciencia
Después de muchas dilaciones, Recep Tayyip Erdogan está tratando de dar respuesta a la pregunta existencial que se plantea Turquía. Y lo hace definiéndola como la patria de la Hermandad Musulmana.
Erdogan abandona así los sueños neo-otomanos de su ex primer ministro, Ahmet Davutoglu, hoy en la oposición. También renuncia a los espacios naturales que son, para Turquía, el mundo turcoparlante y Occidente (la Unión Europea y la OTAN). Ahora espera extender su poder sobre el conjunto del mundo musulmán aferrándose al principio de una religión de Estado, de la que él mismo pretende convertirse en califa.
Es importante recordar aquí que Mahoma no fue, como Cristo, un simple carpintero sino un político y además un general victorioso, siendo a la vez un líder espiritual. Al morir Mahoma, sus discípulos lucharon entre sí. El «califa» –o sea, el «sucesor»– heredó el poder temporal del Profeta, no su poder espiritual. Por cierto, es evidente que muchos califas ni siquiera creían en Dios. Al final de la Primera Guerra Mundial, el «califa» era el soberano otomano que residía en Constantinopla (hoy Estambul). El ideal de la Hermandad Musulmana es reinstaurar el califato (el poder temporal del Profeta) gracias al derecho de la época del Profeta: la sharia. Al igual que los europeos del siglo XVI, los miembros de la Hermandad Musulmana estiman que un pueblo tiene que adoptar obligatoriamente la religión de su soberano, una visión del mundo radicalmente opuesta al principio de libertad de conciencia establecido en Francia desde la abjuración de Enrique IV, en 1593 [2], y también contrario al compromiso del laicismo, establecido en 1905 [3]. De hecho, Recep Tayyip Erdogan y la Hermandad Musulmana tratan así de imponer un retroceso, echando abajo el legado de Mustafá Kemal Ataturk, el fundador de la Turquía moderna.
Es por consiguiente muy lógico que el presidente turco Erdogan haya optado por designar a su homólogo francés como líder de sus adversarios.
El resultado de esta oposición va a definirse en Estados Unidos, que tendrá que elegir entre defender la herencia británica de los «Padres Peregrinos» (a través de Joe Biden, junto al canadiense Justin Trudeau) o asumir el legado de los inmigrantes europeos (representado por Donald Trump). Si la primera opción resulta ganadora, Washington tratará a toda costa de mantener a Turquía en la OTAN. Pero si gana la segunda, Estados Unidos defenderá su principio de coexistencia entre las religiones hasta hacer fracasar el proyecto de califato.
Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las «primaveras árabes» (2017).
[1] Killing Orders: Talat Pasha’s Telegrams and the Armenian Genocide, Taner Akçam, Palgrave Macmillan, 2018; Ordres de tuer: Arménie 1915 [en español, “Órdenes de matar: Armenia 1925”], Taner Akcam, CNRS éditions, 2020.
[2] Para convertirse en rey de Francia, Enrique de Navarra –quien era calvinista– abjuró del protestantismo en la basílica de San Denis, el 25 de junio de 1593, y se convirtió al catolicismo –debido a ello se le atribuye la frase «París bien vale una misa». Reinó como Enrique IV de Francia y proclamó para todos sus súbditos la libertad de religión que él mismo no había disfrutado.
[3] Al cabo de innumerables vacilaciones, avances y retrocesos, los republicanos franceses finalmente proclamaron la libertad de conciencia. Basándose en ese principio, establecieron por ley la separación entre el Estado y las iglesias, en 1905. Pero esa separación no es total ya que subsiste un control del Estado sobre el sacramento del matrimonio en ciertas religiones. Desde ese punto de vista, la creación de un «matrimonio gay» para garantizar a las parejas de homosexuales «la igualdad en derecho» es un error histórico. Para dar continuidad al movimiento de la sociedad hacia el laicismo era necesario más bien trasladar el matrimonio entre personas heterosexuales al marco de lo privado, opción que la iglesia francesa había aceptado y que hoy cuenta con el apoyo del papa Francisco.