Es absolutamente falso que el aumento del CO2 atmosférico provoca un aumento de la temperatura global del Planeta Tierra.

La afirmación de que el dióxido de carbono es un “contaminante” ha sido el eje central de la política pública sobre el clima en el mundo desarrollado en los últimos años.

La demonización del CO2 ha afectado a prácticamente todos los aspectos de la civilización occidental moderna. Condena la quema de combustibles fósiles para generar electricidad, el uso de motores de combustión para el transporte y el empleo de combustibles de carbono para prácticamente todo lo que sustenta la civilización moderna, incluso el tipo de lavadoras y cocinas que se consideran aceptables. Constituye la base del más grotesco de todos los lemas alarmistas: el “costo social del carbono”.

La teoría de que el CO2 es malévolo quedó consagrada en el llamado “Dictamen de Peligro” emitido por la Agencia de Protección Ambiental en 2009, que sostuvo que el dióxido de carbono es un “contaminante” que “amenaza la salud y la seguridad públicas”.

El radicalismo en torno al CO2 se basa en un supuesto principal: que el aumento del CO2 atmosférico provocará un aumento lineal y peligroso de la temperatura global. La creencia de que una mayor emisión de CO2 equivale a un aumento significativo del calor y de la temperatura es una piedra angular del paradigma científico dominante.

Pero ¿qué pasa si esta suposición –la más extendida de todas las creencias convencionales modernas– resulta ser errónea?

Esta sabiduría convencional ha sido cuestionada durante la última década por científicos impecablemente acreditados que han recurrido a la ciencia real –no a la ciencia política– para contradecir este supuesto primario que subyace al sistema de creencias del CAG.

Un buen ejemplo de ello es el análisis revisado por pares que completaron en junio de 2020 los eminentes físicos William Happer y William van Wijngaarden. El Sr. Happer es profesor emérito de la Universidad de Princeton y van Wijngaarden es profesor del Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de York en Toronto. Ambos son físicos consumados y reconocidos con más de 500 artículos publicados en su haber. El Sr. Happer es más conocido como el brillante científico cuya visión de la física de la atmósfera impulsó el éxito de la Iniciativa de Defensa Estratégica.

Aplicaron un análisis matemático muy detallado a la física del CO2 en la atmósfera y plantearon serias dudas sobre la capacidad del CO2 para absorber calor después de haberse “saturado” a los niveles actuales de 400 partes por millón y, por lo tanto, incapaz de absorber significativamente más calor del Sol. Por lo tanto, cualquier aumento adicional del CO2 atmosférico (incluso duplicando esa cantidad a 800 partes por millón) solo resultaría en aumentos mínimos en la temperatura atmosférica de 0,5 °C, o 1 grado Fahrenheit.

Este hallazgo, matemáticamente riguroso, fue validado mediante un experimento de laboratorio controlado realizado por un equipo de siete investigadores vieneses en 2024. Midieron la radiación infrarroja posterior del CO2 en una cámara de prueba con concentraciones crecientes de CO2 que emulaban condiciones atmosféricas realistas. Llegaron a la conclusión de que duplicar el CO2 a partir de los niveles preindustriales de 400 a 800 ppm «no muestra un aumento mensurable en la absorción de la radiación infrarroja y, por lo tanto, puede conducir a un aumento del calentamiento de solo 0,5 °C como máximo».

Esta conclusión ilustra la razón por la cual los alarmistas del clima nunca han podido explicar por qué la Tierra nunca ha experimentado un calentamiento descontrolado en el pasado, cuando los niveles de CO2 eran 5-10 veces más concentrados que hoy, ni por qué los modelos climáticos de la ONU basados ​​en la teoría del calentamiento lineal han demostrado ser tan terriblemente equivocados.

Si la concentración de CO2 en la atmósfera de la Tierra está muy por encima del nivel tal que su aumento causa que se absorba radiación adicional, entonces todas las políticas gubernamentales destinadas a reducir o eliminar las emisiones de CO2 para detener el cambio climático son tan efectivas como los esfuerzos del Rey Canuto para controlar las mareas.

En resumen, estos análisis de saturación refutan completamente la creencia convencional de que el aumento de los niveles de CO2 causará un calentamiento global catastrófico.

Y no están solos.

Por ejemplo, en 2020 el químico alemán Michael Schnell publicó su estudio “Verificación experimental del efecto invernadero del CO2”, que también confirmó que el efecto de saturación del CO2 produce un calentamiento mínimo. Además, Franz-Karl Reinhardt, profesor del centro de investigación suizo líder EPF, realizó otro estudio en 2017 que demostró que duplicar el nivel actual de CO2 atmosférico de 400 ppm a 800 ppm produciría solo un cuarto de grado Celsius, demasiado pequeño para poder medirlo con precisión.

El impacto de todos estos estudios recientes –y hay muchos más que los mencionados anteriormente– es claro: la creencia convencional sobre el calentamiento causado por el CO2 se está desmoronando. La demonización del CO2 –uno de los mayores delirios populares de la historia humana moderna– puede estar finalmente llegando a su fin.

Puede que no sea cierto que un aumento del CO2 provoque un aumento lineal y catastrófico de la temperatura atmosférica.

La implicación de la saturación de CO2 es un cambio radical y debería proporcionar a la Administración Trump una línea sustancial de cuestionamiento de la determinación de peligro de la EPA.

Acerca de Collister Johnson

Johnson ha trabajado durante las últimas cuatro décadas en los sectores público y privado de Virginia, principalmente en los campos de financiación de proyectos y transporte marítimo. Comenzó su carrera en el servicio público como presidente de la Junta de la Autoridad Portuaria de Virginia. Fue designado por el presidente George W. Bush y confirmado por el Senado como miembro de la Corporación de Inversión Privada en el Extranjero y, más recientemente, como administrador de la Corporación de Desarrollo de la Vía Marítima del San Lorenzo. En esa función, adquirió conocimientos en el campo del clima y su impacto en los Grandes Lagos. Actualmente forma parte de la Junta de Asesores de CFACT. Johnson tiene una licenciatura de la Universidad de Yale y un doctorado en Derecho de la Universidad de Virginia.

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