Es lógico pensar que si el Estado Español se está empezando a calificar de «estado fallido», lo que ha fallado es la Constitución de 1978, que está demostrando su incapacidad para conducir al país hacia la solución de sus tres grandes problemas, que son:
– La calidad y eficacia de la clase dirigente.
– La unidad territorial de España.
– La tensión entre Monarquía y República.
De nuevo nos encontramos con el problema de la calidad humana: la Constitución no se cumple y si se cumpliera sería mucho más eficaz y válida de lo que ha sido. Interpretada a capricho y prostituida por los políticos, La Constitución ha sido un fracaso, pero no tanto porque esté mal redactada, sino porque ha sido manejada y castrada por sinvergüenzas afiliados en partidos políticos mafiosos, que han pugnado por convertir nuestra nación en un lupanar.
Valgan como ejemplo de la degradación de la clase política española lo que está ocurriendo con las viviendas de los ciudadanos, adquiridas con sus ahorros y porque el gobierno y los bancos les empujaron a adquirirlas. Pues bien, ahora están siendo robadas por los «okupas», verdaderos ladrones de hogares a los que los políticos protegen. Hay en España miles de damnificados a los que los miserables ladrones, amparados en la bajeza de los políticos y en luyes inicuas, han arrebatado lo que es la principal propiedad privada del país. Pero hay otros muchos ejemplos, algunos de una gravedad estremecedora, como el asalto emprendido por el gobierno contra la independencia del Poder Judicial, cuyo objetivo es colocar a jueces amigos que permitan a los sinvergüenzas y canallas arrasar España con impunidad, o como las trifulcas barriobajeras que protagonizan los políticos en el Congreso, las arbitrariedad descarada en las decisiones sanitarias, como confinar a Madrid y no a Navarra, que está tres veces más infectada, o la inflación de mentiras y engaños que lanza a diario el gobierno de Sánchez.
El fracaso de la clase dirigente ha sido de tanta envergadura que puede afirmarse que ese ha sido y es el único verdadero problema de España, ya que los otros dos, el duelo entre Monarquía y República y la unidad territorial han fallado porque los políticos han provocado esos fracasos.
Hablemos de la unidad territorial: El independentismo apenas existía a la muerte de Franco, pero los políticos le inyectaron oxigeno y alimentaron su odio y autoridad, de manera frívola y traicionera, dañando íntimamente a España e incumpliendo la Constitución. Se permitió a los nacionalistas discriminar a los que no lo eran, acosar a los españoles, convertir la educación en un instrumento de adoctrinamiento y odio, fomentar el separatismo y sacar ventaja de sus diferencias con España. Tanto el PSOE como el PP compraron votos nacionalistas y se les concedieron ventajas y dineros que no estaban al alcance de las autonomías disciplinadas y leales. Fue tan asqueroso el trabajo de la derecha y la izquierda en su relación con los independentistas que han logrado construir fosos de separación que nunca existieron, hoy difíciles de cerrar.
Hablemos del duelo entre Monarquía y República: la monarquía fue recibida con entusiasmo por los españoles, que creyeron que iba a ser una institución democrática, sometida a la ley y ejemplar, último bastión de defensa de la unidad y de la solvencia del Estado. Pero el rey, espoleado por los políticos corruptos, abrazó también la corrupción e inicio una escalada de deterioro de la institución monárquica que hoy le ha llevado a ser despreciada y rechazada por millones de españoles. Hace una veintena de años, la monarquía habría ganado un referéndum sobre monarquía o república por al menos un 80 a 20 por ciento, pero hoy el resultado fue incierto. No sabemos si el rey contagio a los políticos o si los políticos contagiaron al rey de corrupción y abuso, pero lo grave es que unos y otros están navegando en el barco del desprestigio y la suciedad.
Hablemos, por último, de la clase política, sin duda el peor de los problemas de España, impulsora de la corrupción, de la cobardía, de la manipulación, del independentismo, de la ruptura de la igualdad, violadora de la Constitución y generadora de cientos de escándalos de corrupción que han minado el alma de España, convirtiendo al país en lo que hoy es, un grave problema para Europa, un país casi fallido y podrido hasta las entrañas.
El colmo de la degradación, que ha sido un monstruo que no ha parado de crecer desde 1978, está en el gobierno presente de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, integrado por la escoria de la nación: socialistas alejados de l democracia que resucitan el marxismo en su alma, comunistas totalitarios, amigos del terrorismo de ETA y tribus independentistas cargadas de odio a España y de deseos de romperla. Una parte de ese gobierno lucha por derribar la Monarquía pretendiendo imponer una República que ni siquiera sabemos si es querida o rechazada por los españoles, sin que a los que gobiernan les importe lo que opine el pueblo, ya que llevan décadas ignorándolo y manipulando sus conciencias y educación para convertir a los ciudadanos en esclavos torpes y confundidos.
No e cierto que existan dos España. Hoy hay tres: la de izquierdas, la de derechas y la del pueblo hastiado de sus políticos, plenamente consciente de que esas mafias llamadas «partidos», sin altura, grandeza ni mérito, son las culpables de casi todos los males de España, desde los enfrentamientos al avance de la pobreza, desde la violencia al desánimo y la falta de esperanza.
Los políticos han hecho tanto daño a la nación que lo sorprendente es que España siga viva. Han comprado medios de comunicación, han convertido las televisiones en propagadores de mentiras y enemigas de la verdad, han prostituido las leyes, maniatado y politizado a jueces, domesticado a fiscales y convertido el Congreso y el Senado, que deberían ser foros de debate libre, en escuelas de esclavos bien pagados que tienen prohibido pensar o tener otras ideas e iniciativas que las de sus respectivos partidos.
A los ciudadanos los han empobrecido, engañado, acribillado con escándalos, desanimados hasta el punto de que les han privado de ilusiones colectivas y metas comunes.
Han hecho tanto mal a España que merecen prisión, incluso aquellos escasos políticos que no han robado y se han mantenido al margen de la corrupción, culpables también por haber guardado silencio cómplice mientras sus compañeros de filas abusaban, robaban, colocaban a sus amigos a sueldo del Estado, cobraban sobres en dinero negro y se atiborraban de privilegios inmerecidos y de dinero publico desaparecido, además de destrozar toda la grandeza de España que encontraron a su paso, eliminando la honradez, la decencia, la valentía, la sinceridad, el amor al prójimo y otros muchos valores que estaban vigentes en 1978, cuando la chusma de los corruptos tomó el poder.
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