Decía el filósofo español, José Ortega y Gasset que “ser de izquierda es, como ser de derecha, es una de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil’. Evidentemente, cuando Ortega hablaba de derecha e izquierda, estaba hablando de una forma “lineal” de entender la política.
Aristóteles afirmaba, hace más de 2500 años que la virtud está en el justo medio, entre dos defectos, entre dos excesos viciosos. Así, la valentía es el justo medio entre el temor y la temeridad; la templanza es el justo medio entre la alteración y la insensibilidad; la mansedumbre es el justo medio entre la ira y la apatía; la generosidad es el justo medio entre el derroche y la avaricia; la magnificencia es el justo medio entre la falta de gusto y la mezquindad;… Para Aristóteles, la persona virtuosa es la que ha adquirido el hábito de estar “centrado”.
Evidentemente, cuando Aristóteles habla de estar “centrado”, está afirmando que la realidad (que es solamente UNA) es circular, o mejor dicho esférica, y que la virtud está en el centro, en el núcleo; y, obviamente cuando uno se aleja hacia la periferia, se “descentra” y se aleja de lo prioritario, de lo principal, de lo más característico y definidor de la realidad. Como también decía Aristóteles, la realidad es la que es, y no otra, y cada cual la vive según se la cuenta a sí mismo. Por supuesto, los humanos podemos utilizar nuestra capacidad de razonar, de forma lógica, o dejarnos llevar por los caprichos, los deseos, y extrañarnos, alienarnos, evadirnos, huir de la realidad; pero nunca podremos evadirnos de las consecuencias, si nos alejamos de la realidad, tendremos que, más pronto que tarde, asumir las consecuencias…
Vivir centrado es lo contrario de la ambigüedad calculada, de tener un visión desenfocada, distorsionada, o sesgada de la realidad, por el contrario, estar centrado es aceptar que la realidad es tal cual es, aunque sea cruda y desagradable… pero, como también decía Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias… pero, si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Ciertamente, nadie es responsable de las circunstancias que le tocaron en suerte cuando vino a este mundo, pero todos, sin excepción, somos responsables de aquello que dejaremos cuando nos llegue el momento de marcharnos. Todos podemos cambiar nuestro entorno, comenzando por nosotros mismos, humanizar el ambiente en que vivimos, es nuestro territorio de responsabilidad, y para ello no hacen falta fórmulas mágicas, solo gente de buena voluntad, gente decente… E insisto, para cambiar el ambiente en que estamos inmersos, hay que empezar por cambiar de actitud…
Recuerdo que, cuando comenzaba a abandonar la adolescencia al final de los años setenta del siglo pasado (del latín “adolescentia” que a su vez deriva del verbo “adolesco” que significa crecer, desarrollarse, y no de “adolecer”, carecer, como algunos piensan…) yo también me deleitaba, soñaba, me enternecía oyendo a mi paisano Pablo Guerrero cantar aquello de “Islas hay en el tiempo donde vivir querría y pueblos donde son las tareas comunes, en la escuela se aprende a manejar cometas y a vivir que es lo mismo lo mío que lo tuyo”.
También vibré oyendo a Paco Ibáñez cantar la poesía de José Agustín Goytisolo que decía: “Erase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés.”
¿Y quién no se conmovería, siendo adolescente, al oír, leer, cosas por el estilo? Lo raro sería lo contrario en una persona joven, todavía inmadura, camino de la adultez.
Cuando uno siente afectación por canciones así es porque aún está instalado en aquello tan propio de la infancia de reaccionar ante la cruda realidad diciendo “es injusto, es injusto”… luego, cuando uno crece, madura, acaba llegando a la conclusión, algunos más tarde que pronto, de que “la realidad es injusta”, que el mundo no se deja cambiar, y que a lo sumo lo único que uno puede cambiar, controlar es la propia conducta y no la de los demás, y por supuesto hacerse uno responsable de las consecuencias de sus actos.
Confieso que a mí también me hizo feliz la canción de Imagine de John Lennon ¿Y a quién no, que tenga corazón y sea buena persona?
Bien, dejémonos de nostalgias, y trasladémonos al presente.
En todos los grupos humanos, sea mayor o menor el número de personas que los integran, en todas las “Sociedades” siempre suele haber dos grupos claramente definidos, uno está formado por quienes consideran que las fórmulas convivenciales han probado suficientemente su eficacia, y que, aunque sean susceptibles de mejora, no es necesario sustituirlas por otras, hablamos de gente que considera que su forma de vida es lo suficientemente aceptable, que no hay nada que merezca ser cambiado, o como mucho que las cosas necesitadas de ser cambiadas no son demasiadas, que realizar determinados “cambios” es meterse en aventuras “revolucionarias”, y que lógicamente las actitudes transgresoras están de más.
Luego está otro grupo de personas que consideran que el “edificio social” está en ruinas y que más valdría derruirlo, echarlo abajo y construir otro nuevo; aunque generalmente no suelen tener muy claro qué es lo que habría que edificar, con qué cimientos, con qué material, con qué método… Y dado que ven la botella vacía o medio vacía, se niegan a ver nada bueno en la realidad actual; estas personas también suelen considerar que lo que nos legaron nuestros mayores (tras muchos ensayos, aciertos, errores) no merece la pena ser conservado y que hay que hacer un cambio social profundo, y que apenas nada es digno de ser conservado. Estoy hablando de quienes se atribuyen el monopolio del “progreso”, de quienes se erigen en la vanguardia moral y, por supuesto, aspiran a convertirse en los nuevos gestores de la moral colectiva y “salvarnos”, da igual si nos gusta como si no… Y por descontado, todo lo que contradiga sus proclamas, consignas, dogmas es cosa de gente egoísta, anacrónica, reaccionaria, gente despreciable a la que habría que apartar a toda costa.
Las Sociedades que realmente progresan, avanzan sin grandes traumas, sin desasosiego, sin inseguridades, con paso firme, sin entrar en constantes crisis desestabilizadoras para sus integrantes, sin llevar a la gente a situaciones de angustia vital; son las que son capaces de mantener un cierto equilibrio en el que los apocalípticos no acaben imponiendo sus criterios, y mucho menos acaben tomando el poder, pues en ese caso, esas sociedades están abocadas al suicidio, o casi. Para que no ocurra esto último, para que no sea posible, es necesario que nunca sean mayoría los que cuestionan el consenso más o menos general, de que las fórmulas de convivencia existentes son suficientemente válidas.
Para evitar que la gente viva inmersa en continuos sobresaltos, para que los individuos se sientan miembros de una sociedad estable, perdurable, próspera, es imprescindible que existan “absolutos”, sí, asideros incuestionables, y de esos absolutos son de los que pretendo hablar, o mejor dicho, acerca de la conveniencia de no cuestionarlos.
Cuando en una sociedad predominan los que comúnmente se llaman conservadores y los llamados progresistas son una escasa minoría, la sociedad apenas cambia, apenas evoluciona, y no avanza a mejor. Por el contrario, si los “progresistas” son mayoría entonces el riesgo de llegar a una situación caótica es enorme. La Historia de la Humanidad así lo demuestra.
Tanto los excesivamente conservadores, como los que se hacen llamar “progresistas”, suelen formar parte de los “descentrados” a los que me refería al principio, los unos y los otros suelen vivir fuera de la realidad, y tienen una visión sesgada, distorsionada, olvidándose de qué es lo nuclear, lo que verdaderamente define la realidad.
En estos momentos de crisis de salud pública, de crisis económica, institucional, etc. somos testigos de un mundo que se desmorona, con posturas de intelectuales que hace mucho tiempo que abandonaron la sensatez, la decencia, la racionalidad… pero que continúan predicando ideas irracionales y gastadas, de las que todo el mundo habla pero en las que nadie cree plenamente ni se atreve a desafiar.
Mis amigos y conocidos me dicen que andan diciendo de mí, que se me nota “muy cambiado”. Y además, me lo dicen con un tono de especial preocupación –algunos, añaden que debería empezar a preocuparme yo también- que la imagen que tiene de mí la gente, tal vez se debe a mi forma de expresión, a que el lenguaje que suelo utilizar es calificable de social y políticamente “incorrecto”. Casi todos acaban afirmando que si endulzara, suavizara mi conducta y mi forma de expresión, posiblemente me iría “mejor” y dejaría de parecer un “facha”, un tipo “de derechas” e incluso de “ultraderecha”.
Se supone que eso de ser o parecer de derechas no es nada bueno, más bien peligroso, en estos tiempos.
Total, que ha llegado un momento que, de repetírmelo tanta gente y tantas veces, he acabado dudando. Así que he comenzado por buscar en el diccionario, ¿Cuáles mejores que el de la Real Academia Española, o el “María Moliner” de Uso del Español?
El Diccionario de la Real Academia Española dice que el vocablo “derecha” viene del latín “directus” (directo, directa):
adj. Recto, igual, seguido, sin torcerse ni a un lado ni a otro…
adj. Justo, legítimo.
adj. Fundado, cierto, razonable.
adj. Que va sin detenerse en puntos intermedios (“Ir derecho al asunto”).
adj. Dicho de una parte del cuerpo humano, que está situado en lado opuesto al corazón…
Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida…
Propio de “la derecha política” (de ahí lo de “derechista”)
Tanto el Diccionario de la Real Academia Española, como el María Moliner de Uso del Español, dicen que se denomina de “Derecha” a la gente que en una Asamblea se sienta a ese lado –el lado derecho- del Presidente…
También, ambos diccionarios hablan de “derecha” como sinónimo de “conservador”, ideología de la gente que se opone a hacer intentos revolucionarios, denominación utilizada para nombrar a la gente que considera que no hace falta hacer cambios profundos, o radicales en la sociedad.
En ambos diccionarios la palabra “conservador” no tiene connotaciones negativas, conservar es sinónimo de hacer durar las cosas buenas que se poseen.
Las acepciones que mencionan los diccionarios, de la palabra “derecha” no tienen connotaciones especialmente negativas, algunas son aplicables a personas, otras no tanto (ni siquiera de forma metafórica).
Pues, bien, si ser “de derechas” significa abordar las cosas de forma “recta”, sin torcerse a ningún lado, estar centrado, ser justo, razonable, ir derecho a los asuntos (sin tibiezas ni medias tintas) o actuar con legitimidad, y ser coherente. ¿Por qué se usa por parte de alguna gente, el término “derechista” como sinónimo de extremista, o poco menos que inmoral, o cosas parecidas?
¿Qué significa, en verdad, ser “de derechas”?
– Si ser “de derechas es oponerse a la supremacía del Estado sobre el individuo, a la reducción de la persona a simple miembro de una colectividad, oponerse al afán “igualitarista” en lo moral e ideológico, a la obsesión por la uniformidad, oponerse a que el estado se arrogue la potestad exclusiva de educar al ciudadano, negándole a las familias ese derecho,… Entonces, es posible que quienes dicen que yo soy de derechas y de ultraderecha tengan razón.
– Si ser de derechas es creer en que los seres humanos son suficientemente capaces de mejorar su circunstancia personal, promocionar, buscar y encontrar su propio camino, explorarlo, recorrerlo, llegar a la meta y hacer de su vida una experiencia apasionante… Sin que el Estado los tutele, o les proporcione todo lo que solamente se puede llegar a apreciar cuando se ha conseguido desde el ejercicio del albedrío y la superación personal… entonces, es muy posible que quienes dicen que yo “soy un tipo de derechas” estén en lo cierto.
– Si ser de derechas significa creer en la Libertad, y no en la Igualdad, pues “la Igualdad” no existe, es una cosa infrecuente en el Mundo en el que vivimos en todos los niveles o escalas, desde el atómico, o subatómico, al animal, pasando por el celular… pues, insisto, entonces ciertamente yo soy derechista,…¡Y yo sin enterarme hasta ahora!
– Si ser de derechas es ser partidario del derecho a la objeción de conciencia, respecto a cualquier obligación impuesta por el Estado de manera injusta y arbitraria, entonces yo soy de derechas, sin duda alguna.
– Si ser de derechas significa pensar que la glorificación del Estado del bienestar ha sido un grandísimo error, y que la universalidad de la sanidad, la educación, la atención jurídica o la previsión de la vejez son conquistas irrenunciables, pero que no están siendo gestionadas de la mejor manera posible; entonces yo soy de derechas…
– Si ser derechas es desear una democracia “más profunda y permanente”; profunda en el sentido de que no se dé un cheque en blanco a los políticos sino un mandato concreto, y permanente porque los actuales medios tecnológicos permiten frecuentes consultas a los ciudadanos; entonces, yo sí soy de derechas.
– Si ser de derechas significa desear un sistema electoral más justo que el actual, matemáticamente proporcional a lo votado, sin las manipulaciones actuales que propicia la Ley d’Hondt; entonces, efectivamente yo soy derechas.
– Si ser de derechas significa pensar que el Estado no debe financiar con nuestros impuestos ni a los partidos políticos, ni a los sindicatos, ni a las patronales, ni a las confesiones religiosas, ni a ninguna entidad privada, sino que deben ser las personas particulares quienes libremente deben asumir los gastos de aquellas entidades que prefieran (siendo fiscalmente desgravables las aportaciones a cualquier entidad no lucrativa) pues sí, sin duda yo soy de derechas, de la “derecha más extrema”.
– Si ser de derechas significa pensar que una democracia auténtica requiere una administración de justicia realmente independiente, lo cual significa, también estar en contra de que el nombramiento de los órganos judiciales y de la fiscalía se realicen por parte del poder ejecutivo o legislativo; entonces yo también soy de derechas.
– Si ser de derechas significa condenar cualquier clase de violencia, el uso de la fuerza para condicionar la acción de otros, ya sea el Estado o un particular quien la ejerza; si ser de derechas significa pensar que toda forma de tortura o trato degradante (incluyendo la pena de muerte) son absolutamente detestables; entonces sin duda yo soy radicalmente de derechas.
– Si ser de derechas es considerar que España, la patria común de todos los españoles, que España es una Nación que existe hace muchos siglos, entonces yo soy de derechas; pese a que una multitud de españoles reniegue del vocablo “España” y utilice multitud de eufemismos, con tal de evitar llamar a nuestra nación por su nombre (siendo el más estúpido a la vez que común el eufemismo “estepaís” que se repite hasta el hartazgo, hasta aburrir) si eso es ser derechista, entonces yo soy de derechas.
Puesto que la mayoría de los humanos es gente de buena voluntad (o como ahora se dice “buena gente”) y a poco que se mire a nuestro alrededor se acaba uno percatando de que hay personas que lo pasan mal, acaba uno dándose cuenta de que hay desigualdad, injusticia… Inevitablemente, poca gente es la que no se deja tentar por “utopías bienintencionadas”, que afirman que pretenden un cambio social profundo… que pretenden implantar el paraíso ahora… Es que quien tenga un poco de sensibilidad es casi imposible que no se conmueva cuando ve gente sufriendo, es difícil no sentirse concernido por el dolor y la miserias ajenos.
Pero, todo ello no implica, necesariamente, que el Estado deba controlar a las personas, más bien al contrario, yo soy de los que piensan que las personas deben controlar al Estado.
En definitiva, no tengan dudas –amigos lectores de VOZ IBÉRICA- no se avergüencen de que los “progresistas” (léase colectivistas, socialistas, comunistas, separatistas y etarras) los llamen despectivamente fachas o derechistas, por aspirar a vivir en una sociedad de hombres y mujeres responsables de sí mismos (la responsabilidad es la otra cara de la moneda de la libertad). Una sociedad de seres adultos, soberanos, autogobernados, una sociedad de personas en la plena extensión de la palabra, es decir, una sociedad libre.
Sí, queridos lectores de VOZ IBÉRICA, los españoles DECENTES, los españoles patriotas, no tenemos que tener complejos, ni tampoco pedir perdón, ni se avergonzarnos de decir alto y claro que para que España salga de su actual situación de postración tiene que ser liberada de que quienes pretenden destruirla.
Sí, queridos lectores de VOZ IBÉRICA, somos muchos los españoles DECENTES, los españoles patriotas que pensamos que esta tarea pasa por desbaratar el llamado “estado de las autonomías” y re-centralizar todas las competencias que fueron transferidas en las últimas décadas a los gobiernos regionales, especialmente lo que concierne a la enseñanza, la sanidad y la justicia.
Sí, queridos lectores de VOZ IBÉRICA, somos muchos los españoles DECENTES, los españoles patriotas que pensamos que para que España salga de su actual situación de postración necesariamente se tiene que recuperar el Estado Unitario, recuperar la Unidad de Mercado, crear una sola oficina de contratos y compras de bienes y servicios (eliminando las 17 de las 17 taifas regionales y limitando la capacidad de contratación y compra de los ayuntamientos y siempre bajo la supervisión de la oficina central) pues ese es el único camino que conduce a hincarle el diente al principal problema que ocupa y preocupa a los españoles: la corrupción, que no solo es material, o política, también ha derivado en corrupción moral y eso es lo más preocupante sin lugar a dudas. La recuperación de la Unidad de España exige también regenerar la Justicia, lo cual pasa porque se implante, también, una estricta separación de poderes y que todos los españoles, independientemente de su nacimiento, vecindad, sexo, u otra circunstancia personal volvamos a ser iguales en derechos y obligaciones, iguales ante la ley.
Sí, queridos lectores de VOZ IBÉRICA, somos muchos los españoles DECENTES, que pensamos que ES IMPRESCINDIBLE CREAR UNA GRAN “COALICIÓN PATRIÓTICA”, QUE AGRUPE A TODOS LOS ESPAÑOLES DECENTES, PARA PODER VENCER A LA IZQUIERDA Y DESALOJARLA DE LAS INSTITUCIONES.
Y antes de finalizar, permítaseme recordar aunque haya quien me siga llamando despectivamente derechista, que para que España sea una Nación Libre es imprescindible acabar con las múltiples formas de clientelismo, parasitismo, y etc. existentes en todos los ámbitos del régimen oligárquico caciquil, y darle prioridad a la capacidad y el mérito, frente a la mediocridad reinante; y por supuesto, acabar con los aforamientos y con las jugosas subvenciones que reciben los partidos, sindicatos y “oenegés” diversas procedentes del erario público, del dinero que sale de los bolsillos de los contribuyentes.
Pues sí, yo soy “así” –y muchos, muchísimos más ESPAÑOLES DECENTES- pese a que, decir tales cosas no esté de moda y no sea para algunos, política y socialmente correcto.
¿Alguien tiene algo que objetar?
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