CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
A principios de año publiqué un libro que lleva por subtítulo «España está encanallada ¿quién la desencanallará? El desencanallador que la desencanalle buen desencanallador será». El título principal de mi libro es «ESPAÑA SAQUEADA: POR QUÉ Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ… Y FORMA DE REMEDIARLO». Saco a colación mi libro y su subtítulo porque, hoy más que nunca en los últimos meses se ha acentuado en mí y en los españoles decentes esa sensación de que España está profundamente encanallada. El gran problema, tal como afirmaba, también hoy, en una tertulia radiofónica en la que he participado, es que las noticias que nos llegan no son para ser optimistas, sino todo lo contrario…
Decía José Saramago, el escritor hispano-portugués, premio nobel de literatura en una de sus últimas entrevistas, al afirmar su entrevistador que lo veía demasiado pesimista, que él era optimista por naturaleza pero… «es que vivimos en un mundo pésimo». En esas estamos, en España vivimos un momento pésimo, algo más que pésimo pero, a pesar de ello yo aún no quiero perder la esperanza, no quiero resignarme y mucho menos rendirme.
A partir de hoy, Don Felipe VI tiene dos meses para, tras entrevistarse con quienes él considere oportuno, cuantas veces lo desee, proponer al Congreso de los Diputados que apoyen con su voto a la persona que a su entender sea la más capacitada, la más decente, para presidir el Gobierno de España los próximos cuatro años. E insisto, Su Majestad no tiene por qué «seguir la costumbre» pues, la costumbre no es ningún argumento racional y tampoco tiene base legal ¿En qué parte de la Constitución Española de 1978 se afirma que el Rey debe «seguir la costumbre»? No, no existe ningún precepto legal que obligue a Don Felipe a proponer a Pedro Sánchez para que sea designado presidente del gobierno. Y más, si éste no se priva de anunciar cuáles son sus planes para acabar derribando lo poco que todavía queda de Monarquía Parlamentaria, «estado de derecho», separación de poderes, seguridad jurídica, y un largo etc. Aunque sea reiterativo (más vale pasarse que quedarse corto), los enemigos de España: separatistas, comunistas, socialistas y etarras no ocultan sus objetivos inmediatos en caso de volver a auparse a la presidencia del Gobierno de España, no andan con disimulos y no están dispuestos a renunciar a su «cultura de la muerte» y seguir promoviendo el aborto y la eutanasia, no ocultan sus intenciones totalitarias y liberticidas respecto de los derechos y libertades individuales, respecto de la propiedad privada, respecto de la economía de mercado… y por supuesto, tampoco camuflan sus intenciones de acabar con la unidad de España. Ni que decir tiene que también hablan claro de cuáles son sus intenciones respecto de la corrupción y el encanallamiento que sufre España, pues son organizaciones de delincuentes, gángsteres, mafiosos que pretenden seguir saqueándonos con absoluta impunidad.
En la actual España, la de la corrupción por doquier, hemos llegado a un grado tal de encanallamiento, de perversión, que son muchos -si no legión- quienes consideran que hay corrupciones malas, corrupciones regulares, y hasta corrupciones “buenas”.
Es realmente triste que haya personas que consideren que las prácticas corruptas son daños o males relativamente “soportables” y lleguen a disculpar las acciones de gente canalla, bandidos, delincuentes, fundamentalmente por estar esas formas de actuación más o menos extendidas, y ya el colmo de los colmos por ser practicadas por “gente de los nuestros”.
El sistema político español está perfectamente diseñado, de tal manera que la capacidad de decisión de los políticos, su posibilidad de decidir de forma arbitraria, caprichosa, sea de tal magnitud que corromperse, más que una consecuencia sea su resultado más lógico. La corrupción impone su presencia y se deja sentir, ¡Y de qué manera!, en los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y por supuesto, en la prolongación de estos: los medios de información y creadores de opinión. Y hasta en las universidades.
La corrupción es el gran caballo de Troya de la democracia, que desprestigia a políticos y partidos por igual, tanto los más nuevos como los menos nuevos. A ello se suma la constatación permanente de que muchos políticos viven en una realidad tan distante a la de los ciudadanos, que les resulta imposible aterrizar y palpar la realidad en la que vive la mayoría de la población. Entre la gente, la percepción más extendida es la de que quienes gobiernan, lo hacen para una minoría, cada día que pasa existe un mayor descontento hacia las élites y el poder político, que inevitablemente conduce a un mayor rechazo hacia la democracia representativa.
Claro que, tenemos un grandísimo problema: España carece de líderes para ser salvada, para emprender el camino de la regeneración. España vive encanallada, inmersa en una enorme cloaca de aguas fétidas, corrompidas, nauseabundas… de manera suicida.
Este artículo pretende ser una llamada de atención, también pretendo con él que los españoles decentes, los que aman a España aunque no les gusta y la aman con voluntad de perfección, que se sientan heridos, ofendidos, pretendo ser un aguijón que obligue, o como poco invite, a salir del refugio, de la zona de confort anodina, insustancial, de mediocridad en la que está situada la mayoría de la gente, y regresar a la tierra, a la realidad (que como afirmaba Aristóteles es sólo UNA), a sentir la vida y palpar su entorno caótico al que nos han condenado los cárteles mafiosos que se hacen llamar «políticos» con la ayuda de los «intelectuales» y los medios de manipulación de masas… y por supuesto, tambíen pretendo que así sea con Su Majestad, Don Felipe VI, de tal manera que acabe alzándose, irguiéndose y dé un paso adelante, reine, ejerza de Jefe del Estado y de la Fuerzas Armadas Españolas y en estos momentos terribles asuma las tareas ejecutivas que le otorga la Constitución y sea realmente garante de la Unidad de España, también garante del funcionamiento regular de las instituciones y ejerza las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
La Monarquía Española no puede ser un simulacro, un sucedaneo sin sustancia. Si Don Felipe no actúa como la mayoría de los españoles decentes, de los buenos patriotas esperan, esos buenos españoles que aún tienen en él depositadas esperanzas acabarán dándole la espalda como ya ocurrió en otros momentos de la Historia de España.
Si Don Felipe VI no interviene, no le planta cara a Pedro Sánchez y sus secuaces (para lo cual dispone de suficientes medios legales a su alcance), las cosas en España seguirán estando igual de mal, seguiremos siendo testigos y víctimas (y algunos cómplices) de un desquiciamiento global, los políticos que nos malgobiernan seguirán siendo igual de golfos, nos seguirán estafando, seguirán robándonos… E, iremos al caos, al mayor de los desastres y el régimen monárquico desaparecerá y Don Felipe VI tendrá que conformarse con un exilio dorado como mucho…
¿Se atreverá Don Felipe VI a ser el desencanallador del que está necesitado España?
«El valor se le supone».
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