CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
Agustín de Hipona (354 – 430) un día paseaba por la playa mientras iba reflexionando sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Trataba de comprender, con su mente analítica, cómo era posible que tres Personas diferentes (Padre, Hijo y Espíritu Santo) pudieran constituir un único Dios.
Estando en esas cavilaciones se encontró a un niño pequeño que había excavado un pequeño hoyo en la arena y trataba de llenarlo con agua del mar. El pequeño corría hacia el mar y recogía un poquito de agua en una concha marina. Después regresaba corriendo a verter el líquido en el hueco, repitiendo esto una y otra vez. Aquello llamó la atención de San Agustín, que lleno de curiosidad le preguntó al niño sobre lo que hacía:
–Intento meter toda el agua del océano en este hoyo –le respondió el niño.
–Pero eso es imposible –replicó el teólogo– ¿cómo piensas meter toda el agua del océano que es tan inmenso en un hoyo tan pequeñito?
– Al igual que tú, que pretendes comprender con tu mente finita el misterio de Dios que es infinito…
Y en ese instante el niñito desapareció.
Este mismo esquema se puede aplicar a quienes, llevados por su ideología (nada más lejos de su significado original de «idea lógica»), a la que mejor habría que denominar fanatismo, pretenden solucionar los problemas del mundo como si tuvieran una varita mágica o algo parecido, cosa propia de mentes infantiles.
Cuando los niños, de ambos sexos claro, se enfrentan al mundo, entran en relación con él, acaban inevitablemente percatándose de la realidad, de una realidad que no les gusta… empiezan a descubrir cosas, situaciones desagradables, indeseables, y evidentemente su primera reacción es afirmar que “no es justo”: no es justo que haya enfermedades, no es justo que exista el dolor, no es justo que haya gente que pase hambre, no es justo que haya quienes agredan a otros, no es justo que haya gente que se muera, no es justo que haya guerras, no es justo que unos tengan mucho y otros muy poco o casi nada… Luego pasan a desear que alguien, o algunos, con su varita mágica hagan desaparecer todo lo malo.
Son muchas las personas que no pasan de este estadio a uno superior, lo cual es imprescindible para madurar y convertirse en adultos. Sí madurar, aparte de implicar estar dispuestos a cambiar de opinión, significa aceptar que la realidad es tal cual es, sin adornos, sin engaños, sin distorsión de clase alguna, sea mediante el sesgo ideológico, o sea poniéndose unas gafas de color rosa, o púrpura…
Madurar significa, entre otras cosas, aceptar que el mundo es injusto, que hay gente guapa y gente fea, altos y bajos, inteligentes y menos inteligentes, ricos y pobres, gente más exitosa que otra, gente que nace en una familia acomodada y otra gente que nace en una familia pobre, gente que tiene la fortuna de nacer en una familia con unos hermanos con los que cabe hasta hacer amistad y gente que le toca en suerte hermanos, padres con los que no logra comunicarse y entenderse… y un largo etc.
Madurar significa, también, aceptar que la igualdad no existe, ni en la Naturaleza en general, ni entre los humanos, ni en ningún ámbito, y además, que si la igualdad existiera sería una enorme injusticia, desde esa misma perspectiva desde la que los niños y adolescentes perciben lo justo y lo injusto.
Madurar significa aceptar que las relaciones interpersonales son tal cual son, que las actuales formas de convivencia, de agrupamiento, de cooperación, también de confrontación, de competencia entre los humanos es resultado de ensayos, de aciertos y de errores, que los humanos se organizan tal cual se organizan de manera espontánea; madurar significa aceptar que nadie nunca se ha confabulado, reunido para diseñar ni aplicar ninguna forma de “ingeniería social” y que todo ha sido resultado, insisto, de ensayos, y que los humanos progresan, en el mejor sentido de la palabra, de manera espontánea. Y cuando alguien, algunos intentan rediseñar la sociedad, planificarla a la medida de su ideología, de su doctrina, llevados por una bondad extrema, exacerbada, erigiéndose en gestores de la moral individual y colectiva, lo único que consiguen es esclavizar, limitar, cuando no eliminar, la libertad, sea la libertad de emprender actividades productivas, contratar, vender, comprar, comerciar; sean las libertades políticas, aparte de atentar contra los derechos más elementales y de los que derivan todos los demás: el derecho a la vida y a la propiedad. Madurar significa aceptar que todos los intentos de tipo igualitarista han ocasionado más problemas que los que pretendían resolver.
Madurar significa asumir que si alguna autoridad mundial, global como ahora se dice, pudiera repartir equitativamente la riqueza existente en el mundo entre los aproximadamente siete mil millones de los humanos que lo habitamos, no serviría para nada, pues sería un “vuelta a empezar”, dado que cada cual es como es, dado que los humanos somos heterogéneos, desiguales, y cada uno destinaría el regalo que le tocara en suerte, a fines distintos, unos gastarían, otros conservarían, cada cual lo emplearía en lo que considerara oportuno, con mayor o menor acierto e inteligencia… ídem si se repartieran los tesoros del Vaticano, pongo por caso.
Madurar significa aceptar que la única forma de progreso propiamente dicho, vendrá en una sociedad abierta, en la que la única “igualdad” sea en derechos, de la que deriva la igualdad de oportunidades, basada, claro, en la cualificación, en el mérito, en el esfuerzo, sin que nadie reciba trato de favor, sin que nadie sea favorecido por autoridad de clase alguna, sin que nadie sea discriminado por circunstancias tales como el sexo, el color de su piel, su opinión, su creencia, o cuestiones semejantes.
Madurar significa que la tendencia a la compasión, de la que cualquier humano de buena voluntad participa, solo puede traducirse en solidaridad voluntaria, y bajo ningún concepto nadie (incluyendo a cualquier clase de autoridad) debería obligar a otros a ser solidarios.
Madurar significa aceptar que todas las minorías son merecedoras de ser respetadas, y que la minoría más pequeña es la persona, el individuo, y que ninguna mayoría, por muy numerosa que sea tiene derecho a esclavizar a ninguna minoría, robarle su esfuerzo, o imponerle lo que le plazca.
Cuando una sociedad, un grupo de individuos no madura, y sigue anclado en la forma de pensar infantil, entonces es presa fácil de demagogos, de liberticidas, de ideas incorrectas, estúpidas, y de gente totalitarias. Cuando una sociedad no madura sus integrantes acaban considerando que es legítimo parasitar de otros, alejarse de todo lo que tenga que ver con libertad, y también –no podía ser de otra manera- de todo lo que huela a responsabilidad individual, en el sentido de asumir los resultados de sus actos.
España, por desgracia es en la actualidad una nación infantilizada –también idiotizada- como resultado de las diversas “leyes educativas progresistas” promovidas por los diversos gobiernos socialistas, leyes luego apoyadas más o menos de forma entusiasta por la derecha boba. Infantilización que luego refuerzan las diversas televisiones… España es una nación infantilizada en la que nombrar palabras tales como trabajo, esfuerzo, disciplina, responsabilidad, etc. es correr el riesgo de ser tildado de facha, anacrónico, carca o lindezas por el estilo. España es una nación donde lo que siempre fue excepcional: la fiesta, se ha convertido en lo normal, en lo cotidiano, y lo que siempre fue lo normal, la no-fiesta”, en excepción… Con esos materiales, con el apoyo entusiasta también de intelectuales, trovadores, aduladores, y tertulianos de toda clase, con estos cimientos se ha ido construyendo la actual España, un edificio que amenaza ruina…
Con estos materiales surgen personajes de la altura intelectual, con la preparación, de los Marianos, Pedros, Pablos, Albertos… y demás peligrosos intelectuales, deseosos de pillar coche oficial y tener como sueldo un pastizal, aunque sea a costa de destruir lo que aún queda en pie de nuestra nación…
Muchos dirán que pocos remedios caben cuando las élites intelectuales, las personas mejor preparadas han sido alejadas, expulsadas, condenadas al ostracismo, hasta el extremo de que la mayoría de los españoles ignoran su existencia, o casi… Tal vez haya llegado la hora de que alguien, algunos apliquen una cirugía de urgencia, antes de que sea demasiado tarde…
Y, todavía alguno aún dirá:
Pero eso es injusto… ¿NO?
¿Y qué tienen que decir ante este tremendo panorama las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales?
Pues, desgraciadamente poco o nada se atreven a decir, e incluso, aparte de hacerse el Don Tancredo y mirar hacia otro lado, las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han dejado, jaleado, financiado… que gente que odia todo lo que ellos representan se haga con el poder político y cultural. Gente que sólo tiene resentimiento hacia quienes crean riqueza y empleo, quienes hacen que día tras día España progrese, avance a mejor. Gente que no cree en la libertad, ni en el mercado, ni en la meritocracia, ni en España, ni en Dios, ni en la familia.
Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han dejado, jaleado, financiado…que se imponga una narrativa cultural dominante, frases hechas, tópicos que muchos españoles asumen y ya dan por hecho, sin discusión. Un discurso que presupone que la izquierda es noble, defensora de los trabajadores y los vulnerables, mientras que la derecha es autoritaria y defiende a los poderosos. Que la izquierda es tolerante y abierta, y la derecha fascista. Que lo público es bueno y lo privado malo.
Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han dejado que España se haya convertido en un lugar en el que las oportunidades económicas están en constante retroceso. Donde ya no se puede decir con confianza que la siguiente generación vaya a vivir mejor que sus padres y abuelos.
Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han conseguido, por acción y omisión, que toda una generación esté creciendo desencantada y desconectada de los valores que hicieron libre y próspera a España y Occidente. Jóvenes que ven un futuro incierto y se refugian en ideologías que prometen soluciones rápidas, pero falsas.
Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han permitido que nuestra casa común, Nuestra Patria, esté a punto de fracturarse. Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han consentido que los nacionalismos periféricos, los separatismos se envalentonen y promuevan un ataque directo contra el marco de libertad, convivencia y pluralidad que tenemos.
Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales han ido «tragando» que poco a poco los políticos y burócratas vayan inmiscuyéndose en cada vez más aspectos de nuestras vidas; que tengamos que pedir permiso para todo, desde licencias para cualquier cosa o permiso hasta para tener mascota.
Pero, si las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales piensan que hemos tocado fondo, que las cosas no pueden seguir empeorando. Las élites empresariales, intelectuales y profesionales liberales se equivocan.
Lo siguiente es que nacionalicen vuestros bancos o empresas de energía, pues no se podrá permitir que esos sectores estratégicos estén en viles manos privadas, de malvados empresarios.
Lo siguiente es que os roben vuestras fortunas con impuestos sin techo, en nombre de la “justicia social”.
Lo siguiente es que seáis victimas de escraches en vuestras casas, pues os harán responsables de todos los males de la sociedad, pues sois culpables de avaricia y de vustro afán de dominio y explotación.
Lo siguiente es que os impongan salarios mínimos de un grado tal que todos vuestros proveedores y clientes vayan a la quiebra.
Esperad a que Cataluña y País Vasco se independicen y seáis extranjeros en vuestra propia tierra.
Esperad a que vuestros hijos o nietos se declaren trans con 14 años, y os lleguen incluso a quitar la patria potestad si no les ‘afirmáis’, es decir, si no dejáis que arruinen su vida para siempre.
Esperad a que haya barrios enteros de vuestras ciudades donde no pueda entrar ni la policía, porque una masa inmigrante sin ninguna gana de asimilarse a nuestra cultura ha tomado el control.
Esperad a que prohíban la caza, pues es ‘inhumano’ matar animales; y después limiten o prohíban el consumo de carne para “luchar contra el cambio climático”.
¿Acabaréis reaccionando finalmente?
Entonces es posible que ya sea demasiado tarde. Posiblemente, mañana ya sea demasiado tarde.
Pero, todavía estáis a tiempo. Hay una ventana de oportunidad para darle la vuelta a la situación y reconstruir este proyecto de España que representa la libertad, la oportunidad, la unión, el crecimiento.
Pero es necesario que dejéis de ser espectadores; necesitamos que seáis líderes.
Interesaos por la política. Dejad de pensar que vuestros millones y vuestra posición os van a proteger de un futuro que puede ser decadente.
Dejad de hacerle el caldo gordo a los gobernantes, a los capos, oligarcas y caciques de las agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos, que están dispuestos a vender nuestra patria y nuestra libertad al diablo con tal de seguir en el poder. A gobernantes que ponen en marcha agendas fanáticas que representan a intereses minoritarios, a agendas que son destructivas y van a conducir a un futuro peor para todos.
Si vosotros, que poseéis poder e influencia, decidís plantaros esto se acabaría.
Apoyad a movimientos, a plataformas o a pensadores que defiendan vuestras ideas. ¡Cómo cambiaría España si el Instituto Juan de Mariana, FAES, la Fundación Villacisneros o muchas otras fuesen verdaderos gigantes, con músculo para poder, de verdad, influir y convencer!
Financiad series de televisión, películas, comedias, arte que no sea maniqueo, que no sea una apología del progresismo, sino que represente otros valores, otra perspectiva, otra realidad,…
Desterrad de vuestras empresas ideologías que ni vosotros os creéis, y que no están alineadas con ninguna idea de mérito, capacidad o carácter.
España os necesita. Las siguientes generaciones os necesitan. Todavía estamos a tiempo.
¡Despertad!
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