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ESPAÑA SAQUEADA, POR QUÉ Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ. VIGÉSIMO CUARTA PARTE.- Complejo de culpa, hispanofobia, odio a España y leyenda negra antiespañola.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Este año, 2022, se cumplen cinco siglos desde que se produjo uno de los viajes más importantes en la Historia de la Humanidad, junto con el descubrimiento de América y el viaje a la Luna.

Si uno sale a la calle y le pregunta a cualquier español, es casi seguro que, apenas encontrará a nadie que sepa de qué va el asunto, y menos aún acerca de quiénes fueron sus principales protagonistas; lo cual es tremendamente triste, aunque tampoco es de extrañar, pues, la conmemoración del V centenario de este viaje histórico, que sería motivo de orgullo y celebración en cualquier lugar del mundo, no está presente en la agenda del gobierno social-comunista y en la de ninguna de los diversos gobiernos de las 17 taifas hispánicas… Si esta enorme, descomunal, gesta hubiera sido obra de anglosajones, o franceses, pongo por caso, se habrían rodado infinidad de filmes, películas, se habrían escrito miles de libros, se le habría sacado el máximo de beneficio… Pero, España, al parecer es diferente, «Spain ist different», como decía el Ministerio de Información y Turismo presidido en aquellos tiempos por Manuel Fraga Iribarne… Claro que, hay honrosas excepciones, todas ellas, iniciativas privadas.

Pues sí, aunque una gran mayoría de españoles lo ignore, o apenas le conceda importancia, la expedición de Magallanes y Elcano fue la primera en «recorrer y descubrir toda la redondeza del mundo» según palabras del propio Juan Sebastián de Elcano. Esto ocurrió entre 1519 y 1522 (abriendo la puerta a la primera globalización), cuando los medios con los que contaban quienes tenían la osadía de adentrarse mar adentro, eran todavía increíblemente rudimentarios, y la vida a bordo de aquellas primitivas naves carecía de cualquier comodidad o seguridad. Además, se trataba de un viaje a lo desconocido, que no iba a contar con posibilidad alguna de recibir auxilio, y repleto de innumerables peligros. 

Esta hazaña solo fue posible gracias a unos hombres muy especiales, de un arrojo excepcional, con un conocimiento del mar extraordinario, un alto sentido del deber y del honor que les hizo continuar hacia adelante sin abandonar, y de una capacidad de sacrificio que les permitió resistir un modo de vida extremo, casi terrorífico, durante los tres años que duró la expedición. No solo eso, sino que durante el viaje de vuelta, la ilusión por poder contarlo, por saberse entrar en la Historia de la Humanidad, y por poder llevar una vida holgada en adelante, tuvo que ser el alimento de todos ellos, más que el arroz hervido con agua de mar que los supervivientes tenían entonces por única comida.​

Ésta es una muestra más de lo que ha calado entre los españoles la leyenda negra antiespañola. Cosa insólita en el mundo. Hemos llegado a tal extremo que, en estos momentos el tremendo embuste de la leyenda negra anti-española no necesita ya ni de ingleses, ni de holandeses, ni de italianos, ahora se fabrica en el Palacio de la Moncloa y en la calle Ferraz, promovido por el gobierno social-comunista, apoyado de forma entusiasta por separatistas y etarras… con el silencio cómplice de la derecha boba, y se publicita y propaga por doquier, desde que los españoles se incorporan al parvulario, hasta las universidades. Por supuesto, en tal acción suicida, autodestructiva, también ponen total empeño los medios de información y manipulación de masas.

¡Cuánto hemos progresado hacia la estupidez con los socialistas y comunistas españoles! 

Como bien sabe cualquier persona suficientemente informada, la izquierda ha acabado siendo omnipresente en aquellos ámbitos y facetas esenciales de la vida cotidiana de los españoles, la izquierda ha ganado la batalla en la enseñanza institucionalizada, controla las universidades, controla y censura la ciencia y la investigación, está presente en los medios de información y creadores de opinión, y todo ello lo ha conseguido por la inacción, la apatía, el miedo, el complejo de culpa, el complejo de inferioridad y algunos factores más que caracterizan a la derecha intelectual y sociológica, que haberla hayla; rendición que lleva implícito el reconocimiento de una supuesta «superioridad moral de la izquierda». 

Quienes se hacen llamar «progresistas» han monopolizado todo, y si no todo, poco les falta, y lo han conseguido fundamentalmente adoctrinando a la gente desde los primeros años de vida. Desde el aprendizaje de las primeras letras, desde el instante en el que se enseña a leer a los alumnos se les inculcan una serie de «valores» (mejor habría que llamarlos contravalores) tales como que ellos y sus votantes son «pueblo» y que ellos son los únicos representantes de «el pueblo», y por lógica, todos los demás «no son pueblo», es más, son enemigos del pueblo. También proclaman sin rubor que ellos son representantes de los «trabajadores» (aunque la mayoría de ellos nunca han dado un palo al agua); lo mismo podemos decir del peculiar concepto que los izquierdistas tienen de «ciudadano» y «ciudadanía», de los cuales se apropian en exclusiva y niegan a quienes con ellos no comulgan. Como también se han apropiado de la expresión «demócrata» y «democracia» (y gritan y vociferan aquello de «no nos representan», «¡¡Democracia –real- ya!! ¡Derecho a decidir!), y se dedican a conceder diplomas y carnés de demócratas, demonizando a quienes según ellos no lo son, tildándolos de todo lo más abominable e indeseable. 

Otro de los dogmas izquierdistas es el de que «la calle es suya», del pueblo; más aún, ellos son la calle, de la calle emana un poder poco menos que supranatural al cual hay que rendirse y someterse… Y, hay de aquel que ose cuestionarlo, tenga la ocurrencia de mostrar alguna objeción, la gente, el pueblo, «la calle» están legitimados para ejercer violencia contra él, pues es un enemigo del pueblo, de la gente, e incluso de eliminarlo físicamente o condenarlo al ostracismo. 

En fin, me refiero a quienes consideran que hay «terrorismo» y terrorismo, violencias «revolucionarias», violencias «progresistas» y violencias «reaccionarias» (y por tanto víctimas de diferentes categorías, dependiendo de quién sea el victimario y quién sea violentados…); quienes consideran que la segunda república española era el «edén» y que una pandilla de energúmenos (que por supuesto, ni eran gente, ni pueblo, ni representaban al pueblo, sino que eran enemigos del pueblo) acabó con aquella sociedad perfecta en la que se olvidan de decir que quienes ellos alaban y ensalzan practicaban la violencia, llevaban un revólver al cinto y ponían bombas, asaltaban cuarteles, promovían insurrecciones como el golpe de estado de 1.934 (revolución de Asturias la llaman). 

Hablo de quienes se hacen llamar intelectuales y únicos representantes del «mundo de la cultura» (por supuesto, nunca aceptarán la idea de que la Cultura, con mayúsculas, es el conjunto de los conocimientos científicos, literarios o artísticos conocidos, muy al contrario, ellos solamente reconocen como cultura el conjunto de actividades que realiza el pueblo). Ellos que aborrecen todo lo que huela a cristianismo y catolicismo, y consideran que los EEUU e Israel son el gran Satán, y llaman fascista a todo aquel que tenga el atrevimiento de contradecirlos, pese a que los diversos «fascismos» fueron vencidos en 1.945, hace la friolera de 81 años, tienen también otra particularidad, otra seña de identidad, se trata de su hispanofobia, un profundo odio, una profunda aversión a todo lo que tenga relación con España. 

Según la izquierda española (aunque les pese lo de «española»), según los progresistas patrios, la Nación Española, España no existe. 

Les importa un bledo, una higa, que los romanos (todavía no se les ha ocurrido decir que deben pedirnos perdón sus descendientes, y que tienen contraída con nosotros una «deuda histórica» que debería reparar, pero todo tiene su tiempo), decidieran hace más de 2.000 años crear una provincia en nuestro territorio, a la que denominaron Hispania. Tampoco les importa demasiado que los visigodos, tras la caída del Imperio Romano de Occidente, crearan el «Reino de España» y decidieran que su capital fuera Toledo; o que los Reyes Católicos (¡Uf, a menudos he tenido la ocurrencia de nombrar!) reyes de Castilla y Aragón, agruparan en una nación llamada España, para siempre, a catalanes, gallegos, extremeños, aragoneses, andaluces, asturianos, etc 

¡Qué importa si el señorío de Vizcaya se unió al reino de Castilla voluntariamente hace más de 1000 años! 

Poco o nada importan las hazañas de aquellos vascos de nombre Juan Sebastián Elcano, o Legazpi, o Blas de Lezo, al servicio de la Corona Española, del Imperio Español… poco importan los muertos catalanes o andaluces o navarros en el desastre de Annual, o la derrota de Alarcos, o las victorias de las Navas de Tolosa o en la batalla de Lepanto. 

Picasso, Dalí, Buñuel, Ortega y Gasset, santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz, Cervantes, Velázquez, García Lorca, Severo Ochoa, el valle de Arán, la serranía de Cuenca, la sierra Morena, el Teide y el monte Perdido, la Peña de Francia, el Ebro o el Tajo, la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, la catedral de Burgos o la Catedral de Santiago de Compostela, las Cortes de Cádiz (y ¡Viva la Pepa!), las guerras carlistas, la primera república, y la restauración monárquica, y la dictadura del General Primo de Rivera, y la segunda república, y la Dictadura del General Franco…. Y por supuesto, también la conquista de América,… la jota, las sevillanas, la muñeira, y la sardana, la tortilla de patatas, el gazpacho, la paella, el pisto manchego, las corridas de toros, Manolete, y «el Cordobés», y los empalaos de la Vera, las procesiones de Semana Santa, el Betis y el Sevilla, el Atleti y el Real Madrid, y el Barça, y la selección nacional de fútbol, y la RENFE, y la Telefónica, y Zara… y el cierzo y la tramontana… todo ello y mucho más, -aunque ya lo haya mencionado en múltiples ocasiones- es España, pero para la izquierda española, y para la derecha boba y los asiduos tertulianos de las diversas televisiones, y hasta para el «hombre del tiempo» de televisión, es solamente «estepaís» o como mucho «el Estado Español». 

Pues sí, los españoles decentes, los que tenemos «españa en común», no debemos callar; pese a que algunos españoles renieguen de su españolidad, pese a que algunos lo consideren algo rancio, cosa antigua, anacrónica, e incluso propio de franquistas y lindezas por el estilo, pese a que haya quienes nos llamen «fascistas» a quienes tenemos la valentía de afirmar que nos sentimos contentos de las gestas de nuestros ancestros, a quienes decimos con rotundidad que no debemos sentir culpa de ninguna clase, o pedir perdón, sino muy al contrario, y que debemos festejar, a bombo y platillo, por todo lo alto, en las calles, en los centros de estudio, en todos lados todo aquello de lo deberíamos sentirnos muy, pero que muy orgullosos. 

Y, por supuesto, debemos exigir al gobierno frentepopulista que preside Pedro Sánchez (como los que están por llegar) que actúe, aplique la Constitución y frene a quienes pretenden romper nuestra Patria, en lugar de subvencionarlos y alentarlos, y ser sus cómplices…

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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