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ESPAÑA SAQUEADA, POR QUÉ Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ. VIGÉSIMO QUINTA PARTE.- Psicópatas y sociópatas «porculeros».

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.

Desde hace algún tiempo, varios lustros, ha surgido en el lenguaje del sur peninsular un nuevo vocablo que, poco al poco ha ido expandiéndose por el resto de España y que, posiblemente haya dado el salto, ya, al otro lado del charco: ”porculero” (“porculera” en femenino) que parece que ha llegado para quedarse, y el verbo con infinitivo “porculear”, gerundio “porculeando”, y participio “porculeado”. Su significado viene a ser algo así como “dar por culo” (naturalmente en sentido metafórico), ser especialmente molesto, incordiante. La persona porculera por excelencia es aquella que cuando va a un restaurante, pongo por caso, antes de que le hayan servido el primer plato ya está pidiendo el libro de reclamaciones.

Hay porculeros –y porculeras- por doquier y en múltiples grados, desde la persona aquella que tenemos por vecino, que nunca está satisfecha por nada que respecte a los asuntos de la comunidad, y siempre tiene una actitud destructiva, de queja permanente, da igual lo que se trate en la junta de propietarios, siempre se opone por sistema, y además, para más inri nunca propone ninguna alternativa; hasta el vecino que siempre está enfadado y le “jode” que otros estén felices y contentos, y todo lo que hacen los demás, sean vecinos del edificio en el que vive, o en el barrio, le parece mal, molesto, y motivo de llamar a la policía, y acaba haciéndolo por cualquier insignificancia… Vamos, aquel que se pasa toda la noche dando golpes en la pared contigua a nuestro salón, cuando estamos a una hora permisible y razonable celebrando un evento con amigos, porque le parece que hacemos demasiado ruido… y a la mañana siguiente, domingo, se presenta a las 8 de la mañana, toca el timbre, le abrimos la puerta pensando que era alguna urgencia y nos dice: “A que jode ¡Eh!”

O aquel que llevado por la envidia, ni come ni deja comer que diría el refranero, como el perro del hortelano, que ante la imposibilidad de disfrutar de los bienes que otros poseen, prefiere que los otros no los disfruten, y acaba destruyéndolos o deteriorándolos, pues según su entender no tienen “derecho” a poseerlos o disfrutarlos.

Y dirán ustedes ¿Y por qué tanto porculero, cómo hemos llegado a esta situación?

Pues muy sencillo, cada vez abunda más la gente asocial, maleducada, psicópatas y sociópatas, resultado de una “ideología pedagógica” perversa, que se resume en una sola frase:

¡Ah, yo no tengo problemas, yo soy el mejor –o la mejor- amigo de mi hijo!

Cada vez es mayor el número de padres, madres, educadores, profesores que están en la idea de que los niños –y niñas, claro- son unos benditos sabios que –al parecer han venido a este mundo dotados de “ciencia infusa”- no necesitan que se les inculque ninguna norma convivencial, nada que huela a disciplina, pues eso es cosa de fachas, y además se corre el riesgo de perturbarlos de tal modo que, cuando adultos estén tan desequilibrados que se les haya causado un daño irreparable.

Así que mejor, esperar que por sí mismos lleguen al convencimiento de lo que es conveniente y lo que no lo es, lo moralmente admisible y lo inmoral (ya digo, según algunos “expertos” poseen ciencia infusa, pues, si no fuera así, no se puede entender que hayan llegado a ser la generación mejor dotada y preparada según la jerga pedagógica progre).

Total que, como se recolecta lo que se siembra, pues cada vez es mayor el número de niños, adolescentes y «adultescentes» que, tienen el convencimiento de que todo lo deseable es sinónimo de “derecho”. Por supuesto, sin ninguna contrapartida, las obligaciones, el esfuerzo, la excelencia son cosas de gente anacrónica, carcas, fachas, etc.

Anteriormente hablaba del enorme número de sociópatas y psicópatas, parecerá muy exagerado llamarlos así, pero no cabe otra forma ¿Cómo si no, se puede nombrar a quienes carecen de conciencia, y por tanto no tienen remordimientos, mala conciencia, cuando hacen algo reprobable por la mayoría de la gente corriente?

Difícilmente puede haber gente que interiorice normas convivenciales, conceptos, ideas elementales respecto del bien y del mal, sobre que hay que respetar los bienes ajenos, pongo por caso, o el mobiliario urbano, si se les está invitando permanentemente a violar, transgredir las normas más básicas de la convivencia, si se denosta, se veja, se critica todo lo que guarde relación con el esfuerzo, se vende como “friki” aquello que hace la gente aplicada, estudiosa, trabajadora… y se enaltece lo lúdico, lo festivo; hasta el extremo de que, lo que hasta hace no muchos años en los centros de estudio era excepcional se ha acabado convirtiendo en la norma: si echamos cuenta, el calendario escolar está lleno de eventos festivos, celebraciones cientos, cualquier efeméride es un buen pretexto para engalanar el centro de estudios, inflar globos, hacer caretas, maquillar a los alumnos, poner la megafonía a toda pastilla, disfrazarse… pues el objetivo, según parece, ya no es enseñar, sino hacer “felices” a los alumnos en sus horas de obligada permanencia en el centro… Ya no es aquello de “instruir deleitando, con alegría”, no ahora se trata de deleitar, y bueno, si aprenden algo de paso, tampoco pasa nada.

Ni que decir tiene que todo ello conduce inevitablemente a que la generalidad del alumnado considere que los que estudian, acuden al colegio, luego al instituto, posteriormente a la facultad universitaria, con intención de aprender, son tipos raros, motivo de burla, de befa, chiste, cuando no acoso, bullying.

Y mientras nuestros hijos e hijas permanecen en manos de los apologistas del “homo festivus, festivus”, también se les inculca que la economía de mercado, el capitalismo, el liberalismo, son el gran Satán, y que se ha producido una gran conspiración para acabar con el “Estado del bienestar”, y que… el dinero necesario para poder sufragar los gastos de los bienes y servicios que el Estado –mejor o peor- nos facilita, cae del cielo, como el maná bíblico, poco más o menos.

Cada vez es más alto el porcentaje de personas “adultas” -más correctamente habría que llamarlos “adultescentes”- partidarias del estatismo, víctimas del infame, malvado sistema educativo igualitario instaurado por Felipe González, José María Maravall y Alfredo Pérez Rubalcaba, que les ha permitido promocionar, ir pasando curso tras curso sin aprobar, y en el que la cultura del esfuerzo, la excelencia, estaban ausentes… No recibieron una enseñanza de calidad, y ahora se manifiestan en las calles quejándose en sus pancartas con garrafales faltas de ortografía – no por casualidad- de que sus currículos no les sirven para nada en España, y menos en el extranjero.

Reclaman todo tipo de “derechos” laborales y salariales y exigen a los malvados empresarios (y a la “Sociedad” de la que también dicen ser “víctimas”) que les faciliten una vida regalada, de la que ellos son incapaces.

Obviamente al entender de esta gente, ninguno de ellos tiene responsabilidad de clase alguna en su circunstancia personal, la culpa es de “otros”, el que no encuentren trabajo en nada tiene que ver con su mayor o menor tendencia a la ociosidad, o a su incapacidad, o ineptitud, y se consideran merecedores del derecho a mamar de las ubres de Mamá-Estado, generalmente llamado “Estado del Bienestar” (que la mayoría ignora que fue “creado” por un tal José Antonio Girón de Velasco, por encargo del General Franco).

Están convencidos de que ellos son los más desgraciados e infelices, y los más necesitados y merecedores de apoyo, amparo, protección porque ignoran, y además les trae sin cuidado, que otras personas, sin ir más lejos la generación del baby boom de los 60, tuviera que buscarse la vida a pesar de cifras de desempleo semejantes a las actuales, y de profundas crisis económicas y políticas; sin olvidar la generación de los “años del hambre”, o la de “la leche en polvo americana”, que consiguieron salir adelante a pesar de la guerra, la posguerra y la emigración.

Todo ello se ha acentuado aún más, debido a los años del populismo narcotizante de los Gobiernos “progresistas” de José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que han logrado convencer a los españoles de que no existe relación entre deberes y derechos, entre esfuerzo y resultado, con su política de prometer derechos a tutiplén; consiguiendo que nuestros conciudadanos hayan acabado olvidando cuáles son las claves de la prosperidad y del progreso propiamente dichos: el trabajo y el esfuerzo.

De manera que varias generaciones de españoles, víctimas de las «leyes educativas progresistas» se han ido convirtiendo, tal vez irremediablemente, en partidarios de la nueva ideología “el porculerismo”…

Y, oiga ¿usted a qué partido va a votar en las próximas elecciones, locales, autonómicas, generales…?

– Yo, a …, por supuesto, para “darporculo” al PP y al PSOE, que son la misma mierda.

– ¿De veras? Pero… oiga ¿Usted se ha leído sus propuestas, su programa de “gobierno”, usted sabe bien a quienes pretende llevar al poder?

– ¡Ah, da igual… con tal de “darporculo” a la “casta”!

– Oiga… pero.

– ¡Ande, deje de “porculear”, no me caldee la cabeza… no me sea “porculero”!

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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