CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Se denomina de esta manera por Joseph P. Overton, ex vicepresidente del Centro Mackinac, uno de los más prestigiosos institutos de investigación de políticas públicas de EEUU.
Joseph Overton observó que para cada área de la administración pública, de la burocracia estatal, del aparato del estado, sólo existe un abanico medio abierto, un pequeño margen de potenciales políticas que puedan ser consideradas admisibles, dependiendo en primer lugar de si les resulta convenientes a los profesionales de la política apoyarlas, incluso aunque entren -aparentemente- en conflicto con sus preferencias personales. Evidentemente, las corrientes de opinión más o menos mayoritarias cambian, no cuando los políticos cambian de ideas, sino cuando los ciudadanos lo hacen.
Overton creó un modelo explicativo vertical de políticas, de gestión de lo público que, va de «más libre» -parte superior- a «menos libre», relativo a la intervención de los gobiernos, en el que las políticas admisibles, aceptables, se enmarcan en una «ventana» que puede moverse a lo largo de ese eje, ampliarse o bien reducirse. Al fallecer Overton, este modelo explicativo fue bautizado como la Ventana Overton por sus colegas del centro Mackinac, entre los que Joseph Lehman contribuyó a su popularización…
La ventana puede moverse si se consigue que cambien la mentalidad de la sociedad apelando a los hechos y la lógica, a la moralidad, a las emociones y en último término a las circunstancias o bien la desinformación.
La Ventana de Overton es una teoría política que describe con escalofriante exactitud cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que, las ideas que antes se consideraban descabelladas, aberrantes, algo absurdo e impensable, tabú, acaben siendo aceptadas transcurrido cierto tiempo.
En principio, teóricamente, ningún tabú escaparía a la eficacia de esta técnica. Por lo tanto, se podría cambiar de modo radical -desde la raíz- la valoración que la sociedad, por poner algunos ejemplos, tiene actualmente de la eutanasia, el incesto, el bestialismo, la pederastia o el canibalismo. Para ello no se llevaría a cabo un lavado de cerebro directo, sino una serie de técnicas avanzadas, cuyo desarrollo pasaría inadvertido para la sociedad.
Para mostrar de qué manera esta teoría explica cómo se pueden lograr los efectos deseados, conviene que nos centremos en un tabú concreto.
Examinemos por ejemplo el canibalismo que, seguro que es uno de los que la mayoría de la gente considera absolutamente inadmisible.
¿Cómo hacer posible que la gente considere aceptable comer carne humana? ¿Qué camino hay que recorrer para conseguir un cambio en las conciencias, desde la fase de aversión-repulsión hasta la de conformidad plena?
Pues, aunque les parezca mentira, tal aberración sería posible de conseguir, siguiendo rigurosamente las cinco etapas que a continuación se describen:
PRIMERA ETAPA: DE LO IMPENSABLE A LO RADICAL
En este primer paso, la aprobación del canibalismo es todavía algo impensable. La práctica de comer carne de la propia especie se encuentra en el nivel más bajo de aceptación de la ventana de posibilidades de Overton (muy estrecha aún, por no decir cerrada a cal y canto), puesto que la sociedad lo considera una acción repugnante y absolutamente reñida con la moral pública. Es decir, la ventana está cerrada y de momento no se mueve.
Para modificar esta percepción —y amparándose en la libertad de expresión—, se trasladaría esta cuestión al ámlbito científico, sugiriendo que para los científicos no deberían existir asuntos tabú. En ese caso, podría realizarse un simposio etnológico, por ejemplo, sobre rituales exóticos de culturas ancestrales, para obtener declaraciones autorizadas sobre costumbres caníbales, forzando así la transición de la actitud negativa e intransigente original de la sociedad a una actitud más positiva y abierta.
Simultáneamente, se fundaría un grupo de activistas caníbales, favorables a la antropofagia, aunque sólamente exista en alguna «red social» de Internet, con el objetivo de poder ser citado, hablar de su existencia, por numerosos medios de información y manipulación de masas. Con esto ya se habría logrado el objetivo de la primera fase: eliminado el tabú, se consigue que la cuestión originalmente inaceptable empiece a hablarse de ella, a discutirse.
SEGUNDA ETAPA: DE LO RADICAL A LO ACEPTABLE
En esta segunda etapa ya se persigue abiertamente la aprobación del canibalismo. Para que éste pueda ser aceptado hay que seguir divulgando las conclusiones de los «científicos», e insistir en lo oportuno que es no tener prejuicios sobre el tema, calificando de intransigentes a quienes se nieguen a adquirir conocimientos sobre el mismo.
Los que se resisten deben empezar a ser vistos como fanáticos que se oponen a la ciencia y a la ilustración, si alguna persona se niega a hablar de ello será considerado un hipócrita intolerante. Mientras se condena públicamente a los intolerantes, es necesario crear un eufemismo, con la intención de que se pierda el significado directo del término original y sus connotaciones negativas, sustituyendo así la expresión original (canibalismo) por antropofagia, primero, y antropofilia, en último término. Paralelamente se crearía un precedente, histórico, mitológico, o inventado, que sirviera de referencia y pudiera ser utilizado como prueba de que la antropofilia es perfectamente legítima.
El uso combinado de medios de comunicación y grupos de presión convertiría en aceptable, más pronto que tarde, el hecho de que haya personas que incluyen en su menú diario carne de la propia especie.
El mismo esquema se podría utilizar con el abuso de menores, el estupro… pasando de su denominación original a «pederastia», luego «pedofilia»… y apoyarlo con que, en la Grecia Clasica raro era el adulto que no tenía relación con un joven, adolescente, de forma habitual…
TERCERA ETAPA: DE LO ACEPTABLE A LO SENSATO
Para convertir en sensato lo que en un principio era totalmente inaceptable, lo siguiente sería proponer que la ingesta de carne humana sea un derecho de todo hombre libre. Un lema apropiado podría ser el siguiente: «un hombre libre tiene derecho a decidir qué come».
Al mismo tiempo, seguiría siendo absolutamente necesario arrinconar a quienes piensan diferente, es decir, a cuantos todavía impugnan la consolidación de este pretendido derecho. Una forma de conseguirlo, sería acusando a quienes se opusieran, de radicales, ultras que odian la antropofilia, de retrógrados y extremistas que arrojarían en hogueras, si pudieran, no sólo a los caníbales, sino a los miembros de cualquier minoría.
A su vez, pretendidos expertos y personajes conocidos del mundo de la comunicación, insistirían en que a lo largo de la historia humana nos hemos comido unos a otros, sin que esto produjera extrañeza en aquellas sociedades…
Como hemos advertido, el objetivo de esta tercera etapa es que el canibalismo sea considerado una costumbre razonable, algo «normal».
CUARTA ETAPA: DE LO SENSATO A LO POPULAR
A continuación se debe poner toda la maquinaria del poder al servicio del ideal supremo. En este instante, los medios de comunicación, secundados por gente famosa y autoridades, hablan abiertamente de antropofilia. El canibalismo se convierte entonces en un tema predilecto de la industria del entretenimiento. El fenómeno asoma por primera vez en películas, letras de canciones comerciales, novelas y espectáculos televisivos. De repente, se produce también el ensalzamiento, la apología de personajes relevantes que en la historia practicaron la antropofilia, sirviendo de modelo a las multitudes.
El fenómeno pronto se vuelve imparable y multitudinario. Además, para reforzar su imagen positiva, los caníbales son presentados ante la opinión pública como víctimas de una sociedad represora, que les impide satisfacer sus apetitos, y comer lo que su cuerpo les pide.
QUINTA ETAPA: DE LOS POPULAR A LO POLÍTICO
El ideal ya está al alcance de la mano. En esta última etapa, la ventana de posibilidades de Overton, totalmente cerrada al principio, aparece ya a escasos centímetros de abrirse de par en par.
El arreón definitivo consiste en preparar la legislación para legalizar el fenómeno. Los partidarios de la legalización del canibalismo, incorporados en grupos de presión, se consolidan en el poder y crean encuestas con el fin de mostrar un alto porcentaje de partidarios de la legalización del fenómeno. Y de forma automática, como la fruta madura que cae por sí sola del árbol, se acaban estableciendo en la conciencia colectiva nuevos e incontestables dogmas: «se prohíbe la prohibición de comer personas»; «comer personas es un derecho»; «quienes se oponen a la antropofilia incurren en un delito de antropofobia»…
Como vemos, el movimiento de las ventanas es una estrategia perfectamente definida. Hemos contemplado el arco completo, pasando del rechazo absoluto al canibalismo (como uso totalmente ajeno a la moral pública) a su legalización y aprobación popular y política.
Decíamos al principio que la Ventana de Overton es una teoría política que describe con escalofriante exactitud cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas a lo largo del tiempo. Y hemos descrito cómo es posible.
Las ‘ventanas de posibilidades’, inicialmente descrito por Joseph Overton, puede extrapolarse a cualquier fenómeno y es especialmente fácil de aplicar en una sociedad tolerante en la que la llamada libertad de expresión se ha convertido en la deshumanización y donde ante nuestros ojos se eliminan uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción.
El aborto, el «matrimonio homosexual», la posibilidad de que los homosexuales puedan adoptar a menores, los vientres de alquiler, la eutanasia, la «perspectiva de género»… Todos estos asuntos, tabúes hasta hace pocos años, han pasado el filtro de la ventana de Overton o están en estos momentos en alguna de las etapas descritas.
Supongo que, algunos de los que hayan llegado hasta este párrafo, habrán llegado a la conclusión de que entre los gravísimos alcances de esta diabólica estrategia de manipulación de masas, está la de provocar una fractura social casi irrecuperable. Siendo su corolario más dañino, sin embargo, la degradación de la sociedad mediante la «normalización» y legalización de aberraciones de todo tipo, que llevan aparejadas renuncias a cuestiones que la mayoría considerba irrenunciables, que acaban, como hemos visto, siendo asumidas por una mayoría de la población y consideradas como «naturales».
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