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¿Está realmente Francia al borde de la guerra civil?

Michel Houellebecq 

El 8 de junio de 2021, el famoso novelista francés Michel Houellebecq publicaba este artículo en el periódico británico Un Herd. Tal parece como si lo hubiese escrito hoy mismo.

«Miro a todos lados y sólo veo oscuridad»

Utilizo esa cita de Pascal (Pensées, 229) porque no pretendo afirmar verdades positivas ni defender opiniones. Veo una situación que —como escribe Pascal en la frase siguiente— «no ofrece más que motivos de duda y ansiedad». 

Al pedirme que dé una opinión sobre la ya célebre «Carta de los Generales», Will Lloyd, de UnHerd, señala acertadamente: «Lo que parece más extraordinario del furor que siguió es que tan poca gente cuestionara la premisa de la carta: que Francia está a punto de hundirse».

Esto es realmente sorprendente. ¿Por qué Francia? ¿Por qué Francia y no cualquier otro país europeo cuando los demás parecen estar en una situación más o menos similar y a veces peor?

Más vale que admita desde el principio que no tengo ninguna solución a este misterio (aunque conozco bien Francia y soy francés). Intentaré evitar desviarme hacia nociones confusas del tipo «psicología de las naciones»; pero será difícil.

Desde el punto de vista del terrorismo islamista, es cierto que, durante un tiempo, Francia fue especialmente objetivo del Isis, al creer éste (no sin razón) que Francia les había atacado al intervenir en Siria e Irak. Pero esos días han quedado atrás, y si se consideran las últimas décadas, vemos que Gran Bretaña, España, Bélgica y, en menor medida, Alemania también han sufrido criminales atentados terroristas. De hecho, sería difícil encontrar un país en el mundo que se haya librado de la violencia islamista.

La delincuencia y la violencia, vinculadas o no a las drogas, ¿causan realmente más estragos en Francia que en otros países europeos? No tengo ni idea, pero me sorprendería un poco; si así fuera, los periodistas franceses no habrían dejado de subrayarlo.

En Francia existe un vago y generalizado ambiente de autoflagelación

En Francia existe un vago y generalizado ambiente de autoflagelación, algo que flota en el aire como un gas. Cualquiera que visite Francia y vea la televisión no puede evitar sentirse impresionado por la obsesión de sus presentadores, periodistas, economistas, sociólogos y especialistas varios: pasan la mayor parte de su tiempo en antena comparando a Francia con otros países europeos, invariablemente, con el objetivo de menospreciar a Francia.

En general, basta con señalar a Alemania; pero a veces Alemania no tiene tan buen historial, así que se refieren a Escandinavia, Holanda y, más raramente, Gran Bretaña. Sea cual sea el tema, siempre es posible, por supuesto, descubrir un país que sea superior a nosotros; pero resulta sorprendente un deleite tan extremo en el masoquismo.

Esto es sólo un detalle. Un tema mucho más importante, puesto que no es sólo un síntoma del declive, sino el declive en sí mismo —el declive en su propia esencia— es, por supuesto, la demografía. Recientemente, políticos y comentaristas se inquietaron al saber que el «índice de fecundidad» (es decir, el número de hijos por mujer) ha descendido en Francia a 1,8.[1]

Una cifra así sería un sueño hecho realidad para los países del sur de Europa: para Italia, España, Portugal y Grecia, donde la tasa es de 1,3.[2] Peor aún es en Asia, en partes del mundo tan avanzadas tecnológicamente como lejanas, pero generalmente admiradas. La tasa en Singapur y Taiwán es de 1,2.

En Corea del Sur es sólo del 1,1. Este país corre el riesgo de perder una décima parte de su población de aquí a 2050; si sigue así, sólo tendrá una posibilidad de sobrevivir: anexionarse Corea del Norte, que tiene una tasa de 1,9. Estoy bromeando, pero por poco.

Con una tasa del 1,4, los japoneses casi se las apañan, lo cual es sorprendente, ya que las noticias más divertidas sobre el descenso de la natalidad suelen proceder de Japón. Estas noticias son tan disparatadas que dudo en repetirlas (pero lo improbable a veces es cierto):

  • Al parecer, los ancianos son tan numerosos en Japón que ya no se les puede alojar, por lo que tienen que buscar alguna forma de infringir la ley a fin de… encontrar alojamiento en la cárcel.
  • Se dice que el gobierno japonés tiene que emitir vídeos pornográficos en horario de máxima audiencia en la televisión pública, para estimular el apetito sexual de las parejas japonesas. Al fin y al cabo, follar acaba produciendo algunos hijos.

En Francia, está claro que no hemos llegado a su nivel, al menos no del todo. Lo cierto es que la obsesión francesa por la idea de la decadencia dista mucho de ser nueva. Jean-Jacques Rousseau afirma en alguna parte (¿o es Voltaire? Me da pereza comprobarlo; estos autores son tediosos de leer. En cualquier caso, es uno de los dos) que tarde o temprano —»la cosa es cierta»—: seremos esclavizados por los chinos.

Francia me recuerda a veces a uno de esos viejos hipocondríacos que no paran de quejarse de su salud; uno de esos que no paran de decir que esta vez sí que tienen un pie en la tumba. La gente suele responder sarcásticamente: «Mira tú, acabará enterrándonos a todos».

Los Estados Unidos parecen, en cambio, haber erigido el optimismo en principio de existencia. Se puede dudar de la solidez de esta actitud. Cuando Joe Biden afirma que «América está de nuevo preparada para liderar el mundo» (también aquí soy demasiado vago para encontrar la cita exacta; Biden es incluso más tedioso que Voltaire), lo interpreto inmediatamente como:

  • Estados Unidos no tardará en embarcarse en una nueva guerra;
  • Como siempre, acabará comportándose como una mierda;
  • Derrochará mucho dinero, al tiempo que reforzará el odio casi universal del que es objeto; esto permitirá a China reforzar su posición.

No, no estamos realmente ante un «suicidio francés» —por evocar el título del libro de Eric Zemmour—, sino ante un suicidio occidental o, mejor dicho, un suicidio de la modernidad, ya que los países asiáticos no se libran. L

La consecuencia inevitable de lo que llamamos progreso es la autodestrucción

o específico, lo auténticamente francés, es la conciencia de este suicidio. Pero si consentimos en dejar de lado por un momento el caso particular de Francia (y en realidad sería prudente hacerlo), la conclusión resulta meridianamente clara: la consecuencia inevitable de lo que llamamos progreso (a todos los niveles, económico, político, científico, tecnológico) es la autodestrucción.

Al rechazar toda forma de inmigración, los países asiáticos han optado por un suicidio sencillo, sin complicaciones ni perturbaciones. Los países del sur de Europa se encuentran en la misma situación, aunque cabe preguntarse si la han elegido conscientemente. Los emigrantes desembarcan en Italia, en España y en Grecia, pero sólo de paso, sin contribuir a ordenar el equilibrio demográfico, aunque las mujeres de estos países sean a menudo muy deseadas. No, los emigrantes se sienten irresistiblemente atraídos por los quesos más grandes y gordos, los países del norte de Europa.

Debo mencionar de pasada la opinión izquierdo-progresista-humanista: no estamos ante un suicidio, sino ante una regeneración. Es cierto que la composición étnica se está modificando, pero en lo esencial todo lo demás permanece inalterado: nuestra república (o más bien, en Europa, sobre todo nuestra monarquía), nuestra cultura, nuestros valores, nuestro «Estado de derecho», todas esas cosas. A veces oigo defender esta opinión (aunque cada vez más raramente).

El 45% de los franceses que creen, en cambio, en una guerra civil inminente contribuyen a demostrar (y es casi dulce) que Francia sigue siendo una nación de fanfarrones.

Hacen falta dos para hacer la guerra. ¿Van a tomar las armas los franceses para defender su religión? Hace tiempo que no tienen religión; y en cualquier caso, su antigua religión es de esas en las que ofreces tu garganta al cuchillo del carnicero.

¿Se trataría entonces de una guerra para defender su cultura, su modo de vida, su sistema de valores? ¿De qué estamos hablando exactamente? Y suponiendo que exista, ¿merece la pena luchar por ello? ¿Realmente nuestra «civilización» sigue teniendo algo de lo que enorgullecerse?

Europa me parece encontrarse en una encrucijada. Leer a Pascal me ayuda mucho: pero, como él, no veo «más que motivos para la duda y la inquietud».

[1] Estados Unidos y Rusia están ambos en el 1,8; China está en el 1,7.

[2] Estas cifras de 2019 proceden de un boletín informativo, Population et sociétés, publicado por el Institut National d’Études Démographiques; sus datos proceden a su vez de un informe publicado por la división de población de la ONU. Este boletín también se dedica a hacer proyecciones de la población de los países para 2050. Probablemente apuestan por un cierto porcentaje de inmigración, lo que explicaría las diferencias con lo que se desprende de las tasas de fecundidad. Así, la población de Estados Unidos aumenta considerablemente (la de Francia también, aunque mucho menos), mientras que la de Rusia y China disminuye lentamente; en 2050, el país más poblado del mundo debería de ser, por un amplio margen, India.

FUENTE: https://elmanifiesto.com/sociedad/220350400/Esta-realmente-Francia-al-borde-de-la-guerra-civil.html

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RedaccionVozIberica

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