Miquel Porta Perales
Si ustedes consultan la Encuesta de usos lingüísticos de quienes residen en Cataluña, elaborada por el Idescat para los años 2003 y 2018 –epígrafe Lengua inicial, de identificación i habitual. Población de 15 años y más-, o la reciente Encuesta de la juventud 2020 impulsada por el Ayuntamiento de Barcelona, o el trabajo de Josep Maria Oller, Albert Sotorra y Adolf Tobeña (Parochial Linguistic Education: Patterns of an Enduring Friction within a Divided Catalonia, 2021) convenientemente analizado por Economía Digital, comprobarán el descenso sostenido del uso de la lengua catalana entre los jóvenes.
Las encuestas –sea la de la Generalitat de Cataluña, la del Ayuntamiento de Barcelona o la de Josep Maria Oller, Albert Sotorra y Adolf Tobeña -, certifican el fracaso de la política de normalización e inmersión lingüística ejecutada en Cataluña. Es decir, el fracaso de la política de imposición y substitución lingüística.
Ni las leyes (Ley de Normalización Lingüística 1983, Ley de Política Lingüística 1998, Ley de Educación de Cataluña 2009), ni el incumplimiento sistemático de las resoluciones de los Altos Tribunales que declaran inconstitucionales o nulos artículos de dichas leyes, ni la propaganda (“Queremos vivir en catalán”, “Háblame en catalán”, “Contagia el catalán”, “El catalán, cosa de todos” o “Escuela catalana en lengua y contenidos”), ni la retórica nacionalista (“verbo de nuestro espíritu”, “imagen fiel del genio nacional”, “señal de carácter”), nada de eso ha servido en la cruzada pro substitución de la lengua española.
El fracaso de la política lingüística de la Generalitat de Cataluña ha propiciado una serie de acciones y propuestas que insisten y persisten en la política de imposición y substitución lingüística. Pero, no hay parche que valga.
Ha fracasado la política de colonización lingüística de la Generalitat de Cataluña, ha fracasado la actuación de los vigilantes jurados de la Plataforma per Llengua que se autodenominan “la ONG del catalán”, ha fracasado el fomento de la lengua de un Òmnium Cultural –rancio abolengo nacionalista- que de censurar el franquismo ha pasado a censurar –con toques proféticos- la democracia, ha fracasado el fundamentalismo del grupo Koiné que denuncia el bilingüismo que se ha “inoculado” y reivindica el catalán como única lengua oficial.Leer más: Ni somos suecos ni vivimos en los setenta del XX
Y fracasarán también los “buzones” para denunciar –soplones, por decirlo coloquialmente- al profesorado que imparta clases en lengua castellana en la universidad catalana. Una práctica que recuerda la Boca di Leone –buzón de denuncias- del Palazzo Ducale de la Venecia del XIV durante la etapa de la Serenísima República autoritaria, despótica y oligárquica.
Quizá por ello, quizá por el fracaso de las malas artes nacionalistas que convierten el catalán en una lengua antipática, la lingüística y la filología nacionalista “moderada” toman la palabra. Un esfuerzo más.
La lingüística y la filología nacionalista catalana “moderada” ha publicado el libro Molt a favor. 57 propostes i un pacte per la llengua (2021) en donde se concreta una serie de fórmulas que, según dicen, en un período de cuatro años, sin coste económico, sin necesidad de la independencia, podrían fortalecer y salvar el catalán. “Sentido práctico y eficacia”, dicen.
Entre los 57 mandamientos cabe destacar los siguientes:
1. De orden político, público y representativo: las declaraciones y ruedas de prensa de los políticos han de ser en una sola lengua, todos los ordenadores de la Administración han de estar configurados en catalán, hay que someter a votación la lengua utilizada en las reuniones de la comunidad de vecinos.#
2. De orden económico: han de existir bonificaciones fiscales para las empresas que se pasen al catalán, hay que promover videojuegos en catalán.
3. De orden sanitario: los pacientes han de saber si el médico que les diagnóstica conoce o no el catalán.
4. De orden educativo: el profesorado que conozca el catalán debe acumular más puntos para obtener plaza o acudir al concurso de traslados, en la escuela debe haber un mediador que resuelva los conflictos lingüísticos manteniendo el catalán como lengua vehicular, el profesorado universitario no ha de renunciar al catalán en el aula, hay que crear la figura del voluntario lingüístico en las universidades a cambio de una reducción del precio de la matrícula, las autoescuelas deberían ofrecer las clases en catalán.
5. De orden de género: hay que aprovechar el feminismo para para dar visibilidad al catalán.#
6. De orden comunicativo identitario: en los mensajes plurilingües por megafonía el catalán ha de aparecer en primer lugar, es necesario un reality show en catalán con personajes del lugar, hay que impulsar un festival de la canción –a la manera de Eurovisión- en catalán, hay que instaurar una Diada o Feria del catalán, conviene organizar un nuevo Congreso Internacional de la Lengua Catalana.
7. De orden doméstico: al “descolgar” el teléfono hay que recuperar el “digui” en detrimento del “diga”,
8. Y no se olviden de instalar el corrector ofimático en catalán.
9. Y no se olviden –no cedan- de utilizar el catalán como lengua inicial en una conversación.
10. Y no se olviden de escribir correctamente los apellidos en lengua catalana.
Aunque a ustedes les resulte sorprendente, los lingüistas y filólogos del club de los 57 Mandamientos, si los comparamos con los de la Serenísima República, podrían tildarse, incluso, de liberales.
Un nacionalismo lingüístico “liberal” que se alejaría de la sociolingüística viciada y totalitaria nacionalista para salvar el catalán ante la evidencia del paulatino descenso de su uso.
¿Que buscan privilegios y ventajas para el uso del catalán? ¿Que buscan la concienciación del hablante para que use el catalán? ¿Que se percibe un afán de nacionalizar al hablante y de substitución lingüística? Todo ello es cierto. Un despotismo light. Aprieta, pero no ahoga. Y no aparece el odio latente.
El libro de nuestros lingüistas y filólogos tiene valor diagnóstico. El libro existe, 1) porque sus autores han constatado el estancamiento del uso social de la lengua catalana a pesar de la normalización lingüística y la inmersión lingüística y 2) porque probablemente han advertido que la imposición y coacción de la política lingüística de la Generalitat –además de latinizar el catalán- ha creado anticuerpos. De ahí, el tono amable y propositivo del libro en cuestión.
El estancamiento y retroceso del uso del catalán visibiliza el fracaso del proyecto del nacionalismo catalán en el asunto de la lengua: convertir el catalán en la lengua común –una suerte de interlingua natural y cotidiana- de los ciudadanos de Cataluña hablen la lengua materna que hablen.
Nuestros lingüistas y filólogos pretenden “banalizar” el catalán. Esto es, convertirlo en una lengua común, trivial, presente aquí y allá. ¿Nada más?
Recurriendo a Michael Billig, conviene recordar que la lengua –por muy banal que sea- marca y normaliza una identidad, una pertinencia y un territorio. Cosa que permite que “las naciones se reproduzcan” (Nacionalismo banal, 1995). Probablemente, nuestros autores también tengan segundas intenciones.
FUENTE: https://www.economiadigital.es/ideas/el-nacionalismo-linguistico-catalan-moderado-frente-a-la-serenisima-republica.html
El nuevo libro de Miquel Porta Perales, Sumisión en la granja (ED Libros, 2019), logra el respaldo de la crítica por sus «frases cortantes, puyas, agitación…» (La Vanguardia). Y es que cuando “el pensamiento crítico zozobra, conviene recobrar fuerzas con Porta Perales” (ABC).
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