MIGUEL ROVIRA
La nueva legislación sobre eutanasia de Canadá es un drama social institucionalizado, que debe servir de advertencia al resto del mundo
FUENTE: https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/eutanasia-canada-eufemismo.html
Canadá legalizó la eutanasia en junio de 2016. Desde entonces, 30.000 personas la han solicitado. El Colegio de Cirujanos y Médicos de Ontario recoge una definición de la “Asistencia Médica para Morir” (Medical Assistance in Dying (MAiD):
“La MAiD (las siglas lo presiden todo en el régimen del eufemismo) hace referencia a las circunstancias en las que un médico o enfermero, a petición de un paciente, administra medicamentos que causan la muerte o prescribe medicamentos para que un paciente se autoadministre las sustancias.”
Canadá no es el único país, pero sí es uno de los que más lejos ha llegado. Para este mes de marzo se había previsto una modificación de la ley mediante la cual se pretendía permitir la eutanasia para personas con depresión que así lo solicitaran. La aprobación de dicha medida será debatida finalmente en marzo del próximo año, tras las protestas de diferentes profesionales.
Esta deriva, que puede parecer una cuestión estrictamente “médica” (las comillas por aquello del Juramento Hipocrático), es consecuencia de otros pasos dados con anterioridad. Dos de ellos son el auge del voluntarismo como ideología y la imposición de la inmediatez como leitmotiv vital.
Occidente ha renunciado a los cuidados porque se nos ha enseñado, sencillamente, a prescindir de lo que “estorba” y de lo que no es productivo, de aquello que requiere un plan a largo plazo. En Lo que está mal en el mundo, Chesterton afirma que si un sistema de gobierno ampara la aparición de piojos en los suburbios, lo que está mal es el sistema de Gobierno, no el pelo de las niñas (que en ningún momento será rapado). No se cambia ni una coma en el caso de los paísesavanzados (todo junto): si el Estado ampara la desprotección de los ciudadanos hasta el punto de que estos prefieren la muerte, lo que hay que destruir es ese Estado, no a la persona.
El voluntarismo es otra de las patas de esta industria, puesto que trabaja sobre una máxima que ya ha sido ampliamente aceptada en otros ámbitos: “es correcto porque cada cual decide sobre sí mismo”. Pero los suicidas que se colocan sobre las cornisas también lo han decidido así y no por ello deja de ser correcto evitar que salten al vacío. ¿Para qué entonces las conocidas campañas por la salud mental si la diferencia entre vivir y no vivir estriba en un formulario? Estas campañas carecen de sentido en un marco en el que lo único válido e irreprochable es la voluntad del individuo.
El Estado de Canadá es hoy la maquinaria engrasada que permite y ampara la eliminación física de los más vulnerables
A pesar de no haberse modificado aún la legislación, ya se han dado varios casos sintomáticos de la deriva que el Estado canadiense ampara. Ejemplo de ello es Sophia, una mujer de 51 años, de Ontario, que fue diagnosticada de sensibilidad química múltiple (MCR). A causa de esta enfermedad, los productos químicos comunes provocan fuertes dolores de cabeza y náuseas. Sophia argumentó que precisaba de una vivienda especializada, un hogar con el flujo de aire más controlado. Debido a su situación económica no pudo costearse la adaptación, lo que condujo a la mujer a solicitar la muerte asistida, que le fue concedida.
Según el Segundo Informe Anual sobre la Asistencia Médica para Morir, publicado en junio de 2021 por el Ministerio de Salud canadiense, el número de muertes por eutanasia desde su legalización asciende hasta 21.589. En el año de referencia (2020) se reportaron 7.595, un 2,5% de las muertes totales en el país y un 34,2% más que el año anterior.
Estos datos no deben entenderse de forma aislada, sino dentro de un contexto aún más preocupante y que se excluye intencionadamente del debate: según la OCDE, el consumo de antidepresivos recetados en Canadá por cada 1.000 habitantes fue de 90,1 en 2015 y de 130,4 en 2021. En España, que va detrás de Canadá, fue de 73,1 y 92,0 respectivamente. Estos números, a los que hay que sumar los índices de soledad actuales y futuros, generan un cóctel cuyo horizonte no es necesario definir por imposición de la evidencia.
El Estado de Canadá ha convertido la eliminación física en una alternativa a la desgracia. En un principio, la tragedia giraba en torno a enfermedades puramente físicas y motrices. Ahora, con la reforma que ampara la depresión, se abre la puerta a una cuestión que afecta a millones de personas: una mala situación económica que deriva en una mala situación personal. Como todo choque cultural, comienza con el régimen del eufemismo a toda máquina, presentando casos extremos y con una gran campaña de marketing (algunas empresas como Maison Simons ya han romantizado la eutanasia en su publicidad). Puede (y se hará) adornarse bajo el eufemismo que guste, pero el Estado de Canadá es hoy la maquinaria engrasada que permite, ampara y lleva a efecto la eliminación física de los más vulnerables.
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