EX-TUTELADO MALLORQUÍN GRABA LA CONFESIÓN DEL MONITOR QUE LO EXPLOTABA SEXUALMENTE

JUAN MARIANO PÉREZ ABAD

JUAN MARIANO PÉREZ ABAD

Antonio Estela Frau, “Toni” para los amigos, es un valiente activista, defensor de la infancia tutelada. Nacido de familia humilde, él mismo fue tutelado por los Servicios Sociales mallorquines e internado en una residencia de acogida.  Allí vivió un infierno que le ha dejado marcado para toda la vida y que es lo que le impulsa a intentar impedir que otros menores sigan sufriendo hoy lo mismo que le tocó vivir a él hace ya más de 20 años.

Uno de los monitores de su residencia de acogida, llamado “Paco”, lo sacaba de madrugada de la cama y a otros compañeros suyos y se los llevaba a su habitación, donde los sometía a sus “juegos sexuales”. Otras veces, los llevaba a un bar de copas en la barriada de Gomila de Palma de Mallorca, para que fuesen objeto de uso sexual por algunos “clientes”.

Durante muchos años, todas las denuncias que han ido atreviendo a presentando aquellos menores tutelados según fueron creciendo, fueron sistemáticamente ignoradas y archivadas por las autoridades policiales y judiciales competentes. Por el contrario, los denunciantes suelen sufrir represalias y acoso institucional. Tan solo el caso de las niñas tuteladas por el IMAS mallorquín que se prostituían bajo el conocimiento y consentimiento de sus funcionarios responsables ha conseguido salir a la luz pública, pero eso no ha implicado que se le haya puesto solución.

Por eso y por la vergüenza de hacer pública su humillación siendo niños, la gran mayoría de las víctimas renuncian a denunciar, por lo que estos pederastas siguen actuando impunemente. Pero Toni ha superado sus miedos y ha sabido pasar a la acción. Localizó a su agresor y consiguió que reconociera su delito ante la cámara del teléfono móvil de su mujer.

Este es el enlace del vídeo donde se puede escuchar la grabación:

Queremos poner a Toni como ejemplo a seguir. Con muchos como él ya se habría conseguido acabar con esta monstruosa lacra que corrompe las instituciones que deberían proteger a la infancia, en vez de a sus agresores.