Existe un mundo independiente de nuestra mente, una única realidad, según una encuesta realizada a escala mundial, en la que se ha preguntado a 1.785 filósofos.

Han preguntado a 1.785 filósofos en qué están pensando y estos son los resultados: La posición que recibe más apoyo, con casi el 80% de los votos, es el realismo, es decir, la tesis según la cual hay un mundo independiente de nuestra mente…

Antonio Diéguez

Ha sido recientemente publicada la segunda encuesta amplia sobre lo que piensan los filósofos (puede verse aquí). La anterior se realizó en 2009 y se publicó cinco años más tarde. No se puede considerar ni mucho menos una encuesta mundial porque, en realidad, ha interpelado sobre todo a profesionales de la filosofía norteamericanos, europeos y australianos que contaran con publicaciones en inglés, entre ellos, 20 de nacionalidad española. En total, contestaron a la encuesta 1.785 personas. La gran mayoría se adscribieron a la corriente analítica (1.430) y casi todos eran estadounidenses (859). Habían incluido esta vez preguntas nuevas, hasta un total de 100, aunque se mantenían las 30 de la encuesta anterior. Comentaré a continuación algunos resultados que me parecen interesantes.

Quizá lo mejor sea comenzar por los puntos que despiertan mayor acuerdo entre los filósofos participantes. La posición que recibe más apoyo, con casi el 80% de los votos, es el realismo sobre el mundo externo, es decir, la tesis según la cual hay un mundo independiente de nuestra mente. No es nada sorprendente, habría que añadir, puesto que esto coincide con lo que nos dice el sentido común, aunque recientemente algunos científicos y filósofos hayan puesto de moda la hipótesis de que podríamos no ser más que una simulación en un potentísimo ordenador. Lo que posiblemente sorprenda sea que haya algo más de un 6% que se declaran idealistas y piensan, por tanto, que de algún modo el mundo depende de nuestra mente en su existencia o tiene una naturaleza mental.

Por el lado contrario, las puntuaciones más bajas en las 40 preguntas obligatorias las obtienen dos tesis que, sin embargo, suelen ser muy populares fuera del ámbito filosófico: la tesis de que la filosofía no progresa (solo la votan algo menos del 4%) y el relativismo epistemológico, es decir, la tesis de que no hay verdades objetivas ni formas mejores de conocimiento y que, en consecuencia, cualquier creencia solo tiene validez para aquellos dispuestos a admitirla en un determinado contexto (solo la votan algo más del 5%). Los filósofos, como puede verse, a diferencia de muchos alumnos de filosofía (y de otras especialidades), no creen que el relativismo sea la actitud epistemológica más acorde con una actitud tolerante y democrática ni que la realidad sea una mera construcción social.

Los filósofos, a diferencia de muchos alumnos de filosofía, no creen que el relativismo sea la actitud más tolerante y democrática

La segunda en recibir más apoyo (más del 72%) es el realismo científico. Se trata de la idea de que la ciencia consigue elaborar teorías aproximadamente verdaderas acerca del mundo tal como es en sí mismo. Esto implica que las teorías científicas no son meras herramientas conceptuales, útiles para manejar la realidad o hacer predicciones observables, sino que pretenden —y consiguen a menudo— describir y explicar la realidad. Incluso su contenido más alejado de la experiencia sensible es susceptible de ser verdadero o falso, lo que significa que las entidades teóricas postuladas (electrones, quarks, genes, campos electromagnéticos, etc.) deben interpretarse como realmente existentes, si bien, claro está, podemos equivocarnos a veces al respecto, como pasó con el calórico, el flogisto o el éter. En estrecha relación con esto, la mayoría de los filósofos encuestados (un 55%) se decanta a favor de la vieja teoría de la verdad como correspondencia entre nuestros juicios, creencias o enunciados y la realidad.

Naturalistas

Esto, sin embargo, no es incompatible con que una buena parte (un 44%) piense igualmente que la ciencia está impregnada de valores y, por tanto, que una ciencia completamente neutral desde el punto de vista axiológico no es posible. Además, la mitad de los encuestados se declaran partidarios del naturalismo en filosofía, frente al 31% que se consideran no-naturalistas, y muchos más (el 92%) creen que la filosofía debe utilizar métodos empíricos o experimentales. Tratándose de filósofos anglosajones, este resultado es lo esperable, dada la tradición empirista en que muchos se han formado. El naturalismo defiende la continuidad de la filosofía con las ciencias empíricas y promueve la idea de que el desarrollo de la filosofía debe tener en cuenta los resultados de la ciencia, así como que los estándares en la indagación filosófica se adecúen en lo posible a los mejores estándares de investigación que tenemos, que son los de las ciencias naturales. En particular, deben desterrarse de la filosofía las explicaciones que apelen a causas o procesos sobrenaturales.

La tercera posición más aceptada entre los encuestados (también con algo más del 72%) es la posibilidad de tener conocimiento ‘a priori’, esto es, un conocimiento basado en la mera razón e independiente de la experiencia. Actualmente, muchos sostienen que las matemáticas constituyen un conocimiento de este tipo, pero, además, los experimentos realizados con bebés en los años ochenta por Elizabeth Spelke parecen indicar que nacemos con algunas expectativas básicas sobre lo que puede suceder en el mundo físico.

El 63% considera que las categorías de género son puramente sociales y el 67% piensa que deberían ser revisadas o eliminadas

Las cuestiones epistemológicas constituyen la parte central del cuestionario, pero no lo agotan. También las metafísicas y las éticas son numerosas. El 45% defiende el vegetarianismo o el veganismo, el 63% considera que las categorías de género son puramente sociales y el 67% piensa que deberían ser revisadas o eliminadas. La mayoría cree que el objetivo de la filosofía es cognitivo, alcanzar alguna comprensión de la realidad o algún conocimiento verdadero, y solo un porcentaje pequeño (12%) cree que el objetivo es la felicidad. El 62% opina que hay hechos morales objetivos, frente al 26% que los niega. Y un número aún mayor (69%) considera que los juicios morales no se limitan a expresar emociones, sino que son la expresión de un conocimiento sobre el mundo. Sobre la cuestión del mejor método a seguir en filosofía, los encuestados se manifiestan pluralistas, obteniendo los mayores apoyos el análisis de los conceptos y la filosofía empírica.

En las cuestiones relacionadas con el transhumanismo, que se han introducido como novedad en este cuestionario, hay también algunos resultados dignos de mención. El 64% se declara a favor del uso futuro de la ingeniería genética en seres humanos. El 40% piensa que la teletransportación, como la de la serie ‘Start Trek‘, mataría a una persona, pero el 30% cree que no lo haría. El 45% aceptaría la inmortalidad, si fuera alguna vez tecnológicamente posible, y el 41% la rechazaría. Es curioso que este sea uno de los asuntos que dividen a la parroquia en dos partes casi iguales, sobre todo teniendo en cuenta que las encuestas han señalado una aceptación de la hipotética inmortalidad muchísimo menor. En cuanto a la popular idea de que podremos alguna vez volcar nuestra mente en una máquina, el 54% piensa que eso equivaldría a la muerte.

El 45% aceptaría la inmortalidad, si fuera tecnológicamente posible, y el 41% la rechazaría

Los resultados de una encuesta limitada a un millar y pico de personas de pocos países no pueden dar para mucho, y menos para extraer conclusiones filosóficas generales. A lo sumo, sirven para ofrecer una foto fija de lo que creen sobre algunos temas relevantes los filósofos que se adscriben a una determinada corriente filosófica. Pero estos resultados permiten al menos desmontar algunos tópicos vigentes sobre la filosofía. Por ejemplo, en estos tiempos de posverdad, o de negación incluso de la idea de verdad objetiva, es importante saber que la vieja teoría de la verdad como correspondencia cuenta con la aceptación mayoritaria de los encuestados y que el relativismo es muy ampliamente rechazado. No es cierto, pues, que los filósofos en general defiendan el adiós a la verdad que se ha proclamado desde algunas tribunas ni que piensen que todo discurso es igualmente válido y merece la misma autoridad epistémica.

Los resultados muestran que tampoco son hostiles a la ciencia, sino más bien al contrario. Es también interesante saber que la gran mayoría de los encuestados cuestionan las tradicionales distinciones de género y de raza, que creen en la compatibilidad del libre albedrío con lo que la ciencia nos dice sobre las leyes físicas (un 60%), que se consideran ateos (un 67%) o que son partidarios del socialismo (un 53%). En lo que a mí concierne, dadas mis propias inclinaciones filosóficas, me agrada comprobar la amplia aceptación del realismo científico y del naturalismo, o que la mayoría sean escépticos con algunas de las promesas del transhumanismo. Estas coincidencias simplemente me ayudan a pensar que quizá no esté demasiado equivocado al ver las cosas del mismo modo.

*Antonio Diéguez es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga.

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