Carlos Rodríguez Braun
Es posible que, tras el varapalo de Castilla y León, la izquierda reconsidere alguno de los dogmas que pueblan su imaginación progresista. Por ejemplo, fantasear con que el poder es capaz de hacer prodigios. Tituló El País: “El PSOE defiende reformar la Constitución para garantizar la subida de las pensiones”. Se reforma la Constitución y ya está: queda asegurada la prosperidad de los pensionistas. Es asombroso que nadie en el PSOE se haya molestado en apuntar lo obvio: las pensiones públicas no son propiamente pensiones, es decir, no son un sistema de ahorro y capitalización, sino de reparto, en donde el Estado fuerza a los ciudadanos en activo a pagar las pensiones de la población retirada. Por lo tanto, la única forma de garantizar la subida de las pensiones públicas es garantizando una mayor coacción sobre millones de trabajadores.
Los socialistas, que están todo el rato hablando de transparencia, podrían ser por una vez transparentes y decirle al pueblo la verdad sobre los costes y consecuencias de sus pretendidamente benévolas intenciones.
Otro ejemplo de imaginación progre, no por divinizar al Estado sino por demonizar a sus críticos, lo brindó Paul Krugman en el mismo periódico, despellejando a los políticos que se negaron a aumentar el presupuesto de la Agencia Tributaria estadounidense, acusándolos de representar “una alianza impía entre supremacistas blancos y defraudadores fiscales”.
Lo interesante del caso es que, en medio de los tópicos antiliberales, el mismo Krugman siega la hierba debajo de sus pies reconociendo que la evasión fiscal no es una cuestión que corresponda exclusivamente a los ricos, lo que es una verdad incuestionable, pero que encaja muy mal con el discurso habitual de la izquierda. Y, para colmo, Krugman explica la razón por la cual tantos trabajadores no defraudan al fisco. No es porque quieran pagar impuestos sino porque “en su mayoría, los estadounidenses obtienen sus rentas de sueldos y salarios, ambos sometidos a retenciones y declarados automáticamente a la Administración, de modo que tienen pocas oportunidades de defraudar”.
Después de admitir que la gente que defrauda es porque puede hacerlo, y que los que no defraudan es porque no pueden hacerlo, hay que reconocer que, para soltar un pregón en favor de los impuestos, como hacen habitualmente los socialistas de todos los partidos, hay que tener, efectivamente, mucha imaginación.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 15 de febrero de 2022.
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