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FBI: La Policía Política de la izquierda de los EEUU

Julio M. Shiling

LA OFICINA FEDERAL DE INVESTIGACIÓN, FBI parece que es víctima de metástasis (la metástasis es el proceso de propagación de un foco cancerígeno a un órgano distinto de aquel en que se inició….) y ha acabado convirtiéndose en una policía política, en lugar de ser la principal agencia de aplicación de la ley nacional de una república libre que, es para lo que fue creada. Esto se debe probablemente a que Barack Obama transformó las instituciones del gobierno en 2015 y 2016, para ponerlas a su servicio y del Partido Demócrata Estadounidense; es por eso que es inimaginable que Hillary Clinton no acabara sucediendo al 44º presidente y derrotando a Donald Trump.

El Departamento de Justicia (DOJ), la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el FBI de Obama se convirtieron en instrumentos ideológicos en esa búsqueda de la continuidad woke que había iniciado Obama. El resultado es que en Estados Unidos tenemos hoy en el poder una estructura monstruosa que se parece más a un «régimen» que a un gobierno.

El FBI, tristemente, está a la cabeza de esta “larga marcha a través de las instituciones”, como afirmaba el comunista alemán Rudi Dutschke en 1967, haciéndose eco del programa diseñado por el «marxista cultural» italiano Antonio Gramsci.

Ocurrió que, el FBI y las diversas agencias gubernamentales falsificaron peticiones de información par, cargarse de autoridad, y aparentar legalidad, en lo que fue una burda e ilegal campaña para espiar a ciudadanos americanos, es decir, el candidato presidencial de 2016, Donald J. Trump, y su campaña, fue precisamente lo que ocurrió en 2016 y 2017.

En esto consistió el “Crossfire Hurricane”, “Huracán de Fuego Cruzado”. La manipulación de datos para obtener el permiso para el espionaje interno, basado en falsas teorías de una supuesta conspiración Trump-Rusia, para lo cual se recurrió a la aplicación de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (“FISA”).

Este lamentable asalto al Estado de derecho americano y al sistema democrático contó con la complicidad de las principales agencias federales encargadas de hacer cumplir la ley (bastante irónico), el Departamento de Justicia (DOJ) y la CIA.

La campaña política de Hillary Clinton, heredera de Obama, fue parte del engaño. La subsiguiente Investigación Mueller, y la posterior y mucho más profunda Investigación Durham, mostraron no solo que Trump nunca conspiró ni llegó a ningún acuerdo con Rusia, sino que, por el contrario demostraron que el Comité Nacional Demócrata (DNC) y Clinton (Hillary) fueron los actores implicados en el uso de datos amañados de dudosos operativos de inteligencia extranjera. Esto dio lugar al tsunami de noticias falsas de los principales medios de información y manipulación de masas, difundiendo la desinformación que Obama, el DNC y los oligarcas de las Big Tech querían en su guerra para desbancar a Trump. El FBI fue la «semilla de la conspiración» en este complot malicioso y antidemocrático.

La “victoria” de Joseph Biden en las disputadas elecciones presidenciales de 2020, un proceso electoral cargado de irregularidades graves y anomalías estravagantes, recalibró la revolución del izquierdismo de Obama en Estados Unidos. El intervalo de cuatro años de Trump fue una importante interrupción en ese camino. Ha sido una llamada de atención. Biden, la elección reticente de la izquierda, ha intensificado el programa nacional de la teoría crítica (TC) marxista que los que controlan el Ejecutivo, el Legislativo y las palancas burocráticas atrincheradas del Gobierno (A/K/A “Estado Profundo”) han estado impulsando durante décadas.

La teoría crítica de la raza (TCR), la ideología de género y la teoría queer son las armas ideológicas elegidas por parte de la TC para destruir la república americana. La narrativa de una amenaza existencial de los movimientos “supremacistas blancos” es fundamental para la premisa TCR. La institucionalización de este dogma insano, antiliberal y totalmente marxista de la historia, las libertades civiles y las relaciones de poder ha sido uno de los principales objetivos de la administración Biden.

El FBI, como muchos sospechaban, ha sido un actor activo en la teoría de la conspiración fraudulenta de la izquierda sobre el terrorismo interno, basado en la raza y perpetuado, no por los racistas como Black Lives Matter, sino por los supremacistas blancos del prototipo de familia nuclear heterosexual.

Un soplón del FBI ha revelado a la oficina del congresista republicano Jim Jordan que “los funcionarios del FBI están presionando a los agentes para que reclasifiquen los casos como “extremismo violento doméstico”, incluso si los casos no cumplen los criterios para tal clasificación.” El miércoles 27 de julio, el legislador de Ohio, y miembro minoritario de mayor rango del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, dirigió una carta al director Christopher Wray exigiendo documentos e información relacionados con esta dejación de funciones antes del 10 de agosto.

Parece que hay más de un informante. Otro soplón señaló que debido a que el FBI no está encontrando pruebas de suficientes casos de “violencia interna de carácter extremista” calificable de supremacía blanca/nacionalista, están siendo entrenados para alterar los criterios para adaptarse a la historia de “mayor amenaza” establecida por la Casa Blanca y por el propio Wray en el testimonio del Congreso. Esto equivale a “rellenar” la información falsa para acomodar el proyecto de la TCR de la izquierda.

Los republicanos deben desmantelar el formidable monstruo que Obama ha construido para desconstruir Estados Unidos, después de las elecciones de mediados de noviembre. La criminalización de la disidencia, un régimen monolítico autoritario blando de un solo partido, es el objetivo del Partido Demócrata, es el final del juego.

El FBI está hoy dirigido por agentes al servicio de este proyecto liberticida. Wray debe irse y las investigaciones deben comenzar. Nos vendría bien un Edgar J. Hoover ahora.

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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