Melchor Miralles
Aún no termino de comprender cómo Pablo Casado y Teodoro García Egea cayeron en la estrategia diseñada por Miguel Ángel Rodríguez. Activaron su botón nuclear como respuesta al botón nuclear activado por Isabel Díaz Ayuso, siendo tan evidente que en el caso del presidente del PP era un acto inequívocamente suicida. Por el trato profesional que he tenido con él, Casado me parece un hombre bien formado y un parlamentario brillante. Aparte de un tipo afable y educado. Jamás sospeché que era tan ingenuo.
Tras la bomba nuclear de Díaz Ayuso, en vez de responder con cabeza y sentido estratégico en el seno del partido, optó por comparecer en un medio de comunicación amigo. Se sentó con Carlos Herrera y acusó sin pruebas a Díaz Ayuso de tráfico de influencias y falta de ejemplaridad. Llegó a hablar de la existencia de un testaferro en el caso de su hermano. Pero resulta que Casado conocía el caso desde seis meses antes. Pero en lugar de abrir una investigación interna junto a su esbirro García Egea, se limitó a impedir que la presidente madrileña presidiera el PP de Madrid. Y a sugerir la contratación de un detective que además le encargó a un mastuerzo como el tal Carromero.
A partir de ahí, Miguel Ángel Rodríguez, experto en estas batallitas, diseñó la estrategia de Díaz Ayuso. En pleno debate sobre si el PP da entrada o no a Vox en el Gobierno de Castilla y León, entró al trapo. Y le tendieron unas acusaciones que no podía probar. Casado y Teodoro García Egea no midieron los apoyos de buena parte de la militancia y de medios bien regados de dinero con los que contaba Díaz Ayuso. Pero sin duda cuando cavó definitivamente su propia fosa en el partido, fue cuando la misma noche del día en que lanzó su bomba, Casado dio un paso atrás al reunirse con su antagonista. Y dió por buenas unas explicaciones que tenían grietas de credibilidad.
No se puede lanzar un ataque furibundo apelando a la ejemplaridad y la transparencia para horas después considerar el asunto zanjado tras una conversación “cordialísima” con su antagonista. En paralelo animaba a un acto público de militantes y simpatizantes ante la sede maldita de la calle Génova en el que se insultó a Casado y García Egea de modo desmesurado.
Y a partir de ahí Feijóo se pone en marcha. Lejos de respetar el mandato constitucional de que los partidos políticos sean organizaciones que funcionen democráticamente, comienza a programar con el apoyo de buena parte de los barones del PP, su advenimiento. Quiere ser el salvador pero sin competencia, sin debate, sin que nadie ose dar un paso para cuestionar su idoneidad. Le avalan, dicen los suyos, sus mayorías absolutas en Galicia. Pero Feijóo a mi me da la impresión de que es un gallego muy gallego que como Franco, recomienda no meterse en política. Por esto le gusta mucho a los jerarcas del Ibex 35. No quiere debate ideológico o programático.
Quiere aclamación sin votación. Es igual que su política lingüística en Galicia sea la misma de cualquier nacionalista porque ninguno de los que en el PP critican la erradicación del castellano en Cataluña, el País Vasco o Valencia, han abierto la boca con Feijóo. Los medios de comunicación amigos, insisto, bien regados con dinero público, publican encuestas en las que se afirma que la militancia quiere a Feijóo. Pero mal empieza el gallego si no respeta las reglas del juego estatutarias del partido y exige ser aclamado por el aparato pero no votado por los militantes. A partir de ahí que nadie se lleve las manos a la cabeza si se pasa los estatutos por el forro en otros temas. Una vez aclamado hará lo que le venga en gana.
Por no hablar de su foto navegando con el contrabandista Marcial Dorado en el yate de éste por la ría de Vigo. En todos los mentideros se dice que no era una foto. Que lo que hay es un álbum con fotos que abarcan años en los que pasaron juntos varias vacaciones. Feijóo que era ya un hombre adulto, solo dijo que era una foto antigua y que no tenía ni idea de a que dedicaba el tiempo su colega.
Debía ser el único en Galicia. Pero salió indemne. Incluso de las declaraciones del propio Marcial Dorado a Jordi Evole en las que explicaba que pasaron juntos las vacaciones y celebraban juntos los fines de año. Y en las que afirmó que Feijóo mentía cuando decía que había roto su relación con Dorado en 1997 al leer una noticia que le involucraba en una operación de contrabando de tabaco. Dorado, ya condenado por narcotráfico, sostiene que mantuvieron la relación hasta que Feijóo fue nombrado presidente de Correos.
Pero Feijóo ha seguido renovando sus mayorías absolutas en Galicia. Me imagino lo que hubiera sucedido si esas fotos con Dorado se las sacan a Pablo Casado, a Isabel Díaz Ayuso o a Pedro Sánchez. Y no descartemos que cuando aterrice en la sala de mandos del PP, quizá descendiendo de los cielos hasta la terraza de Génova desde un helicóptero, salgan a la luz el resto de las fotos.
Casado va a aguantar ahora en el PP hasta el Congreso que van a hacer para aclamar a Feijóo. Pero ojo, que quedan más de treinta días. Son muchos días y quizá alguien decida estropearle el advenimiento al gallego. Casado le ganó unas primarias a Soraya Sáenz de Santamaría y a María Dolores de Cospedal. O sea, al aparato del PP más rancio y más manchado de porquería. Ganó en buena ley y llegó a la presidencia del PP por vías democráticas. Feijóo va a llegar en silla gestatoria lo menos alejado de la democracia que pueda existir. ¿Volvemos al PP de Rajoy? Vaya usted a saber. Pero recordemos que Rajoy fue el que le envió el mensaje a Bárcenas: “Luis, sé fuerte, te llamo mañana”.
Esta crisis del PP creo que podía ser una oportunidad para ellos pero si en vez de resolverla con métodos democráticos optan por el advenimiento del gallego, me temo que parte de los votantes del PP no repetirán. Y alguien nos explicará algún día como Díaz Ayuso apoya el advenimiento de Feijóo, cuyo discurso político está a años luz del que mantiene ella. ¡Ah no! que es solo una batallita de poder, que no es un debate programático o de ideas. Acabáramos.
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