El italo-suizo Gianni Infantino, presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). La organización que administra junto a sus Confederaciones continentales el manejo de este deporte, que genera miles de millones de dólares anualmente, ha estado de gira buscando ensanchar las arcas de este organismo internacional.
La FIFA, que posee 211 federaciones adscritas, con más miembros que la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) en este viaje político comercial se implicó, incluso, en el lavado de imagen del globalismo. Infantino, en su expedición por Sudamérica trató de convencer a la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) de apoyar su propuesta de celebrar los mundiales de fútbol masculino, ya no cada cuatro años, sino cada dos, que según las palabras de este dirigente traería “más competición de alto nivel, más esperanza y emoción y más posibilidad al mundo de poder organizar también unos mundiales”. Infantino trata de seducir con la idea de desarrollar dos Copas del Mundo en el período de cuatro años “sin los mismos equipos participantes”.
Una idea que cuenta con el apoyo de las federaciones de Asia y África – por tener menos equipos con posibilidades de acudir a las citas cada cuatro años – pero que en Europa y América no parece que cause mucho entusiasmo, pues son las regiones del mundo con las selecciones que suelen marcar el atractivo de estos eventos deportivos. Los objetivos propugnados por el presidente de la FIFA son cuestionados, igualmente, en función que esta iniciativa obedece más a intereses de incrementar las arcas de la FIFA, que a favorecer a quienes hacen posible este deporte, los futbolistas, que han comenzado a expresar su rechazo por la enorme carga física que dicha decisión traería consigo.
“Los Presidentes”
Gianni Infantino fue elegido presidente del organismo rector del fútbol, en febrero del año 2016 para sustituir al ex presidente Joseph Sepp Blatter – procesado en Suiza, su país natal y sancionado por la FIFA por infringir los artículos relativos al deber de lealtad conflictos de intereses, ofrecimiento y aceptación de regalos u otros beneficios ilegales. Sumen a ello la entrega de sobornos por parte de empresas de mercadeo del fútbol y la adjudicación de transmisiones deportivas en gran parte del planeta. Una trama que involucró también a presidentes de federaciones de fútbol nacionales y regionales, como fue el caso del chileno Sergio Jadue, actualmente en Estados Unidos como testigo protegido del FBI y sobre el cual incluso se realizó una serie de televisión llamada “El presidente” donde se da cuenta de su labor como dirigente de un club local, de una pequeña ciudad cercana a la capital chilena, su elección como presidente de la Asociación Nacional de Futbol Profesional (ANFP) y su entrada en el mundo corrupto del balompié sudamericano, hasta convertirse posteriormente en el soplón del FBI a cambio de protección y rebaja en su pena. Jadue vive hoy en Estados Unidos. El escándalo de la FIFA obligó a la Interpol, a incluir en su lista de más buscados, a dos ex vicepresidentes de la FIFA, el paraguayo Nicolás Leoz y el trinitario Jack Warner. También se emitieron órdenes de detención contra empresarios y representantes de jugadores.
Las acusaciones, destituciones, procesos al interior de la FIFA y procesos judiciales tienen un nombre que atraviesa transversalmente esta política corrupta: la International Sports and Leisure, ISL. Una empresa creada ad hoc, para comercializar eventos deportivos ligados al fútbol y que se concentró, principalmente en Latinoamérica. Las investigaciones sobre el actuar de esta empresa fueron llevadas a cabo en Suiza – sede de la FIFA – y se determinó el año 2013 que ILS fue la base para que decenas de funcionarios de la FIFA recibieran sobornos y comisiones ilegales de las empresas de mercadeo a cambio de conseguir los llamados “derechos de comercialización de los eventos organizados por el ente rector del fútbol”, como es el caso de las copas del mundo masculina, femenina, juvenil y otras que surgían como maná de las oficinas de la FIFA. Se calcula que más de 100 millones de dólares fueron entregados como pagos ilegales.
A lo señalado debemos consignar los pagos por la adjudicación de la sede del mundial de fútbol adulto masculino en Catar.
El diario inglés The Sunday Times publicó una investigación basada en correos electrónicos y recibos bancarios, donde se acreditaba el pago de 7 millones de dólares a miembros del comité ejecutivo y presidentes de federaciones por parte del comité catarí encargado de presentar la postulación de su país como anfitrión del mundial 2022. Escándalo que salpicó a dos glorias del fútbol mundial: el alemán Franz Beckenbauer y el francés Michel Platini. A ese «poderoso caballero», Don Dinero, sumamos los costos humanos en la construcción de los estadios en esta pequeña monarquía absolutista regentada por la familia Al Thani, que ha significado hasta ahora la muerte de al menos 8 mil trabajadores inmigrantes, provenientes principalmente de La India, Nepal, Sri Lanka, Bangladés, Paquistán, con denuncias por pésimas condiciones de alimentación, habitación y condiciones de salubridad donde impera el llamado sistema Kafala, considerada una forma de esclavitud moderna, donde ciertos ciudadanos del país y empresas privadas actúan como patrocinadores, en los cuales el gobierno catarí delegó la supervisión y responsabilidad de trabajadores extranjeros.
Las acusaciones de corrupción y acciones de represión a la población local se dieron también en Brasil, país del cual se sospecha, que la FIFA y la Federación Brasileña de Fútbol estrecharon lazos en materia de la entrega de sobornos para la licitación de la construcción de estadios y sedes del mundial celebrado en el país sudamericano el año 2014. Un mundial que tuvo un costo total de 3.400 millones de dólares de los cuales, se considera, se entregaron al menos un 10 % en comisiones y sobornos. Pagos destinados a lograr el desalojo de habitantes residentes en los sectores adyacentes a los estadios, como también lograr la derogación, por ejemplo, de una ley vigente en la época, que prohibía vender cerveza en los estadios. Se especuló que incluso, la FIFA, logró que su patrocinador Budweiser, vendiera su cerveza con exención en el pago de impuestos.
En el entramado corrupto en Sudamérica se descubrió el papel de las empresas Full Play, Torneos y Traffic (unidas bajo el nombre de Datisa) que pagaban sobornos a los integrantes del consejo directivo de la Conmebol obteniendo así los jugosos derechos televisivos de torneos de fútbol como la Copa América, la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana. La máxima deportiva del Barón Pierre de Coubertin “lo importante no es ganar, sino competir” ha resultado en el campo de este análisis en el mundo del fútbol una falacia y una realidad inmoral.
La Gira de Infantino volvió a colocar en el tapete el contubernio político deportivo, la componenda de negocios sucios, corrupción, sobornos y uso del dinero a diestra y siniestra, que tanto daño le hace al deporte. En el caso de las investigaciones contra la Conmebol, la UEFA y la propia FIFA, se recordó aquella definición originada bajo la presidencia de la FIFA del fallecido dirigente brasileño Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange (Joao Havelange) como “Una familia del crimen organizado, donde Havelange era el capo de toda esa mafia que actúa desde Zurich”. Havelange y su trama delictiva le otorgaron a la FIFA el poder que hoy posee, incluso pasando por encima de las leyes del trabajo de los países. Una organización que puede sancionar a un jugador e impedirle que desarrolle su labor en todo el planeta.
Havelange fue un dirigente que a pesar de decir que él no hacia política se relacionaba, muy bien, con todos los dictadores del mundo: de la dictadura militar Argentina, la chilena, Brasil, con dictadores africanos. Un dirigente que estableció relaciones estrechas con empresas como Coca Cola, VISA y ADIDAS convertidas en patrocinadoras de esta alianza y que multiplicaron sus ventas por miles de millones de dólares.
Votos, negocios y goles era la máxima de Joao Havelange y de su ahijado Joseph Blatter, de su yerno Ricardo Texeira, ex presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol y del sempiterno ex presidente de la Asociación de Fútbol de Argentina (AFA) el fallecido Julio Grondona. Con Havelange,su máxima y con ello la era de los sobornos tuvo su disparo inicial con el primer mundial organizado por la FIFA bajo el mando del brasileño: Argentina 1978. Mundial que significó la idea de limpiar la imagen de una dictadura brutal y al mismo tiempo comenzar la era de los sobornos, donde los mundiales de fútbol y su adjudicación son la guinda del postre.
El paso de los años demostró la afirmación del fallecido futbolista argentino, Diego Armando Maradona “allí donde iba Havelange no se hablaba de fútbol, sino de negocios, sobornos, de pagos ilegales para conseguir sus objetivos”
Infantino y su apoyo al sportswashing
Infantino va en la misma dirección de Havelange, Blatter, Grondona y Texeira. Su ambición, encubierta bajo lo que denomina la idea de “tener más competición de alto nivel, más esperanza y emoción y más posibilidad al mundo de poder organizar también unos mundiales” lo lleva a seguir con la política de sordera, ceguera y mudez frente a las violaciones de los derechos humanos de países que son miembros de la FIFA y así como violan el derecho internacional, violan continuamente sus propia política de defensa de los derechos humano, que afirma “La FIFA tiene el firme compromiso de respetar los derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional y se esforzará por garantizar el respeto de estos derechos. La presente política de derechos humanos especifica el compromiso estatutario de la FIFA y describe la estrategia para su puesta en práctica de acuerdo con los Principios rectores de las Naciones Unidas sobre las empresas y los derechos humanos”.
Ninguno de eso principios rectores, que salieron a la luz en mayo del año 2017 ha sido respetado pues poderoso caballero es Don Dinero y a las presiones recibidas para pasar por alto clarísimas violaciones a los derechos humanos, los derechos laborales de aquellos que construyen los recintos deportivos en Qatar, entre otros…
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