Juan Manuel De Prada
El constitucionalismo chorlito pretende que el doctor Sánchez se dispone a perpetrar un golpe de Estado, por imponer mediante un subterfugio legal sus candidatos al Tribunal Constitucional. Pero lo cierto es que el doctor Sánchez no hace sino aplicar el ‘Estado de derecho’ establecido por el Régimen del 78, que se preocupó ‘ab initio’ de que las leyes (así como su interpretación) estuviesen siempre al albur de «la fuerza que está detrás del poder político», tal como proclamó Gregorio Peces-Barba, sin duda el más astuto de los padrecitos de la Constitución. Y esa «fuerza que está detrás del poder político» es siempre la socialdemocracia (con independencia de que la derecha ocupe coyunturalmente el Gobierno), consagrada por la Constitución en su primer artículo como ideología oficial de Estado.
El Régimen del 78 instituyó cínicamente un ‘Estado de derecho’, que no significa que el poder político esté sometido a un sistema de leyes, sino todo lo contrario. ‘Estado de derecho’ significa que el poder político dispone de una capacidad omnímoda para aprobar y reformar leyes a su conveniencia. ‘Estado de Derecho’ significa que el poder político es ilimitado jurídicamente, que puede hacer y deshacer a su antojo, convirtiéndose en una fábrica estajanovista de leyes cambiantes. ‘Estado de derecho’ significa, en fin, que el poder político se convierte en creador caprichoso de la justicia, mediante un puro ejercicio de la fuerza (disfrazada de mayoría parlamentaria), según el célebre verso de Juvenal: «Hoc volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas». Que traduzco, pues el Régimen del 78 expulsó el latín de las escuelas: «Así lo quiero, así lo mando, sirva mi voluntad de razón».
Por supuesto, el Régimen del 78 se aseguró también de que estas leyes creadas caprichosamente por el poder político no pudieran ser controladas por la jurisdicción ordinaria, a la que sustrajo la potestad de examinar y aplicar en sus sentencias la nulidad de las leyes que invocan los litigantes. Y creó ‘ad hoc’ dos órganos (el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional) que impiden el control efectivo de las leyes, pues su composición se determina según los intereses de la fuerza (socialdemócrata) que tiene el poder político, que puede cambiar los criterios a placer, haciendo uso de esas leyes cambiantes propias del ‘Estado de derecho’.
El Régimen del 78 instauró, en fin, la forma más monstruosa de tiranía, que es según Platón la de quien «esclaviza las leyes», sometiéndolas al albur de demagogos que las reforman o reinterpretan cuando les conviene o conviene a quienes los sostienen. Hoy rebajan las mayorías para elegir magistrados, en plena sintonía con el mandato constitucional; y, del mismo modo, mañana podrían elegirlos a dedo, o encargar su elección a las petardas de Sálvame de Luxe, o a los zopencos de Gran Hermano, y seguirían cumpliendo el mandato constitucional. No es un golpe de Estado, panolis; es el ‘Estado de derecho’ consagrado por el Régimen del 78.
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