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Goyas 2025, la gran noche del buenismo antiespañol

La emoción fue inexistente, el glamur también. La gran incógnita de la gala era en qué momento perdería la paciencia cada cinéfilo español para ponerse a tuitear o mandar por whatsapp algún improperio sobre la ausencia de cine en los Goya. A mí me pasó en los galardones de animación, cuando veías una patera volcada entre los nominados y ya sabías quién se lo iba a llevar. Pasaban los premios y uno era sobre refugiados climáticos, otro sobre el drama bélico en el Congo y el siguiente… también sobre el drama de los migrantes. «Ninguna persona es ilegaaaaaal», gritó Salva Reina, ajeno al concepto de soberanía. Todo bien regado, como es tradición, con el muermo almibarado de la voz de Carlos del Amor.

Richard Gere, la persona más carismática que pisó el escenario, comprendió enseguida que aquello no tenía que ver con las películas, así que se puso a hablar de lo mucho que quiere a su chica gallega, lo a gusto que está en España y lo buenas personas que son los señores de Open Arms. La suerte estaba echada desde que Pedro Sánchez, que siempre está en campaña, dijo en la alfombra roja que encontraba preocupantes muchos discursos de políticos y presidentes de nuestra época, esos a los que vota cada vez más la gente corriente la gente sin consultarlo con la cadena Ser. España vive tiempos oscuros. Si me dejan colar una propuesta, diré que lo divertido hubiera sido juntar en IFEMA la gala de los Goya y la cumbre de Patriots y que se fueran intercalando un discurso de Marine Le Pen y otro de Leonor Watling. Ese era el chute de tensión dramática que hubiera resucitado la gala y disparado los niveles de audiencia. Y que cada vez que alguien elogiase a una ONG se le diese a Viktor Orban tres minutos de turno de réplica. Hace falta más riesgo en televisión.

Eutanasia y lo que surja

La película homenajeada fue Mar adentro, que hace veinte años ganó trece o catorce cabezones. Javier Bardem lo dio todo diciendo que «una vida sin libertad no es una vida», lo que traducido al lenguaje común significa que solo la eutanasia nos hará libres y proteger a un enfermo hasta el final nos convierte en indignos. Una pena que no aprovechasen la actualidad de La habitación de al lado, otra apología de la muerte fácil, para emancipar en directo a algún paciente de la planta de paliativos del Hospital de Granada, compartiendo su lección de dignidad. Todo se andará. ¿Alguien sabe si el cine español ha producido alguna vez una película en contra del aborto y la eutanasia? Yo qué sé, por probar algo nuevo y loco. Seguramente hay alguna ley del PSOE que impide filmar guiones de derecha, esos discursos de odio. Lo que no está prohibido, por lo visto, ni tampoco es incompatible, es soltar discurso sobre el derecho a la vivienda en una gala patrocinada por Airbnb, a ese nivel de ‘performance’ hemos llegado.

La mejor película extranjera fue para un drama sobre la dictadura brasileña. Carlos del Amor aprovechó la coyuntura para denunciar que la extrema derecha quiere borrar la historia, no fuera a haber algún espectador despistado que se olvidase de que no votar PSOE es un gesto autoritario, asesino y perjudicial para nuestros ecosistemas. Luego remató el balón Eduard Fernández, recordando que el auge de los nuevos partidos de derecha puede resucitar los campos de exterminio nazi. Como son gente educada, tuvieron todos el detalle de no explicitar que la culpa de todo lo malo que ocurre en España es culpa de Vox y de sus votantes.

Muy buenos con los inmigrantes a los que nunca tratan, muy perros con los compañeros en apuros, así funciona el discurso ‘progre’ de nuestro cine

Más momentos estelares: Pedro no pudo acercarse al sarao y Agustín Almodóvar leyó una carta donde el director explicaba –hay que hacer pedagogía– que la victoria de Trump es un nuevo apocalipsis. Pedro regañaba a los estadounidenses por no haber hecho caso a los discursos de John Turturro en La habitación de al lado. Los paletos de Oklahoma siempre dándonos disgustos. Resumiendo: que la cosa fue un poco como todos los años, aunque faltó un recuadrito con la cara de Juanma Moreno Bonilla asintiendo y sonriendo a cada discurso ‘progre’.

Cuando ya estábamos en los minutos de la basura, llegó un rayo de dignidad, con la productora de La infiltrada dando gracias a Covite –asociación de víctimas del terrorismo— y diciendo a la cara a Pedro Sánchez que la memoria histórica también abarca los crímenes posteriores al franquismo. También recordó la penosa situación de nuestros agricultores, que no parece preocupar demasiado dentro de la burbuja progre. El nombre de Karla Sofía Gascón sonó solo una vez en la gala y no para reivindicarla. Solo tuvo cariño en la alfombra roja, cuando Los Javis recordaron que hay presidentes de gobierno que han hecho cosas peores que ella y siguen en el cargo. Aldo Comas y Macarena González tuvieron la valentía de recordar que todos sus compañeros de profesión habían abandonado a la actriz trans de Alcobendas. Muy píos con los inmigrantes a los que nunca tratan, muy perros con los compañeros en apuros. Así ha funcionado siempre el buenismo de nuestro cine. 

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RedaccionVozIberica

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