Por David de Caixal : Historiador Militar. Director del Área de Seguridad y Defensa de INISEG. Director del Máster de Historia Militar de INISEG / Universidad Pegaso. Director del Grupo de Investigación del CIIA (Centro Internacional de Investigación Avanzada en Seguridad y Defensa de INISEG-Universidad Pegaso. Membership in support of the AUSA (Association of the United States Army) Miembro asesor de la Sección de Derecho Militar y Seguridad del ICAM (Ilustre Colegio de Abogados de Madrid). Miembro del Grupo de Investigación de INISEG y “The University and Agency Partnership Program » (UAPP) proyecto universitario para la difusión de la Cultura de la Defensa de Estados Unidos.
“La Corona no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”. Así se dirigió Juan Carlos I a los españoles en la agónica noche del 23 de febrero de 1981, un día en el que la democracia española estuvo en peligro y en la que él salió a defenderla.
4 años después de ser coronado por las Cortes franquistas, el Rey Juan Carlos pasó a convertirse después en el gran artífice de la Transición. Es lamentable que un liderazgo político ejemplar en muchos aspectos, porque un Rey no es más que el primero de los políticos, al fin y al cabo, se haya visto rematado de una manera tan poco edificante. Hay quién habla de huida, quién de paréntesis, de exilio. Lo que sí está claro es que la decisión ha sido durísima y gestada durante semanas de reuniones entre el Rey Felipe VI y su padre, siempre bajo la supervisión y el conocimiento del Presidente del Gobierno. Juan Carlos I, hijo de don Juan de Borbón y nieto de Alfonso XIII, el último Borbón de tantos que murió en el exilio, no tuvo una infancia fácil. Ni mucho menos. Nacido fuera de su país, en Roma, donde su familia se había refugiado tras la proclamación de la II República, forjó sus primeros años en unas condiciones de una extrema dureza emocional. Algo que marcó desde muy niño su arquitectura mental y emocional, su particular manera de ver el mundo, y consecuentemente, sus futuras condiciones de liderazgo.
Separado de su familia por imposición del General Franco, don Juan, fue traído a España con diez años para ser educado bajo la férrea supervisión de preceptores guiados por el Régimen, sabedor el Generalísimo de que tal vez, en un futuro, aquel niño sería Rey puesto que quien primero tenía claro que el franquismo desaparecería tras su muerte era su propio protagonista, eso sí, lo más tarde posible, como de hecho ocurrió, aunque fuera casi 40 años después del final de la Guerra Civil. Guste o no, la Monarquía, ha sido durante este casi medio siglo la clave de bóveda que ha mantenido en pie el andamiaje del Estado y que ha garantizado ese Estado de Derecho. Pocos imaginaban que aquel chiquillo de cabello rubio, nacido en Roma, nieto de Alfonso XIII, se convertiría en Rey de España durante tanto tiempo. Juan Carlos de Borbón constituye una figura clave para entender todo el complejo proceso hasta llegar a la democracia que hoy tenemos
La figura de Don Juan Carlos pasará a la historia como el rostro que lideró el paso a la democracia en una época agitada y convulsa. Juan Carlos I, junto a otras figuras como Adolfo Suárez, Torcuato Fernández Miranda o Landelino Lavilla; puso los cimientos de una de las democracias más robustas del mundo poniendo fin a una dictadura de casi 40 años. Alabada en el extranjero, la transición española es hoy estudiada en facultades de todo el mundo por la capacidad de diálogo y entendimiento de todos los agentes sociales. En un momento complejo para España, consiguió sentar en una mesa a Carrillo con Fraga y el consenso de una abrumadora mayoría social que permitió el retorno de muchos exiliados y, a los españoles, decidir en libertad el futuro de la nación.
El Rey don Juan Carlos es «una de las personalidades políticas más importantes de los últimos tiempos» y «bajo su reinado España ha vivido el período de mayor progreso social, libertad política y estabilidad institucional de su historia contemporánea, entre otras razones porque él supo marcarnos el rumbo correcto». A mi juicio «el Rey consideró que el mejor servicio que podía prestar a España era ceder el relevo a quien dispone de la experiencia y del impulso necesarios para asegurar la estabilidad institucional que España necesita». No tengo ninguna duda de que la Corona está en manos de un excelente Monarca y que su continuidad descansa en una nueva generación, la Princesa Leonor. También tenemos que ser conscientes de que la normalidad constitucional que él Rey Juan Carlos ayudó a arraigar es la que va a permitirnos avanzar con seguridad en nuevo tiempo para todos los españoles.
Hace justamente, hace cinco años, el Rey Juan Carlos I de España decidió abdicar en favor de su hijo, Felipe VI. Una decisión meditada, donde se escribía una nueva página en la historia política española. Su abdicación se produce poco después del fallecimiento de Adolfo Suárez, que junto a él y como Primer Ministro desde 1976, protagonizó la transición española a la democracia que culminó con la aprobación de la Constitución de 1978, sin duda, la mejor y más provechosa de la historia de España. En su mensaje a los españoles después de comunicar su abdicación, don Juan Carlos afirmó sentir orgullo y gratitud. Orgullo por lo mucho y bueno que los españoles hemos logrado juntos en los últimos cuarenta años. Gratitud por el apoyo que le hemos otorgado para hacer de su reinado un largo periodo de paz, libertad, estabilidad y progreso. Al expresarse en esos términos don Juan Carlos pretendía señalar al conjunto del país como el verdadero protagonista de esta historia de éxito nacional.
Sin embargo, eso es cierto sólo en parte. Al inicio de ese camino el Rey don Juan Carlos tuvo un protagonismo insustituible, y creo que este es el momento de subrayarlo. Bajo su reinado España ha vivido el período de mayor progreso social, mayor libertad política y mayor estabilidad institucional de su historia contemporánea, entre otras razones porque él personalmente supo marcarnos el rumbo correcto.
Los españoles lo sabemos muy bien y no lo olvidamos. No olvidamos su visión de Estado, su generosidad y su compromiso personal con nuestra libertad. No olvidamos que fue él quien quiso antes que nadie ser Rey no de súbditos sino de ciudadanos. No olvidamos que el empeño de concordia fue alentado y sostenido por la Monarquía frente a todo lo que se le oponía.
El servicio a España por parte de Juan Carlos I es impagable y perdurará en el tiempo, sin embargo, tiene que abandonar España después de una sucesión de noticias publicadas en la prensa alrededor de una mujer, Corina Larsen, que se encuentra defendiéndose de unas acusaciones judiciales en Suiza. Juan Carlos no se va juzgado por los tribunales y mucho menos culpado. Soy un defensor de que la justicia debe ser igual para todos y, en el mismo sentido se pronunció SM D. Juan Carlos en el discurso navideño de 2011 dirigido a los españoles en el que entonó las siguientes palabras: “La justicia es igual para todos. Cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley.”
La estabilidad de la que hoy día goza España se debe, en gran medida, a su labor y buen talante, en esa difícil simbiosis que forma nuestra monarquía parlamentaria. Gracias, Majestad. Porque supo cumplir con aquellas palabras de su augusto padre, Don Juan, aquel 14 de mayo del 77: «Por España. Todo por España». Su vida es ejemplo de lealtad (la mayor virtud que puede tener un monarca), de entrega y de servicio al pueblo español
España vive hoy tiempos convulsos en lo político, en lo social y en lo económico. Atravesamos una de las peores crisis de nuestra historia con una pandemia que ha dejado 40.000 muertos y que provocará un enorme daño económico. Por eso, es necesario que nuestros políticos se dediquen en cuerpo y alma a solucionar la crisis y no a agitar a la población con luchas de bandos inútiles que los únicos que buscan es desenterrar viejos conflictos del pasado. Juan Carlos, como último servicio a España y a la Monarquía decide abandonar el país con el fin de que las noticias que salen en los medios no afecten al Rey Felipe. Una decisión loable que demuestra, una vez más, hasta donde es capaz de anteponer los intereses de la nación. Juan Carlos de Borbón ha sido un excelente árbitro de los destinos de España desde 1975, en un entorno social y político sembrado de minas. Ha sido un extraordinario embajador de nuestro país fuera de nuestras fronteras, sobre todo en hitos como los Juegos Olímpicos de 1992 o la incorporación de España a la Unión Europea en 1986.
Por mi parte solo me queda añadir..
Viva el Rey!!
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