Thierry Meyssan
Como consecuencia de la derrota de las potencias occidentales en su guerra contra Siria, los presidentes de Estados Unidos y Rusia llegaron a un conjunto de acuerdos cuya aplicación ya empieza a concretarse en el Gran Medio Oriente. Las próximas etapas deberían ser la retirada de las tropas estadounidenses presentes en Irak y en Siria, la expulsión de las tropas de Turquía desplegadas en el noroeste de Siria, el regreso de Irán al concierto de naciones y el establecimiento de una forma de gestión ruso-siria en Líbano.
Este artículo es parte de la serie “Formación de un nuevo orden mundial”, conformada por los artículos
«¿Por qué un Yalta II?», 15 de junio de 2021.
«Encuentro Biden-Putin, más parecido a un Yalta II que a la capitulación de Berlín», 22 de junio de 2021.
«La arquitectura política del nuevo Medio Oriente», 7 de septiembre de 2021.
Los resultados de los acuerdos de la cumbre Putin-Biden realizada en Ginebra, el 16 de junio de 2021, están entrando en una nueva etapa en el Gran Medio Oriente o Medio Oriente ampliado: las fuerzas militares extranjeras que ocupan territorios en Siria están a punto de retirarse. Después de 12 años de masacres, hoy parece terminarse la guerra contra la República Árabe Siria.
El presidente sirio Bachar al-Assad acaba de visitar el Kremlin. Nada se filtró sobre el encuentro entre ambos presidentes, pero parece que Moscú ejercerá algún tipo de supervisión en Siria y Líbano a partir de las elecciones legislativas libanesas que deben realizarse en mayo de 2022. Si Washington no respeta su palabra, Siria podría convertirse en miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la alianza militar surgida alrededor de la Federación Rusa. En ese caso, el apoyo de Rusia al gobierno de Damasco se incrementaría considerablemente ya que la República Árabe Siria pasaría del estatus de “país amigo” al de “país aliado”. Toda amenaza contra la seguridad de Siria sería considerada entonces una amenaza contra la seguridad de Rusia.
Durante las últimas semanas, los «rebeldes» de Deraa –en el sur de Siria– depusieron las armas. Ya lo habían hecho antes, ante un general ruso, pero luego volvieron a alzarse contra el gobierno sirio, instigados por Arabia Saudita. Ahora acaban de rendirse, otra vez, porque Israel les retiró el apoyo militar que les aportaba.
Esto último es un hecho importante que muestra la evolución del régimen israelí. Desde la dimisión de Benyamin Netanyahu, Israel se ha liberado de la ideología colonialista de Zeev Jabotinsky y ahora trata de convertirse en un país “como los demás”. A pesar de su retórica, el gobierno del primer ministro Naftali Bennett y del ministro de Exteriores Yair Lapid ha aceptado cesar el apoyo sraelí a los grupos armados en Siria. Pero eso no le impide continuar la guerra secreta de Israel contra Irán en suelo sirio así como en Líbano. Aunque está aceptando hacer cierto número de concesiones, el gobierno israelí Bennett-Lapid no cede en cuanto a la ocupación del Golán sirio, territorio que la ONU considera ilegalmente anexado por Israel.
Al comentar la visita del presidente sirio Bachar al-Assad en Moscú, el viceministro de Exteriores ruso, Serguei Ryabkov, declaró a Russia Today en árabe que la intención de Rusia es que salgan de Siria todas las fuerzas militares extranjeras ilegalmente desplegadas en suelo sirio –o sea, las tropas de Israel, de Turquía y de Estados Unidos–, lo cual implica que pudiera producirse una restitución del Golán sirio, hoy ocupado por Israel, a cambio de una retirada iraní de Siria.
Jordania, que nunca llegó a posicionarse contra Siria –aunque permitió que Estados Unidos y Arabia Saudita utilizaran el territorio jordano en su guerra contra Siria– parece ver con alivio el nuevo rumbo de los acontecimientos.
Anticipando lo que se prepara, los «rebeldes» de Deraa no quisieron irse a Idlid, en el norte de Siria, y prefirieron deponer las armas sin exigir concesiones.
La siguiente etapa debería ser la retirada de las tropas estadounidenses y turcas que se encuentran en el norte de Siria. Pero eso es harina de otro costal. Turquía se niega a irse de la región siria de Idlib, que está entre los territorios reclamados por los turcos desde la época del «Juramento Nacional» de 1920 [1]. El gobierno de Turquía saludó en su momento la ocupación de Idlib como un paso hacia la restauración del esplendor otomano, así que una retirada turca no sólo significaría la pérdida de ese territorio sino también el fracaso del sueño neo-otomano.
Es por eso que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan acaba de resucitar, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, la amenaza de dar apoyo al terrorismo tártaro. En 2015, Turquía y Ucrania crearon oficialmente una «Brigada Internacional Islámica» contra el regreso de Crimea a la Federación Rusa [2]. Tres meses después, Turquía derribó un cazabombardero ruso, desencadenando así una grave crisis política. Pero aquella crisis no duró mucho: en 2016 Turquía renunció a la opción del terrorismo antirruso y el presidente Erdogan presentó excusas por aquel «incidente».
Tratando de enredar la situación, la CIA estadounidense orquestó un intento de asesinato contra Erdogan. La operación inicialmente planificada fracasó y se convirtió en un golpe de Estado improvisado, que también fracasó. Sorprendiendo a todos, el gobierno turco se volvió entonces hacia Moscú y firmó, uno tras otro, un acuerdo para la construcción del gasoducto Turkish Stream y un acuerdo para la compra de sistemas rusos antimisiles S-400.
Ahora, el gobierno turco se ve en una posición difícil ya que se enfrenta simultáneamente a Moscú y a Washington. Su amenaza de reactivar el terrorismo tártaro es muy creíble ya que, antes de convertirse en presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan tuvo un papel importante en las guerras de Afganistán (contra la URSS) y de Chechenia. En Afganistán, Erdogan garantizó la ayuda de la [organización islamista] Milli Gorus al líder muyahidin Gulbuddin Hekmatyar y posteriormente, en Chechenia, ofreció una base de retaguardia al Emirato Islámico de Ichkeria del terrorista checheno Doku Umarov.
Evidentemente, es poco probable que Rusia, que no cedió al chantaje turco en 2015, lo haga esta vez. El gobierno ruso no es como la Unión Europea, que pagó cobardemente 5 000 millones de dólares cuando Turquía amenazó con abrir paso a la oleada de migrantes. En todo caso, aunque la amenaza turca contra Rusia no debe llegar a concretarse, el solo hecho de que Ankara la haya enunciado ya eleva las apuestas y significa que el presidente Erdogan no piensa ceder sin obtener antes una fuerte compensación.
La retirada de las tropas estadounidenses aún presentes en Irak y en Siria dejará sin protección a los mercenarios kurdos, exactamente como sucedió con la retirada de las tropas de Estados Unidos que ocupaban Afganistán, donde los colaboradores locales de la CIA se vieron abandonados a su suerte. Así que los mercenarios kurdos ya empiezan a entrar en pánico al ver perfilarse la posibilidad de tener que responder por los crímenes que han perpetrado, sobre todo contra los cristianos árabes. Algunos ya están negociando con el gobierno sirio.
En el encuentro secreto entre los jefes de los estados mayores de Estados Unidos y Rusia, los generales Mark Milley y Valery Gerasimov, encuentro realizado en Helsinki el 21 de septiembre, se abordó –entre otros temas– la cuestión siria. No se sabe qué decisiones se tomaron en ese encuentro, pero el general Milley es un fuerte partidario del presidente Joe Biden y no es de esperar que trate de sabotear los compromisos del presidente.
Después de imponerse –durante los dos mandatos presidenciales de Mahmud Ahmadineyad– como una potencia económica y, posteriormente –bajo el impulso del general Qassem Suleimani– como potencia militar, Irán está a punto de volver al concierto de naciones.
Aunque las negociaciones oficiales con Irán sobre la cuestión nuclear están en un impasse, los contactos secretos son muy numerosos.
Estados Unidos acepta ahora relativizar su anterior posición sobre las investigaciones nucleares iraníes, a sabiendas de que no son de carácter militar. Durante el último año de la guerra que Irak impuso a Irán –en tiempos del imam Khomeiny–, Teherán renunció a las investigaciones tendientes a la obtención de la bomba atómica, investigaciones que Estados Unidos y Francia habían favorecido bajo el régimen del chah Reza Pahlevi. Hoy en día, nada indica que Teherán haya retomado aquel proyecto.
Por otro lado, la evidente –aunque no confesada– existencia de un pacto nuclear de Estados Unidos y Reino Unido con Australia, en el marco de la alianza bélica AUKUS, implica que Washington y Londres ya no podrán seguir utilizando contra Irán las acusaciones de proliferación nuclear.
Estados Unidos ha renunciado también a dividir el mundo musulmán en sunnitas y chiitas. Importantes contactos están desarrollándose entre Arabia Saudita e Irán, que se habían convertido en hermanos enemigos. El más reciente de esos contactos fue una reunión secreta entre los jefes de los servicios secretos de esos dos países, realizada el 23 de septiembre en el aeropuerto de Bagdad.
Al parecer, Teherán renunciaría a ciertos tipos de acciones militares y se concentraría en la defensa de las comunidades chiitas a través del mundo –incluyendo Latinoamérica. Así que los Guardianes de la Revolución iraníes saldrían de Siria y dejarían más libertad de acción al Hezbollah libanés.
En el plano diplomático, casi todas las embajadas de países miembros de la Unión Europea en la capital siria han reabierto sus puertas –pero no la embajada de Francia.
Al parecer, la Unión Europea tiene obligaciones financieras impuestas por una vieja resolución de la ONU. El hecho es que la Unión Europea está aportando 7 000 millones de dólares a la reconstrucción de infraestructuras en Siria. Extrañamente, la Comisión Europea –que sigue dando empleo a 6 000 funcionarios británicos, cuando ya hace un año que Reino Unido se separó de la UE– se hace representar en Siria por la ONG inglesa OXFAM –que apoyó en Siria a los terroristas de los Cascos Blancos. Sin embargo, la Unión Europea sigue manteniendo oficialmente la posición que el embajador estadounidense Jeffrey Feltman impuso hace 4 años, cuando dirigía la ONU por debajo de la mesa. Esa posición es que no habrá ni un centavo para la reconstrucción de Siria mientras el «régimen» esté en el poder [3].
La interrogante que sigue abierta es saber si Líbano se verá o no bajo una administración ruso-siria. Y la respuesta a esa pregunta determinará la posible implicación de China en la región.
Por el momento, el presidente de Líbano, el primer ministro de ese país y el presidente de su parlamento son compatibles con el gobierno del presidente sirio Bachar al-Assad. Pero Assad, a quien se acusó injustamente de haber orquestado el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri y que vio como se abucheaba en Beirut a las tropas de su país, no parece querer desempeñar ese papel, aunque aceptarlo sería la decisión más adecuada.
El anuncio de una posible candidatura del general Abbas Ibrahim, actual director de la Seguridad General libanesa, para pasar a ocupar la presidencia del parlamento se interpreta como la llegada al escenario de un hombre consciente de la cultura de la Gran Siria. Hasta el momento en que se impusieron los acuerdos Sykes-Picot-Sazonov de 1915, que planificaron la creación de Israel, Jordania, Líbano, de la actual Siria y de Chipre, esos cinco países eran todos parte de una misma provincia otomana.
Si se concretara una tutela siria sobre Líbano –hoy en bancarrota–, China intervendría para restablecer lo que se conoció en el pasado como la «Ruta de la Seda». Durante la Antigüedad y la Edad Media, la Ruta de la Seda conectaba Xi’an, la capital china de aquellos tiempos, con el Mediterráneo, pasando por la ciudad siria de Palmira y por Damasco, hoy capital de la República Árabe Siria. Pekín se plantea construir a la vez una vía rápida terrestre y una vía férrea así como una serie de infraestructuras de telecomunicaciones. Eso sería una importantísima victoria para los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping, sobre todo porque uno de los principales objetivos de la guerra contra Siria era precisamente impedir ese proyecto.
Pero sería sorprendente que Estados Unidos, que obligó Israel a anular todos sus contratos con China, permitiese que Rusia instalara a China en Siria sin exigir algo a cambio.
Francia, que fue la potencia colonial dominante en Líbano y Siria, tampoco piensa dejarse excluir de la región. El mes pasado, el presidente francés, Emmanuel Macron, participó en la cumbre de Bagdad, bajo la mirada inquisitiva de los servicios secretos británicos.
Francia y Estados Unidos han desempeñado un papel central en la designación de Najib Mikati como nuevo hombre fuerte de la comunidad sunnita libanesa, convirtiéndolo así en nuevo primer ministro –función que la Constitución libanesa reserva a un musulmán sunnita. Nuevamente, las potencias occidentales ponen en el poder a un hombre que, según la revista Forbes, es el individuo más acaudalado del país, como Rafic Hariri en su época de primer ministro. Para lograrlo, sacaron del juego al clan Hariri, utilizando a Arabia Saudita. ¿Cómo? Los bienes de Saad Hariri (hijo de Rafic Hariri e igualmente ex primer ministro) fueron confiscados por decisión de la justicia saudita, operación que tendría próximamente su continuación con la confiscación de sus bienes en Líbano.
Najib Mikati, que al igual que Saad Hariri está muy lejos de ser un personaje honesto, depende por entero de Estados Unidos y de Francia ya que su fortuna personal se halla dispersa en países dependientes de la tutela de potencias occidentales. Exactamente igual que el clan Hariri, Najib Mikati simboliza el uso de Líbano como Estado pirata dentro del sistema económico occidental. No depende de ninguna de las reglas occidentales pero está al servicio de todas las transacciones secretas del mundo occidental, especialmente en materia de drogas y telecomunicaciones. En ese aspecto, Líbano es comparable a Israel, aunque el autoproclamado «Estado judío» se ha especializado más bien en las transacciones ocultas de diamantes y de armamento –incluyendo los programas informáticos necesarios para estos últimos. Tanto en Líbano como en Israel, las ganancias del tráfico benefician sólo a los dirigentes.
Francia apoya a Najib Mikati para impedir que Líbano se convierta en una verdadera nación, para mantenerlo como lo que hoy es: un territorio dividido en comunidades religiosas. Así que el gobierno francés hará todo lo posible para que el próximo parlamento libanés sea electo –otra vez– según las reglas absurdas que hasta ahora subsisten allí. Líbano es el único país del mundo donde la mayoría de los puestos como diputados se transmiten de padre a hijo. Para garantizar que no se adopte en Líbano algún tipo de norma democrática, Francia pretende enviar tropas –para “proteger” los centros de votación durante las elecciones de mayo del próximo año. Negando el verdadero origen de los problemas, Francia dicta como prioridad la aplicación de reformas económicas en vez de reformas políticas.
El 24 de septiembre, el presidente francés Emmanuel Macron recibió en París al primer ministro libanés Najib Mikati. En cuanto lo nombraron primer ministro, Mikati corrió a la capital de Francia, rompiendo incluso la regla, hasta ahora sacrosanta, según la cual todo nuevo primer ministro libanés debía abstenerse de viajar a la antigua metrópoli sin haberse reunido primero con sus principales homólogos árabes.
Sólo cuando se haya estabilizado el panorama político podrá iniciarse la explotación de los yacimientos de hidrocarburos en Israel, Líbano y Siria porque habrá que comenzar por delimitar las fronteras marítimas, sólo esbozadas en los acuerdos Sykes-Picot pero nunca trazadas con precisión.
[1] «Juramento Nacional turco», Red Voltaire, 28 de enero de 1920.
[2] «Ucrania y Turquía han creado una brigada internacional islámica contra Rusia», por Thierry Meyssan, Télévision nationale syrienne, Red Voltaire, 12 de agosto de 2015.
[3] “Parámetros y principios de la asistencia de la ONU en Siria”, por Jeffrey D. Feltman, Red Voltaire, 15 de octubre de 2017.
FUENTE: https://www.voltairenet.org/article214197.html
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