Hamas y el santuario qatarí
FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA
Un grupo de 113 miembros del Congreso de Estados Unidos (63 demócratas y 50 republicanos) acaba de enviar una carta abierta al presidente Joe Biden en la que le insta a presionar a Qatar y a Turquía para que interrumpan su apoyo a Hamás y expulsen de su territorio a los líderes del grupo terrorista palestino que residen en él.
La carta, encabezada por cuatro representantes, dos demócratas y dos republicanos, señala que, a pesar de que ambos países sirven de sostén internacional a Hamas, siguen siendo aliados de Estados Unidos, algo que para ellos es inexplicable e inaceptable.
Esto es algo que muchos en todo el mundo se han preguntado a lo largo de los últimos años sin que nadie acierte a dar una respuesta satisfactoria.
El jefe político de Hamas, Ismail Haniya, reside cómodamente desde hace más de una década en Doha sin que nadie le incomode. Desde allí se permite atender ruedas de prensa en las que justifica los atentados de Hamas y organizar encuentros de alto nivel como el que sostuvo hace unos días con el ministro de Exteriores iraní, que, después de reunirse con el líder de Hamas, se vio con su homólogo qatarí en un ambiente cordial y amistoso.
Qatar es un emirato muy cercano no sólo a Estados Unidos, sino a todos los países occidentales en los que realiza fuertes inversiones. Para Estados Unidos es, además, un aliado estratégico en el golfo Pérsico. Al suroeste de Doha el ejército estadounidense posee una gran base aérea, la mayor de todo Oriente Medio, la única en la que la fuerza aérea puede desplegar bombarderos.
Respecto a Turquía, se trata de un aliado de la OTAN que, al menos sobre el papel, comparte los objetivos de la alianza y participa de forma rutinaria en sus ejercicios militares.
Para estos congresistas los aliados de Estados Unidos no sólo no deberían mantener vínculo alguno con organizaciones terroristas, sino que tienen la obligación de combatirlas con todos los medios a su alcance. A la vista de los hechos sucede todo lo contrario.
Turquía y especialmente Qatar se convirtieron hace ya tiempo en auténticos santuarios para los líderes de Hamas. Allí se mueven libremente, sobre todo en Qatar, donde la organización recibe un generoso estipendio con el que financia su estructura.
Qatar es también la sede del polémico canal de televisión Al Jazeera, una emisora muy popular en el mundo arabófono especializada en noticias. Al Jazeera fue fundada en la década de los noventa por las autoridades del emirato y desde entonces se ha convertido en un actor mediático de la máxima importancia. Se ha acusado en múltiples ocasiones a esta cadena de servir de soporte a Hamas y de alinearse con sus intereses.
En el emirato, entretanto, tratan de echar balones fuera asegurando que en momento alguno apoyan al terrorismo. Qatar es un Estado muy pequeño, pero también muy rico. Sus intereses económicos están por todo el mundo, es un gran proveedor de gas natural y realiza grandes inversiones en empresas occidentales. Con los años ha conseguido crear también una red muy tupida de intereses políticos que van de oriente a occidente. Eso le ha malquistado en más de una ocasión con sus vecinos del golfo, pero la familia Al Thani sabe navegar en aguas turbulentas y trata de estar a bien con tirios y troyanos. La guerra de Gaza es un temporal más que tendrán que capear, lo que no saben aún es cómo.