CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
Cualquier español o hispanoamericano (le guste o no España) debería rechazar la utilización de palabreja ‘latino’, pues es incorrecto, y atufa a manipulación.
Latino -latina en femenino- tiene que ver con una de las veinte regiones de Italia, el «LACIO, «Latium» en Latín, cuya capital es ROMA; y su gentilicio es LATINO. Obviamente, el Lacio es el embrión del antiguo Imperio Romano. Como supondrán, nada tiene que ver con quienes habitan en el continente americano, desde México hasta la Tierra de Fuego.
Y, ¿por qué entonces lo de «latino» y «latinoamericano»?
El término ‘Latinoamérica’ es un invento de Napoleón III, mejor dicho de su ministro, Michel Chevalier, cuando invadió México. Quería tener su propio imperio en Iberoamérica pero, claro un francés no pasa por español o portugués y entonces se inventó lo de latino.
Latino tiene su origen en la expresión franciesa Amérique Latine, acuñada a mediados del siglo XIX, durante el Segundo Imperio Mexicano para identificar las zonas de América descubiertas, conquistadas y colonizadas por España y Portugal. Es cierto que el idioma francés, como el español, el portugués o el italiano, proceden del Latín. Ahora bien, hispano viene de España e Iberoamérica de Iberia. Que españoles e hispanoamericanos nos califiquemos de latinos es de una estupidez tan bestial que sorprende y asombra, todo en uno.
La expresión «América Latina» fue impuesta principalmente por los intereses económicos-políticos del imperio francés de Napoleón III en la segunda mitad del siglo XIX, como contrapeso a la enorme influencia que empezaba a adquirir Estados Unidos.
Aunque pueda parecer algo sin importancia, el nombre importa: Hispanoamérica remite a España. Iberoamérica, a la Península Ibérica (es decir, a España y Portugal). Latinoamérica, al idioma Latín, entre cuyos herederos está Francia pero, que se sepa en ningún lugar del mundo se habla la lengua de los antiguos romanos, excepto en el Vaticano. Por lo tanto, llamar «latinos» a las personas originarias de la América situada más abajo de los EEUU es absolutamente erróneo, aparte de una absoluta imbecilidad.
La palabra latino se hizo popular por la publicidad de Francia durante su invasión de México, entre 1861 y 1867. Con el paso de los años, y sobre todo tras la guerra entre España y Estados Unidos en 1898 que supuso el relevo como potencia dominante, hegemónica en el continente, el vocablo latino empieza a ser usado para distinguir «lo estadounidense de lo no-estadounidense».
En el Censo de los EEUU se empezó a incluir el origen «hispano» a partir de 1980.
Fue en 2000 cuando se incluyó por primera vez el término latino, como sinónimo de hispano. Pero para determinar no necesariamente la raza, el origen étnico, sino uso de lenguaje. Hay quienes dicen que el uso de la expresión «latino» pretende visibilizar «otras realidades lingüísticas y culturales», como Brasil y Haití.
Hispano se usaba mucho antes que latino, pero a partir de la década de 1990 empezó a dársele una connotación del imperialismo hispánico. Entonces, por las luchas políticas y culturales de los indígenas, se decidió que hispano era demasiado cercano al descubrimiento, conquista y colonización y que era mejor usar latino…
De veras, es para estar algo más que hartos por el uso y abuso de «latino» y «latinoamericano».
La única palabra adecuada para denominar a las antiguas provincias españolas (nunca fueron colonias, eran tan España como una provincia peninsular) es Hispanoamérica. Si se quiere incluir a Brasil y Portugal en la ecuación, hablaríamos entonces de «Iberoamérica». «Latinoamérica» es una aberración imperialista fruto de la Leyenda Negra Antiespañola.
Insistimos: los «latinos» son solamente los nacidos en la región italiana del Lacio, o aquellos que tienen un dominio absoluto del latín. Una persona nacida en Hispanoamérica no tiene nada de latina, ni por su origen ni por su idioma. De la misma manera que un español tampoco tiene nada de latino. Lo tiene de hispano, de ibérico, europeo y americano (por las antiguas provincias que eran España y por lo que aprendimos de ellas).
Segundo, porque son los impulsores de la Leyenda Negra, los que se empeñaron en diseminar esta expresión. Las palabras son armas de manipulación.
Fue el presidente Woodrow Wilson el primero en manejar el término oficialmente para apuntalar sus intereses expansionistas y lograr la penetración de sus multinacionales en contra de las interconexiones económicas con España. La idea era implantar una política de eliminación sistemática de lo español, idéntica a la seguida por estos mismos en Filipinas tras la guerra contra España en 1898 (donde perdimos las citadas islas Filipinas, Cuba, Puerto Rico y Guam). Allí (en Filipinas) sí lograron acabar con la lengua y con la educación españolas, pero no con la religión (recordemos que Filipinas es el único país católico de Asia).
Y curiosamente, en esa lucha tan singular contra lo hispánico le salió a los Estados Unidos un extraño compañero de cama en su enemigo más íntimo: el marxismo. Esta ideología, que ha sodomizado a Hispanoamérica durante tantos años, se asoció con el imperialismo yankee en su ataque al concepto de Hispanidad.
También es importante subrayar que los nacionalismos en España siguen a pies juntillas el mismo patrón hispanofóbico de manual: aniquilar la lengua, la cultura, las tradiciones comunes, y los vínculos emocionales con lo español.
Pese a todo ello, hay que celebrar que España e Hispanoamérica siguen unidas por el hilo conductor de la sangre y el mestizaje, la familia, la lengua, la religión, la cultura y las tradiciones. Cualquier español que viaja a Hispanoamérica se siente enseguida parte de esa patria nueva que lo recibe. Ese continente es una extensión de España, o España es una continuación de cada uno de esos países.
Además, en la actualidad el vínculo con España se está estrechando aún más al atraer a nuestra patria a un enorme talento hispano que se ve obligado a emigrar de su patria, acechado por la crisis, la violencia, la mala gestión política y los totalitarismos locales. Aquí son bienvenidos y respetados. Trabajan duro y se integran. Muchos destacan y tienen éxito. Están en su casa. No son inmigrantes, son hermanos que vuelven a casa. Son los descendientes de nuestros antepasados que allí emigraron. Son los hijos de todo lo bueno y todo lo malo que España hizo por esas tierras… nuestras raíces nos unen, nuestra historia se entronca, nuestros hijos se enlazan, nuestra cultura nos ata, nuestra lengua nos hace uno, y nuestro Dios es el mismo. Solamente algunos políticos egoístas se esfuerzan en separarnos y en enfrentarnos.
Y… ¡¿Será casualidad!?, siguen siendo los descendientes del marxismo los que siembran la cizaña: Podemos en España, Maduro en Venezuela, AMLO en México, Daniel Ortega en Nicaragua, junto a toda esa patulea totalitaria de sátrapas de segundo nivel. Estos defienden la pulsión odiadora, la religión del rencor, la del factor diferencial de cada una de las naciones frente a las otras y de todas frente a la madre patria. Desde el odio se gobierna con desprecio y desde la hermandad siempre con aprecio.
Debemos resaltar que Hispanoamérica es absolutamente mestiza, y cuenta con numerosos pueblos indígenas, no así de México para arriba… ¿Por qué habrá sido?
La explicación radica en que mientras otros imperios «colonizaban», España «hispanizaba». El objetivo de la conquista fue primero la evangelización (el motivo principal por el que la Reina Isabel La Católica se embarcara en la locura de Colón), y después agrandar el imperio, pero siempre a través de la integración nacional, cultural y civilizadora, y mediante la protección de los indígenas. ¿Sorprendido querido lector? Me remito a las pruebas, pues fueron las revolucionarias Leyes de Indias de los Reyes Católicos las que aprobaron el matrimonio con indígenas y les otorgaron protección legal, convirtiéndolos en hombres sujetos de derecho, dotándoles de procedimientos legales claros para denunciar injusticias y malos tratos (Juicios de Residencia).
Por supuesto, muy distinta fue la otra realidad, paralela a la que venimos narrando, la realidad de los bárbaros que se saltaron a la torera estas leyes, la de algunos dirigentes y caciques españoles que abusaron de su posición de manera miserable y… tampoco hay que olvidarse de la maldita viruela que asoló a algunas poblaciones locales.
Mientras España permitió y protegió legalmente el matrimonio entre españoles y nativos a través de Real Cédula de 1514,… ¡En EEUU fue ilegal casarse con una persona de raza distinta en algunos estados…! ¡Hasta 1967!
Será también increíble para muchos descubrir que antes de que Francia publicara su primera gramática, o que Inglaterra hiciera lo mismo con la suya, los misioneros españoles habían realizado las gramáticas de las más relevantes lenguas indígenas entre 1547 y 1690. Los evangelizadores españoles aprendieron las lenguas locales para convertir a los indígenas, pues era lo más conveniente para sus objetivos. El español solo se impuso como lengua nacional en Hispanoamérica una vez que se independizaron las repúblicas de España.
Pues, «eso»… Hacerse llamar «latino» o «latinoamericano» es una estupidez absoluta.
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