Hijas de mala madre como la Ursula von der Leyen – Presidente de la Comisión Europea- y la Ministro de Defensa de España han dicho que la tragedia de Valencia y provincias cercanas es debido al «cambio climático» y que hace 5.000 años que no pasaba nada semejante…
CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
Pues sí, aunque los profetas y fanáticos de la «iglesia de la Calentología y el cambio climático» digan lo contrario, para tapar, camuflar su ineptitud, su negligencia, su inacción absolutamente criminales, ha habido múltiples desastres naturales en la historia de España: grandes temporales, terremotos, erupciones.
Como dice mi estimado Juan Manuel de Prada, sólo les ha faltado meter en el guiso a Putin, a estos hijos e hijas de la grandísima puta. Y prosigue: estamos hablando de un fenómeno meteorológico típico de estas fechas en el Levante español: aire polar marítimo con viento de levante que trae lluvias torrenciales. Es la ‘gota fría» de toda la santa vida de Dios, que ahora la chusma gobernante, que se sirven de los loritos sistémicos al frente de los medios de adoctrinamiento de masas como altavoces llaman «Dana». Decir gota fría es referirse a un fenómeno meteorológico sobradamente conocido en la costa mediterránea, y estos hijos de la grandísima puta necesitan crear un «relato’ para panolis que presente lo acaecido como algo nuevo, desconocido, inopinado y terriblemente devastador, causado por ese «cambio climático” del que todos, todas y todes somos culpables.
Porque a estos hijos de la grandísima puta no les basta con exonerarse, eximirse de culpa sino que quieren extenderla sobre toda la población, descargando sobre la sufrida gente la responsabilidad de las catástrofes naturales, justificando así las imposiciones a las que nos someten (privación de derechos y libertades), para lucro de la plutocracia a la que sirven.
Tenemos que aguantar que estos hijos de la grandísima puta nos lancen cientos de alertas grotescas en verano, acompañadas de mapas aterradores en la información meteorológica de las televisiones, anunciándonos el apocalipsis por achicharramiento, para panolis sobre el llamado ‘cambio climático” En cambio, cuando se produce una alerta meteorológica real, con previsiones de lluvias torrenciales muy peligrosas, esta chusma se ha quedado de brazos cruzados. Con avisos naranjas el lunes, tendrían que haber movilizado a todos los empleados públicos duchos en labores de auxilio, tendrían que haber suspendido las clases en las escuelas y toda actividad laboral no esencial, tendrían que haber exhortado a la población para que no saliese de sus casas e incluso evacuado algunas localidades.
Pero estos hijos de la grandísima puta no movieron un dedo, ni siquiera cuando empezó el diluvio; y en su negligencia criminal dejaron que la gente se adentrase en automóvil por carreteras que ya estaban inundadas, dejaron que la gente saliese de sus casas en pueblos con ramblas donde el agua alcanzaba alturas de más de un metro.
Es la misma negligencia criminal que antes los llevó -a ellos o a quienes les precedieron en la pitanza-
a aprobar planes urbanísticos asesinos, levantando casas a orillas de las ramblas, o de arroyos y ríos habitualmente secos, como si bastase con canalizaciones de chichinabo o con los carrizos de las orillas
para contener los desbordamientos ocasionados por la gota fría…
Pues sí, en España ha habido múltiples desastres naturales a lo largo de la historia: grandes temporales, terremotos, erupciones, riadas, multitud de personas muertas por ahogamiento, etcétera. Vean algunas de esas tragedias, las que más daño causaron, a continuación:
Aunque la Península Ibérica no está entre los territorios con más riesgo de actividad sísmica del mundo, sí que ha sufrido algunos terremotos que han causado muchos daños, como el que tuvo lugar enLisboa en 1755, uno de los desastres naturales más mortíferos que en el mundo ha habido. Con una magnitud de 9.0 MW, este seísmo destrozó la capital de Portugal y ocasionó daños y muertes en muchas ciudades españolas de la costa sur. Los informes de la época hablaban de más de 5.000 muertos en España, siendo Ayamonte y Lepe, en la provincia de Huelva, los dos pueblos más afectados.
Según algunos estudios, se estima que el número de víctimas en el terremoto de 1755 oscila entre los 30.000 y las 40.000 personas sólo en Lisboa. Otras fuentes elevan la cifra a 90.000 víctimas en total, incluyendo otras áreas afectadas.
Ya en el siglo XIX, en marzo de 1829 ocurrió uno de los «terremotos más importantes en España», según afirma el Instituto Geográfico Nacional. El terremoto de Torrevieja fue un violento movimiento sísmico que tuvo lugar en distintas localidades de la provincia de Alicante. Con una magnitud de 6.6 en la escala Richter, dejó casi 400 víctimas, centenares de heridos y miles de casas destruidas en diferentes poblaciones.
Años después, otro de los terremotos en España más mortales sucedió en Granada en 1884, con una magnitud estimada de entre 6.7 y 7 MW y provocó la muerte de 839 personas. La localidad de Arenas del Rey, epicentro del seísmo, fue totalmente destruida: se derrumbó el 90 % de las casas y el resto sufrió daños muy graves. El terremoto provocó 135 muertos y 253 heridos. Por otro lado, Alhama de Granada fue la población con mayor número de víctimas, 463 muertos y 473 heridos y más del 70 % de las casas se derrumbó.
Y, si hablamos de grandes inundaciones, una de las peores sucedió el 26 de enero de 1626, la llamada riada de san Policarpo que afectó la ciudad de Salamanca al desbordarse el río Tormes después de la fusión de las nieves de las sierras de Gredos y Béjar, lo que hizo aumentar el caudal de manera repentina. Durante el desastre quedaron destrozadas iglesias, infraestructuras y viviendas. Murieron 142 personas.
Otra importante riada fue la de santa Teresa el 15 de octubre de 1879, una inundación que batió récords en la cuenca del río Segura: en tan solo unas horas se desarrolló una gran riada que alcanzó los 1.890 m³/s en la capital murciana, más de 2.000 m³/s en Orihuela. Como consecuencia, la ciudad de Murcia se vio totalmente anegada por el Segura, más de 5.000 viviendas quedaron destrozadas y hubo alrededor de 800 muertos en Murcia, 300 en Orihuela, y multitud de personas en Lorca, Cieza y Librilla murieron durante la catástrofe.
Pues sí, a lo sucedido esta semana en Valencia antes se llamaban ‘gota fría’ y siempre por estas fechas, se ha mostrado enormemente destructora:
– Riada de San Francisco (4 de octubre de 1897). Esta inundación también fue bautizada según el santo del día, San Francisco de Asís, y causó graves daños en Alicante y áreas cercanas.
– Riada de San Carlos (4 de noviembre de 1949). Valencia y alrededores. Sin víctimas, pero de gran destrucción en cultivos y caminos.
– Riada de San Calixto (14 de octubre de 1957). Nombrada por el día de San Calixto, esta riada afectó principalmente a Valencia, pero también tuvo efectos indirectos en Alicante.
– El 25 septiembre 1962, fuertes lluvias ocasionaron inundaciones en la comarca del Vallés Occidental y, en menor medida, en el Vallés Oriental y Barcelonés, al desbordarse los ríos Llobregat y Besós, causando entre 600 y 1.000 víctimas mortales, miles de heridos e inmensas pérdidas materiales.
– Riada de la Virgen del Pilar (12 de octubre de 1962). Ocurrió cerca de la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de España, y aunque afectó en mayor medida a otras áreas, Alicante también experimentó lluvias intensas que causaron inundaciones locales.
– Inundaciones de Alicante – (4 de noviembre de 1972) Se llegó en algunos puntos a los 330 l/m² en una hora y los datos sobre pérdidas humanas son contradictorios.
– Riada de Alicante de 1982 – (entre el 19 y el 20 de octubre de 1982) Víctimas: 1 fallecido y 1 desaparecido (en el barrio de Santo Domingo)
– La «Pantanada» de Tous – (20 de octubre de 1982). Cuando las lluvias torrenciales afectaron a la cuenca del Júcar, la Comunidad Valenciana y a la Región de Murcia y como consecuencia, la presa de Tous empezó a desbordarse. La crecida de agua llegó a los 16.000 metros cúbicos por segundo y en las poblaciones más cercanas al pantano el agua ascendió hasta los ocho metros de altura. La catástrofe se cobró la vida de 30 personas.
– Riada en Alicante – (20 de octubre de 1987). Los medios publicaron que perdieron la vida más de 30 personas.
– Camping Las Nieves de Biescas, Aragón, el 7 de agosto de 1996 el río Arás se desbordó por causa de una fuerte tormenta. El agua destrozó los puentes de las pedanías de Aso y Betés, así como las presas de contención, lo que taponó la canalización del barranco. Como consecuencia, el agua se precipitó hacia la zona de acampada en la que se alojaban 630 personas de las cuales fallecieron 87 –27 eran niños–.
– El 30 de septiembre de 1997, la ciudad de Alicante sufrió una de sus peores tragedias naturales. Una tormenta devastadora descargó sobre la ciudad 267 litros por metro cuadrado en apenas unas horas, causando una riada que dejó la ciudad sumida en el caos. Cuatro personas perdieron la vida, entre ellas una madre y su hijo, arrastrados por las aguas al caer en una alcantarilla. La riada de 1997 en Alicante no solo dejó destrozos materiales incalculables, sino que marcó un antes y un después en la forma en que la ciudad enfrentaría futuros desastres naturales.
– Badajoz, 6 de noviembre de 1997: inundación producida por el desbordamiento del arroyo Calamón, 24 muertos; una señora sigue desaparecida…
– Hace cincuenta y un años, también en octubre, en Puerto Lumbreras (Murcia) murieron unas noventa personas cuando se desbordó la rambla Nogalte por la crecida -provocada por una gota fría- de la cabecera del río Guadalentín (el frente de agua alcanzó los 12 metros de altura); nada nuevo porque riadas con mortandades en ese mismo lugar se consignaron en los siglos XVI, XVII y XIX (dos con pocos años de intervalo). En Lorca murieron 12 personas y en la Rábita (Granada) los muertos fueron 50. En total las riadas dejaron un saldo de cerca de 200 muertos en las provincias de Murcia, Granada y Almería.
Claro que entonces no había alertas rojas, ni verdes, ni amarillas y tampoco se hablaba del «cambio climático y el calentamiento global», recurso de nuestro tiempo que lo mismo sirve para un roto que para un descosido…
España también ha vivido grandes borrascas, erupciones y tornados. Y así, de este último fenómeno meteorológico tenemos constancia del ocurrido en Cádiz en 1671, el más destructivo que se conoce en toda la historia de España. Popularmente se conoce como el «Huracán de Cádiz» y destruyó numerosas embarcaciones, derribó casi un tercio de las edificaciones de la capital gaditana y costó la vida de más de 60 personas. «En apenas unos minutos levantó los tejados de las casas, arrancó rejas y derribó muros de gran espesor, asolando todo lo que encontraba a su paso», describió el capitán de navío y escritor del siglo XIX Fernández Duro en su obra Armada Española.
Siglos más tarde, la capital, Madrid, viviría un episodio parecido en 1886 que afectó el por entonces municipio de Carabanchel Alto, Carabanchel Bajo y la propia ciudad de Madrid, provocando daños materiales y 47 víctimas mortales, según algunas fuentes. Años después, Benito Pérez Galdós haría mención de este suceso en su novela Misericordia (1897).
El año 2021 siempre será recordado por los madrileños por la borrasca bautizada como Filomena, una de las mayores nevadas presenciadas en España.
Aunque para grandes nevadas la de Alicante en 1926 o en Baleares en 1956:
En total fueron 36 horas las que nevó sin interrupción que sepultaron hasta ocho provincias. El grosor alcanzó entre 30 y 50 centímetros que bloquearon muchas carreteras, dejaron hospitales aislados y destrozos considerables. Además de nieve, en algunos puntos de Andalucía se registraron lluvias torrenciales. Se batieron récords de temperatura con una ola de frío que duró hasta el 20 de enero. Y hubo al menos cuatro víctimas mortales.
También cabe mencionar que un año atrás, en 2020, la borrasca «Gloria», que trajo un temporal de viento, lluvia y nieve, dejó al menos 13 fallecidos. En algunas zonas de Alicante y Valencia se emitieron avisos de rachas de viento de nivel extremo, así como de fenómenos costeros y por acumulación de más de 20 a 50 centímetros de nieve.
Por otro lado, hubo múltiples desbordamientos de ríos e incluso el delta del Ebro quedó totalmente inundado. Asimismo, se documentó un oleaje con una altura media de 14,77 metros en la boya de Mahón y 8,44 metros en la boya de Valencia.
Evidentemente, las catástrofes ocasionadas en España a lo largo de los siglos, debido a inundaciones provocadas por crecidas de ríos, riachuelos, arroyos, torrentes, barrancos, etc. sería interminable y el que algunos, demasiados de nuestros gobernantes -y algunos que aspiran a ello- nos suelten la engañifla de «el cambio climático y el calentamiento global» es una burla cruel…
Lo sucedido en Valencia y las provincias cercanas se debe a la ineptitud, a la negligencia criminal, a la inacción de quienes nos malgobiernan en España. Para más recochineo algunos han tenido la cara dura de insinuar que la debacle se produjo porque la gente desoyó las indicaciones de protección civil: pero lo cierto es que, cuando a los teléfonos móviles de los valencianos llegaron tales indicaciones, mucha gente ya se estaba ahogando, o estaba siendo arrasada… Como afirma Juan Manuel de Prada, la hecatombe la ha provocado la incompetencia criminal de estos hijos de la grandísima puta que tenemos por mal-gobernantes.
Bien, y ahora ¿Qué hacer?
España está demostrando al mundo que es un estado fallido, llamado de forma rimbombante «estado de las autonomías», gobernado por una red mafiosa de hijos de la gran puta que destinan decenas de miles de policías, guardias civiles y militares para blindar sus múltiples reuniones, mítines, e incluso partidos de fútbol… pero son incapaces de movilizar al Ejército para despejar carreteras y atender a la población que
carece de agua potable, medicinas y alimentos básicos, e incluso facilitarles alojamiento; sin duda alguna, lo más alucinante es que el Ejército español esté desplegado por todo lo largo y ancho de este mundo en conflictos bélicos en los que nada se nos ha perdido, en misiones que le son impuestas a España por su pertenencia a la OTAN, haciendo de mercenarios al mejor postor y asegurando el clima belicista que interesa al complejo industrial militar estadounidense.
Como he dicho en un anterior artículo ¿A qué espera el Gobierno de España para repatriar a nuestros soldados, declarar el estado de alarma y enviarlos a las zonas afectadas en los últimos días por la gota fría?
Siguiendo a Juan Manuel de Prada, «Si los españoles de hogaño no tuviésemos horchata en las
venas, tendríamos que ahorcarlos -a los hijos de la gran puta que nos mal-gobiernan- y después descuartizarlos, exponiendo por último sus despojos en la plaza pública, para que sean carnaza de las moscas y las aves carroñeras, como conviene hacer con los tiranos. Pero, como estamos dejados de la mano de Dios, seguiremos permitiendo que nos meen en la jeta: y, por supuesto, seguiremos permitiendo que nos digan que sus orines pestilentes, como la gota fría de toda la santa vida de Dios, es
«la dramática realidad del cambio climático».
¡Malditos, malnacidos e hijos -e hijas- de la grandísima puta!