Histerismo de izquierdas


Imagino que casi cualquiera que transita las redes sociales habrá visto los vídeos de las «lágrimas izquierdistas» por la victoria de Trump. Periodistas y tertulianos con cara compungida pero bien maquillados y vestidos, daban el pésame a su parroquia por la llegada del fin de los tiempos. Es lógico que lo hagan porque viven alimentando el miedo entre la gente.

Lo sorprendente en esta ocasión ha sido la cascada de vídeos colgados por personas anónimas completamente histéricas, enojadas, llorando, gritando al móvil por el resultado electoral. La patología no es estar triste, sino grabar la explosión emocional y subirla a las redes. Eso es propio de una sociedad enferma, víctima del exhibicionismo de la intimidad, claro, pero también del discurso apocalíptico y dogmático que está circulando en los medios, la cultura y la educación.

En este sentido, uno de los mantras ha sido que era obligatorio alarmarse porque con Trump se perdía la libertad. Véase la trampa: los dictadores de la corrección política acusando de liberticidas a sus adversarios. Los mismos que no permiten hablar con normalidad, que impiden investigar y publicar sin cuotas ni determinismo de colectivos victimizados, que cuestionan la verdad, la razón y la ciencia en favor de las emociones y la justicia, ahora se quejan de que su tiranía no triunfe en las urnas.

Ese wokismo es tiránico, en el sentido de que no admite libertad alguna, ni verdadero pluralismo, y es arbitrario e impositivo, con la premisa de la superioridad moral justiciera. El resto, el que no comulga, es despreciado. Eso ha ocurrido en EEUU y pasa en España.

El riesgo está en las consecuencias del discurso apocalíptico que exige a todos obedecer el dogma. Lo han hecho con la ecología, el peligro «ultra», y los colectivos victimizados por sexo o raza. Y lo han extendido de forma histérica y tiránica. Ese tipo de argumentación reclama una autoridad que impida la victoria del «mal», o que termine con la matraca de los apocalípticos y se ocupe del día a día. En esa situación estaban Harris y Trump. La primera, como símbolo woke hablando de los temas justicieros que le molan a los culturetas y periodistas, y el segundo de lo que importa a la gente cuando nadie la oye: la pasta y la inmigración ilegal.

«El sanchismo es la versión española del ‘wokismo’ de los progres de los últimos días»

La experiencia nos demuestra que vivimos en una sociedad con dos niveles. Uno es artificial, construido por los medios y la academia, que consiste en una burbuja separada de la realidad de la vida cotidiana. Un ejemplo español, porque aquí también ocurre, es cuando Sánchez, tras huir de Paiporta, salió en rueda de prensa y, en lugar de mostrar consternación por la situación de la población valenciana, dijo: «Estoy bien».

Psicopatologías aparte, el otro nivel social es el de la calle, fuera de los platós de televisión con gente de argumentario gubernamental y periódicos globales del wokismo, que vive los problemas y reclama una autoridad alternativa. Esa autoridad, como señaló Hannah Arendt, no es poder ni alguna forma de violencia, sino un guía para conducir a la sociedad, que ilumine lo oscuro, y que resuelva los problemas.

FUENTE: https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2024-11-09/histerismo-de-izquierdas/

Histerismo de izquierdas
Donald Trump, el presidente número 47 de los Estados Unidos. | Josh Brown (ContactoPhoto)
Jorge Vilches

Jorge Vilches

@Jorge_Vilches

Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

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