Raymond Ibrahim
FUENTE: https://es.gatestoneinstitute.org/18215/nigeria-genocidio-cristiano
Un reciente y aparentemente insignificante cambio de etiqueta llevado a cabo en el Departamento de Estado de EEUU arroja luz sobre los presidentes Joe Biden y Barack Obama, así como sobre Hillary Clinton, posible candidata presidencial en 2024.
El pasado 17 de noviembre el Departamento de Estado norteamericano eliminó a Nigeria de su lista de Países de Especial Preocupación (PEP), que incurren en o toleran violaciones de la libertad religiosa. Y lo hizo pese a que varias organizaciones de derechos humanos califican como «genocidio» la persecución que padecen allí los cristianos.
Según un informe del último agosto, desde que, en julio de 2009, estalló la insurgencia islámica –primero de la mano de la organización terrorista Boko Haram y posteriormente de los fulanis, pastores musulmanes de ideología yihadista– son más de 60.000 los cristianos asesinados o secuestrados en razias. Estos últimos jamás regresan a sus hogares, y sus seres queridos los dan por muertos. Desde entonces, unas 20.000 iglesias y escuelas cristianas han sido incendiadas y destruidas. Nigeria es además el país en el que más cristianos fueron asesinados por su fe en el año 2020 (3.530). Según otro recuento, en la primera mitad de 2021 fueron asesinados al menos 17 cristianos cada día. Por lo que hace a los supervivientes de los raids yihadistas, los desplazados internos se cuentan ya por millones.
Ignorando la abrumadora estadística, el Departamento de Estado norteamericano cree que Nigeria no debe estar en la lista de PEP; y que Rusia, que sí lo está, viola más la libertad religiosa que el país africano. Al sacar a Nigeria, la Administración Biden ha mostrado una borreguil continuidad con respecto a una de sus predecesoras. Y es que, pese a que los yihadistas aterrorizaron y masacraron a los cristianos de Nigeria durante sus ocho años de mandato (2009-2017), y pese a que la Comisión Norteamericana sobre la Libertad Religiosa en el Mundo le urgió repetidamente a considerar a Nigeria un PEP, Obama se negó obstinadamente a ello. Sólo en 2020, bajo la Administración Trump, Nigeria acabó en la lista; pero sólo para ser recientemente sacado de ella.
Hay que reconocer que, además, el presidente Trump preguntó abiertamente a su homólogo nigeriano, Muhamadu Buhari (a quien Obama ayudó a hacerse con el poder, según insisten numerosos funcionarios nigerianos): «¿Por qué estáis matando a los cristianos?».
Son muchos los observadores que han arremetido contra el Departamento de Estado por su decisión de permitir, de nuevo, que Nigeria siga adelante con las matanzas.
Como Sean Nelson, consejero legal para la Libertad Religiosa Global de ADF International, ha advertido:
«El clamor por la retirada a Nigeria de la condición de PEP por parte del Departamento de Estado está garantizado, debido a las violaciones a la libertad religiosa [en dicho país]. No se han dado explicaciones justificatorias de la decisión. En todo caso, la situación en Nigeria no ha hecho sino empeorar en el último año. Miles de cristianos, así como de musulmanes que se oponen a los objetivos de los grupos milicianos y terroristas, están siendo señalados, secuestrados, masacrados, y el Gobierno simplemente no se está mostrando dispuesto a detener semejantes atrocidades. En el norte [musulmán] son frecuentes las denuncias por blasfemia contra minorías religiosas, incluso contra humanistas. Quitar a Nigeria la condición de PEP sólo reforzará al cada vez más autoritario Gobierno local. Demandamos al Gobierno de EEUU que rectifique esa decisión inexplicable y en su lugar continúe con la tradición norteamericana de estar del lado de quienes son perseguidos en todo el mundo».
De igual forma, la presidenta de la Comisión Estadounidense sobre la Libertad Religiosa en el Mundo (Uscirf), Nadine Maenza, dijo:
«La Uscirf está especialmente disgustada por la eliminación de Nigeria [de la lista de PEP], en la que con toda justicia estaba el año pasado (…) urgimos al Departamento de Estado a reconsiderar sus designaciones en función de los hechos que presenta en sus propios informes».
John Eibner, presidente de Christian Solidarity International, manifestó abiertamente:
«La decisión del Departamento de Estado de sacar de la lista a un país en el que cada año se mata a miles de cristianos revela las auténticas prioridades de Washington (…) Eliminar este objeto de preocupación especialmente simbólico es una clamorosa negación de la realidad e indica que EEUU pretende perseguir sus intereses en África Occidental mediante una alianza con la élite de la seguridad nigeriana, a expensas de los cristianos y de otras víctimas de una extendida violencia sectaria (…) Si la lista de PEP de Estados Unidos sirve para algo –cuestión abierta, llegados a este punto–, Nigeria debe estar en ella».
Peor aún: el Departamento de Estado de Obama no sólo se negó durante ocho años a designar PEP a Nigeria; es que, cuando fue secretaria de Estado (2009-2013), Hillary Clinton se negó a designar como terrorista a Boko Haram, pese a que este grupo yihadista (cuyo nombre podría traducirse como «La occidentalización está prohibida») había matado a más cristianos y atacado más iglesias que el Estado Islámico en Irak y en Siria juntos. La negativa de Clinton persistió pese a que el Departamento de Justicia, el FBI, la CIA y más de una docena de senadores y congresistas le urgieron a designar terrorista a Boko Haram. En vez de ello, Clinton abrazó la idea de que la «desigualdad» y la «pobreza» eran «lo que alimenta[ba] todo esto» –en referencia al hecho de que los musulmanes de Boko Haram aterrorizan y asesinan a «infieles» cristianos–, por utilizar las palabras de su marido, el expresidente Bill Cinton.
Su insensibilidad –así como su reacción al asesinato de americanos en Bengasi, Libia: «Llegados a este punto, ¿acaso cambia algo?»– fue particularmente visible en 2014, cuando Boko Haram, el grupo al que durante tanto tiempo protegió, secuestró a cerca de 300 niñas en Chibok, Nigeria. Fue un incidente que saltó a los titulares y por tanto requirió una respuesta. Públicamente, Cinton se lamentó de la suerte de las muchachas: «La captura de esas jovenes por parte de este grupo radical extremista, Boko Haram, es abominable, es criminal, un acto de terrorismo y realmente merece la respuesta más completa posible». Mientras, como señaló un informe de ese mismo año,
«con Hillary Clinton, el Departamento de Estado se empleó a fondo durante dos años contra la inclusión de Boko Haram, grupo militante vinculado a Al Qaeda, en su lista oficial de organizaciones terroristas. Y ahora legisladores y exfuncionarios norteamericanos dicen que la decisión quizá limite al Gobierno estadounidense sus capacidades para hacer frente al grupo nigeriano que ha conmocionado al mundo con el secuestro de cientos de niñas inocentes».
De hecho, dos años antes, en 2021, mientras Clinton protegía activamente a Boko Haram para no imponerle la etiqueta de terrorista, un portavoz del grupo anunció que estaban planeando hacer algo como lo de Chibok –»infligir a los cristianos el temor al poderío del islam secuestrando a sus mujeres»–, aunque también a esto hizo Clinton oídos sordos. Notablemente, aunque los medios presentaron inicialmente a las escolares de Chibok como musulmanas, después se supo que eran cristianas, pero para entonces los medios ya habían perdido el interés.
La lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado es importante: ayuda a estigmatizar y condenar al ostracismo a grupos perversos y convierte en ilegal para las entidades norteamericanas hacer negocios con ellos. Más importante: permite a los servicios de inteligencia y de seguridad norteamericanos utilizar ciertas herramientas y adoptar ciertas medidas que de otra forma no serían legales, como las incluidas en la Ley Patriótica: una mayor vigilancia, una comunicación entre agencias más eficaz, etc.
Hablando sobre el fracaso de Clinton a la hora de aplicar la desginación de terrorista a Boko Hram, mientras simultáneamente lo condenaba por incurrir en un «acto de terrorismo» en Chibok, un exfuncionario norteamericano declaró:
«Lo único que podía haber hecho, la única herramienta que tenía a su disposición, no la utilizó. Y nadie puede decir que no se le apremió. Es de una tremenda hipocresía… El FBI, la CIA y el Departamento de Justicia realmente querían que Boko Haram fuera designado [terrorista], querían que las autoridades les dejaran ir a por ellos, y se lo hicieron saber repetidas veces a los cargos electos».
Por lo visto, esta es la respuesa oficial, firme y consistente, ya sea con Obama-Clinton o con Biden: Nigeria no es un país de especial preocupacion, aun cuando se siga librando en él un genocidio contra los cristianos.
Raymond Ibrahim, autor de Crucified Again («Crucificados de nuevo») y Sword and Scimitar («La espada y la cimitarra»), es Distinguished Senior Fellow en el Gatestone Institute, Shillman Fellow en el David Horowitz Freedom Center y Judith Rosen Friedman Fellow en el Middle East Forum.
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