Han transcurrido ya más de dos décadas que la guerra en los Balcanes se dio por terminada, una guerra terrible, sangrienta que, duró diez años, en pleno corazón de Europa y concluyó con la desintegración total de Yugoslavia. A pesar de ello, las ascuas de aquel conflicto todavía humean y de vez en cuando se avivan, como acaba de ocurrir en fechas recientes, este verano de 2022. Las tensiones entre Serbia y Kosovo son la mejor muestra de que, las heridad abiertas hace más de veinte años, aún siguen abiertas y sin cicatrizar…
Las trabas a los ciudadanos de ambos países para cruzar las fronteras entre ambos territorios han desembocado esta semana en barricadas, ruido de disparos y cruce de acusaciones por ambos bandos en conflicto. Estamos hablando de la disputa el territorio que se remonta en el tiempo más allá de 600 años.
Kosovo es para los serbios una región fundamental para explicar su historia, ya que la consideran la cuna de su nación y fue el lugar donde se fundó su Iglesia ortodoxa.
La gran batalla de Kosovo en 1389 marcó un hito histórico para Serbia, que perdió contra los otomanos la región kosovar. Aquella superficie (mayor a la actual) fue islamizada junto con el resto de territorios balcánicos que cayeron bajo el poder de los turcos.
Durante los cinco siglos en los que duró la presencia otomana, el número de albaneses (musulmanes) que se asentaron en Kosovo creció increíblemente.
Es precisamente esa disputa étnico-religiosa lo que ha generado grandes tensiones histórica, puesto que los serbios consideran que los albaneses se han apropiado del territorio. Este discurso es negado por parte de los albanokosovares, que afirman que son descendientes de pueblos que estaban presentes en la región desde el siglo V a. C.
En 1913, durante la primera guerra de los Balcanes, Serbia logró controlar el territorio kosovar. En los años siguientes, los albaneses acusaron a Serbia de promover el asentamiento de serbios en Kosovo con el objetivo de expulsarlos. Para evitar tensiones en la región, el dictador yugoslavo Josip Broz Tito dio a Kosovo mayor autonomía dentro de la propia Serbia. No obstante, con su muerte y el estallido de la guerra de Yugoslavia, el nacionalismo kosovar y el serbio vivieron un aumento de su rivalidad. Ambos se acusaban mutuamente de limpiezas étnicas, algo que fue aprovechado por el presidente serbio, Slobodan Milosevic, cuyo ascenso político esta motivado, entre otras cosas, por su cruzada contra la población albanokosovar.
El enfrentamiento armado llegaría a Kosovo varios años después que a otras regiones yugoslavas. Cuando Eslovenia, Croacia y Bosnia y Herzegovina ya eran considerados países independientes, Kosovo todavía poseía el estatuto de territorio autónomo serbio. Fue en el 1996 cuando surgió el Ejército de Liberación de Kosovo, que comenzó con sabotajes y ataques contra fuerzas de seguridad serbias.
En el año 1998 se desató definitivamente el conflicto directo entre serbios y kosovares, estos últimos apoyados, entre otros, por Albania. De hecho, buena parte de esa milicia kosovar apuntaba más hacia una unión con Albania (en lo que se consideraba la Gran Albania) que hacía un estado independiente. En la actualidad muchos kosovares siguen aspirando a la unión con Albania, y la bandera albana ondea en todo el país.
La causa kosovar comenzó a recibir cada vez más apoyo internacional, en especial de Estados Unidos. La participación de la OTAN, liderada por el español Javier Solana (en su equipo estaba por entonces un tal Pedro Sánchez), fue fundamental para la retirada serbia de Kosovo que, bajo «razones humanitarias», bombardeo en 1999 ciudades serbias dejando cientos de muertos.
Desde ese momento la situación ha sido de calma tensa. Kosovo y Serbia llevan a cabo desde 2011 difíciles y poco fructíferas negociaciones para normalizar sus relaciones. Las autoridades kosovares proclamaron en 2008 una independencia que Belgrado no reconoce y que ha sido apoyada por Estados Unidos y la mayoría de los socios de la UE, pero no por Rusia, China, India, Brasil o España, entre otros Estados.
Las tensiones actuales empezaron en 2021, cuando Kosovo ordenó que todos los conductores que entraran en el país, procedentes de Serbia utilizaran matrículas provisionales válidas durante 60 días; una medida que ya aplicaba Serbia desde 2008 para los conductores que entraran en territorio serbio desde Kosovo. La disputa se intensificó al anunciar la pasada semana que entraría en vigor una ley kosovar por la cual las personas provenientes de Serbia debía entregar sus documentos de identidad, que serían reemplazados por documentos emitidos por el gobierno de Pristina.
Tras una enorme tensión, el Gobierno kosovar se ha retractado (entre otro motivos por la intervención del Embajador de Estados Unidos). Kosovo ha anunciado que pospone su decisión si se retiran las barricadas que los serbios que habitan en el norte de Kosovo han establecido en dos pasos fronterizos que comunican la región con Serbia, cortando así el paso.
«Cuando se eliminen todas las barricadas y obstáculos, esta decisión se suspenderá hasta el 1 de septiembre de 2022«, ha dicho el ministro del Interior de Kosovo, Xhelal Sveçla, subrayando la importancia de que se garantice la libertad de circulación de ciudadanos y mercancías.
Además, el gobierno de Kosovo ha condenado «los disparos de personas armadas contra estructuras ilegales allí». «Se trata de la tendencia a desestabilizar Kosovo y poner en peligro la paz y la seguridad de los ciudadanos y de nuestro país. Ha habido numerosos actos de agresión en la tarde y noche, incitados y preparados por Belgrado», ha sostenido el Gobierno.
En Belgrado, el director de la Oficina gubernamental para Kosovo, Petar Petkovic, acusó a Kurti de intentar «incendiar el barril de pólvora» con blindados que tenía preparados para mandar al norte. «Hemos estado a un paso de un grave conflicto», aseguró Petkovic este lunes.
La Fuerza de la OTAN para Kosovo (KFOR) ha anunciado este domingo a última hora que «está preparada para intervenir» en el caso de que se ponga en peligro la estabilidad del norte de Kosovo. «La KFOR tomará todas las medidas necesarias para mantener un entorno seguro en Kosovo en todo momento, de acuerdo con su mandato de la ONU», ha hecho saber en un comunicado en su cuenta de Twitter.
Cinco países de la UE, incluida España, no reconocen la independencia de Kosovo. La UE, sin embargo, ejerce de mediadora en las negociaciones entre Belgrado y Pristina, de las que dependerían la normalización generalizada de relaciones y las posibilidades de adhesión de ambos países a la Unión Europea.
La postura de España desde Zapatero hasta Sánchez, pasando por Rajoy, ha sido la misma: negar la independencia y apoyar a Serbia. Los gobiernos españoles han defendido que la declaración de independencia vulnera la legalidad internacional, pese a que el Tribunal Internacional de Justicia consideró en 2010 que no violaba el derecho internacional general.
En la misma dirección, Pedro Sánchez, en su visita de hace una semana a Serbia, ha afirmado que «España está y estará al lado de Serbia en el contencioso de Kosovo», al mismo tiempo que hizo un llamamiento al diálogo entre las partes para resolver sus diferencias.
Para entender mejor el conflicto Serbio-Kosovar, es bueno que volvamos a la Historia:
Kosovo está situado en el sudoeste del terriotorio que históricamente ha sido siempre Serbia (aunque los albaneses lo nieguen), en la frontera con Albania. Kosovo pasó a formar parte de este país balcánico eslavo en el siglo XII. Pronto esta zona adquirió gran importancia para Serbia como centro político y religioso: la residencia del metropolitano serbio se encontraba en la ciudad de Pec.
En el siglo XIV, tuvo lugar una batalla histórica entre serbios y turcos en el campo de Kosovo: los serbios la perdieron, pero pasó a la historia como una «derrota gloriosa», recordada no solo por el alcance del desastre, sino también por el valor de los vencidos. El “ciclo de Kosovo” de la epopeya serbia, basado en las leyendas de la batalla en el campo de Kosovo, es uno de los más importantes para la cultura artística serbia y la autoconciencia en general. En una palabra, Kosovo para Serbia es históricamente más que una región.
Junto con toda Serbia, Kosovo estuvo bajo el dominio turco durante varios siglos. El dominio turco afectó a todos los aspectos de la vida del país, pero en el caso particular de Kosovo las circunstancias que siguieron son importantísimas:
La población de Kosovo era muy heterogénea, además de los serbios, vivían allí albaneses, un pueblo que se desarrolló, como los serbios, en la Edad Media. Los albaneses se islamizaron en masa bajo el dominio turco y se convirtieron en el baluarte del sultán en los Balcanes. En parte de forma natural: debido a la emigración de la población serbia a través del Danubio y el Sava, en parte como resultado de los esfuerzos conscientes de los funcionarios turcos, muchos musulmanes se mudaron a Kosovo y otras áreas: principalmente albaneses, pero también turcos.
A mediados del siglo XIX, el número de serbios y albaneses residentes en la región era aproximadamente igual. Este período coincidió con el momento del crecimiento de la «identidad nacional» en toda Europa. Sin embargo, no era realista trazar fronteras étnicamente justificadas en el territorio de la futura Yugoslavia en general y en Kosovo en particular: era un mosaico, donde el retrato étnico y religioso de dos ciudades vecinas podía ser fundamentalmente diferente. Además de los serbios ortodoxos y los albaneses musulmanes, había importantes comunidades de musulmanes serbios y católicos albaneses.
Como resultado, después del debilitamiento y posterior colapso del Imperio Otomano, Kosovo se convirtió en un área problemática. Después de todo ello, inicialmente Kosovo volvió a formar parte de Serbia y luego, junto con ella, pasó a formar parte de Yugoslavia.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se produjo la ocupación de Yugoslavia por parte del «Eje», Italia incluyó a Kosovo en Albania. Esto condujo a una limpieza étnica de la población serbia de la región, durante la cual muchos serbios huyeron o fueron asesinados.
Después de la derrota de Hitler, los líderes de Yugoslavia no intentaron el retorno de la población serbia de la región. Además, Josip Broz Tito consideró necesario fortalecer los lazos de la región con Albania. El líder yugoslavo planeó utilizar Kosovo como trampolín para influir en Albania. Sin embargo, por el contrario, la albananización de Kosovo continuó y la intención de que fuera un «puente hacia Albania» resultó ser insignificante.
Tras la caída del muro de Berlín, cuando Yugoslavia se derrumba, los serbios eran una minoría absoluta en la región. Las estimaciones varían, pero es poco probable que hubiera más del 20% de serbios en Kosovo. Los albaneses constituían de 2/3 a aproximadamente el 80% de la población (además, los musulmanes permanecieron en la región; en Yugoslavia, ésta es una seña de identidad nacional, al igual que los turcos y los gitanos).
Los movimientos nacionalistas albaneses han existido en la provincia desde la segunda mitad del siglo XIX. En las últimas décadas es cuando han pasado a la acción.
Durante la era de Tito, la policía y las fuerzas de seguridad reprimieron el separatismo. La actividad de los movimientos nacionales albaneses se redujo a actos de agitación, de vandalismo y delitos menores contra los serbios. En la década de los años 80 del siglo XX, ya se transformaron en revueltas apoyadas desde Albania. Se incendiaron casas e iglesias serbias, se amenazó a la gente y, en algunos casos, se la agredió y se la mató. La presión sobre la población serbia y montenegrina llevó al extremo de que los serbios abandonaron la región.
La economía se derrumbó debido a los conflictos nacionalistas como si se tratara de una losa. Kosovo era una provincia pobre con un bajo nivel de educación, un desempleo muy alto y un alto crecimiento demográfico. Kosovo estaba lleno de jóvenes sin perspectivas. Por otro lado, en el marco de la política general yugoslava en Kosovo, se fomentó la formación de los habitantes de la región, se creó una gran universidad en Pristina utilizándose el albanés como lengua vehicular. El último paso resultó ser un arma de doble filo: la universidad podía ayudar a resolver los problemas económicos y sociales, pero de hecho se convirtió en la fragua de la intelectualidad separatista albanesa.
«Algunos conflictos armados son como hermanos gemelos». En las décadas de 1980 y 1990 los acontecimientos se desarrollaron en un escenario muy similar al de una de las repúblicas rusas: Chechenia.
Los intentos iniciales de las autoridades serbias para hacer frente a la crisis se redujeron a limitar la autonomía de la región y obligar a estudiar en serbio. La región estaba fragmentada: las comunidades de serbios y albanokosovares apenas tenían contacto.
Yugoslavia se desmoronó a principios de la década de 1990. Kosovo no se mantuvo al margen del proceso: en 1991 se celebró un referéndum en la región, no reconocida por Belgrado, sobre la separación de Kosovo, así como elecciones presidenciales (tampoco reconocidas en la capital).
El nuevo líder albanés, Ibrahim Rugova, en ese momento consiguió el apoyo de la la OTAN y la ONU en los asuntos de Kosovo, tratando activamente de ganarse a los países occidentales para su lado. Rugova, un viejo disidente, crítico literario y editor (otra vez una curiosa “coincidencia” con Chechenia: los antecedentes del ideólogo clave de Ichkeria, Zelimkhan Yandarbiyev, eran similares) era un político flexible, y sus ambiciones se extendían más allá de Kosovo: a los territorios de Montenegro y Macedonia habitados por sus compatriotas por razón de «raza». A mediados de la década de 1990, tomó forma en Kosovo un ala poderosa de los separatistas, el Ejército de Liberación de Kosovo. Desde 1996-1997, se puede hablar de una transición a una campaña sistemática de violencia contra los civiles serbios y una guerra de guerrillas contra las tropas serbias para separarse de Yugoslavia. Si Rugova era partidario de la lucha política, a partir de entonces el ELK se pasó a la lucha armada.
Los métodos del ELK eran terroristas en el sentido más estricto y directo de la palabra «terrorismo». Así, el 9 de septiembre de 1998, los militantes del ELK mataron a 34 civiles serbios, albaneses leales al gobierno, así como a gitanos cerca del embalse de Radonich. En julio del mismo año, durante los combates cerca de la ciudad de Orahovac, el ELK tomó como rehenes al menos a 85 civiles serbios; la gente fue torturada, más de cuarenta personas murieron, las mujeres fueron violadas antes del asesinato (incluida una niña de 11 años).
Las tropas serbias también actuaron con dureza y brutalidad; el rueda de la violencia giraba rápidamente. Las tropas serbias no fueron capaces de bloquear la frontera con Albania, a través de la cual había un constante flujo de armas y mercenarios. Aunque el ejército y la policía confiscaron una parte importante de las armas e infligieron bajas a los activistas-separatistas, no pudieron detener por completo la violencia. Y lo que es más importante, debido a los combates y las purgas cada vez más feroces, la población serbia siguió disminuyendo.
Los albaneses de Kosovo también intentaron huir de la guerra, pero muchos de ellos acabaron traslándose a Albania, donde los esperaban para ser reclutados, y el sueldo de los separatistas kosovares era mucho más que la ración de un refugiado. Así fue que el ELK consiguió muchos nuevos reclutas.
Al mismo tiempo, el ELK no desdeñaba los más horrendos crímenes: el grupo adquirió la siniestra reputación de practicar el «trasplante negro», numerosos prisioneros fueron literalmente «destripados» para obtener órganos con los cuales se lucraba el ELK. Además de ello, según fuentes bien informadas, la principal fuente de ingresos del ELK era el tráfico de drogas.
El problema es que, políticamente, Yugoslavia, bajo el liderazgo de Slobodan Milosevic, se había convertido en ese momento en un país paria. De hecho, en Europa se discutieron iniciativas para dotar a la región kosovar de independencia estatal, al menos en 1997. Al mismo tiempo, los funcionarios de la OTAN por primera vez comenzaron a hablar de una intervención contundente en la crisis de Kosovo.
No hubo ninguna recriminación, ningún reproche, ninguna condena, por parte de los políticos occidentales contra los activistas albaneses y la propia Albania. En Kosovo, como en toda Yugoslavia, un sólo bando fue condenado, haci el otro todo fue simpatía. Belgrado estaba constantemente bajo la presión de la comunidad internacional. En septiembre de 1998, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó una resolución que obligaba a los serbios a retirar sus tropas de Kosovo.
Y en enero de 1999, ocurrió un evento trascendental. Cerca del pueblo de Racak, un policía serbio fue asesinado a tiros en una emboscada. Las fuerzas especiales tomaron Racak por asalto, lo que resultó en la muerte de muchos militantes y civiles. Según los serbios, los muertos eran en su mayoría terroristas. Sin embargo, la prensa mundial y los activistas de derechos humanos interpretaron el incidente como una limpieza étnica. De hecho, el material recopilado no permitía juzgar sin ambigüedades quién murió en Racak, y posteriormente el incidente fue excluido de la acusación en el juicio contra Milosevic en La Haya. Sin embargo, en 1999, a nadie le interesaban los matices y las ambigüedades. Los hechos de Racak se convirtieron en el prólogo del bombardeo de Yugoslavia por parte de las «tropas aliadas» de la OTAN.
Las conversaciones en Rambouillet, cerca de París, entre el líder terrorista Hashim Thaci y funcionarios serbios finalmente se interrumpieron. La parte yugoslava no pudo acceder a las exigencias del despliegue de tropas de la OTAN en la región, a su vez, la OTAN culpó a Belgrado del fracaso de las negociaciones.
Yugoslavia estaba lista para otorgar autonomía a Kosovo y un alto el fuego, pero la demanda de trasladar tropas extranjeras a la región se volvió inaceptable para ella. Después de eso, una coalición de países de la OTAN comenzó a prepararse para una operación militar.
El plan era usar ataques aéreos para derrotar a las fuerzas serbias en Kosovo y romper la voluntad de resistencia de Belgrado con ataques contra la infraestructura dentro de la propia Yugoslavia. Las operaciones terrestres eran solo de importancia auxiliar y se suponía que debían ser dirigidas por militantes del ELK.
La Fuerza Aérea Yugoslava y la Defensa Aérea eran muy débiles. Las armas antiaéreas terrestres estaban representadas por sistemas profundamente obsoletos y la aviación tenía apenas una docena de cazas relativamente modernos. La Alianza Atlántica, a su vez, desplegó más de mil aviones operando desde portaaviones y bases de Italia.
El 24 de marzo de 1999 comenzaron los primeros ataques con misiles de crucero. Fueron seguidos por incursiones de bombarderos en posiciones de defensa aérea yugoslavas. A los pocos días de tal presión, la OTAN ganó el espacio aéreo. La aviación serbia fue completamente derrotada.
Entonces comenzaron los atentados terroristas. Los ataques a las tropas no fueron muy efectivos: las pérdidas de las tropas serbias, con la excepción de los sistemas de defensa aérea y los aviones, fueron moderadas.
Sin embargo, los resultados de los ataques a la infraestructura civil fueron devastadores. Puentes, fábricas, centrales térmicas y centrales eléctricas, aeropuertos: todos los días, Yugoslavia perdía varias instalaciones importantes. La población civil también fue atacada: por ejemplo, el 14 de abril, un convoy de refugiados albaneses fue atacado cerca de Dzhakovitsa, matando a 73 personas. Además, un «misil inteligente» golpeó la embajada china, matando a tres personas. Las estimaciones del número total de víctimas se calcula en unas 5.700 personas.
En ese momento, una guerra estaba ocurriendo en la tierra. El comando serbio trató de no realizar batallas importantes, para no atraer al fuego del cielo, y los comandantes tácticos realizaron una serie de operaciones pequeñas. En ellas participaron hasta varias decenas de voluntarios de la antigua URSS. Los serbios temían que los rusos se volvieran incontrolables y se negaron a crear unidades rusas separadas, pero los pequeños grupos de 2 a 5 voluntarios estaban muy activos. Tres de ellos murieron en la batalla.
La propia Rusia, de hecho, se limitó a declaraciones y gestos. El país en ese momento era demasiado débil para resistir realmente a los países occidentales, y su economía estaba en ruinas. Por eso, incluso la Federación Rusa no ayudó a Belgrado suministrándole de armas.
El 10 de junio, Milosevic capituló y aceptó todos los términos de la OTAN. El día 12, las tropas rusas realizaron una manifestación espectacular, pero en última instancia sin sentido: una columna del grupo ruso de mantenimiento de la paz en Bosnia después de que la marcha ocupara el aeropuerto de la capital de Kosovo, la ciudad de Pristina. Como resultado, Rusia recibió el derecho de desplegar su pequeño contingente de mantenimiento de la paz en Kosovo; sin embargo, estas fuerzas simplemente no fueron suficientes para asegurar la región.
Las fuerzas del Reino de la Mafia
La OTAN entró en Kosovo. En este momento, la limpieza étnica se estaba desarrollando en la región. Hasta finales de febrero de 2000, 821 personas desaparecieron en la provincia, 910 fueron asesinadas, la mayoría de los serbios que aún vivían en la provincia huyeron. En total, según diversas fuentes, hasta 350 mil personas abandonaron Kosovo, principalmente serbios y gitanos. Las tropas de la OTAN no impidieron la limpieza étnica.
Las negociaciones sobre el estatus de la región se llevan a cabo desde hace varios años. En 2008, Kosovo declaró su independencia. Ha sido reconocido por una parte importante de los estados del mundo, pero países como China y Rusia no reconocen a Kosovo (España tampoco).
Un Kosovo independiente se enfrentaba a toda una serie de problemas. El alto desempleo no ha desaparecido, el país era y sigue siendo pobre. La balanza comercial de la república es negativa. Además, muchos de los principales políticos de la república han estado o siguen estando involucrados de alguna manera en el crimen organizado.
Quedan varias decenas de miles de serbios en Kosovo. La existencia de los que se quedaron fue y sigue siendo difícil, están sujetos a pogromos y discriminación encubierta pero severa. La mayor parte de los serbokosovares se han concentrado en el norte de la región.
Para Serbia, la cuestión de Kosovo sigue siendo un asunto de vital importancia. El país no ha aceptado la pérdida de la región, aunque Belgrado simplemente no tiene la oportunidad de recuperar a Kosovo y ponerlo bajo su jurisdicción.
Para Rusia, la historia del drama en torno a Kosovo puede y debe ser una lección. En gran medida, la caída de la región está relacionada con la política de los propios líderes yugoslavos. Así que fue el estímulo real del separatismo bajo Tito lo que dio resultados terribles después de la muerte del líder yugoslavo.
Además, los eventos en Kosovo jugaron un papel subestimado pero muy significativo en la política rusa.
La euro y americanofilia del gobierno ruso y de gran parte de la sociedad dio paso a una profunda desilusión tras los atentados de 1999. La resolución del conflicto organizada por Occidente no impidió la limpieza étnica, llevó a la destrucción y expulsión de una de las comunidades de la región, y entregó la región a señores de la guerra y mafiosos. La evidente injusticia de la supuesta «solución» de problemas nacionales de larga data ha sembrado la desconfianza en las instituciones internacionales y los estados que las han establecido y mantienen. Además, como han puesto de manifiesto los acontecimientos de las últimas semanas, el conflicto de Kosovo aún no puede considerarse resuelto.
Esta pequeña región todavía se tendrá que enfrentar a la amenaza de grandes trastornos.
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