ANTONIO GIL-TERRÓN PUCHADES
SI EL QUE AYUDA VOLUNTARIAMENTE AL NECESITADO, ES UN SERVIDOR, SERÁ TAMBIÉN UN SERVIDOR EL QUE LE DÉ A SU “ACTO DE AYUDA”, EL NOMBRE QUE LE PASE POR LOS COJONES
Lo más triste de toda esta historia es que la propia Iglesia Católica, mi iglesia, ha incorporado a su léxico y hecha suya toda esa verborrea laica y “políticamente correcta
No queremos caridad, queremos justicia!”, es el graznido populista de moda, no exento de casposa rabia laicista.
Ahora bien, cuando desmenuzamos la demagógica frase vemos que el diccionario define “justicia” como dar a cada uno lo que le corresponde, mientras que la palabra “caridad” es el sentimiento que impulsa a ayudar a las personas más necesitadas, independientemente de si lo merecen o no, y lo hacemos simplemente porque nos da la gana.
Términos como “solidario”, “compromiso”, “género”, “participación”, “taller”, “cooperación”, etc., forman parte del lenguaje considerado como “políticamente correcto”.
Por otro lado, vocablos como “compasión”, “caridad” o “misericordia”, han pasado a engrosar la lista negra de las palabras consideradas como “políticamente incorrectas”, dándose el kafkiano caso en el que, si yo me vuelco en ayudar – exclusivamente con mis medios – a una persona necesitada abandonada a su suerte por el Estado y las Administraciones Públicas que se supone que nos representan a todos, sean precisamente aquellos que no han movido un dedo por paliar el sufrimiento de esa persona concreta, los que me tengan que decir cómo se denomina mi acción, como ha sucedido en el caso de Amancio Ortega.
Así, me espetarán – imperativamente y con un medio salivazo – que mi ayuda a un necesitado no es caridad, ni misericordia, sino un “compromiso” “personal” y “solidario” de “justicia distributiva”.
Y un servidor lo llamará caridad, misericordia, amor al prójimo o – simplemente – cristianismo coherente; y si a los cursis bufones de lo “políticamente correcto” no les gusta, lo tienen fácil: que sean ellos, y sus compadres de “taller”, los que ayuden al desvalido y cuando lo hagan, que llamen a su acto como les dé la gana, pero que no se atrevan a dar nombre al mío.
El discurso ideológico de la izquierda ha criminalizado la palabra caridad y su práctica, como si de algo injusto se tratara, cuando la caridad nada tiene que ver con la justicia, sino que es hija del amor al prójimo; del amor cristiano.
Por otro lado, no piensen que esta machacona campaña mediática, forzando la uniformidad terminológica con arreglo a los cánones preestablecidos como “políticamente correctos”, es algo inocuo, fruto de la casualidad. No, no lo es, sino que obedece a un plan de despersonalización del individuo y sus valores, por la vía de la simplificación igualitaria y el adocenamiento moral con un tope por arriba, pero que por abajo llega a las cloacas.
Lo más triste de toda esta historia es que la propia Iglesia Católica, mi iglesia, ha incorporado a su léxico y hecha suya toda esa verborrea laica y “políticamente correcta”, como si tuviese algún tipo de síndrome de Estocolmo con sus críticos y perseguidores, cuando precisamente la Iglesia Católica es la ONG que más medios y recursos mueve a nivel mundial a la hora de dar de beber al sediento, de comer al hambriento, y vestir al desnudo.
FUENTE: https://www.periodistadigital.com/politica/opinion/columnistas/20211114/dictadura-minorias-chillonas-noticia-689404527555/
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