Francisco Rubiales Moreno
Ayer, 17 de marzo, en el Congreso, descubrimos que la España que nos está construyendo el gobierno de Sánchez, es también una España infeliz y desquiciada, donde diez personas se suicidan al día y miles son diagnosticadas de procesos de angustia, depresión y profunda tristeza.
Todo eso no es tanto consecuencia de la pandemia, sino también del mal gobierno, de la falta de ética reinante, de la corrupción que lo domina todo, de la desconfianza que genera la política, de la destrucción paulatina de la economía y de los derechos y libertades y de la incapacidad de Pedro Sánchez y de los suyos para crear ilusión y esperanza.
Otros muchos países del mundo sufren el azote de la pandemia, pero ninguno como España está desarrollando tanta enfermedad mental, desánimo y depresión entre sus ciudadanos.
Hay cientos de miles de españoles consumiendo ansiolíticos y medicamentos hipnóticos y relajantes porque se desmoronan al enfrentarse con la sucia realidad que está creando el peor gobierno de España desde los tiempos del Fernando VII. Los problemas de depresión, angustia y desquiciamiento son especialmente graves en el colectivo de los autónomos y de los pequeños empresarios, que asisten impotentes a la ruina de sus negocios y al hambre de sus familias.
Las «colas del hambre» españolas son ya famosas en Europa, cuyos corresponsales las televisan con frecuencia y las utilizan como recurso visual para expresar los estragos que provoca la pandemia, aunque en el caso español los culpables, además de la pandemia, son Pedro Sánchez y su inepta y voraz tribu comunistoíde.
El gobierno de España, donde conviven socialistas degradados por el sanchismo, comunistas revanchistas, indepedentistas llenos de odio y amigos del terrorismo asesino de ETA, ha olvidado que el primer deber de un gobierno es lograr la felicidad de sus ciudadanos. Las enfermedades mentales, la angustia, las colas del hambre, el desempleo masivo y los suicidios que asolan el país son la más dura y patente demostración del enorme fracaso de este gobierno inepto y desalmado, que sólo sabe disfrazar la realidad con la ayuda de la propaganda y de los periodistas y medios de comunicación sometidos.
La salud mental de España cae en picado y debajo no hay red. Diez suicidios diarios y millones de españoles con depresión convierten el país en un desastre, cuya única terapia razonable es acabar pronto con este gobierno dañino.
El país está lleno de jóvenes sin ilusión ni horizonte, que buscan en la fiesta y la bebida el remedio a un futuro marcado por la falta de ideales e ilusiones, el desempleo y la pobreza.
La España de Pedro Sánchez es ya un país triste, cuando hace pocos años era el país más alegre y divertido de Europa.
Los problemas mentales afectan de lleno al gobierno y a la clase política española. En as páginas de la prensa y en los noticieros de radio y televisión aparecen estos días publicados perfiles psicológicos de los personajes con más poder en España, que en muchos casos reflejan a psicópatas afectados por la arrogancia, el desprecio a los ciudadanos y otros síntomas espeluznantes del llamado «Síndrome de Hubris», también conocido como la enfermedad del poder, que convierte en monstruos miserables a gobernantes, dedicados a destrozar a sus pueblos y naciones.
La clase política española lleva décadas promoviendo el odio entre españoles, la envidia y la muerte de los valores. Han querido asesinar la idea de Dios y han pretendido sustituir al Creador por el Estado, un Estado miserable, injusto y desequilibrado, manejado por ellos mismos.
La corrupción, la codicia del gobierno, la injusticia, los impuestos abusivos y la falta de ejemplarizad lo asolan todo. El panorama es tan triste que el suicidio, para muchos, es una liberación.
Como muestra de la bajeza reinante, siguiendo estrictas órdenes del gobierno, el número de suicidas es ocultado por los medios porque los políticos, con razón, piensan que esa lacra refleja la insatisfacción e infelicidad del pueblo bajo su mandato. En contrapartida, demostrando de nuevo su bajeza, exageran las muertes de mujeres por sus parejas, porque ese dato le conviene a la izquierda, aunque el número de mujeres asesinadas es más de cien veces inferior al de varones suicidados.
Pura injusticia demente «made in Spain».
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