Miquel Porta Perales
La sociedad del ego, del multiculturalismo, del cultivo del cuerpo, de la ecología de postal, de la inefable trascendencia posmetafísica, de la sociedad del espectáculo en colores.
En un ambiente en que predomina el tattoo y las energías que provienen del más allá sustituyendo a los dioses y las diosas corrientes -añadan los piercings y las dilataciones en el lóbulo de la oreja-, las muchachas y muchachos –por lo que aquí nos interesa se excluye a los mayores de 35 años- que participan en el programa de citas First Dates de Cuatro, brindan a los sociólogos un material de campo que permite clasificar a una parte de la juventud española de la tercera década del siglo XXI.
La hipótesis es la siguiente: más allá de la taxonomía generacional establecida, que abarca las últimas décadas del XX y primeras del XXI –generación X, generación Y o millennial y generación Z o centenial-, existe hoy una variante con características propias. Cosa que se advierte en las conversaciones que mantienen los concursantes mientras cenan.
La especificidad de la generación First Dates o generación guay se percibe en el relato y en la estética
La especificidad de la generación First Dates o generación guay –propia de la época en que vivimos: ahí está el quid de la cuestión- se percibe en el relato y en la estética. Especialmente, en la valoración de sí mismo, en el sexo y en las aficiones. Y en la imagen.
La valoración de sí mismo no admite discusión: soy el mejor o la mejor. De hecho, unos y otras parecen haber recibido un cursillo acelerado de autobombo. De ahí, que en muchas cenas la palabra más utilizada es el pronombre personal, masculino o femenino, en singular, Yo. Tan es así que en muchas ocasiones asistimos a una guerra de yoes. O al dominio de un Yo sobre el otro Yo.
Un autobombo que aparece durante la cena. “Yo me amo a mí mismo”, dijo un concursante. “Arrollador”, dijo otro de sí mismo. “Mi gran amor soy yo”, concluye un tercero que dice “cuidarse día y noche”. Más: “tengo carácter”, “Yo me gusto”, “tengo la maldición de los guapos”. Y para quien tenga dudas, ahí está el volumen muscular que se percibe por debajo de un jersey y unos pantalones estrechos. Lo dicho vale igualmente para las chicas.
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Él y ella toman la palabra: “soy muy activo, me gustan las personas sin importarme el sexo, me gusta probar cosas nuevas, parece salido del talego y me pone, la lencería y los tacones me dan morbo, me pone ver a una chica conducir, me gustan las sumisas y las fogosas, me gusta que me masajeen la espalda, yo a esa le quito los nervios durante una noche en un hotel, me gusta que los hombres me miren desnuda y ya me entiendes, el tamaño es importante, ¿lo tienes grande –la chica al chico- y lo sabes usar?, prefiero el hombre metrosexual, tomo partida por las relaciones abiertas, soy bisexual, fantaseo con uno u otro sexo, ¿tú lo harías conmigo -la chica al chico- ante la cámara?, amo el sexo porque vengo del sexo.”
Y el hip hop, pasarlo genial, viajar, los videojuego, las energías –la creencia por antonomasia de esta variante generacional-, el vivir a tope, el gimnasio, el deporte, el yoga, el senderismo, la naturaleza, los animales, las motos, las fiestas, los amigos, publicar contendidos en la Red para alcanzar la categoría de influencer, vestir ropa que permita ver el tattoo, el vino blanco, la cerveza, los espaguetis y un montón de cosas que son “guay” o “superguay”.
Vale decir que el adjetivo o adverbio guay es uno de los términos más usados y que mejor caracterizan a la variante generacional First Dates. Concretando: todo lo bueno, lo estupendo, lo maravilloso o lo fantástico es –para la variante generacional- guay. ¿Para qué quiero una persona normal?, concluye un concursante.
Les representa el tattoo –avasallador-, los piercings, las dilataciones en el lóbulo de la oreja, la ropa muy ajustada, con transparencias y aperturas en zonas estratégicas –“por la raja de tu falda yo/tuve un piñazo con un Seat Panda/y me temblaron las piernas/al ver de nuevo la raja de tu falda”- y el calzado ad libitum.
Ni X, ni millennials, ni centenials, ni chonis, ni canis: una variación de los tipos clásicos de la taxonomía generacional establecida que es el reflejo de la sociedad en la cual viven los guays. La sociedad del ego, del multiculturalismo, del cultivo del cuerpo, de la ecología de postal, de la inefable trascendencia posmetafísica, del sexo liberal a la manera del club de intercambios en su versión amateur, de la sociedad del espectáculo en colores.
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Una variante generacional en formación que contagia/induce determinadas actitudes y comportamientos –“tenemos muchas cosas en común”, suelen decir los concursantes para activar una nueva cita: una reacción circular, diría un sociólogo- con cierto poder de sugestión. Un mundo encerrado en sí mismo. Un espejo que multiplica hasta el infinito la propia imagen. Una endogamia aventurera y probablemente sin futuro.
FUENTE: https://www.economiadigital.es/ideas/la-generacion-guay.html
El nuevo libro de Miquel Porta Perales, Sumisión en la granja (ED Libros, 2019), logra el respaldo de la crítica por sus «frases cortantes, puyas, agitación…» (La Vanguardia). Y es que cuando “el pensamiento crítico zozobra, conviene recobrar fuerzas con Porta Perales” (ABC).
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