La hipocresía proteccionista de los líderes de la Unión Europea: La UE debería mirarse a un espejo antes de criticar a Donald Trump

CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
En el complejo escenario del comercio internacional, el debate entre proteccionismo y libre comercio se ha convertido en un asunto que genera tensiones políticas y económicas entre las principales potencias mundiales. Mientras la administración de Donald Trump utiliza aranceles recíprocos —bajo la premisa de «ganar» en la balanza comercial— para presionar a sus socios y renegociar acuerdos, la Unión Europea critica estas medidas sin reconocer que, durante décadas, viene manteniendo un entramado proteccionista propio, lo cual implica, lógicamente, la imposición de aranceles a quienes pretenden vender sus productos, bienes y servicios procedentes de países no pertenecientes a Europa. Esta doble moral no solo distorsiona el comercio global, sino que también limita el crecimiento económico y afecta el bienestar de los ciudadanos. En este artículo se pretenden analizar las políticas comerciales de Trump y la UE, sus implicaciones históricas y económicas, y se proponen alternativas para un futuro basado en el libre comercio real y la modernización.
La filosofía comercial de Trump: Ganar a toda costa, a cualquier precio…
Desde hace décadas, Donald Trump ha defendido una visión simplista del comercio internacional, basada en la idea de que un superávit comercial es sinónimo de éxito y un déficit de fracaso. Según esta lógica, el comercio se reduce a una simple cuestión: la balanza comercial bilateral. Por ejemplo, en 2023 EEUU registró un superávit de 4.100 millones de dólares con países pequeños como Micronesia o Belice, cifras que Trump alaba, a pesar de representar apenas el 0.01 % del PIB estadounidense. Al mismo tiempo, ignora los enormes déficits con socios clave como China, México y Canadá, que suman cifras que impactan de manera sustancial el comercio exterior.
El «Día de la Liberación», celebrado el 2 de abril de 2025, fue el escenario de un espectacular evento en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, donde Trump anunció un nuevo paquete de aranceles recíprocos. Con comentarios que minimizan el impacto del alza en precios —asegurando que los consumidores estadounidenses optarán por productos nacionales más caros—, Trump demuestra su obsesión por «ganar», aun a costa de generar incertidumbre en los mercados. Esta estrategia, que algunos consideran casi cómica, es en realidad una táctica para presionar a sus socios comerciales y negociar desde una posición de supuesta superioridad, utilizando factores que, en el fondo, son ruido estadístico sin relevancia económica real.
La hipocresía proteccionista europea
Es paradójico que, mientras Trump se enorgullece de imponer aranceles como herramienta de negociación, la UE se presente como bastión del libre comercio, sin reconocer su propio historial proteccionista. Durante décadas, la Unión Europea ha mantenido altos aranceles, cuotas y barreras regulatorias para proteger sectores estratégicos como la agricultura, la automoción y la industria manufacturera. Medidas como la Política Agrícola Común (PAC) y las normativas sobre alimentos y medio ambiente han permitido a Europa salvaguardar su producción local frente a competidores internacionales que producen de forma más barata y con estándares menos exigentes.
Líderes europeos como Mario Draghi han advertido sobre los elevados costos que supone la sobrerregulación, la cual incrementa el precio de los bienes en un 42 % y el de los servicios en más del 100 %, asfixiando la innovación y la competitividad. Así, mientras la UE critica a Trump por sus políticas arancelarias basadas en argumentos sanitarios o ambientales, ella misma se vale de estas mismas herramientas para proteger su mercado interno. La hipocresía es patente: la UE mantiene un discurso en el que predomina la retórica -hueca- del libre comercio, pero mantiene una estructura de proteccionismo sofisticado. multitud de aranceles que distorsionan el comercio global.
Proteccionismo vs. libre comercio: Lecciones históricas y realidad actual
Históricamente, el proteccionismo ha sido empleado para impulsar el desarrollo industrial y proteger economías emergentes. Desde el siglo XIV, cuando Eduardo III de Inglaterra prohibió la importación de telas de lana, hasta la Revolución Industrial, los aranceles han sido vistos como instrumentos para fomentar industrias locales. Sin embargo, la experiencia del siglo XX, ilustrada por la Ley Smoot-Hawley en Estados Unidos, muestra que el proteccionismo excesivo puede desencadenar crisis económicas y conflictos internacionales.
Economistas como Javier Milei sostienen que la prosperidad se alcanza mediante la apertura comercial, la especialización y la competencia. Las barreras comerciales, al limitar el acceso a mercados más dinámicos, generan ineficiencias y empobrecen a la economía a largo plazo.
El debate de las medidas arancelarias y la doble moral en el comercio
Los datos del comercio internacional revelan que, a pesar de las críticas de Trump a los supuestos aranceles “excesivos” de otros países, las cifras muestran que el sistema arancelario es complejo y a menudo asimétrico. Por ejemplo, mientras Estados Unidos exhibe grandes déficits comerciales con países como China y México, al mismo tiempo registra superávits insignificantes con naciones de pequeño tamaño, que no tienen impacto relevante en su economía. La verdadera esencia del comercio global radica en la competitividad, la innovación y la eficiencia productiva, no en cifras superficiales.
En este sentido, la estrategia de aranceles recíprocos de Trump se enfrenta a críticas de economistas que sostienen que la balanza comercial bilateral es un dato engañoso. Los analistas argumentan que medir el éxito comercial basándose únicamente en superávits o déficits es comparable a juzgar el rendimiento deportivo sin considerar el contexto global.
La UE frente a la subida arancelaria de Trump: ¿Qué se debe hacer?
Ante la creciente tensión generada por la política arancelaria de Trump, surge la interrogante: ¿cómo debería responder la UE? Son muchos los que proponen acciones como las que siguen:
- Eliminar todos los aranceles y barreras comerciales: Fomentar una apertura genuina de los mercados, permitiendo que la competencia regule los precios y la calidad.
- Eliminar el Pacto Verde y regulaciones excesivas: Abandonar normativas que, bajo el pretexto de proteger el medio ambiente, asfixian la innovación y aumentan los costos.
- Rebajar sustancialmente los impuestos: Incentivar la inversión, la creación de empleo y el crecimiento económico en general.
Estas medidas no solo ayudarían a contrarrestar las consecuencias de los aranceles, sino que también colocarían a Europa en una mejor situación para negociar en el ámbito global. Como han señalado Manuel Lamas y Javier Milei, la verdadera prosperidad se alcanza mediante la apertura comercial, no mediante la imposición de barreras que, a largo plazo, empobrecen la economía.
El proteccionismo: Una trampa que conduce a la pobreza
El proteccionismo es empobrecedor. Las políticas que restringen el libre comercio, limitan la competencia y elevan los costos de producción impiden el progreso y la generación de riqueza. La historia nos muestra que, cuando se imponen barreras comerciales, se crean ineficiencias que ralentizan el crecimiento económico y, en última instancia, perjudican a los ciudadanos. Este fenómeno se ha observado desde la puesta en práctica de medidas proteccionistas en el siglo XIX hasta las actuales que han contribuido a tensiones comerciales globales y crisis económicas.
Conclusión: Una llamada a la coherencia
La hipocresía proteccionista europea es innegable. Mientras la UE critica las políticas arancelarias de Trump, mantiene desde hace décadas un entramado de aranceles, cuotas y regulaciones que distorsionan el libre comercio y perjudican a sus propios ciudadanos. El proteccionismo, a pesar de ofrecer aparente seguridad y protección a corto plazo, ha demostrado históricamente ser una estrategia empobrecedora que limita la innovación y la competitividad.
Europa -mejor dicho, sus gobernantes- debe mirarse al espejo, reconocer su doble moral y adoptar un modelo de libre comercio que fomente la especialización, la eficiencia y la generación de riqueza. Reducir la burocracia, eliminar regulaciones ideológicas innecesarias y rebajar impuestos son pasos fundamentales para liberar a sus empresas y abrir sus mercados a la competencia global.
En última instancia, la verdadera prosperidad se alcanza mediante la apertura y la cooperación, no mediante el aislamiento y la protección excesiva. La UE tiene la oportunidad de liderar este cambio y construir un futuro más dinámico y competitivo, pero para ello debe abandonar las prácticas proteccionistas que la han encadenado durante décadas.
La lección es clara: menos barreras y más libertad comercial son la clave para un crecimiento perdurable y el bienestar de todos sus ciudadanos.