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La inacción, la negligencia criminal, en la limpieza, la conservación y el mantenimiento de los ríos, arroyos, barrancos, torrenteras, etcétera conducen inevitablemente a desastres como el ocurrido en Valencia y provincias limítrofes.

Permítanme que comience este texto rememorado lo sucedido en mi tierra hace aproximadamente año y medio:

En mayo de 2023 hubo un terrible incendio en el norte de Extremadura, en la comarca de Las Hurdes, que llegó a extenderse hasta la sierra de Gata y se acercó a la frontera sur de la provincia de Salamanca. Como resultado acabaron quemadas más de12.000 hectáreas durante los cuatro días que tardó en ser controlado. Afortunadamente, no hubo que lamentar ni heridos ni muertos, tan solo pérdidas económicas y emocionales, que no es poco ni ningún consuelo.

A aquel desastre, como a muchas más catástrofes, acabó aplicándosele la «damnatio memoriae», la condena al olvido… ¿Quién se acuerda ya de ello, transcurrido año y medio? ¿Se han emprendido acciones concretas, desde entonces, para que no vuelva a repetirse algo semejante, o de mayor magnitud?

Es importante subrayar que no es la primera vez que sucede tal cosa, en la Sierra de Gata y las Hurdes ha habido dos incendios más en las últimas décadas, tan devastadores como el que narramos… y parece que las autoridades no escarmientan.

Entre otros factores que propician el fuego está el hecho de que, durante las repoblaciones forestales efectuadas en ambas comarcas de la provincia de Cáceres, entre 1950 y 1980, se plantaron pinos y eucaliptos que arden con facilidad y dificultan la extinción de los incendios.

No es la primera vez, tampoco, en que se alzan voces para criticar la presencia de pinos, por ser altamente combustibles… tampoco es la primera vez que los habitantes de ambas comarcas exigen que sean reemplazados por robles, encinas, alcornoques, olivos u otras especies menos problemáticas.

Son muchos, legión, quienes culpan a las instituciones de que el monte esté sucio y lleno de rastrojos, y reclaman recuperar la forma de vida de sus antepasados, por ejemplo, con la cría de ganado caprino y se mantengan los montes limpios.

Pues, «eso», todas o casi todas las taifas del «estado autonómico» poseen consejerías de medio ambiente, y hasta para combatir la «emergencia climática» y el «calentamiento global»; también abundan por todo el territorio español direcciones generales de protección civil, de medio ambiente, de asuntos sin importancia, por no llamarlos estúpidos, y hasta de la caída de la hoja en otoño (algunos de esos organismos «con perspectiva de género»), pero, por el contrario, no hay brigadas forestales que limpien los bosques y eliminen la hojarasca, los rastrojos, las ramas caídas, etc. y que además hagan cortafuegos.

En fin, todo lo que se hacía en aquellos tiempos de los que apenas nadie quiere acordarse, pues eran prácticas fascistas, como la reforma agraria realizada en España tras la guerra «incivil», como la construcción de pantanos, la construcción de viviendas baratas, y demás acciones horrendas de «la dictadura» de un general al que han aplicado la damnatio memoriae, condenado al olvido después de ser profanada su tumba.

Recuerdo que, en mi infancia, cuando yo vivía en Retamal de Llerena (sureste de la provincia de Badajoz) era mucha la gente, campesinos y ganaderos que durante el invierno recogían jaramagos, rastrojos, ramas caídas y talaban árboles para limpiar las arboledas cercanas; con los cuales hacían «picón», carbón vegetal, y así aportaban una renta extra a sus austeras economías familiares…. Me consta que así se funcionaba en toda España, allí donde había bosques, en los que se plantaban árboles propios de la zona, los que se consideraban más apropiados, y se hacía leña con los árboles y ramas caídas, o con la tala anual, etc.

Destaco todo ello porque las víctimas de las leyes educativas progresistas, los urbanitas y quienes han sufrido desmemoria, parece que piensan que España nació ayer o antes de ayer, e ignoran nuestra forma de vida, mejor dicho, la de nuestros antepasados, nuestra historia, nuestras costumbres, nuestra tradición…

Quienes nos malgobiernan, mayoritariamente urbanitas que no saben diferenciar un olivo de una encina, o el jamón serrano del ibérico, dado que sólo se aproximan al campo o al bosque en vacaciones y lo ignoran todo acerca de quienes viven en y del bosque, son los que adoptan decisiones a cual más disparatada, que acaba repercutiendo gravemente en quienes viven en las zonas rurales y al mismo tiempo que hablan de fijar población y revitalizar la «España vaciada», se han convertido en los más peligrosos enemigos del campo español, y por supuesto de nuestros bosques.

Si de veras quisieran acabar, o como poco frenar el vaciamiento de la España rural, emprenderían acciones para que las personas desempleadas (en lugar de cobrar, sin más, el seguro de desempleo u otros subsidios) se ganaran la vida trabajando, haciendo cosas útiles para España, y para ellos mismos, como cuidar los bosques.

Ahora, quienes dicen estar ocupados y preocupados en la prevención de incendios y el cuidado de nuestros bosques, desde sus despachos de multitud de «consejerías», direcciones generales, con su legión de expertos y asesores, etc. todos ellos miembros de las agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos, hacen su «trabajo» en despachos, con aire acondicionado, y calefacción, tomando café, chateando por sus teléfonos, y cotilleando por las redes sociales de internet,… y mientras tanto, los agricultores y ganaderos que viven en zonas rurales, tienen casi prohibido salir al monte, realizar talas… y como tengan la ocurrencia de llevarse una rama caída en el suelo, o pretendan llevar a cabo alguna clase de limpieza, se les puede caer el pelo y ser sancionados de forma especialmente severa, imponiéndosele multas enormes.

Lo mismo se puede afirmar de la LIMPIEZA, LA CONSERVACIÓN Y El MANTENIMIENTO DE RÍOS.

En España, aunque los fanáticos de la religión de la «Calentología y el cambio climático» lo nieguen, siempre ha habido tormentas, granizadas, riadas, etcétera, y lo raro es lo contrario. Año tras año, salvo que se emprendan acciones como desviar los cauces de algunos ríos, se canalicen, se construyan presas y azudes, se draguen y múltiples acciones más encaminada a la limpieza y el mantenimiento; es posible que se produzcan desbordamientos e inundaciones, con mayor o menor poder destructivo. Un ejemplo de ello es que por estas fechas todos los años los informativos de las televisiones nos cuentan acerca del desbordamiento del río Ebro a su paso por Zaragoza y el delta del mismo río, que lleva aparejada la destrucción de cultivos, de muerte de animales por ahogamiento, de muertes de personas, de viviendas, de infraestructuras de toda clase. Y pasa el tiempo, y nos vamos haciendo viejos y vuelta a empezar.

Y, además, para recochineo cuando llegan los meses secos del año debido a que no se almacena agua suficiente, o no se desvía a otros ríos, año tras año vuelve la «pertinaz sequía» y que en multitud de lugares de España haya problemas serios para abastecer a la población de agua para beber, o para aseo, y, por supuesto, para el riego en la agricultura… Y todo ello es debido a la terrible influencia de los miembros de la religión de la «Calentología y el cambio climático» sobre los gobiernos que han ido alternándose en España en las últimas décadas que, han renunciado a poner en marcha cualquier tipo de Plan Hidrológico Nacional, aparte de las confrontaciones entre los gerifaltes de las diversas taifas (léase comunidades autónomas) por el control del agua de los diversos ríos que atraviesan los territorios de ellos dependientes. Evidentemente, un tremendo caos que corrobora que España es un estado fallido, en este asunto como en la mayoría de los que inquietan, ocupan y preocupa a los españoles decentes.

Por supuesto, respecto de lo ocurrido en Valencia y alrededores en los últimos días, no hay que olvidar que muchos de los daños causados por las crecidas e inundaciones de los ríos, tiene su origen en una mala ordenación territorial y una pésima planificación urbanística. No tiene ni pies ni cabeza que las autoridades permitan construir y habitar zonas inundables sin tomar las precauciones debidas para evitar que se produzcan inundaciones.

Durante la última semana, los meteorólogos (que tienen la osadía de vaticinar los cambios que van a producirse en el clima dentro de cincuenta o cien años, y fallan más que las escopetas de feria cuando nos anticipan qué tiempo atmosférico hará dentro de una semana, o dentro de varios días) anunciaban la llegada de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que no es otra cosa un sistema de bajas presiones en los niveles altos de la atmósfera que, baja generando episodios como los ocasionados en Valencia y las provincias limítrofes. Estamos hablando de lo que mucha gente sigue llamando “Gota fría”.

Pues bien, como en España no solemos acordarnos de Santa Bárbara más que cuando truena, ahora aparte de lamentarnos, de tratar de justificar la catástrofe de muchísimas formas, de buscar culpables, de tirarnos los trastos a la cabeza… tampoco hay que olvidar la decencia, la generosidad, las muestras de solidaridad de multitud de españoles con los damnificados. El caso es que, apenas nadie va más allá, nadie de quienes tienen capacidad de decidir, de emprender acciones para que no vuelvan a repetirse escenas como las que estamos viendo en las televisiones, nos cuenta qué va a hacerse de manera que el año próximo no tengamos que volver a lamentarlo.

Evidentemente no es cosa de fustigarse, de darse latigazos, de ponerse un cilicio, infligir castigos severos a los responsables, aunque a algunos habría que sentar ante los tribunales para que sean castigados por su inacción y su negligencia criminal. Pero, eso no es lo más importante.

Ahora toca hacer lo que se sabe que funciona, lo que la experiencia aconseja y no repetir hasta el hartazgo estupideces como lo del cambio climático.

Evidentemente hay que limpiar barrancos, torrenteras, arroyos, ríos y sus afluentes, construir presas allá donde sean necesarias, desviar cauces de algunas corrientes de agua, canalizar donde también sea preciso, dragar donde sea imprescindible, y todo lo necesario para que no vuelva a suceder lo ocurrido en Valencia y las provincias limítrofes. Hay que procurar que mejore la capacidad de desagüe de las diversas corrientes de agua (incluyendo las estacionales) para minimizar los riesgos, y por tanto que haya menor probabilidad de inundaciones. 

En muchos lugares es absolutamente imprescindible dragar pues, aunque el riesgo cero sea imposible de conseguir, hay que intentar disminuir el impacto de las crecidas y que el número de inundaciones sea menor. El dragado es el único recurso para evitar que se eleve el nivel de las aguas.

Estas labores de conservación y limpieza, de las que vengo hablando no duran eternamente, pero suponen un mantenimiento que permite ahorrar pérdidas económicas y personales, muy superiores al coste del propio mantenimiento del río.

También hay que tener en cuenta que limpieza, la conservación y el mantenimiento de nuestros ríos (y de arroyos, barrancos y torrenteras), además de prevenir riesgos y evitar perjuicios económicos pérdidas de vidas humanas, pueden ser acciones generadoras de empleo, sobre todo en el medio rural, en la España vacía, mediante acuerdos para que parte de las tareas las asuman quienes viven en las cercanías de los ríos que, obviamente habrían de recibir la correspondiente compensación económica,… estás tareas deberían planificarse en cada cuenca fluvial para tener una continuidad en el tiempo, de tal modo que así se crearían empleos estables.

En fin, como dice el refranero «más vale prevenir que curar».

Por cierto, sería bueno dejar a un lado mezquindades, ruindades y ponerse todos manos a la obra, empezando por el gobierno central, dando órdenes inmediatas, movilizando a nuestras fuerzas armadas, haciendo regresar, si es preciso, a todos los soldados que tenemos desperdigados por todo lo largo y ancho de este mundo, en misiones bélicas en las que nada se nos ha perdido, para que acudan sin demora a ayudar en todo lo que sea necesario en Valencia y las provincias limítrofes a tratar de ayudar a los españoles damnificados por la «penúltima gota fría» en labores de descombro, realojo, alimentación y un largo etc. ¿O acaso no se lo merecen?

Y ya, para terminar, hay que empujar lo que sea necesario para sentar ante los tribunales a los responsables de tan terrible tragedia debido a su inacción y negligencia criminal…

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Carlos Aurelio Caldito Aunión

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