Por David de Caixal : Historiador Militar. Director del Área de Seguridad y Defensa de INISEG. Director del Máster de Historia Militar de INISEG / Universidad Pegaso. Director del Grupo de Investigación del CIIA (Centro Internacional de Investigación Avanzada en Seguridad y Defensa de INISEG-Universidad Pegaso. Membership in support of the AUSA (Association of the United States Army) Miembro asesor de la Sección de Derecho Militar y Seguridad del ICAM (Ilustre Colegio de Abogados de Madrid). Miembro del Grupo de Investigación de INISEG y “The University and Agency Partnership Program » (UAPP) proyecto universitario para la difusión de la Cultura de la Defensa de Estados Unidos.
Lo cierto es que hay muy poco conocimiento público sobre las actividades del régimen iraní y el Hezbollah libanés en América Latina. Son escasos los medios de prensa en idioma español que a través de expertos han publicado análisis serios sobre las actividades de Irán y Hezbollah a nivel regional.
Aunque el grupo terrorista trabaja de manera clandestina, existen nombres claves que han impulsado su presencia y operaciones desde el país suramericano. Tanto el régimen de Irán como el grupo terrorista Hezbolá mantienen su base de operaciones en Venezuela, bajo la mirada complaciente y la cooperación del régimen de Nicolás Maduro; un hecho que revela cómo ese país se ha convertido en una amenaza para la región. «Irán y Hezbolá tienen una sólida base de operaciones en Sudamérica en alianza con la narcodictadura de Nicolás Maduro. Si fracasamos en Venezuela, desde mi punto de vista, para la comunidad internacional, representa una victoria para el terrorismo, la delincuencia transnacional organizada y el antisemitismo». Hezbolá es un grupo político y armado chiíta considerado como terrorista que opera en el Líbano desde finales de la década de los 80. Se formó durante dos conflictos como la Guerra Civil Libanesa (1975 – 1990) y la Guerra del Líbano (1982) que están íntimamente relacionados con el conflicto árabe-israelí. Sus objetivos principales, por lo menos históricamente hablando, es la eliminación de la influencia israelí y de las potencias occidentales, además del establecimiento de una república islámica en Líbano, que cuenta con una población considerable de cristianos. La llegada al poder de Hugo Chávez, la victoria de gobiernos izquierdistas como los ya mencionados, y la asunción del presidente Mahmud Ahmadineyad en agosto de 2005, son factores todos que inauguraron un ambiente propicio para una mayor presencia de Irán en la región latinoamericana, especialmente con los países que son miembros o simpatizantes del ALBA, presencia que va más allá de los ámbitos energéticos, comerciales y económicos. Hasta ahora, solo ha habido un puñado de declaraciones públicas por parte de funcionarios de los gobiernos regionales. Aunque es seguro asumir que los oficiales de inteligencia y militares de los EEUU tienen mucha más inteligencia sobre tales actividades que lo que han hecho público. También se puede asumir que su conocimiento constituye solo una parte del total de las actividades del régimen iraní y de Hezbollah en la región. Los lazos entre Venezuela e Irán se fortalecieron desde las presidencias de Ahmadinejad y Chávez en el año 2005.
Sin embargo, una fuerte red de apoyo a Hezbollah ha existido en Venezuela desde mucho tiempo atrás, el grupo político-terrorista libanés ha tenido células en Venezuela desde principios de los años 90, según lo explica en un informe de julio de 2003 Mark Steinitz, el entonces director de la oficina de análisis de terrorismo en la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado. Al mismo tiempo, la Isla Margarita, en la costa caribeña de Venezuela, sirve desde principios de 2000 como un centro para el tráfico de drogas para Hezbollah y otros grupos terroristas islamistas como Hamas. Aunque en el país suramericano el grupo terrorista actúa de manera clandestina, existen nombres claves que han impulsado su presencia y operaciones desde el país suramericano; se trata de Tareck El Aissami, Ghazi Nasr al Din (mejor conocido como Ghazi Atef Nassereddine). Mientras que la pieza de Irán es el general Aref Richany Jiménez. «Irán y Hezbolá están en América Latina desde, prácticamente, el inicio de la revolución iraní, pero en 2005 se juntaron con la alianza bolivariana (ALBA); a medida que creció el ALBA, creció la presencia iraní y de Hezbolá»
El caso particular de Irán le favorece América Latina porque está cerca de Estados Unidos. Desde mi análisis, podríamos pensar que a nivel estratégico yo creo que Irán, como un gobierno hostil y antidemocrático entiende que la única forma de avanzar su revolución es deponiendo la influencia de Estados Unidos. En el caso de Hezbolá cada día incrementa su relación con grupos de crimen trasnacional y terroristas de América Latina para prestarles sus servicios de inteligencia, narcotráfico y lavado de dinero. Debemos ser conscientes de que Hezbolá es un grupo terrorista, denominado así por más de cincuenta países en el mundo. Hacen actos de terrorismo en América Latina, los más famosos fueron hace 25 años con la AMIA en Argentina, y uno en Panamá en el 94; pero más allá de simplemente ejecutar atentados, también se involucran con otros grupos terroristas en la región y grupos criminales como las FARC y el ELN.
Hezbolá tiene una enorme red internacional de lavado de dinero y ofrece sus servicios a los carteles de droga. Aunque es imposible contabilizar cuántos miembros iraníes y del grupo terrorista hay en Venezuela, sí ha sido posible identificar al menos a dos piezas claves que fomentan las labores clandestinas. El primero es Ghazi Nasr al Din, quien se encuentra en Venezuela, fue diplomático de Nicolás Maduro, ministro consejero de Venezuela en Siria y además tiene un «clan familiar» con poder económico dentro del país suramericano. Hezbolá realiza labores de inteligencia en Venezuela de manera clandestina y que la mayor parte del personal es de «muy alto nivel con mucha capacidad». «Hezbolá es clandestino, y en Venezuela parte del problema es que como tiene un sistema migratorio completamente oscuro, yo no descarto que sea posible que miembros del gobierno venezolano, particularmente dentro de las fuerzas policiales o militares, sean también miembros de Hezbolá con una identidad completamente falsa»
Hay que recordar que cuando Tareck El Aissami estaba en el cargo de ministro de Interior con una misión bolivariana que se llamó Misión Identidad, al mismo tiempo era el encargado de la misión Seguridad con el que transformó el sistema de investigaciones criminales, y por lo tanto tendría lógica que haya podido usar esas dos misiones para combinar una plataforma para que Hezbolá entre al país y pase desapercibido. Ya sabemos que la Isla Margarita, ubicada frente a la costa de Venezuela, es un conocido centro criminal donde los miembros de Hezbolá han establecido un refugio seguro. En 2015 un funcionario del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), identificado como Misael López Soto, quien supuestamente fue consejero de la embajada venezolana en Irak, confesó que fue testigo de que el Gobierno venezolano entregó documentos diplomáticos a terroristas del Medio Oriente. López explicó en un video que empleados de la embajada venden visas, pasaportes, cédulas de identidad y certificados de nacimiento venezolanos a personas de Siria, Palestina, Irak y Pakistán que pagaron entre USD $5 000 y USD $15 000 para obtener los documentos “bajo la mirada complaciente de las autoridades diplomáticas venezolanas”.
Actualmente, la Isla Margarita está siendo utilizada como base de operaciones por militantes iraníes y por ciudadanos provenientes de Irán de forma directa. Además en mi análisis añadiría, que «la atención se ha centrado en la presencia del grupo entre los chiitas libaneses en la comunidad árabe de unos 12.000 miembros en la Isla Margarita«. Hay grandes comunidades de la diáspora siria y libanesa en Venezuela, ellas sirven como valiosas fuentes de ingresos y ofrecen apoyo a Hezbollah. Venezuela ha sido -y aún lo es- uno de los muchos países latinoamericanos en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA). Recordemos que el ALBA ha solicitado la ayuda de Irán y Hezbollah para entrenar a sus militares en tácticas de guerra asimétrica. Venezuela se interesó en la guerra asimétrica en 2006, bajo el mandato de Chávez. El terrorismo es parte de la guerra asimétrica, y la participación de Venezuela «ha permitido a Hezbollah planificar, recaudar fondos, capacitar, coordinar y llevar a cabo llevar operaciones, principalmente de lavado de activos y recopilar información de blancos potenciales». En 2015, el general John Kelly, entonces comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, dio su testimonio ante el Congreso estadounidenses indicando que el grupo pro-iraní Hezbollah ha visto a América Latina como un lugar donde fácilmente puede atacar objetivos israelíes, empresarios y comerciantes judíos de la región. En el año 2013, el general James Casper, por entonces director de inteligencia nacional de los EEUU, declaró que «Irán podría estar más dispuesto a aprovechar las oportunidades que le brindaba afincarse en Venezuela y las facilidades de movimiento que le brindaba el régimen para atacar a los Estados Unidos” Matthew Levitt, director del Programa de contra-terrorismo e Inteligencia del Instituto Washington, escribió que en 2011, un alto cargo del gobierno de Chávez fue acusado por los medios de comunicación de emitir pasaportes a miembros de Hezbollah y Hamas. Los funcionarios estadounidenses han declarado que los funcionarios venezolanos emitieron cédulas falsas de tarjetas de seguridad social a personas de países de Oriente Medio que no calificaban para esos documentos. Tal documentación les ha permitido obtener un pasaporte venezolano y, por consiguiente, una visa de los Estados Unidos. Estos documentos han hecho posible que los miembros de Hezbollah se unan y formen células dentro de los EE.UU. Como se hizo con la célula descubierta de Hezbollah en Charlotte, Carolina del Norte.
Bajo la era del ex presidente Hugo Chávez Frías, Irán explotó lazos amistosos con Venezuela para establecer redes terroristas en toda la región. Los operativos de Irán y Hezbollah han cultivado y consolidado bases operativas en Latinoamérica, especialmente en el área de la Triple Frontera (TF) de Argentina, Brasil y Paraguay, zona que se caracteriza por contar con una gran población musulmana y un gran número de simpatizantes de Hezbollah, la organización político-terrorista chiita libanesa que utiliza esta área para el reclutamiento, el contrabando de armas, el tráfico de drogas y la planificación para operaciones terroristas. Los aliados de Chávez en la región, representados por Bolivia, Ecuador y Nicaragua, en menor o mayor medida, han seguido los pasos del mandatario bolivariano en sus relaciones con Irán, aumentando los vínculos comerciales, inaugurando relaciones diplomáticas, estableciendo cooperación energética, promoviendo las visitas presidenciales bilaterales, manteniendo una agenda en común que busca hacer frente a la presencia estadounidense y apoyando, con diversos matices, los planes nucleares de Irán. Estas relaciones adquieren especial preocupación para Estados Unidos, para Israel, para la Unión Europea y para las comunidades judías de todo el mundo, por dos razones principales.
Primero, Irán ha llevado a cabo un programa de enriquecimiento de uranio, que ha sido condenado en el marco de la Organización de Naciones Unidas, pero que sin embargo ha sido defendido por los miembros fundadores del ALBA.
Segundo, Irán y el movimiento pro iraní Hezbolá, han sido responsabilizados de los ataques realizados en Buenos Aires en contra de la Embajada de Israel (1992) y en contra de la AMIA (1994). Adicionalmente, la presencia de Irán está relacionada con aspectos militares y estratégicos, cuyas consecuencias, tanto para el Medio Oriente como para la región latinoamericana, podrían ir en tres direcciones.
En primer lugar, los yacimientos de uranio que existen en esta parte del mundo podrían eventualmente servir a Irán para promover su programa de energía nuclear más allá de fines meramente pacíficos. En este sentido, puede explicarse en parte la importancia que Teherán ha dado a la suscripción de acuerdos de cooperación en este ámbito.
En segundo lugar, el establecimiento de vínculos militares –como la presencia de radares y equipo militar iraní en la frontera de Ecuador con Colombia o la eventual participación de Guardianes de la Revolución Iraní en la policía venezolana– puede ser un detonante de conflictos entre países sudamericanos que comparten visiones opuestas tanto en el campo ideológico como en el de la seguridad militar y regional. Estos lazos en el ámbito militar son todavía más significativos dado el quiebre de relaciones diplomáticas entre Ecuador y Colombia, las volátiles relaciones entre Venezuela y Colombia, y la presencia de la FARC en un territorio que sobrepasa los límites colombianos.
En tercer lugar, la presencia de Irán en América Latina ha implicado, de un modo u otro, importar los conflictos del Medio Oriente a través de una posición compartida por países del ALBA, que es marcadamente antiestadounidense, antiisraelí y antisionista. En este sentido, cabe mencionar los múltiples incidentes antisemitas registrados en Venezuela, así como el rompimiento de relaciones diplomáticas de Bolivia y Venezuela –dos de los aliados regionales de Irán– con Israel en enero de 2009, por el conflicto entre Israel y Gaza.
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