Daniel Rodríguez Herrera
Pocas cosas hay más ridículas que demostrar tu propia ignorancia cuando crees estar señalando la ignorancia ajena. Y ha bastado con que Pablo Casado dijera una obviedad que rompe con el discurso de buenos y malos de la izquierda y nos devuelve a las complejidades del mundo real para que, una vez más, políticos y periodistas demuestren una vez más que no saben de lo que hablan. El líder del PP recordó la obviedad de que cuando no hay sol no hay energía solar que valga.
Pues ya tuvimos a los tontos habituales, desde el Huffington Post a Iñaki López, de La Sexta a Pablo Echenique, de Antonio Maestre a Anabel Alonso, de Gerardo Tecé a Podemos, de Pedro Vallín a Ramón Lobo, de Gabriel Rufián a Ana Pardo de Vera, burlándose de él con argumentos tan sesudos como que el líder del PP seguramente se sorprende al ver agua saliendo del grifo si no ha llovido.
No, en serio, que ¡lo han dicho desde actores hasta consejeras autonómicas!
Vamos con lo obvio: sí, ya sabemos todos que si tienes una placa en tu casa también puedes instalar una batería y almacenar energía en ella durante el día para gastarla por la noche. Pero cuando eres un poco cortito no te das cuenta de que una solución válida para un individuo o una persona no tiene por qué escalar y servir igualmente para un país entero. Y no lo hace. No tenemos ni materias primas ni capacidad de fabricación para emplear plantas de baterías de ión litio en las redes eléctricas del mundo desarrollado con el objetivo de almacenar energía solar. La enorme planta de Tesla instalada en Australia no sirve para eso, sino para estabilizar la red eléctrica de la región, que sufría continuos apagones. A falta de que una tecnología revolucionaria de baterías cambie por completo el panorama, lo que ha dicho Casado es completamente cierto: la energía solar no sirve de nada durante la noche. Y todos esos listillos se han revelado como lo que son: ignorantes a tiempo completo que se creen que saben mucho de todo porque lo buscan en Google.
La izquierda funciona muchas veces como ese hombre mágico del país feliz de la casa de gominola de la calle de la piruleta. Quiere luchar contra el cambio climático, sin costes para nadie y sin recurrir a una fuente de energía que lleva décadas demonizando, desde que ETA paró a tiros la construcción de la central de Lemóniz. Así, defienden las renovables, que es muy bonito, y están en contra de la nuclear porque es una cosa fea y desagradable que suena a apocalipsis.
Pero en el mundo real necesitas disponer de fuentes fiables que te proporcionen energía base para poder añadir, cual guinda del pastel, aquellas centrales cuya producción varía dependiendo de cómo sople el viento, o en qué hora estamos. Y como hemos apostado por ellas para reemplazar al carbón, el petróleo y la nuclear, cuando no responden hay que tirar del mismo gas que usamos para la calefacción y para el que dependemos de países tan fiables como Argelia y Marruecos. Estos meses hemos visto lo equivocado de la apuesta. Vendrán tiempos aún peores.
Durante años, la izquierda se ha esforzado con notable éxito en identificar a la derecha con el mal. No tenía otra, porque tras la caída del comunismo se quedó sin modelos que defender. Esa campaña permanente ha tenido un gran éxito en casi todo Occidente, y la respuesta de la derecha ha sido casi siempre la de desarmarse ideológicamente. En España hemos podido ver que el PP se ha ido quedando, poco a poco, en unas pocas ideas fuerza que permitan que Feijoò y Ayuso compartan siglas y no estén en el PSOE: derecho a la vida, defensa de la familia, España, ley y orden, una gestión de la economía que pretende ser racional… Algo desideologizado, sí, en muchas ocasiones nada liberal, desde luego, pero que es lo que la mayoría de la gente entiende por bueno. Pero como la izquierda sólo le queda oponerse a la derecha, se tiene que oponer a eso, lo cual la obliga a defender la inmigración ilegal, declarar un derecho irrenunciable que se mate a 100.000 fetos al año, destruir todos los modelos público-privados que encuentren aún a costa de empeorar la sanidad, cargarse la ley de seguridad pública, etc. En definitiva, demonizar lo que quiere de sus gobernantes la clase media, que aspira a vivir razonablemente bien, tener su piso y su trabajo razonablemente estable, que no le atraquen por la calle, etc.
Y una de las cosas que la clase media quiere es que no le saquen los higadillos con la factura de la luz, como es lógico y normal. Y la misma izquierda que se quejaba de la «pobreza energética» ahora entra en cólera por que se sugiera que para solucionarla igual hay que apostar por la nuclear, aunque sea un poquito. Ni siquiera por quemar carbón, no. Simplemente por construir centrales suficientes de la única fuente de energía que tenemos hoy día que no emite CO2 y es al mismo tiempo estable y confiable. Pablo Casado lo único que ha pedido es que la apuesta de los políticos por reducir emisiones no se haga a costa de la factura. Pero eso interfiere con la historia de buenos y malos que alimenta a aquellos que marcan la agenda política en España.
Al reírse de Casado, se han reído de todos nosotros; especialmente de ti, votante de izquierda, a quien consideran tan idiota como para no rebelarte ante su prepotencia y arrogancia. Lo peor es que seguramente tengan toda la razón al hacerlo.
ARTÍCULO PUBLICADO EN LIBERTAD DIGITAL.
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