Guillaume Faye
La Gran Sustitución, concepto creado en Francia por el escritor René Camus y ampliamente difundido allende los Pirineos, todavía es ignorado en nuestros lares. Es de esperar que antes del colapso final nos nos enteremos al menos de lo que significa.
El debate sobre el islam, el laicismo, la integración, la asimilación de migrantes, el “comunitarismo”, la “desradicalización” antiislamista, etc., está desconectado de la realidad y del sentido común. Está intelectualizado […]. Es una ensalada de postulados ideológicos y de píos deseos. Pero el corazón del problema es práctico, material, demográficamente cuantitativo y, además, étnico. Diez principios deberían ser evidentes sobre esta cuestión.
1- No combatir solo los efectos de la inmigración, sino, sobre todo, sus causas
Querer prohibir los velos en los lugares públicos, controlar la financiación y la altura de los minaretes de las mezquitas, rechazar en escuelas, hospitales –y en cualquier sitio– las practicas islámicas, etc. –y hacerlo mediante leyes y reglamentos–: todo esto es necesario. Pero habremos perdido desde el comienzo si no comprendemos que todo esto también es insuficiente. Todo esto fracasará si no se aborda el origen del problema. Y éste es a la vez puramente cuantitativo y demográfico, pero también étnico: la inmigración extraeuropea de mayoría musulmana en progresión exponencial y la fecundidad netamente superior de los inmigrantes. Esta es la doble causa que hay que tomar en consideración.
2 – Pensar a largo y no a corto plazo
Matemáticamente, si no se hace nada para bloquear el flujo de la inmigración, si ninguna “remigración” (retorno a su país) es puesta en marcha, dentro de la segunda mitad del siglo XXI Francia (y lo mismo cabe decir de la mayoría de los países europeos) no será un país étnicamente “europeo” y el islam será netamente mayoritario. Nuestros países serán países afro-árabo musulmanes que conocerán la pauperización e incesantes violencias etnorreligiosas, con un éxodo masivo de los últimos europeos de origen. Además de una probable guerra civil de carácter étnico y de forma endémica. Es la ley de hierro de la demografía (inmigración y natalidad). En este caso, simplemente los países europeos desaparecerán, y hasta puede que desaparezca su propio nombre.
Pero esta perspectiva a medio y largo plazo es ignorada totalmente por las oligarquías (los dirigentes actuales estarán muertos o serán nonagenarios cuando se produzca el hundimiento final) que piensan y actúan solo a corto plazo. Es el reflejo de una sociedad de lo inmediato, que no se proyecta en el futuro, que olvida su pasado, que toma Prozac o fuma porros para no pensar en el presente.
3 – Comprender que las fuerzas que desean la destrucción étnica de Europa están trabajando para ello
Estas fuerzas se infiltran en los diversos Estados, en la tecnocracia europea, en las oligarquías mediáticas, partidocráticas (incluido el FN francés) y sindicales. Imponen la ideología inmigracionista y colaboran en la islamización.
Fundamentalmente antidemocráticas (“antipopulistas”, como dicen en su jerga), animadas por un sentimiento nihilista de odio hacia la cultura, la historia y el arraigo de las naciones europeas, aliadas objetivas del islam invasivo, estas fuerzas empujan a las autoridades políticas de derechas o de izquierdas al etnocidio de los europeos. Todo está hecho para dejar entrar la marea migratoria y para destruir las raíces culturales de las identidades europeas, especialmente en la enseñanza pública y los medios de comunicación.
4 – El etnopluralismo es como el motor de agua: nunca funcionó en ninguna parte y nunca funcionará
Es una idea a enterrar en el cementerio de las utopías, como el comunismo. Existe una incompatibilidad de vida en común (cohabitación territorial) en una misma unidad política entre poblaciones étnicamente diferentes: sobre todo, si algunas son árabo-musulmanas o africanas. Las excepciones no son más que burbujas artificiales compuestas de élites.
Sobre todo para quienes viven una zona étnica, se ha puesto más que de manifiesto la imposibilidad del etnopluralismo (revelado ya por Aristóteles). Y, sin embargo, plantear tal cosa es un tabú, una prohibición ideológica. Un tabú, una imposibilidad que no experimentan las élites inmigracionistas y antirracistas por la sencilla razón de que esta gente, contrariamente a los “pequeños blancos”, no viven ni están nunca en contacto con sus queridos inmigrantes arabo-musulmanes o africanos, los cuales sólo son para ellos puras abstracciones. Es por ello por lo que difunden para los demás –no para ellos– el concepto de “vivir juntos”.
5 – ¿Combatir el “comunitarismo”? ¡Demasiado tarde!
El combate contra el “comunitarismo” (esa palabra trampa que sirve para enmascarar el término de “colonización étnica”) no sirve de nada, como tampoco sirve de nada el combate contra la islamización y la radicalización. Es demasiado tarde. A principios de los años ochenta del pasado siglo todavía se podía pensar en integrar y asimilar en la “República” y la cultura franco-europea a inmigrantes extraeuropeos. Pero ello es rigurosamente imposible desde que suponen porcentajes considerables, mayoritarios en ciertas zonas urbanas. Es inútil intentar mejorar las cosas: hay que darle la vuelta a la cuestión. Es decir, bloquear los flujos migratorios e invertirlos.
6 – Hay que abandonar la idea de que ellos son “nuestros compatriotas”. ¿Cómo lo serían, si no quieren serlo?
Es rigurosamente imposible constituir una nación unida con una proporción creciente de poblaciones árabo-musulmanas y africanas, incluso si hablan la lengua del país. La candidez de los inmigracionistas y asimilacionistas de querer que esos millones de inmigrantes o hijos de inmigrantes sean “nuestros compatriotas” es equivalente a la hostil negativa, por parte de un número cada vez mayor de ellos –sobre todo entre los jóvenes–, a considerarse franceses –o españoles, alemanes, etc.– incluso si tienen la nacionalidad. No quieren integrarse o asimilarse. Cada vez más jóvenes de origen árabo-musulmán, africano o turco, por toda Europa, incluso con nacionalidades europeas legales, se consideran ciudadanos de sus países de origen, mientras que Europa es detestada como una tierra de conquista. Tienen reflejos racistas. Ese es su problema.
7 – Querer crear un “islam de Francia” es una ridícula utopía
El islam no es solo incompatible con la “República”, sino que es incompatible con todo lo que no es él mismo, ya sea religión o cultura. Implica un profundo enraizamiento psíquico, étnico. De Gaulle lo había comprendido, y de ahí su rechazo a la Argelia francesa como apéndice de Francia. La idea de un “islam de la Ilustración”, moderado y reformado es un callejón sin salida. Los musulmanes franco-compatibles o republicano-compatibles son minorías utopistas, o son embaucadores faltos de sinceridad. El islam es intrínsecamente hostil a todo lo que representa la civilización europea. Las únicas ideologías que han flirteado con él son totalitarias: antes el nazismo y actualmente el marxismo, con el “islamo-izquierdismo”. Y no es por casualidad.
8 – Contra el terrorismo islámico: desislamizar Francia y Europa
No es solo con el espionaje y tratando de desmantelar las redes islamistas cómo se evitarán los atentados, ni tampoco programando en las cárceles (escuelas del crimen) ridículas e inoperantes (a la vez que contraproducentes) operaciones de “desradicalización”. Es, sobre todo, prohibiendo la entrada en el territorio (inmigración cero) de todo nuevo inmigrante musulmán y revertiendo los flujos migratorios a través de deportaciones masivas. Está mal decirlo, pero el riesgo de atentados terroristas en un país occidental es proporcional a la importancia numérica de su población musulmana.
9 – Admitir que la influencia musulmana y árabo-africana alcanza la totalidad del territorio nacional
La causa de todos los problemas es demográfica y matemática. Constatación de Patricio Riberiro, secretario general del sindicato de policía Synergie-Officiers: “Ningún lugar está inmunizado: el fenómeno de la comunitarización y de la insularidad de un montón de barrios se observa por todas partes con la infiltración y la invasión del tejido escolar, asociativo y deportivo; es un mar de fondo”. Menciona que “la negación de la realidad por parte de un cierto número de cargos electos” revela, en realidad, “la aquiescencia y la connivencia intelectual”. Piensa que “este buenismo o clientelismo cínico nos conduce a la catástrofe”. Nada que añadir. El problema es estrictamente demográfico, nada más. Por razones de corrección ideológica y semántica hablamos de “comunitarismo”, espantoso neologismo, mientras que se trata sencillamente de una invasión exterior (inmigración) e interior (natalidad).
Por otra parte, el escritor argelino Boualem Sansal señala: “El orden islámico intenta instalarse en Francia, es un hecho patente: en muchos lugares ya está instalado” ´(FigaroVox. Entrevista 17/6/2016)
10 – Integración y asimilación: misión imposible
La integración (es decir, la adopción parcial de las costumbres del país de acogida, como el idioma, pero conservando una parte de sus usos y costumbres de origen) es posible si los inmigrantes representan, como máximo, el 5% de la población de acogida. Para la asimilación (la adopción total de la cultura de acogida y el abandono de la propia) el porcentaje es todavía más bajo. Para decepción de todos los discursos (del FN, de la derecha y del centro), ni la integración ni la asimilación son posibles por una razón matemática: la proporción de inmigrantes es demasiado alta. Las masas de niños africanos o árabes de origen nunca podrán, salvo excepciones individuales, por supuesto, ser asimilados o realmente “afrancesados” por la escuela. La Francia universal, supracultural, supraétnica es una imposibilidad, el fruto de una utopía intelectual abstracta construida en tiempos en que la inmigración masiva no existía.
Conclusión: resolver el problema global supondrá un enorme choque
Los problemas de creciente comunitarismo, de “guetización”, de fricciones y enfrentamientos incesantes con las costumbres musulmanas en expansión que degradan la vida cotidiana de los autóctonos europeos; los problemas de criminalidad multiforme en alza constante, de hundimiento del nivel de una escuela pública multiétnica, de terrorismo, evidentemente: nada de ello se podrá resolver mediante simples políticas interiores que nunca estarán a la altura de los problemas.
El referéndum británico a favor del “Brexit” ha sido, en realidad, un desesperado voto protesta de las clases populares inglesas contra la inmigración. Pero una Gran Bretaña separada de la UE –si el referéndum es respetado–, ¿limitará la inmigración? No es seguro.
La solución general vendrá, en primer lugar, del restablecimiento de las fronteras nacionales y de la interrupción total de toda inmigración extraeuropea, incluso legal, de trabajo y de reagrupación familiar; en segundo lugar, de una decidida política de expulsión de todos los clandestinos e inmigrantes en situación irregular y de “remigración” para aquellos que están en situación regular. En cuanto a aquellos que, a causa del derecho del suelo (que deberá ser imperativamente prohibido), son “franceses de papel” (o de cualquier otra nacionalidad europea), su situación será la más difícil de resolver, pero deberá hacerse.
Cierto, estas soluciones suponen un inmenso coraje. Provocarán choques, dramas y conflictos que habrá que afrontar. Pero continuar sin hacer nada desembocará en una situación todavía peor. La ecuación es sencilla: a partir del momento en que una inmigración-desagüe es autorizada (alentada) por el Estado desde hace cuarenta años, con una tasa de reproducción de dos a tres veces superior por parte de las poblaciones inmigrantes, con un 90% de ellos musulmanes, y una huida de las elites jóvenes, Francia y los demás países europeos estarán muerto en veinte años.
FUENTE: https://elmanifiesto.com/identidad/342908209/europa-estara-muerta-en-20-anos.html?origin=newsletter&id=34&tipo=3&identificador=342908209&id_boletin=185991306&cod_suscriptor=721592563
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