José Antonio Bejarano
Sin llegar a entrar en el debate sobre el origen de la raza humana por no corresponder en estos momentos y hasta el día de hoy, siempre ha perdurado a través de los siglos, algo que es inherente y necesario para el ser humano y denominaremos información, la cual siempre se nos ha suministrado en forma de noticia o dato, por una serie de hechos cruciales o perversos, según qué momentos de la historia, para la supervivencia y desarrollo de nuestra propia especie. Ahora bien, esa información intrínsecamente buena que nos debería haber hecho evolucionar como personas, se tornó en desgracia cuando una serie de elementos indeseables, ya desde la aparición del hombre sobre la tierra y más recientemente otros como serían la élite política, económica y judicial de los cinco continentes en unión de una serie de instituciones internacionales vinculadas a la ONU de apariencia pública, pero auspiciadas y regentadas por las grandes multinacionales, los principales fondos de inversión de todo el mundo, y ese gran conglomerado de filántropos multimillonarios, se permiten el lujo de erigirse en dueños y amos de nuestras vidas y patrimonios, como si se tratase de ganado o mercancía obsoleta y caduca.
Y es que a fin de cuentas la información es poder y todos estos indeseables anteriormente citados como súbditos de esos otros seres, a los que denominaremos hombres de negro, no dudarán lo más mínimo en tergiversar toda aquella información que les sea válida para ellos y por ende, nos ofrecerán una especie de primado negativo, donde la cruda realidad se verá superada por una idílica ficción y cuyo resultado final será la desaparición de la raza humana tal como la conocemos hoy en día, a través precisamente de la transhumanización y para ello contarán con la inestimable falsa información disfrazada de verdad que les brindan los grandes medios subvencionados de comunicación y una élite política y judicial a nivel mundial, que siquiera sabemos si serán o no de este mundo.
Por lo tanto la gran pregunta sería, ¿por qué tanta desinformación hoy en día acerca de temas como podrían ser la famosa huella de carbono, el cambio climático, la digitalización de la sociedad global, granja humana, la inteligencia artificial (I.A), ciudades de quince minutos, chemtrails, ciudades y edificaciones inteligentes, certificados digitales de vacunación perpetuo, imposición del dinero digital a nivel mundial, las mal llamadas vacunas covid/19 y toda una retahíla de modificaciones en las leyes de todos los países del mundo, prácticamente calcadas unas de otras que afectan a la libertad y los derechos humanos de las personas?
Pues bien, la respuesta sería tremendamente sencilla pero no así su solución, ya que las aclaraciones y demostraciones científicas o técnicas, e incluso las valoraciones y estudios que se han llevado a cabo por expertos independientes, de lo que se está introduciendo en nuestra salud y nuestras vidas, hoy por hoy el ser humano en su inmensa mayoría no sería capaz de asimilarlo y mucho menos luchar por ello, ya que eso implicaría una lucidez mental la cual momentáneamente no vamos a poner en duda y un nuevo cambio de paradigma para una gran parte de la población global, (algo que por supuesto no estarían dispuestos a asumir) y mucho menos apoyar, para poner fin a esta demoniaca y perversa situación.
Nos estamos refiriendo como es obvio a los 17 objetivos y las 169 metas de LA AGENDA 2030, una agenda que por supuesto nadie conoce a sus verdaderos artífices y sin embargo si sabemos quienes la están implementando y porqué lo hacen.
No obstante habrá que ir despacio en los desgloses y explicaciones de cómo se quieren implantar estos diecisiete objetivos, pues una gran parte de este mundo aún piensan que efectivamente la Agenda 2030 es buena porque sale en todos los medios oficialistas y lo asumen la mayoría de partidos políticos, pero nada más lejos de la realidad cuando observamos que esos grandes medios y agendistas deliberadamente subvencionados, proclaman a los cuatro vientos las bondades de sus maquiavélicos fines y encubren miles de muertes y millones de efectos adversos por encima de lo habitual, (con el último genocidio llevado a cabo) en personas que se administraron ese veneno mortal con los inyectables de las vacunas, desde enero del año 2021 hasta el día de hoy, achacándolo eso sí a cualquier otra circunstancia como por ejemplo sería las patologías previas, el cambio climático, las altas o bajas temperaturas, el mucho ejercicio físico, las siestas, el frio, las carnes de origen animal, ciertas clases de frutas y verduras, la excesiva ingesta de vitaminas y todo un repertorio de ambigüedades que harían dudar hasta el más cuerdo.
Es por este motivo justamente que miles de personas de todo el mundo fácilmente influenciables, han colaborado y siguen colaborando con esta perversa agenda 2030, unos sin saber que se esconde realmente detrás de ella, otros por miedo a perder su privilegiada posición económica o social y el resto por su propio ego o statu quo; Circunstancia esta que nos conducirá inexorablemente casi sin darnos cuenta, a ser los nuevos esclavos transhumanos del siglo XXI y todo ello por no querer contrastar la desinformación de los medios oficialistas con la que nos bombardean a diario, en prensa, radio, televisión y como no, a través de las nuevas tecnologías o por cualquier otro medio que les sea válido.
En otras palabras, si tanto los primeros representantes políticos que hubo en la antigua Grecia, como estos que tenemos hoy en día en nuestros parlamentos, nos hubieran informado con veracidad de los asuntos que nos atañen sin falsedades, el mundo habría evolucionado hacia otro tipo de sociedad muy distinta a la que tenemos hoy en día, en base a un pacto mutuo de no agresión entre seres humanos. Pero por desgracia la desinformación suministrada a la población proveniente de reyes, el propio clero, poder económico y judicial, los representantes políticos, las instituciones nacionales e internacionales, grandes fondos de inversión y una serie de entes o seres malévolos (que siquiera sabemos si serán de este mundo), han sido siempre a lo largo de la historia nuestro gran leviatán.
Muchas han sido por tanto las desinformaciones sufridas a nivel global sobre las personas, animales o cosas, e incluso de nuestra propia historia, casi tantas que nos atreveríamos a preguntar, si alguna vez han informado correctamente a este mundo desde que los primeros hombres empezaron a poblar la tierra y es que las pruebas no pueden ser más claras y contundentes, esclavismos, guerras, hambrunas, masacres, violaciones constantes de los derechos humanos, terrorismos y peor aún terrorismo de estados, asesinatos incluso de falsa bandera, han sido la tónica general por más de dos mil años en nuestro mundo.
Ya en el siglo XVII nos lo afirmaba Thomas Hobbes, cuando decía que el hombre era un lobo para su propia especie, muy al contrario de lo que afirmaba Jean-Jacques Rousseau en el XVIII, al expresar que el ser humano era bueno y empático por naturaleza, pero no así sus acciones sobre los demás, luego entonces y por deducción lógica podríamos decir que las causas de estos males habría que achacarlos a otras circunstancias, como por ejemplo sería la competencia, la envidia, el egoísmo y agresividad. Habría incluso una tercera hipótesis y es la que expuso Erich Fromm en su obra “el corazón del hombre”, donde explicaba que la naturaleza humana del hombre, no es buena ni mala sino más bien un conflicto humano existencialista, entre el instinto animal que llevamos todos dentro y la necesidad de agruparse en comunidades para sentirnos protegidos y seguros.
Pues bien con estos razonamientos tan distintos, sería muy difícil averiguar quién se aproxima más a la verdadera conceptualización en la naturaleza del ser humano. Pero hay algo que nos lleva a pensar en algo más complejo que la simple bondad o maldad del estado de la naturaleza humana y la explicación sería más que evidente, si realmente todos naciésemos buenos y bondadosos, la tierra sería el paraíso terrenal (algo que evidentemente no lo es), por el contrario si todos hubiéramos nacidos malos y perversos, la tierra y cualquier clase de vida se habría extinguido hace millones de años, por lo tanto solo nos quedaría pensar que la bondad o maldad, solo debería obedecer a un hecho biológico ahora mismo inexplicable o al condicionante de una infancia plena de opulencias o quizás traumática, pero ni Nigel Blackwood o Kent Kiehl como estudiosos de estos temas, jamás pudieron llegar a establecer tales extremos.
De este modo podríamos llegar a concluir que la bondad o perversidad del ser humano podría ser innata e incluso estar predeterminada mucho antes de nuestra propia existencia. Daría la sensación que una mente prodigiosa o quién sabe si unos seres invisibles o entes energéticos superiores, nos tuvieran programados para tal fin.
Y si esto fuera así ¿qué papel cumpliríamos cada uno de nosotros (es decir, buenos y malos) y ellos (seres o entes energéticos superiores) en este mundo?.
Pues bien, ya que no existen pruebas científicas palpables acerca de tal extremo, lo que sí podríamos responder solo obedecería a meras conjeturas, tales como podrían ser el hecho religioso, mundos paralelos, cuánticos, seres humanos en evolución que aún no han logrado el status de entes, incluso podríamos pensar que somos seres energéticos envueltos en trajes biológicos. Ahora bien, más allá de todo este tipo de conjeturas existe algo que es muy claro, desde marzo de 2020 como consecuencia de la plandemia, el mundo ha cambiado (y no para bien) en todos los aspectos, si a esto le unimos los efectos catastróficos con millones de muertes y/o de efectos adversos tras la imposición de la falsa vacuna covid/19 desde principios de 2021, y más aún tras el descubrimiento del Doctor Pablo Campra, del óxido de grafeno reducido en los viales, (que como todo el mundo sabe es tremendamente perjudicial para la salud, llegando incluso a provocarnos la muerte), solo entonces podremos llegar a comprender que la maldad o el egoísmo instalado en algunas personas, pero sobretodo en la élite mundial que nos dirige, serían capaces de llegar hasta el extremo de la eliminación física de su propia especie, vendiendo su alma al diablo, como así lo han hecho, para convertirse en dioses sin almas. Y para el resto de los mortales que queden después de habernos transhumanizados, solo les quedará el horror y el sufrimiento, cuando observen como son devorados energéticamente por esos seres sin alma y sumamente inteligentes, que son realmente quienes ordenan a esta élite corporativista mundial nuestros destinos.
Esto que decimos ahora no es nada nuevo obviamente, porque así ha venido ocurriendo igualmente a través de los siglos, pero ahora es mucho peor aún, puesto que vamos a un escenario denominado nuevo orden mundial (NOM) que removerá todos los cimientos de la humanidad y además le han puesto fecha para hacerse con el poder global, gracias a ese engendro denominado agenda 2030. Y aunque esos bichos, seres invisibles, entes energéticos o como queramos llamarlos, estén llevando a cabo un plan perfectamente diseñado para la transhumanización de nuestra propia especie, lo cierto es que no podrán con todos nosotros, ya que a diferencia de otras civilizaciones ya desaparecidas, en la de hoy en día, existen millones de personas totalmente despiertas por todo el mundo que sabemos lo que quieren hacer y no lo vamos a permitir, pues siendo cierto la desaparición por muerte de una parte importante de la raza humana en nuestro planeta, igualmente de cierto será que no todos perecerán y darán la batalla por nosotros.
A todos ellos muchísimas gracias y al Señor que nos acoja en su seno.
José A. Bejarano
Mérida.
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