CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Este dos de mayo de 2023 se han cumplido doscientos quince años de cuando el pueblo de Madrid se echó a la calle para demostrarle al mundo que no hay bien más preciado que la libertad, y lo hizo por la nación entera, y no sólo por Madrid… Son muchos los que afirman que Madrid «es España», así como «un resumen de lo mejor de cada forma de ser español»… sin duda, hay que recordar con orgullo aquel 2 de mayo en el que comenzó la derrota de Napoleón Bonaparte, pero tampoco es cuestión de mirar exclusivamente a nuestro pasado, por glorioso que sea pues corremos el riesgo, como la mujer de Lot de convertirnos en estatuas de sal por quedarnos mirando hacia atrás…
Sin duda, este 2 de mayo de 2023, nuestra Patria está en peligro, como nunca lo ha estado desde hace siglos, como lo estaba a principios del siglo XIX, cuando el alcalde de MÓSTOLES decidió redactar el “bando de la independencia,” el dos de mayo de 1808. Entonces -como ahora- el gobierno de España, el estado español había desaparecido, era casi inexistente.
El dos de mayo de 1808, Andrés Torrejón, por entonces alcalde Móstoles decide firmar y divulgar un manifiesto recordándoles la obligación que, según la legislación tradicional castellana —recogida en las Siete Partidas de Alfonso X de Castilla (partida II, título XIX)—, tenían los ayuntamientos para emprender la defensa del territorio en caso de invasiones extranjeras, especialmente en el caso de faltar el rey y, como era el caso, no tener libertad sus representantes inmediatos —la Junta de Gobierno, mediatizada por el mariscal Joaquín Murat, cuñado de Napoleón—.
Este planteamiento defensivo, propio de la Baja Edad Media, chocó con la disciplina de una monarquía absoluta, en la que la jerarquía militar respetaba férreamente la cadena de mando.
Sin duda alguna hoy estamos en una situación similar a la del 2 de mayo de 1.808, en la que la única diferencia es que la agresión no se ha producido desde el extranjero, sino desde dentro, por parte de oligarcas y caciques, por parásitos que dicen ser «progresistas», cuyo objetivo es romper España, destruir la Unidad de la Patria.
La calamitosa situación que sufre España, me recuerda inevitablemente la frase que mi abuelo materno tenía como máxima, para triunfar en la vida: “sé listo y hazte el torpe”, y calificaba a quienes no la seguían al pie de la letra como gente que “no sabe vivir”.
También recuerdo (aunque no sé a ciencia cierta si fue porque me lo contó mi abuelo, o porque lo he oído enésimas veces en la familia, a lo largo de mi vida) que, contaba que “así” logró sobrevivir al caos y al desgobierno de la Segunda República, a la guerra y a la posguerra.
Mi abuelo materno vivía cuando el quinquenio republicano en un pueblecito de Badajoz (Arroyo de San Serván), en el que hubo sus más y sus menos cuando las revueltas campesinas y tomas de tierra promovidas por la UGT, y según contaba supo camuflarse convenientemente, y no llamar la atención, aplicando su frase favorita: “sé listo y hazte el torpe”. También contaba que la llevó a la práctica en innumerables ocasiones, en múltiples momentos de su vida, cuando se vio obligado a enfrentarse a situaciones de mayor o menor arbitrariedad, autoritarismo, prepotencia de caciques diversos. Su intención era no hacerse notar, pasar desapercibido a toda costa, evitar que alguien con malas intenciones le pusiera la vista encima, no fuera a ser víctima de alguien que pudiera causarle daño, amargarle la existencia...
Es mucha la gente que trata de buscarse la vida, como se dice ahora, de manera similar, desentendiéndose de todo, permitiendo que los estúpidos y malvados mangoneen, e incluso adopten actitudes abusivas, vejatorias, de maltrato cruel, puro y duro… en la idea de “¡Ojalá no se fijen en mí!”, e incluso yendo más allá, uniéndose a ellos para tratar de evitar que puedan acabar siendo sospechosos de simpatizar con las víctimas de los malvados y estúpidos…
En momentos tan preocupantes como los actuales, en situaciones tan terribles como la que afecta en la actualidad a España, para aclarar las cosas, es necesario exponer el riesgo real de nuestra libertad, en lugar de concentrarnos simplemente en los males evidentes que más nos afectan.
Es obvios que el causante de todos o casi todos los males es el Estado, es el gobierno, son los políticos criminales miembros de los diversos cárteles mafiosos que se hacen llamar partidos políticos, también son sus cómplices muchos miembros de las diversas policías y de las fuerzas armadas, también algunos jueces y fiscales… tampoco podemos olvidar a algunos líderes grandes y medianas empresas y algunos banqueros… y la burocracia europea que son en realidad los que controlan al gobierno y, por lo tanto, a la gente (por supuesto no hay que olvidar a los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas).
Sí, no hay duda de que estas son personas malvadas y organizaciones que tienen como objetivos conseguir el máximo poder, la máxima capacidad de influencia y sobre todo controlar a los ciudadanos, pero…
¿De veras son ellas el único problema real?
Posiblemente, la mayoría de la gente a la que preguntemos contestaría que el verdadero problema son «los demás» y nunca confesaría alguna responsabilidad por su parte. Así es, la gente en general no es sincera («Todo el mundo miente y nadie está dispuesto a cambiar», Dr. House) y trata de camuflar la realidad, para ocultar la verdad a fin de evadirse de toda responsabilidad.
La existencia de regímenes tiranícos, las diversas clases de gobierno totalitario, cualquier gobierno depredador, saqueador sobre otros, se basa fundamentalmente en que son aceptados de manera más o menos voluntaria por la mayoría de la población que generalmente no tiene mentalidad de ciudadanos, sino de siervos.
Aunque sea de Pero Grullo decirlo, la relación amo/esclavo nunca es posible salvo que algunos desempeñen el papel de esclavos. Cuando una persona decide ser libre, desde ese instante es libre, porque su mente y su alma son libres. Esta circunstancia normalmente no es tenida en cuenta por el común de los mortales, por la sencilla razón de que la mayoría no quiere problemas y procura evitarlos a toda costa; es por ello que la gente suele elegir la servidumbre voluntaria para obtener supuestamente una seguridad que nunca es tal. Esto no sería un problema si el sector de la población que adopta tal actitud fuera una minoría, pero, desgraciadamente la mayoría actúa de la misma manera, en el convencimiento de que el resto va a hacer lo mismo y de que es lo mejor, e incluso inevitable, porque «siempre ha sido así». Esta es la razón principal por la que la sumisión y la obediencia al gobierno, al estado apenas sean cuestionadas.
El acatamiento, la sumisión, la obediencia, la servidumbre voluntaria respecto de cualquier régimen político, de cualquier grupo de personas que desea gobernar, es comparable a un cáncer maligno que se se propaga y contagia a todos los habitantes de cualquier nación. Esa actitud de sumisión se basa enteramente en el miedo y en la cobardía y por supuesto, da como resultado la negativa a aceptar la verdad, la cruda realidad, a afrontar o mejor dicho, a enfrentarse a cualquier dificultad, y menos a aceptar cualquier responsabilidad personal para proteger la propia vida, la propiedad, el fruto de su trabajo y libertad.
Para que todo ello ocurra, se olvida que ningún Estado, ningún gobierno puede existir a menos que los ciudadanos lo permitan. Los regímenes totalitarios, liberticidas, depredadores, opresores, saqueadores… no pueden prosperar en ninguna sociedad cuyos habitantes estén dispuestos a renunciar a su libertad, a menos que renuncien a ser ciudadanos y se conviertan en siervos, de manera más o menos voluntaria. Ningún gobierno puede conseguir poder a menos que el pueblo se lo entregue voluntariamente. En la actualidad, en las democracias liberales, representivas la entrega del poder a los capos, oligarcas y caciques se realiza mediante el acto de votar, cuando la población se reúne para ‘elegir’ a los miembros de la casta parasitaria y extractiva para ser gobernados. Esta renuncia se lleva a cabo de forma voluntaria y conlleva entregar, por delegación, el uso exclusivo de la fuerza a un grupo de personas que acaban ejerciendo el poder de manera coactiva para su propio interés y no el de la mayoría, a pesar de que así lo afirmen, con el apoyo entusiasta de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas.
Los gobiernos mienten, los políticos mienten, todos mienten sin excepción y los diarios, las radios y televisiones, regados generosamente con dinero de nuestros impuestos, también mienten, todos con asboluto descaro. Sin embargo, lo más grave es que una grandísima mayoría de la población permanezca en silencio frente a la guerra, el asesinato, la masacre, la tortura, los confinamientos y arrestos domiciliarios (y algunos salgan a la calle o al balcón a aplaudir al gobierno), la pedofilia-pederastia, el tráfico de niños y la destrucción económica, y un largo etc.. Con su conducta apática, permiten que se mantengan las mentiras de la clase dominante y, peor aún, con su silencio y su inacción, aprueban y dan legitimidad a los horrores cometidos por los gobernantes en su nombre. Muchos, no sólo callan, sino que manifiestan orgullo, honran y aplauden el terror cometido por lo que llaman ‘su país’. Este comportamiento atroz se puede presenciar en cualquier evento deportivo, cualquier concierto, la mayoría de las iglesias y en cualquier gran reunión de personas, especialmente cuando todos son parte del rebaño gregario en cualquier ambiente de pan y circo.
Aquellos que se oponen a la situación que vengo describiendo son una pequeña minoría y son sometidos a una censura extrema, criminalizados, difamados, calumniados, acusados falsamente de crimenes horrendos… hasta lograr el rechazo de esta sociedad patética, o ser condenados al ostracismo e, incluos ser víctimas de violencia de forma severa. La situación cada día que pasa se agudiza, pues la gente prefiere cada vez más pasar desapercibida, y aplica (como recomendaba mi abuelo) aquello de «sé listo y hazte el torpe» para evitar acabar sufriendo la ira de los canallas que nos malgobiernan.
Es fácil, es cómodo, responsabilizar a quienes toda la gente reconoce como culpables, es fácil ser sumiso y cobarde frente a la adversidad, es aparentemente fácil negar la realidad, evadirse de ella, escabullirse, lo difícil será luego lidiar con las consecuencia de haber obviado, de no haber tenido en cuenta la realidad.
La dura y tozuda verdad es que la mayoría de los que obedecen sin rechistar a todas las órdenes que los gobernantes deciden de forma caprichosa y arbitraria, esa gran mayoría que sólo tiene en cuenta sus intereses personales a corto plazo, influidos por el miedo a sufrir las iras de la burocracia estatal y ni se les pasa por la mente que sus gobiernos están provocando víctimas de guerras agresivas y que con su actitud servil están apoyando y legitimando a gobiernos totalitarios y liberticidas. todos sin excepción los que han renunciado a ser ciudadanos para convertirse en siervos, tienen una gran culpa de la esclavitud propia y ajena.
Cada uno de esos siervos obedientes es totalmente responsable de sus propias acciones y de su inacción. Todos ellos son los causantes de su situación de esclavitud y servidumbre, ellos mismos provocan su propia esclavitud debido a su cobardía y su falta de voluntad para simplemente decir NO al gobierno, al estado que los saquea, los oprime, los priva de sus más elementales derechos como el derecho a la vida, a la propiedad (a disponer libremente del producto de su trabajo) y a la libertad individual. La obediencia conduce a la esclavitud, y la desobediencia conduce a la libertad; no existe otra tercera opción.
Quienes hoy afirmn que son «especiales» y merecedores de trato de favor, por tener un determinado color de piel, o pertenecer a una determinada minoría sexual, o proceder de otras culturas ajenas a su actual lugar de residencia, o participar de una determinada cultura, o religión, etc. tienen la culpa de nuestra caótica situación, de que cada día que pasa nos aproximemos más y más al abismo… La división, la confrontación, siempre es promovida de forma deliberada por quienes desean el poder para poder obtener el control de la población, son las mismas personas que afirman que desean acabar con las desigualdades, fomentar la tolerancia, la inclusión, y toda la ristra de frases y palabras talismán a la que recurren constantemente para engatusar a su siervos, y más cuando se aproximan elecciones. La confrontación, la división que estos canallas promueven destruye cualquier posibilidad de trato justo, de igualdad de oportunidades, de igualdad ante la ley, de que la sociedad progrese, de que avance para mejorar promoviendo la capacidad y el mérito, al promover la guerra de todos contra todos. Los actuales capos, oligarcas y caciques de las agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos promueven una «cultura» basada en la hipocresía, la contradicción, la incoherencia que raya la estupidez, ya que promueve relaciones de enemistad con los vecinos, amigo e incluso familiares cercanos, en lugar de vivir y trabajar juntos, en armonía, cooperando solidariamente frente al gran «Leviatán», el monstruo del gobierno cuyos brazos son los burócratas.
No olvides que quien alcanza el poder nunca está dispuesto a abandonarlo voluntariamente, por el contrario, buscará aliados para seguir perpetuándose y así poder continuar saqueándonos, parasitando, viviendo de nuestros impuestos…
En fin, como decía el alcalde de Móstoles hace 2015 años, «la Patria está en peligro, acudid a salvarla»… esta vez el enemigo no es extranjero, lo tennemos dentro.
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