LA OTAN FRENTE A LAS AMENAZAS DEL CIBERESPACIO / COVID 19 Y LA CIBERSEGURIDAD III PARTE
Por David de Caixal : Historiador Militar. Director del Área de Seguridad y Defensa de INISEG. Director del Máster de Historia Militar de INISEG / Universidad Pegaso. Director del Grupo de Investigación del CIIA (Centro Internacional de Investigación Avanzada en Seguridad y Defensa de INISEG-Universidad Pegaso. Membership in support of the AUSA (Association of the United States Army) Miembro asesor de la Sección de Derecho Militar y Seguridad del ICAM (Ilustre Colegio de Abogados de Madrid). Miembro del Grupo de Investigación de INISEG y “The University and Agency Partnership Program » (UAPP) proyecto universitario para la difusión de la Cultura de la Defensa de Estados Unidos.
El COVID-19 ha forzado a muchas compañías a poner en marcha el teletrabajo a gran escala, lo cual tiene un efecto significativo en sus infraestructuras de IT y multiplica, además, las posibilidades de sufrir un ataque. Por ejemplo, es probable que no se hayan podido aplicar controles de seguridad a los nuevos sistemas y herramientas de teletrabajo debido a que, en algunos casos, se hayan tenido que poner en marcha de forma apresurada o, incluso, que los procedimientos y las buenas prácticas habituales no se hayan implementado. Por eso, destacamos una serie de pasos que las empresas deben tener en cuenta cuando sus empleados trabajen desde casa. Son los siguientes:
1. Monitoriza tu shadow IT -el conjunto de sistemas tecnológicos, dispositivos, software y servicios que están fuera del control de tu departamento de IT-, y trabaja para que los usuarios se conciencien de la importancia de utilizar soluciones seguras aprobadas por la compañía.
2. Comprueba que los sistemas de acceso remoto están totalmente parcheados y configurados de forma segura.
3. Revisa tus acciones tácticas y los controles de seguridad clave que se te hayan podido pasar por alto
4. Asegura que tus sistemas de teletrabajo son capaces de resistir ataques de denegación de servicio (DDOS).
Europa, hoy el principal foco de la infección, afronta la crisis desde la fragilidad. Sus habituales divisiones juegan en su contra y cuenta con una población notablemente envejecida, el grupo de mayor riesgo. Ahora bien, nunca hay que subestimar al Viejo Continente. Europa puede reivindicarse y reposicionarse en el mundo ante este grave episodio. Tiene las herramientas para hacerlo. Sus Estados son potentes maquinarias de políticas públicas, los europeos disfrutamos de los mejores sistemas sanitarios universales del planeta y hemos construido el mayor entramado de acción supranacional que se haya conocido: la Unión Europea. Una pandemia global requiere capacidad de resistencia, coordinación y acción pública, y nosotros hemos demostrado sobradas destrezas en estos campos. https://www.iniseg.es/blog/seguridad/coronavirus-y-geopolitica-la-amenaza-a-la-que-se-enfrenta-el-mundo/
La nueva realidad creada por el COVID-19 ha traído el aumento de las amenazas en el campo de la ciberseguridad. Durante esta pandemia se ha impulsado la evolución tecnológica al mover casi todos los servicios al mundo digital, pero este cambio, que se tuvo que hacer de un día para otro, de forma forzosa y desde el desconocimiento, ha propiciado que los ciberdelincuentes encuentren muchas brechas en la seguridad por las que acceder a los sistemas. Esta pandemia ha demostrado que Internet es una parte crítica y global de cualquier infraestructura. Las oficinas en las casas, así como la educación y la vida dependen cada vez más de la capacidad de cada persona para usar Internet. Por lo tanto, proteger el ciberespacio es una tarea que cada vez es más necesaria. Los ataques que han estado sucediendo durante la pandemia, han demostrado que son capaces de paralizar toda la actividad, por ejemplo, de un hospital, robar cientos de registros y miles de datos, y robar información importante para después cobrar una recompensa. ¿Se avecina entonces una ciber pandemia[1]? Algunos expertos dicen que sí y que hay que estar preparados para afrontarlo. Pero suceda o no, lo que sí que está claro es que las empresas, ya sean grandes o pequeñas, deben optimizar y mejorar sus protocolos de seguridad para garantizar que tengan un sistema de ciberseguridad sólido y completo. La pandemia tendrá importantes implicaciones geopolíticas que todavía son difíciles de anticipar. Aún no sabemos si el Covid-19 reforzará o debilitará a China. Su aparente efectiva respuesta a la pandemia (que está por confirmar) podría darle alas al Gobierno, pero si la economía se frena o si se descubre que su gestión de la crisis no ha sido tan exitosa, podría pasar lo contrario. Por otra parte, la crisis económica derivada de la pandemia podría poner en jaque la sostenibilidad de la deuda pública y privada en algunos países emergentes que están experimentando fuertes salidas de capital y depreciaciones de sus monedas, con el consiguiente impacto político y social. Por último, si el precio del petróleo se mantiene bajo por la caída de la demanda, habría una importante transferencia de rentas desde los países productores a los consumidores (entre ellos España), así como importantes problemas económicos para algunos países exportadores que ya se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.
El planeta está paralizado. Lo que hace unos meses parecía un problema sanitario en una remota ciudad china se convirtió en una inédita crisis de salud que tiene al mundo en vilo. El covid-19, el virus que preocupa por su rápido contagio y que aún no tiene tratamiento, obligó a todos los países a reaccionar con premura para evitar que la situación escale y frenar una gran tragedia humanitaria. En unas pocas semanas, han llegado consecuencias mayúsculas: países aislados, miles de eventos suspendidos en todos los continentes y medios de comunicación colmados por un solo tema, el nuevo coronavirus. El engranaje social y económico, propio del proceso de globalización del siglo XX que permanece hasta hoy, tambalea por cuenta de un virus. El asunto ha sacudido a todo el sistema. Las bolsas se desestabilizaron y algunas están en caída libre. El turismo también entró en sus horas más bajas. Lugares emblemáticos como Machu Picchu o las pirámides de Egipto, que reciben normalmente a miles de visitantes al día, se alinearon con las medidas de seguridad y cerraron sus puertas. Los supermercados, ante el pánico generalizado por un hipotético desabastecimiento, ahora muestran estantes vacíos. Ante la alerta mundial, lo que el capitalismo logró naturalizar se ha mostrado frágil, y algunos ya lo empiezan a considerar inviable. Las estimaciones acerca de cuánto durará la crisis sanitaria son inciertas. Las más optimistas dan el asunto por resuelto en mayo. Las menos optimistas, dicen que la situación se extenderá por los próximos dos años. Pero así se controle la pandemia en unas cuantas semanas, el episodio cambiará al mundo para siempre. Los grandes asesinos de la historia son las bacterias y los virus, y en concreto los que han provocado las grandes epidemias de la historia. El sarampión[2], que acabó con más de 200 millones de personas, o el virus del sida o VIH, que ha matado a más de 35 millones. Hasta la fecha, las cinco pandemias más letales han sido, por este orden: Viruela, Sarampión, la mal llamada ‘gripe española’ de 1918[3], la peste negra[4], y el VIH. En concreto, el más letal de los virus hasta la fecha ha sido el ‘Variola virus’, causante de la viruela[5], hoy erradicada gracias a las vacunas, según sabemos, que no ha provocado brotes tan concentrados en el tiempo, pero su supervivencia a lo largo de los siglos lo ha catapultado a ser el homicida número uno y se calcula que mató a más de 300 millones de humanos. Los epidemiólogos han estado advirtiendo de un brote de coronavirus desde hace años y creen que otra pandemia volverá a ocurrir. Sin embargo, la velocidad y la gravedad del próximo brote no tienen por qué ser tan perjudicial como el que se está experimentando ahora. Para la mayoría de la gente, la actual pandemia de coronavirus surgió de repente. Pero los científicos que llevan toda su vida estudiando las enfermedades emergentes y la epidemiología anticipan momentos como éste.
Coronavirus y China: ¿se le puede pedir responsabilidad a Pekín por la pandemia de covid-19? Con países endeudándose para poder financiar los intentos de contener el contagio de covid-19, millones de empresas sin ingresos y sectores enteros como el turismo paralizado de la noche a la mañana, ya se empiezan a oír voces que piden responsabilidades. Y varios dedos acusadores apuntan a China. https://www.bbc.com/mundo/noticias-52511480
Desde mi punto de vista, creo que si analizamos la literatura sobre el coronavirus, veremos que hay científicos que sabían que esto podría suceder desde el 2015, como mínimo, e incluso antes. No se trata de preguntarse si otra pandemia arrasará el mundo, sino que cuándo lo hará. ¿Significa esto que gran parte del mundo estará bajo una orden de confinamiento y con riesgos de exceder la capacidad de los hospitales de nuevo? Me gustaría pensar que aprenderíamos algunas lecciones valiosas de esto, y tengo la esperanza de que no se repita. En este caso, la evidencia de que un nuevo coronavirus circulaba entre la población humana se detectó a finales de 2019. Creo que, no hay ninguna razón por la que el mundo no pueda estar mejor preparado para un brote o una pandemia, independientemente del tipo de patógeno al que nos podamos enfrentar. En cuanto al Crédito Universal, que podríamos decir que viene a ser lo más parecido a la prestación por desempleo en España, ha sido duramente criticado desde que se pusiera en vigor en 2010. Este sistema surgió con la intención de hacer más fácil el acceso a prestaciones (benefits) de las personas desempleadas o con ingresos reducidos. Si antes tenían que solicitar por separado la prestación por vivienda, por la manutención de niños y la propia, por impuestos comunitarios, con el Crédito Universal recibían un único pago que resolvía todo lo anterior. Pero este sistema tenía el fallo de que era siempre accesible sin importar las horas que se trabajasen siempre que uno no ganase más de cierta cantidad al mes. Y, claro, siempre hay algún tramposillo que se las arregla para vivir de la prestación sin dar palo al agua. Aparte de que la complejidad de los trámites para solicitar las prestaciones hacía que estas se otorgasen a veces de forma arbitraria. Y así se vio que el Crédito Universal estaba causando serias pérdidas en la economía del país. El proceso globalizador en el que estamos inmersos, derivado del descomunal desarrollo de las comunicaciones y el impacto de las finanzas ha configurado una mutación de la sociedad mundial en todos los órdenes que abre en el nuevo espacio relacional surgido de la misma un horizonte de oportunidades y riesgos sin precedentes en la historia. La magnitud y complejidad del ciberespacio, ámbito paradigmático de esta nueva realidad, auténtica “sobrenaturaleza” artificial de carácter electrónico, demanda una estrategia internacional para su plena consolidación y desarrollo, como forma de arraigar y hacer viable un entorno en el que sea posible el progreso de la humanidad con plena garantía de intereses, derechos y libertades, en un marco de paz y seguridad internacional. Y que dada su naturaleza informacional requiere de forma especial y como premisa, el desarrollo de una estrategia de la información inspirada en los valores y principios derivados de los textos internacionales sobre Derechos Humanos y los valores del Estado de Derecho, atendiendo a las posibilidades que brindan las tecnologías más avanzadas.
El COVID-19 ha sido un catalizador que ha acelerado o revelado tendencias preexistentes en diferentes áreas de la actividad humana. Esto es tan cierto en el ciberespacio como en cualquier otra área. Antes de la crisis, las tecnologías digitales se estaban desarrollando con el potencial de transformar el lugar de trabajo, pero su adopción era relativamente lenta ya que la inercia organizativa privilegiaba las formas de trabajo más tradicionales. Las operaciones de desinformación utilizaban plataformas de medios sociales para difundir noticias falsas y distorsionadas pero, a pesar del bombo, su impacto seguía siendo limitado. La ciberseguridad era una preocupación creciente para las empresas y los gobiernos, pero sus consecuencias se veían contenidas por los límites de nuestra digitalización del espacio de trabajo y la concentración de vulnerabilidades en un número limitado de lugares. El brote del COVID-19 ha cambiado todo eso. El encierro y el distanciamiento social han aumentado radicalmente nuestra dependencia de las tecnologías digitales. Tanto el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como el Consejo Europeo han celebrado reuniones en línea por videoconferencia, al igual que muchos consejos de ministros de los gobiernos. Millones de trabajadores se han visto obligados a trabajar desde sus casas, comprometiéndose a distancia con sus compañeros de trabajo. Las escuelas y universidades se han visto obligadas a impartir educación online con una preparación y una experiencia mínimas. Los maestros han tenido que inventar sobre la marcha, averiguando cómo impartir las clases a través de una variedad de herramientas y plataformas en línea.
Las tecnologías digitales también se han insertado en la lucha contra el coronavirus. La modelización informática de la probable evolución de la pandemia ha sido ampliamente utilizada por los gobiernos para ayudar a diseñar respuestas políticas al virus. Se han desarrollado varios dispositivos y aplicaciones digitales para ayudar a rastrear a los infectados por el virus. En el futuro, el análisis de grandes datos de los metadatos de las plataformas de medios sociales y los motores de búsqueda ofrece la perspectiva de vigilar el desarrollo de las pandemias y otras enfermedades infecciosas en tiempo real. Pero ninguno de estos desarrollos es incontrovertible. Es evidente que los políticos no comprendieron realmente las limitaciones de la modelización informática, y los modelizadores no se mostraron inclinados a iluminarlos, lo que posiblemente condujo a errores políticos catastróficos. Las aplicaciones de rastreo y el análisis de metadatos de las plataformas de medios sociales y los motores de búsqueda plantean graves problemas en cuanto a la privacidad y la protección de los datos. Los propios ciudadanos deben debatir y decidir dónde está el equilibrio entre la privacidad y la protección. Ahora que se ha eliminado el tabú digital, es probable que las organizaciones se muevan aún más rápido en la adopción de nuevas tecnologías. Las empresas y los departamentos gubernamentales no sólo se han dado cuenta de que el trabajo a domicilio puede ser efectivo y más barato. También se han dado cuenta que necesitan a pocos de sus gerentes y otros empleados de cuello blanco. La creciente adopción de la inteligencia artificial y la ofimática, bajo la presión de reducción de costes generados por la crisis económica de COVID-19, reducirá la fuerza de trabajo con importantes implicaciones sociales. Pero también aumentará nuestra dependencia de las tecnologías digitales y nuestra vulnerabilidad a los ciberataques. La ciberseguridad ya no será sólo responsabilidad de los técnicos, sino de la sociedad en su conjunto.
¿El fin de la globalización[6]?
La globalización ha sido una fuerza poderosa que impacta a las economías y a las sociedades de todo el mundo, pero podría estar condenada al fracaso. Como no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial[7], la crisis sanitaria unió a la comunidad internacional alrededor de un tema común. En su momento, cuando el virus salió de China, Occidente reclamó transparencia en la información algo clave para conocer la magnitud de la amenaza y enfrentarla. Los gobernantes, incluso los más recelosos como el chino Xi Jinping[8] y el ruso Vladímir Putin[9], han reconocido que para terminar con la pandemia hay que publicar los datos relacionados con el virus, y han seguido, con mayor o menor acierto, las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El fin de la globalización podría conducir al aumento de la pobreza y conflictos civiles, según la Oficina Nacional de Investigación Económica de EE.UU[10]. La sintonía entre los países para controlar la emergencia invita a pensar que, al terminar la crisis, las instituciones y organismos internacionales saldrán favorecidos, al remontar la complicada situación que vivían algunos, como la Unión Europea tras el brexit[11]. Así lo pienso yo, que con “la rapidez con que la crisis se convirtió en algo global y la certeza de que el sufrimiento sanitario, social y económico en general potenciará el multi-lateralismo”. Debemos ser conscientes, que, “una señal positiva es la posibilidad de que la Unión Europea lance eurobonos, una medida para que todos los Estados miembro compartan el riesgo y se vean respaldados a la hora de tomar medidas”.
La Historia nos demuestra la resiliencia de las conexiones globales frente a las catástrofes que ellas mismas han producido. Un espectro recorre el mundo y no se trata de Covid-19: es la idea del fin de la globalización. Las grandes catástrofes de la historia siempre han estimulado la imaginación humana, pero la actual coyuntura ha disparado los niveles de especulación, transformando a intelectuales prestigiosos en espontáneos futurólogos. Representativo es un reciente artículo del filósofo político británico John Gray en The New Statesman, donde no sólo el “apogeo de la globalización” se da por terminado, si no que también se afirma que esta “prueba hobbesiana” provocará una caída de gobiernos; una ruralización generalizada; que la gente “viajará menos”; que la Unión Europea acabará “como el Sacro Imperio Romano”, dominada por la extrema derecha y bajo la creciente influencia de Rusia; que el “orden mundial” se desmoronará. https://www.esglobal.org/el-coronavirus-pondra-fin-a-la-globalizacion/
Mi percepción es que esta crisis del coronavirus puede ser un gran punto de inflexión, como en su momento fueron Bretton Woods, en 1944[12], o la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, y que puede imponer un nuevo orden económico mundial que se traduciría en un nuevo orden de poder. Tanto Estados Unidos como China están intentando mover sus fichas. En el primer caso, para mantener su hegemonía, y en el segundo, para seguir adelante con esa carrera para desbancar a Washington. Ahora mismo parece que China, epicentro de la pandemia, se está recuperando y no sólo eso, sino que está mandando mensajes de solidaridad a países europeos como Italia o España, a donde ha empezado incluso a mandar material sanitario. Esto puede interpretarse como una señal que indica que está acelerando ese proceso de adelantar a Estados Unidos. Desde el punto de vista europeo, una vez más, vamos a ser los grandes perdedores de este tipo de situaciones. Esto nos va a costar un sufrimiento grande, un sufrimiento que va mucho más allá del sanitario, porque el impacto económico puede ser terrible si esto se prolonga dos o tres meses
No cabe duda de que el respaldo internacional ha logrado reducir la dispersión del virus. Seguramente, la alianza entre Estados termine por neutralizar la pandemia, y científicos de varias nacionalidades aportarán para conseguir la cura del covid-19. Pero mientras unos ondean la bandera del multilateralismo y la globalización, otros dicen que este modelo, al abrir las puertas del mundo de par en par, causó el problema. Muchos expertos han empezado a advertir que así será, y esto daría pie a múltiples posibilidades, desde el reforzamiento de las economías locales para depender menos del resto del mundo hasta el impulso de Gobiernos nacionalistas. Hasta los más acérrimos defensores del sistema neoliberal tomarán medidas. También creo que, “Al sistema global de economías de escala lo reemplazará un sistema global de desacoplamiento. Los países van a intentar cambiar la cadena de producción y diversificar sus mercados para no depender de uno solo. La economía sería menos vulnerable, pero la producción más cara”. Tenemos que ser conscientes de que “la gente deberá tomar decisiones. Si una empresa tiene fábricas en todo el mundo y no en un solo país, los productos pueden ser más caros. La adaptación del sistema liberal tiene un costo”. Este golpe al modelo también planteará un desafío para el sistema capitalista a menor escala. El temor a perder las certezas de un día para otro podría reformar el sistema de raíz. También me gustaría remarcar que “no ha existido una emergencia sanitaria semejante a escala global que llevara a cortar los intensos flujos materiales que entraña la globalización. Es, por supuesto, mucho peor para las personas que viven del día a día, como comerciantes y trabajadores autónomos, para quienes un día sin trabajo es muchas veces un día sin comer”. Pero el asunto está en que el refuerzo de la economía local vendría acompañado de otros rezagos de la crisis, que podrían desatar una ola nacionalista e independentista en muchas partes del mundo. En este sentido, aunque resulte paradójico, la comunión internacional alrededor de la crisis sanitaria podría desatar el unila-teralismo[13] en Occidente. Estados Unidos, que bajo el mandato de Donald Trump ya venía deteriorando voluntariamente su relación con la Unión Europea, ahora podría justificar esa política con más facilidad. El desmesurado crecimiento de la epidemia en Europa sería la excusa perfecta para deslegitimar los principios fundacionales liberales de la comunidad al señalarlos de artífices de la propagación del virus en el resto del mundo. Hay que recordad que las organizaciones internacionales y alianzas multilaterales ya atravesaban esta profunda crisis. “El equilibrio entre las grandes potencias no será impactado directamente. Pero el sistema multilateral, casi agonizante, no se levantará de esta crisis. La organización mundial, si podemos llamarla ‘organización’, se parecerá quizás al sistema que hubo entre las dos guerras mundiales. Es decir, un gran desorden en el que las relaciones entre potencias se llevará a cabo de manera bilateral. Las alianzas de ayer no tendrán mucho valor, y si la crisis dura un año, la mayoría de los sistemas democráticos podría declinar para provecho de los regímenes autoritarios”. “El miedo, decía Hobbes, tiene como objetivo apartarnos de algo. En este caso, el miedo al coronavirus aísla, separa. Se está perdiendo una oportunidad de oro para reforzar la globalización y afianzar el apoyo internacional. Haber consensuado desde el primer minuto una política de cooperación uniforme habría sido lo ideal”. La emergencia sanitaria ha llevado a millones de personas a lidiar con un panorama inédito. En 2020 parecería una locura que más de la mitad de los estudiantes del mundo no vayan a clase, o que países del primer mundo como España e Italia estén confinados en casa. Pero esta inesperada alteración del orden natural, e interiorizado, del sistema global también ha advertido sobre otras realidades ignoradas. Por supuesto, la más evidente tiene que ver con el sistema de salud. Debido a la peligrosa avanzada del virus en el mundo, las garantías en esta materia pasaron a un primer plano. Italia, en su momento desbordado por la epidemia, demostró esta urgencia.
El coronavirus no es un evento geopolítico. Tampoco lo fue la caída de Lehman Brothers, pero ambos son eventos disruptivos. Hay eventos que no están relacionados con la geopolítica, pero que pueden conectarse al sistema y perturbarlo hasta modificar el anterior orden establecido. Según la magnitud del impacto, el coronavirus se podría convertir rápidamente en un evento geopolítico. Un evento como el coronavirus –por los impactos económicos, sociales y sanitarios que de él se derivan– puede acelerar la historia, tiene todo el potencial para alterar el orden global. Por eso, cobra pleno sentido la frase de Lenin: «Hay décadas donde no pasa nada y semanas donde pasan décadas». Estamos viviendo algunas de estas semanas. https://dobetter.esade.edu/es/covid-19-geopolitica-impactos
Cualquier reflexión ahora no puede olvidar el objetivo principal de tratar de reforzar el cumplimiento por todos los ciudadanos españoles de las medidas adoptadas a distintos niveles por las autoridades sanitarias para afrontar la crisis. Unas medidas que se centran, tanto aquí como en otros países, en ralentizar en lo posible la difusión de la enfermedad, mediante medidas generales inmediatas para reducir el número de contagios, su detección precoz y el aislamiento de los contagiados, con el objeto de evitar el colapso del sistema sanitario. Nuestro sistema sanitario público tiene algunas ventajas innegables: la cobertura casi universal que ofrece; el acceso a la atención sanitaria libre de cargas en el momento de su utilización; y, por último, la integración de la protección sanitaria de la casi totalidad de la población en un sistema de protección común con escasas excepciones (las más destacadas, las mutualidades de funcionarios), cuya existencia facilita la adopción de medidas generales. Son condiciones que han favorecido la respuesta a la crisis en algunos países que fueron afectados por la misma antes que España y que, por el contrario, están ausentes en otros, cuyas carencias, y las actitudes de su gobierno, están provocando el colapso de la autoridad y la confianza públicas. España desoyó las llamadas de la OMS y de la UE a hacer acopio de material sanitario frente al coronavirus. La organización alerto a varios países europeos de que habría desabastecimiento. Sanidad tampoco vio pertinente aprovechar la «ventana de oportunidad» de la que avisaba el 11 de febrero la OMS para comprar un remanente de equipamiento -mascarillas, guantes, gafas protectoras, respiradores, batas quirúrgicas o camas, entre otros- que le permitiera afrontar un posible contagio masivo que, finalmente, se hizo realidad cuatro semanas después, a inicios de marzo.
El Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez, que ha gestionado de forma criminal, irresponsable y con una gran ineptitud esta crisis sanitaria, que ha dejado más de 58.000 fallecidos, tampoco siguió la conclusión a la que llegaron los 27 socios de la Unión Europea el 13 de febrero: «Vigilar el riesgo de desabastecimiento de medicamentos y equipos importados desde China» Ahora, España es el país con más profesionales sanitarios contagiados – El número de profesionales sanitarios contagiados por el coronavirus Covid-19 ascienden a más de 66.000[14], según los datos aportados por las comunidades autónomas alMinisterio de Sanidad, las cifras que sepamos si no han sido manipuladas a la baja por el Gobierno- y vive una crisis de abastecimiento, tanto por falta de material como por los problemas logísticos que empiezan a surgir con los proveedores de China, el fabricante sanitario más relevante del mundo. De hecho, los primeros test de diagnóstico rápido que compró el Ejecutivo resultaron fallidos al no alcanzar el 30% de fiabilidad. La Ley General de Sanidad Pública[15], en su artículo 14, establece que la «gestión de alertas que procedan de la UE o de la OMS» es «competencia» directa y automática del ministerio, al igual que todas aquellas alertas «de carácter supra-autonómico o que puedan trascender del territorio de una comunidad autónoma» La experiencia de China en enero y la de Italia en febrero por culpa del envite del coronavirus no fueron suficientes para que España tomara nota, a tiempo, de lo que estaba por venir. Y de aquellos polvos, vienen estos lodos, pues el Gobierno reconoce ya que hasta el 10 de marzo no comenzó a distribuir material sanitario a las comunidades autónomas, pasadas ya las marchas feministas del 8-M. Y lo que ha logrado repartir el Ejecutivo hasta ahora resulta insignificante. De hecho, las 4.550.904 unidades de mascarillas que aseguró haber entregado a la Comunidad de Madrid entre el 10 de marzo y el 1 de abril «apenas sirven para abastecer durante tres días a todos los servicios sanitarios de la región» de las 400.000 mascarillas que tenemos registradas, solo 37.000 son FFP2 y FFP3, las recomendadas para los profesionales, una cifra que equivale a las que necesitamos a diario de esos dos tipos para cubrir las demandas de los hospitales». Debido a esta crisis, “Podremos anticipar inversiones más importantes en la salud y, quizás, una contribución más importante del sector privado en los sistemas de salud públicos actuales. Además, el desarrollo y la promoción de la telemedicina deberían ser facilitados por los beneficios que van a sacarse de la medicina a distancia durante esta crisis”. Con lo cual, debemos ser conscientes que “la robotización se acelerará para depender menos de los individuos que podrían estar enfermos o incapaces de ir a trabajar”. Y de esta manera “se reforzará la salud con nuevos enfoques, más centrados en las soluciones locales, y en la prevención y en la construcción de ambientes saludables”.
El número de profesionales sanitarios con positivo por COVID-19 asciende a 66.771 hasta el 14 de octubre y 63 fallecidos hasta el 5 de junio, según la información proporcionada por el Ministerio de Sanidad. España acumula un total de 921.374 casos de coronavirus confirmados por PCR, de modo que el 7,24 % de estos contagios corresponden a personal sanitario. https://www.rtve.es/noticias/20201015/profesionales-sanitarios-contagiados-covid-19-superan-50000/2014047.shtml
¿El mundo se enfrenta a otra gran crisis económica como la del 2008? Todo va a depender de cómo gestionen el impacto económico del coronavirus las autoridades monetarias y gubernamentales. En mi opinión, el analista que predijo la recesión que sufrimos hace 12 años, “todo va a depender de que quiebre una gran corporación y arrastre a una entidad financiera occidental. En ese caso se desatará el pánico y repetiríamos los sucesos que se produjeron como consecuencia de la comercialización de activos tóxicos al inicio del siglo”. Presuntamente hemos aprendido algo de la Gran Recesión y es de esperar que no se cometan los mismos errores. Entonces fue China quien nos salvó al inyectar al sistema financiero ingentes cantidades de dinero, ahora hará lo mismo y no dejará quebrar a ninguno de sus grandes bancos. Los bancos centrales previsiblemente harán lo propio para evitar la crisis financiera y todo quedaría en un frenazo de la economía y del comercio mundial. Pero ahora es una crisis industrial que se ha producido en el corazón de la fábrica del mundo. De lo que no hay duda es que el impacto económico del coronavirus lo vamos a sentir todos. Puede ser más o menos intenso dependiendo lo que se tarde en controlar la pandemia y de las medidas que tomen los gobiernos. En el caso de España la principal amenaza es el turismo. De hecho, será muy difícil que se puedan repetir las cifras de ingresos y de llegadas registradas el año pasado. Eso tendrá un impacto en el crecimiento y en el empleo. Otro sector amenazado será el del automóvil, ya que una gran parte de los componentes vienen de China y allí la producción está paralizada. Y también el textil, porque las grandes empresas españolas como Inditex o Mango tienen muy localizada su producción en esa región. Lo mismo se puede decir de la electrónica y un gran número de sectores manufactureros. Haber convertido China en la fábrica del mundo supone haber creado una enorme dependencia del gigante asiático. Otra consecuencia no deseada ni prevista de la globalización. Tan es así que se empieza a temer un desabastecimiento de determinados fármacos que se producen en Wuhan. Estas circunstancias han puesto sobre la mesa la necesidad de desglobalizar o al menos diversificar la producción como está haciendo Estados Unidos, que ha vuelto a poner su mirada en México. De lo que no hay dudas es que la economía mundial será distinta tras el coronavirus, como cambió tras la Gran Recesión[16].
Y no hay que descartar también, una nueva crisis sanitaria global en el corto plazo, por lo que “es necesario construir un nuevo sistema. Se pueden desarrollar certificaciones sanitarias estrictas en las empresas para que podamos estar seguros de que todo el mundo respeta reglas básicas que deben ser integradas en el proceso de producción”. La predecible búsqueda de una mejora en temas de salud abre la posibilidad de que este reclamo se expanda a otros terrenos, y el estado de confinamiento se ha convertido en el laboratorio perfecto para que aparezcan estas nuevas inquietudes. La mejora de la calidad del aire y del medioambiente en las zonas sometidas a la cuarentena puso de manifiesto, por si hacía falta, que el modelo consumista no hace más que destruir los territorios. Además, la reducción del tráfico vehicular, que también aporta a la contaminación, hace pensar a muchos en que las ciudades, después de todos estos años de crecimiento, podrían ir en la dirección equivocada. En España, “Muchos ciudadanos confinados estamos experimentado la posibilidad de llevar una vida digna y apacible, saliendo una vez al día a comprar el pan y artículos de primera necesidad. Estamos descubriendo que el modelo de consumo que llevábamos no implicaba necesariamente un incremento altamente manifiesto de nuestro bienestar. Nos estábamos centrando mucho en el papel de los líderes mundiales, pero los que realmente tienen la posibilidad de modificar el sistema son los ciudadanos. Al salir del confinamiento se recuperarán los espacios públicos como lugares de encuentro, ya no serán solo carriles de tránsito”. En todo caso, las respuestas definitivas a estas preguntas aún están por llegar. No hay eventos en la historia reciente comparables con esta emergencia. Nadie sabe todavía cómo responderán los mercados a la crisis, y sectores como el de la oferta cultural han demostrado ser un atributo descartable en tiempos difíciles. Habrá que ver si, al erradicar la pandemia, los engranajes del mundo globalizado vuelven a ponerse en marcha como si nada. Pero con cada día que pasa, esta posibilidad se hace más remota. Esta crisis ha cambiado el mundo, tal y como lo conocíamos, veremos a donde nos lleva. Para finalizar esta conferencia me gustaría hacer llegar mi apoyo y reconocimiento a los héroes de esta guerra biológica a la que nos enfrentamos, a los sanitarios, a la Seguridad Privada, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y a las Fuerzas Armadas por el gran trabajo que estáis realizando. También mi recuerdo y oración por todos aquellos miles de españoles que han muerto en esta pandemia y por sus familias.
[1] Desde siempre se le ha reconocido un carácter muy noble al sector sanitario. Tanto es así que, incluso en tiempos de guerra, su naturaleza humanitaria le concede el respeto y la protección de toda la sociedad. Quizá es por eso que se hace difícil pensar que pueda convertirse en el objetivo de algún tipo de ataque. Pero el dinero es uno de los motores que mueve el mundo, y el anhelo por tenerlo no entiende de sectores. Es también la principal motivación de unos ciberdelincuentes que han encontrado en el sector sanitario un filón muy rentable. Despreocupado por su condición social y su excelente posición en la comunidad, el ámbito sanitario ha descuidado durante años la seguridad de sus sistemas. Nos encontramos ahora con una industria tecnológicamente muy avanzada pero con un abandono en seguridad muy preocupante
[2] El sarampión es una enfermedad infecciosa exantemática como la rubeola o la varicela, bastante frecuente, especialmente en niños, causada por un virus, específicamente de la familia paramyxoviridae del género Morbillivirus. Se caracteriza por las típicas manchas en la piel de color rojo (exantema), así como la fiebre y un estado general debilitado. Si se presentan complicaciones, el sarampión puede causar inflamación en los pulmones y en el cerebro que amenazan la vida del paciente. El período de incubación del sarampión suele durar de 4 a 12 días, durante los cuales no hay síntomas. Las personas infectadas siguen siendo contagiosas desde la aparición de los primeros síntomas hasta los 3 a 5 días posteriores a la aparición del sarpullido. El diagnóstico se hace a través del cuadro clínico y la detección de anticuerpos en la sangre. No existe terapia específica para el tratamiento de la enfermedad; sin embargo, se puede prevenir mediante la administración de la vacuna contra el sarampión. En el pasado, la vacuna triple vírica (también conocida como SPR) ha reducido el número de infecciones. En la mayoría de los países, la enfermedad es de declaración obligatoria a las autoridades de salud social. En 1998, la Asamblea Mundial de la Salud estableció el objetivo de la eliminación del sarampión endémico de la Región Europea en el 2007, para poder certificar su eliminación antes del 2010
[3] La pandemia de gripe de 1918, también conocida como gripe española, fue una pandemia causada por un brote del virus influenza A del subtipo H1N1. A diferencia de otras epidemias de gripe que afectan principalmente a niños y ancianos, sus víctimas fueron también jóvenes y adultos con buena salud, y también animales, entre ellos perros y gatos. Se considera la pandemia más devastadora de la historia humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Esta cifra de muertos, que incluía una alta mortalidad infantil, se considera uno de los ejemplos de crisis de mortalidad. La enfermedad fue notificada por primera vez el 4 de marzo de 1918, en Fort Riley (Kansas, Estados Unidos) aunque ya en el otoño de 1917 se había producido una primera oleada heraldo en al menos catorce campamentos militares. Tradicionalmente se ha localizado al paciente cero en Estados Unidos, concretamente, en el Condado de Haskell, en abril de 1918, y en algún momento del verano de ese mismo año este virus sufrió una mutación o grupo de mutaciones que lo transformó en un agente infeccioso letal. El primer caso confirmado de la mutación se dio el 22 de agosto de 1918 en Brest, el puerto francés por el que entraba la mitad de las tropas estadounidenses aliadas en la Primera Guerra Mundial. Recibió el nombre de gripe española porque la pandemia ocupó una mayor atención de la prensa en España que en el resto de Europa, ya que España no estaba involucrada en la guerra mundial y por tanto no se censuró la información sobre la enfermedad. Aunque el origen del virus se acepta que fue Estados Unidos —fue el 4 de marzo de 1918 en Camp Funston, uno de los campamentos militares establecidos en Kansas tras el comienzo de la Primera Guerra Mundial donde se registró el primer caso—. Con el fin de estudiar la pandemia de gripe, los científicos han empleado muestras de tejido de víctimas congeladas para reproducir el virus. Dada la extrema virulencia del brote y la posibilidad de escape accidental (o liberación intencionada) de la cuarentena, hay cierta controversia respecto a las bondades de estas investigaciones. Una de las conclusiones de la investigación fue que el virus mata a causa de una tormenta de citocinas, lo que explica su naturaleza extremadamente grave y el perfil poco común de edad de las víctimas.
[4] La peste negra o muerte negra se refiere a la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad que afectó a Eurasia en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1347 y 1353. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero modelos contemporáneos los calculan entre 75 a 200 millones, equivalente al 30-60% de la población de Europa, siendo un tercio una estimación muy optimista. La teoría aceptada sobre el origen de la peste explica que fue un brote causado por una variante de la bacteria Yersinia pestis. Es común que la palabra «peste» se utilice como sinónimo de «muerte negra», aun cuando aquella deriva del latín «pestis», es decir, «enfermedad» o «epidemia», y no del agente patógeno. De acuerdo con el conocimiento actual, la pandemia irrumpió en primer lugar en Asia, para después llegar a Europa a través de las rutas comerciales. Introducida por marinos, la epidemia dio comienzo en Mesina. Mientras que algunas áreas quedaron despobladas, otras estuvieron libres de la enfermedad o solo fueron ligeramente afectadas. En Florencia, solamente un quinto de sus pobladores sobrevivió. En el territorio actual de Alemania, se estima que uno de cada diez habitantes perdió la vida a causa de la peste negra. Hamburgo, Colonia y Bremen fueron las ciudades en donde una mayor proporción de la población murió. En cambio, el número de muertes en el este de Alemania fue mucho menor. Las consecuencias sociales de la muerte negra llegaron muy lejos; rápidamente se acusó a los judíos como los causantes de la epidemia por medio de la intoxicación y el envenenamiento de pozos. En consecuencia, en muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos judíos y una extinción local de comunidades judías. Aun cuando líderes espirituales o seculares trataron de impedir esta situación, la falta de autoridad debido a la agitación social, que a su vez era consecuencia de la gravedad de la epidemia, generalmente no les permitía a aquellos tener éxito
[5] La viruela (del latín variola: pústula pequeña) fue una enfermedad infecciosa grave, contagiosa y con un alto riesgo de muerte, causada por el virus Variola virus. El último caso de contagio natural se diagnosticó en octubre de 1977 y en 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS) certificó la erradicación de la enfermedad en todo el planeta. Sus principales características eran una elevada tasa de mortalidad para quienes padeciesen la enfermedad, de alrededor de un 30 %, con tasas especialmente elevadas en bebés y las cicatrices por todo el cuerpo, y en algunos casos ceguera, que dejaba a quienes sobrevivían. Los síntomas iniciales incluían cuadros de fiebre y vómitos, seguidos en días posteriores de la formación de llagas en la boca y erupciones cutáneas. Al cabo de unos días, las erupciones cutáneas se convertían en protuberancias cargadas de denso líquido con un característico hundimiento en el centro. Con la evolución de la enfermedad, las protuberancias se convertían en pústulas y después en costras, las cuales se caían y dejaban las características cicatrices en la piel. La enfermedad se propagaba a través del contacto de personas sanas con personas contagiadas o mediante el intercambio de objetos contaminados con el virus responsable de la enfermedad. La principal vía de prevención consistió en inocular la vacuna desarrollada contra la viruela, mientras que para su tratamiento una vez contraída la enfermedad existían antivirales específicos, aunque de efectividad escasa. Se desconoce el origen de la viruela, pero existen evidencias de su existencia en una época muy temprana, pues se han hallado restos en momias egipcias datadas del siglo III a. C. La enfermedad se propagó a lo largo de la historia a través de brotes periódicos: en la Europa del siglo XVIII se estima que unas 400 000 personas morían cada año por viruela y un tercio de los supervivientes desarrollaba ceguera. Se estima que solo en el siglo XX, la viruela mató hasta 300 millones de personas y a 500 millones en sus últimos 100 años de existencia. En 1967, apenas una década antes de su último registro, se registraron 15 millones de casos. Parece ser que en China alrededor del siglo XVI se comenzó una forma primitiva de inoculación de la viruela para mitigar sus efectos. Europa adoptó esta práctica hacia la primera mitad del siglo XVIII, pero no fue hasta 1796 cuando se creó la primera vacuna moderna contra la viruela, gracias a Edward Jenner. En 1958, la Unión Soviética propuso a la OMS una campaña mundial para erradicar la enfermedad y desde 1967 se intensificaron los esfuerzos para eliminar la viruela con campañas masivas de vacunación, hasta certificar oficialmente su final en 1980. Se considera a la viruela una de las dos únicas enfermedades infecciosas que el ser humano ha logrado erradicar, junto a la peste bovina, erradicada oficialmente en 2011.
[6] Aunque la mayoría de nosotros tenemos una idea de lo que es la globalización, la realidad es que es un concepto complejo u su relación con los derechos humanos es múltiple. El término “globalización” se utiliza para describir una variedad de cambios económicos, culturales, sociales y políticos que han dado forma al mundo en los últimos 50 años, desde la muy celebrada revolución de la tecnología de la información a la disminución de las fronteras nacionales y geo-políticas en la cada vez mayor circulación transnacional de bienes, servicios y capitales. La creciente homogeneización de los gustos de los consumidores, la consolidación y expansión del poder corporativo, el fuerte aumento de la riqueza y la pobreza, la “McDonaldisation” de los alimentos y la cultura, y la creciente ubicuidad de las ideas democráticas liberales, de una u otra manera, se atribuyen a la globalización
[7] La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló entre 1939 y 1945. En ella se vieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, incluidas todas las grandes potencias, agrupadas en dos alianzas militares enfrentadas: los aliados de la Segunda Guerra Mundial y las potencias del eje. Fue la mayor contienda bélica de la historia, con más de cien millones de militares movilizados y un estado de «guerra total» en que los grandes contendientes destinaron toda su capacidad económica, militar y científica al servicio del esfuerzo bélico, borrando la distinción entre recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme repercusión que incluyeron la muerte masiva de civiles -el Holocausto, los bombardeos intensivos sobre ciudades y el uso, por única vez, de armas nucleares en un conflicto militar- la Segunda Guerra Mundial fue la más mortífera de la historia con un resultado de entre 50 y 70 millones de víctimas, el 2,5 % de la población mundial. El comienzo del conflicto se suele situar en el 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana de Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un Tercer Reich alemán sobre Europa. Esto produjo la inmediata declaración de guerra de Francia con la mayor parte de los países del Imperio británico y la Commonwealth al Tercer Reich. Desde finales de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie de fulgurantes campañas militares y la firma de tratados, Alemania conquistó o sometió gran parte de la Europa continental. En virtud de los acuerdos firmados entre los nazis y los soviéticos, la nominalmente neutral Unión Soviética ocupó o se anexionó territorios de las seis naciones vecinas con las que compartía frontera en el oeste. El Reino Unido y la Commonwealth se mantuvieron como la única gran fuerza capaz de combatir contra las potencias del eje en el Norte de África y en una extensa guerra naval. En junio de 1941 las potencias europeas del eje comenzaron la invasión de la Unión Soviética, iniciando así la más extensa operación de guerra terrestre de la Historia, en la que desde ese momento se empleó la mayor parte del poder militar del Eje. En diciembre de 1941 el Imperio del Japón, que había estado en guerra con China desde 1937 y pretendía expandir sus dominios en el Sudeste Asiático, atacó a los Estados Unidos y a las posesiones europeas, francesas, británicas y neerlandeses en Asia y el océano Pacífico, conquistando rápidamente gran parte de la región.
[8] Xi Jinping (Pekín, 15 de junio de 1953) es un político e ingeniero químico, que actualmente ejerce como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, presidente de la Comisión Militar Central y, desde 2013, presidente de la República Popular China. En enero de 1974 se unió al Partido Comunista de China. En su carrera política ha recorrido algunas de las provincias costeras con mayor desarrollo. En 1999 fue nombrado gobernador de la provincia de Fujian. En 2000 fue nombrado secretario del PCCh de la provincia de Zhejiang. Después de ganarse reputación de luchador contra la corrupción, en marzo de 2007 fue nombrado secretario del PCCh en Shanghái, reemplazando a Chen Liangyu, destituido del cargo acusado de corrupción. En octubre de 2007 fue nombrado miembro (el sexto, según el protocolo), del Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China. Desde entonces hasta noviembre de 2012 también se desempeñó como miembro del Secretariado del Comité Central Partido Comunista de China y presidente de la Escuela Central del Partido. El 11 de febrero de 2008 fue nombrado encargado de los Juegos Olímpicos de Pekín, confirmando de manera extraoficial que Xi sería nombrado próximo vicepresidente. El 15 de marzo de 2008 fue elegido vicepresidente de la República Popular China, en la XI Asamblea Popular Nacional de China, al mismo tiempo que Hu Jintao fue reelecto presidente. El 18 de octubre de 2010 Xi fue nombrado vicepresidente de la Comisión Militar Central, de esta manera pasó a ocupar puestos destacados en el Ejército Popular de Liberación, el Partido Comunista de China y el Gobierno.
[9] Vladímir Vladímirovich Putin, nacido en Leningrado, República Socialista Federativa Soviética de Rusia, Unión de Repúblicas Socialistas Sovieticas (URSS) el 7 de octubre de 1952) es un político, abogado y exagente del KGB. Es el actual presidente de la Federación Rusa desde 2012, cargo ejercido anteriormente entre 1999 y 2008 lo que lo convierte en el que más tiempo ha estado en ese cargo desde la ruptura de la URSS. También fue Presidente del Gobierno Federal de Rusia entre 1999 y 2000 y desde 2008 hasta 2012. Generalmente ha estado asociado a los partidos Nuestro Hogar – Rusia, Unidad, y desde 2008 a Rusia Unida (nacionalista), partidos de tendencia conservadora. Proveniente de una familia de origen humilde, Putin se graduó, con honores, en la carrera de Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, tras lo cual ingresó en el servicio de espionaje del KGB, siendo destinado como agente en Dresde (Alemania Oriental). Después de la caída del Muro de Berlín, regresó a Leningrado (actualmente San Petersburgo), donde fue ayudante del rector de su alma mater, pasando, en 1990, a convertirse en asesor de Anatoly Sobchak, entonces presidente de la Diputación de Leningrado. Tras el triunfo de este en las elecciones para la alcaldía, pasó a ser jefe del Comité de Relaciones Exteriores del ayuntamiento y vicealcalde. En 1996, después de la derrota de Sobchak en los comicios de turno, Putin se trasladó a Moscú con un puesto en la administración del presidente Borís Yeltsin.
[10] La Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) es una organización de investigación privada estadounidense sin fines de lucro «comprometida a emprender y difundir investigaciones económicas imparciales entre los formuladores de políticas públicas, los profesionales de negocios y la comunidad académica». El NBER es bien conocido por proporcionar fechas de inicio y finalización para las recesiones en los Estados Unidos. Muchos de los presidentes del Consejo de Asesores Económicos han sido investigadores asociados de NBER, incluido el ex presidente de NBER y profesor de Harvard, Martin Feldstein. El actual presidente y director ejecutivo de NBER es el profesor James M. Poterba del MIT. El NBER se fundó en 1920. Su primer economista de planta, director de investigación y uno de sus fundadores fue el economista estadounidense Wesley Mitchell. Fue sucedido por Malcolm C.Rorty en 1922. El economista ruso estadounidense Simon Kuznets, y alumno de Mitchell, estaba trabajando en el NBER cuando el gobierno de Estados Unidos lo reclutó para supervisar la producción de las primeras estimaciones oficiales de la renta nacional, publicadas en 1934. A principios de la década de 1940, el trabajo de Kuznets sobre la renta nacional se convirtió en la base de las mediciones oficiales del PNB y otros índices relacionados de la actividad económica. El NBER se encuentra actualmente en Cambridge, Massachusetts, con una sucursal en la ciudad de Nueva York
[11] La salida del Reino Unido de la Unión Europea, también conocida popularmente como brexit, palabra combinada de las palabras inglesas Britain, ‘Gran Bretaña’, y exit, ‘salida’), fue un proceso político que consiguió el abandono por parte del Reino Unido de su condición de Estado miembro de la Unión Europea. Tras un referéndum celebrado el 23 de junio de 2016 en el que el 51,9 por ciento de los votantes apoyó abandonar la Unión Europea, el Gobierno británico invocó el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, iniciando un proceso de dos años que debía concluir con la salida del Reino Unido el 29 de marzo de 2019. Ese plazo fue prolongado en primer término hasta el 12 de abril de 2019. El plazo volvió a ser prolongado hasta el 31 de octubre de 2019. Por tercera y última vez, el plazo volvió a ser prorrogado hasta el 31 de enero de 2020. Pasada esa fecha, tras haberse aprobado definitivamente el Acuerdo de Retirada a las 00:00 horas del viernes 31 de enero, Reino Unido abandonó automáticamente la Unión Europea a las 23:00 horas (hora británica) de dicho día. En virtud de dicho acuerdo, habrá un periodo transitorio hasta el 31 de diciembre de 2020 por el cual Reino Unido se mantendrá en el mercado europeo y los ciudadanos y las empresas no notarán diferencias. Reino Unido y la UE deberán negociar una nueva relación comercial los siguientes meses.
[12] Los acuerdos de Bretton Woods son todas las resoluciones de la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, realizada en el complejo hotelero de Bretton Woods (Nueva Hampshire, Estados Unidos), entre el 1 y el 22 de julio de 1944, que establecieron el nuevo orden económico mundial que estuvo vigente hasta principios de la década de 1970. Allí fue donde se establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo. Bretton Woods trató de poner fin al proteccionismo del período 1914-1945, que se inició en 1914, con la Primera Guerra Mundial. Se consideraba que, para llegar a la paz, tenía que existir una política librecambista, donde se establecerían las relaciones con el exterior. En los acuerdos, también se decidió la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, usando el dólar estadounidense como moneda de referencia internacional. Ambas organizaciones empezaron a funcionar en 1946.
[13] El unilateralismo se refiere a “un solo lado” y aunque puede aplicarse a cualquier tendencia que solo considere un sector, lado o parte de un problema o situación, por ejemplo: “observas tu problema con unilateralismo, no te afecta solo a ti sino a toda la comunidad, y debes buscar una solución que nos convenga a todos y no solamente a ti”; se utiliza comúnmente para referirse en las relaciones internacionales, a las decisiones que toma un Estado sin consultar con otros, con los que conforma una unidad o bloque, con los que se ha aliado para tener mayor fuerza o competitividad, o decide por su cuenta sin esperar o en forma contraria a organismos supranacionales. Lo contrario, cuando se toman decisiones conjuntas se denomina, multilateralismo, y es una práctica común en la actualidad globalizada.
[14] El número de profesionales sanitarios con positivo por COVID-19 asciende a 66.771 hasta el 14 de octubre y 63 fallecidos hasta el 5 de junio, según la información proporcionada por el Ministerio de Sanidad. España acumula un total de 921.374 casos de coronavirus confirmados por PCR, de modo que el 7,24 % de estos contagios corresponden a personal sanitario. Desde el 11 de mayo al 14 de octubre se han detectado 16.351 nuevos contagios entre estos profesionales, de los que 1.450 han sido notificados en los últimos siete días. Con estos datos, consolidados el 14 de octubre, se trata de la segunda semana en la que los contagios semanales del SARS CoV-2 entre este colectivo ascienden. Se diagnosticaron casos de COVID-19 entre los sanitarios de todas las comunidades autónomas. Con 224 positivos, Navarra es la que más casos semanales notifica. Le siguen Castilla y León, con 195; Castilla-La Mancha, con 156; Andalucía, con 146; Aragón, con 125; Madrid, con 91; y la Comunidad Valenciana y Murcia, con 88 respectivamente. https://www.rtve.es/noticias/20201015/profesionales-sanitarios-contagiados-covid-19-superan-50000/2014047.shtml
[15] La Ley Orgánica de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública de 1986 se presenta como la principal norma que podría utilizar el Gobierno en caso de no conseguir respaldo parlamentario. Se trata de una ley breve, de solo cuatro artículos. El artículo primero establece que al objeto de proteger la salud pública y prevenir su pérdida o deterioro, «las autoridades sanitarias de las distintas administraciones públicas podrán, dentro del ámbito de sus competencias, adoptar las medidas previstas en la presente ley cuando así lo exijan razones sanitarias de urgencia o necesidad. En el artículo segundo recoge que las autoridades sanitarias competentes podrán adoptar medidas de reconocimiento, tratamiento, hospitalización o control «cuando se aprecien indicios racionales que permitan suponer la existencia de peligro para la salud de la población debido a la situación sanitaria concreta de una persona o grupo de personas o por las condiciones sanitarias en que se desarrolle una actividad». El tercero dice: «Con el fin de controlar las enfermedades transmisibles, la autoridad sanitaria, además de realizar las acciones preventivas generales, podrá adoptar las medidas oportunas para el control de los enfermos, de las personas que estén o hayan estado en contacto con los mismos y del medio ambiente inmediato, así como las que se consideren necesarias en caso de riesgo de carácter transmisible». Por último, el cuarto recoge que cuando un medicamento, un producto sanitario o cualquier producto necesario para la protección de la salud se vea afectado por excepcionales dificultades de abastecimiento y para garantizar su mejor distribución, la administración sanitaria del Estado, temporalmente, podrá establecer el suministro centralizado por la administración y condicionar su prescripción «a la identificación de grupos de riesgo, realización de pruebas analíticas y diagnósticas, cumplimentación de protocolos, envío a la autoridad sanitaria de información sobre el curso de los tratamientos o a otras particularidades semejantes» https://www.boe.es/eli/es/l/2011/10/04/33/con
[16] Por Gran Recesión se conoce a la crisis económica mundial que comenzó en el año 2008, que tuvo su origen en los Estados Unidos. Entre los principales factores que se atribuyen como causas de la crisis se encuentran los fallos en la regulación económica, la sobrevaloración de productos, crisis alimentaria mundial, la subida del precio del petróleo por la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y la amenaza de una recesión en todo el mundo, así como una crisis crediticia-hipotecaria y de confianza en los mercados. Aunque se considera que la crisis surgió en 2008, especialmente tras la caída del banco estadounidense Lehman Brothers, los primeros síntomas aparecieron en agosto de 2007 con la quiebra de varios bancos menores de inversión provocando la crisis que ha sido señalada por muchos especialistas internacionales como la «crisis de los países desarrollados», ya que sus consecuencias se observan fundamentalmente en los países más ricos del mundo. Con la caída de los bancos estadounidenses de inversión debido a la crisis de las hipotecas subprime, que representaba un alto porcentaje de su inversión, las bolsas y mercados de valores se derrumbaron y provocaron la crisis financiera de 2008 en todo el mundo. Posteriormente, debido a que los gobiernos tuvieron que realizar numerosos rescates financieros para salvar a empresas financieras y no financieras de una probable quiebra, la crisis acabó convirtiéndose también en crisis de deudas en diferentes países, especialmente en los de la eurozona. Debido a la gran cantidad de dinero asignado a los rescates financieros y a la fuerte caída generalizada de los ingresos en la recaudación fiscal, algunos gobiernos realizaron programas de austeridad económica que implicaban fuertes recortes sociales provocando contestaciones sociales y un aumento de la pobreza generalizada en gran cantidad de países del mundo