Eduardo García González
Millones de crédulos telespectadores suponen erróneamente que, los grandes monopolios de la industria de la comunicación son canales de información veraz. La mayoría de la gente, en su ceguera voluntaria desconoce que en realidad, los grandes medios de comunicación solo son medios de desinformación, manipulación, e interesado moldeado de la opinión pública.
Por eso, a quienes denunciamos las mentiras difundidas por los medios de comunicación y revelamos las verdades que ocultan, nos diagnostican de “conspiranoicos” como si sufriésemos algún tipo de trastorno cognitivo. Realmente es justo al revés, los que sufren un trastorno cognitivo son los que parecen incapaces de ver con claridad lo que tienen delante de las narices, por muy evidente que sea. Es innegable que en la historia de la humanidad abundan complots y conspiraciones, habiendo sido muy determinantes en el devenir histórico.
Si algo tienen en común las “versiones oficiales” de los Gobiernos, es que todas responden a intereses inconfesables, y ocultan, falsifican o tergiversan los hechos adaptándolos a sus intereses.
He aquí unos pocos ejemplos sucedidos en España: El asesinato del Almirante Carrero Blanco. El caso del aceite de colza. El golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid. El caso del Bar España, en Castellón. El secuestro, la tortura y el asesinato ritual de las tres niñas de Alcacer. Los cientos de asesinatos por encargo, denunciados en el “Expediente Royuela” y silenciados por los partidos políticos y los medios de información. La manipulación maniquea y guerra-civilista de la historia reciente de España, impuesta mediante las denominadas leyes de “Memoria Histórica y Memoria Democrática”.
Las personas que emplean el término “negacionista” para referirse a quienes denunciamos la falsedad de la versión oficial del COVID-19, deberían empezar por saber que el poder establecido miente y engaña habitualmente a los ciudadanos. El mundo al revés, nos tildan de “negacionistas” los que ignoran y niegan la existencia de conspiraciones y que, estas son instrumentos habituales de los grandes centros de poder, de los poderes fácticos. ¿A que creen ustedes que se dedican las Sociedades Secretas –que haberlas, haylas- y los Servicios de Inteligencia? Si los ciudadanos en vez de dejarse hipnotizar por los telenoticiarios dedicasen ese tiempo malgastado a pensar e informarse por sí mismos, podrían descubrir con sorpresa que los han engañado toda su vida.
En este apocalíptico “fin de los tiempos”, del que los presentes ciudadanos de la “aldea global” (Marshall MacLuhan) están siendo temerosos y confundidos testigos directos, el COVID-19 destaca como la mayor conspiración de todas las que han sucedido desde el siglo pasado hasta nuestros días. Es una completísima y muy estudiada operación de ingeniería social que agentes del Nuevo Orden Mundial imponen a la población mediante la persistente elaboración e intensivo volcado de grandes mentiras, con la complicidad de los más poderosos monopolios de comunicación, y el deliberado y constante silenciamiento mediático de los héroes individuales que se atreven a discrepar públicamente del ridículo e inverosímil relato oficial.
En su lugar los medios de comunicación gubernamentales o subvencionados (Lo mismo da, que da lo mismo) nos ponen frente a desaprensivos papagayos que, repiten machaconamente hasta la nausea, a todas horas, todos los días en todas las televisiones, los mismos mantras incoherentes. Así engañan a la población (Aplicando técnicas de lavado de cerebro). Y millones de telespectadores se dejan engañar por las televisiones produciendo el efecto gregario buscado.
¿Dónde va Vicente? Donde va la gente-.
¿Para cuándo veremos en las grandes cadenas de tv verdaderos debates libres emitidos en directo en horas de máxima audiencia? Debates sin censura, en los que tengan oportunidad de comunicarse con el gran público los profesionales y autoridades médicas y jurídicas que discrepan radicalmente del delirante discurso políticamente correcto. No esperen estos debates, porque serían muy esclarecedores, demasiado para los estómagos delicados. Y por razones obvias revelar la verdad sobre el COVID-19 está rigurosamente prohibido por los dueños del circo mediático y del teatro político, que son las dos partes del mismo espectáculo rastrero y enajenante.
Los policías del pensamiento “políticamente correcto” que se lucran con Newtral y otros malditos engendros del “Padre de la Mentira” (Juan 8:44), están muy preocupados y ocupados. Son muy conscientes de que revelar la verdad es el primer paso para rebelarse contra la mentira y vivir libremente. Ese es el gran temor de sus amos globalistas. Los “policías del pensamiento” como Ana Pastor -por poner un ejemplo- lo han metabolizado y hecho suyo. Es su negocio, y a fin de cuentas, sus únicos valores son los que cotizan en bolsa.
El oficio y misión de estos nuevos inquisidores y guardianes del “discurso único” es hacer todo lo que sea necesario para impedir la difusión de información veraz que pueda despertar a cientos de miles de ciudadanos, y que una parte sustancial de la población empiece a dudar y cuestionarse racionalmente las inverosímiles paparruchas monocordes que repiten los falsos informativos y amañadas tertulias de las cadenas de televisión. Por cierto, entre estos medios que contribuyen muy activamente al engaño colectivo en todo lo referente al COVID-19, quiero llamar la atención sobre la constante propaganda pro vacunas génicas experimentales repetida por los noticieros y tertulias de 13TV, la televisión de la Conferencia Episcopal Española que preside -por decisión del apostata Bergoglio- el trepa Juan José Omella y Omella, cardenal y arzobispo de Barcelona.
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31). Cuando los seres humanos dejan de estar acogotados por el miedo irracional pueden llegar a descubrir la verdad, y los agentes de este sistema opresivo temen tanto la verdad como los vampiros temen la luz.
Las grandes corporaciones farmacéuticas y su Organización Mundial de la Salud ya estafo al mundo con anteriores falsas pandemias, baste recordar las de fiebre aviar. Fueron ensayos prácticos, y aprendieron de sus errores. Esta vez con el COVID-19 han conseguido un éxito rotundo. Con la excusa de una falsa pandemia de un supuesto nuevo coronavirus que no ha sido secuenciado ni verificado correctamente nos han impuesto la absolutamente anormal nueva normalidad. Con la finalidad genocida de arruinarnos, esclavizarnos, y que nos vayamos acostumbrando al Nuevo Orden Mundial, la nueva tiranía planetaria que nos tienen preparada en donde todo lo que no sea obligatorio estará prohibido y todo lo que no esté prohibido será obligatorio.
El COVID-19 forma parte esencial de la AGENDA 2030, y es la mayor conspiración supranacional, la más implacable y definitiva de las efectuadas hasta hoy por la elite desalmada y depredadora que se cree dueña de este mundo, y que se comporta como si fuese dueña de la humanidad.
Es extremadamente decepcionante comprobar que la inmensa mayoría de la población española, prácticamente casi la totalidad, no se cuestiona en ningún momento la mentirosa propaganda covidiana, y acepta sumisamente los ilegales confinamientos y toques de queda. Es muy decepcionante comprobar que toda la población, salvo unos pocos héroes individuales y anónimos, van la mayor parte del tiempo con el rostro oculto tras un insano tapacaras, como masoquistas vasallos voluntarios, mermando la oxigenación vital, intoxicándose con la inhalación continuada de lo que exhalan, tragándose las bacterias que contaminan el interior del bozal, y disminuyendo la respuesta inmune natural, enfermando.
En España todos los partidos políticos con cuotas de poder, sin excepción, son organizaciones del Estado, y dependen del Estado, de un Estado carente de soberanía nacional, de un Estado que ha endeudado a las futuras generaciones de españoles, y que permanece controlado desde instancias extranjeras. Y como todos esos partidos son obedientes instrumentos políticos de sus amos supranacionales, están cumpliendo las ordenes que reciben desde fuera, y atacando deliberadamente la salud mental y física de la población española, que dado su servil y estúpido comportamiento -Dios me perdone- no parece merecer otra cosa. En España los parasitarios partidos políticos han acabado con las libertades humanas fundamentales, el derecho legítimo a la propiedad, y la prosperidad fruto de la valía y merito personal de trabajadores y empresarios.
En España los partidos políticos manipulan a la población para lograr -con la bendición eclesial- la inoculación masiva de aberrantes y probablemente mortíferas quimeras transgénicas en fase experimental. Esto los convierte objetivamente a todos ellos en cómplices de un genocidio aterrador. Los políticos que se lucran del sistema de partidos vigente en España están destruyendo cualquier posibilidad de futuro de la sociedad española.
Todos estos políticos están actuando objetivamente -sean o no conscientes de ello- como agentes implementadores en España de la malthusiana y eugenésica reducción de la población mundial a menos de 500 millones de habitantes. Propósito solemnemente proclamado en las Piedras Guía de Georgia. Y la misma sociedad secreta que instalo en 1980 este enorme y misterioso monumento está cumpliendo lo anunciado en él: Se llama nuevo Orden Mundial, y si triunfan estos hijos de Satanás -o de Lucifer- será la más tiránica e inhumana distopía planetaria que nunca jamás haya existido. Dios nos libre. Es el único que puede hacerlo. Pero primero hagamos todo lo posible para hacernos dignos de merecer la ayuda divina de nuestro todopoderoso señor Jesucristo.
Conocer el planificado y declarado propósito del Nuevo Orden Mundial es lo que hace comprensible y hasta previsible la asombrosamente insólita e inédita extensión planetaria, calado social, duración y expectativas de la operación COVID-19, que como un descomunal tsunami de falsedad, corrupción y prevaricación, lo embarra y arroya todo sin excepción.
Con la plaga covidiana y su absurda nueva normalidad los ciudadanos españoles estamos abrumadoramente sometidos a una operación de ingeniería social humanamente enajenante y socialmente destructiva. Y va de mal a peor por el conformismo intelectualmente plano de la masa poblacional que se mantiene indiferente hacia la verdad. Masa social acobardada e incapacitada para rebelarse contra la casta política más desastrosa de la historia de España, porque en su teleinducida estulticia aun no se quieren dar cuenta de que España es ya una dictadura de facto. La mafia política española ha degradado la Constitución del 78 a la condición de felpudo pisado impunemente por todos los partidos e instituciones del Estado.
Los gobiernos regionales de esta España troceada y sin real soberanía nacional, pueden discrepar en muchas cosas con el Gobierno Central, pero extrañamente están todos de acuerdo en mantener el gran circo mediático encargado a los dueños de los medios de comunicación. Un coronacirco de proporciones y repercusiones apabullantes que desbordan todo lo imaginable en degradación política, institucional, médica, judicial y mediática. Y que además cuenta con la bendición amoral de la Conferencia Episcopal Española.
La Conferencia Episcopal forma parte de este sistema podrido hasta el tuétano en donde el Tribunal Constitucional esta mudo y desaparecido ante los decretos anticonstitucionales. Un sistema donde la Fiscalía General del Estado es un tentáculo del Gobierno y los sindicatos vividores del Estado permanecen mudos ante la masiva pérdida de empleos.
La impunidad con la que mandatarios oficiales de instituciones gubernamentales del Estado implementan la anticonstitucional vulneración de derechos y libertades de los españoles deja claro más allá de cualquier duda razonable que en España los gobiernos y la oposición han pervertido tanto el Estado de Derecho que lo han degradarlo a fallido Estado desecho.
El COVID-19 es instrumento de una distopica conspiración planetaria. En su irrupción y mantenimiento vemos claramente dos cortes divisorios: Primero está el corte cronológico en la historia de la humanidad. Es el gran punto de inflexión que separa dos eras, muy superior incluso al 11-S (Auto atentado de falsa bandera, obra de la misma pervertida elite internacional).
El segundo corte, y mucho más trascendente, es la división y enfrentamiento social. Se ha levantado una trinchera infranqueable en medio de familias, grupos de amigos, pueblos y empresas. A un lado están los culpables y cómplices del planeado coronacirco, y frente a ellos -y sin posibilidad de acuerdo con ellos- los denunciantes de esta conspiración planetaria, entre los que me incluyo como uno más, y espero que más acompañado a partir de hoy.
Pero para ser muy preciso pormenorizare un poco más. En el presente escenario social de plaga covidiana podemos distinguir cuatro grupos de personas claramente diferenciados:
En primer lugar el más minoritario y elitista, en el que la mayoría de sus integrantes son desconocidos para el gran público. Son miembros de la élite supranacional que controla la ONU (Gobierno mundial) o la OMS (Ministerio mundial de sanidad). La misma élite organizadora del EVENTO 201 donde en octubre de 2019 hicieron el simulacro previo a la puesta en marcha de la planeada pandemia. La misma élite promotora de la globalista AGENDA 2030.
Son muy pocas decenas de capitostes y mandamases los que representan o dan rostro público a la mencionada élite. Para no extenderme demasiado, me limitare a señalar solo a los tres más famosos en el imaginario popular: Los falsos filántropos George Soros y Bill Gates, y el jesuita y apostata Jorge Mario Bergoglio, irregularmente entronizado a la suprema jerarquía católica previa dimisión forzada y encierro del papa Benedicto XVI.
Debajo de los miembros de esta élite siniestra, están -en segundo lugar- el disciplinado “ejército” de sus subordinados. Me refiero a cientos de miles de profesionales del Nuevo Orden Mundial, infiltrados y destacados en las instituciones oficiales de nuestra nación y de la mayoría de naciones del mundo, en los medios de comunicación, y en los endeudados sistemas de asistencia y salud pública. Son tantos y variopintos los miembros este “ejercito” de “técnicos de mantenimiento del sistema” que prefiero abstenerme de nombrar solo algunos ejemplos aislados.
En tercer lugar está la inconmensurable base de la pirámide social, la inmensa masa poblacional formada por miles de millones de personas en todo el mundo. Gente corriente como yo mismo o mis amigos y conocidos; gentes de toda clase y condición, que -por desgracia para todos- padecen con suicida sumisión todas las absurdas imposiciones de este plan diabólico, o van aun más lejos en su gregaria tontería covidiana, y con obediencia indebida colaboran en la vulneración de libertades constitucionales, convirtiéndose objetivamente en culpables de complicidad con los más dañinos enemigos de su salud y de sus derechos.
En cuarto lugar, afortunadamente, y como reacción de legítima defensa, han surgido y cada vez con más fuerza, grupos activistas e individualidades brillantes que se salen de este esquema opresivo. Son seres humanos que han despertado de la modorra mental teleinducida desde los medios de manipulación de masas. En esta categoría destacan un creciente número de voluntarios independientes, médicos cumplidores de su código deontológico (“Primun non nocere”), científicos intelectualmente honestos, juristas valiosos y valerosos defensores de la justicia, periodistas investigadores e informadores de la verdad, generosos líderes sociales sin ánimo de lucro, y también ciudadanos normales y corrientes, hartos de toda esta farsa y dispuestos a hacer lo máximo posible para liberarse y liberarnos de la lacra que nos oprime. Todos ellos son admirables héroes cívicos que los agentes de la nueva normalidad tratan de amedrentar, multar, ningunear, censurar y silenciar.
Es un conjunto variopinto de mentes sanas y despiertas. Seres humanos que se salvan de la ceguera mental que asola a una sociedad cuyos gobernantes tienen como ideología del Estado la degenerada ideología de género. Engendro ideológico que solo puede ser aceptado por una sociedad que promociona el infanticidio prenatal y denigra la maternidad.
Los seres humanos mental y físicamente sanos surgen de sociedades mentalmente sanas. El ser humano es un ser social por naturaleza. Y lo natural es que nazca y viva en comunidad, empezando por la familia natural, continuando por la vecindad residencial y el ámbito laboral y profesional. Pero la plaga covidiana agrede y boicotea la dimensión social del orden social connatural al ser humano. Y esa agresión covidiana provoca suicidios, familias rotas, autónomos arruinados, empresas cerradas, y municipios sin libertades ni viva social. Nunca antes se había cumplido y manifestado con más rotundidad y claridad el viejo dicho “Ha sido peor el remedio que la enfermedad”.
La sociedad española está tiranizada con el inconsciente consentimiento -o complicidad vergonzante- de la mayoría aborregada que empezó creyéndose bobamente la propaganda de los telenoticiarios, continuó aplaudiendo ingenuamente a los funcionarios del sistema de salud pública y ahora cual rebaño de ganado bovino se deja pastorear hasta el matadero malthusiano y eugenista de las “vacunas” transgénicas experimentales, de las que no se han interesado en saber que contienen y que efectos pueden tener.
Incomprensiblemente una gran parte de la población española sigue obedeciendo a comediantes políticos que mienten reiteradamente, legislan inconstitucionalmente e imponen bozales patógenos, distanciamientos ridículos, confinamientos absurdos, liberticidas toques de queda, y toda clase de abusivas intromisiones en la esfera personal de los ciudadanos.
En España los ciudadanos padecemos con excesiva paciencia a una clase política que en su totalidad es la voz de su amo globalista, y que no merece ni la más mínima credibilidad ni confianza. Mientras sigan mintiéndonos y quitándonos libertades solo merecen nuestro desprecio. Todos ellos sin excepción forman parte del problema que estamos sufriendo, y ninguno de ellos forma parte de la solución. Votarles es legitimar su ruinoso y falsario teatro político ¿Y qué decir del tristísimo pasmarote que no ejerce de jefe del Estado español? Se limita a figurar -cada vez menos- como lujoso adorno del pastel institucional. Y no podemos pasar por alto que en ocasiones ha tenido el significativo gesto de lucir en la solapa el emblema de la antinacional y anticristiana Agenda 2030.
Dejemos atrás las ilusiones y los espejismos. España es hoy una cascara vacía llena de egoísmos particulares y ayuna de una verdadera y despierta comunidad nacional española. Esa es la realidad a la que nos han llevado entre unos y otros… partidos políticos. Y cuanto antes nos demos cuenta antes podremos hacer algo edificante por nosotros y por España.
Una comunidad no es un territorio, una comunidad es una agrupación vivencial de ciudadanos, de personas, de seres humanos que pueden habitar un mismo territorio, o no. Lo que hace que una comunidad lo sea de verdad es el compartir un acuerdo social con horizonte de futuro y defender unos intereses comunes. En definitiva un natural grupo humano de convivencia social y crecimiento personal.
Desgraciadamente la plaga covidiana ha desnaturalizado a todas las comunidades, ya sean grandes o pequeñas. Han sido anuladas y descompuestas deliberadamente para poder imponer el Nuevo Orden Mundial.
Poco antes del COVID-19 la comunidad nacional española empezaba a tomar conciencia de sí misma en una sana y esperanzadora reacción nacional contra el ofensivo y delirante proceso secesionista en Cataluña. Pero la irrupción de la plaga covidiana se ha entrometido abruptamente y ha desfigurado este incipiente resurgimiento patriótico español. Lástima. Muchos de sus componentes -afortunadamente no todos- han caído en el error de creerse la falsa pandemia del coronatimo y siguen empecinados en confiar en partidos políticos legisladores y ejecutores de medidas liberticidas que arruinan España y a los españoles.
El éxito de la plaga covidiana en España disuelve como azucarillo a la comunidad humana que forma nuestra nación. Hoy el eje verdadero, el más importante y urgente es solo uno. Decía el admirable patriota y pensador español don Ramiro de Maeztu que “ser es defenderse”, y tenía razón. O los ciudadanos conscientes ejercemos cívicamente nuestro derecho a la legítima defensa y nos defendemos de la agresión antihumana, antisocial, antinacional y anticristiana de la “nueva normalidad”, o seremos cómplices involuntarios de la elite genocida supranacional. Es insensato seguir acatando la anormal “nueva normalidad” esclavizadora. La desobediencia cívica debe empezar ya.
Quienes me conocen personalmente y me han tratado políticamente saben que he dedicado parte de mi vida a defender los derechos lingüísticos de la comunidad hispanohablante en Barcelona. Y aunque retirado de la acción política sigo siendo defensor de la soberanía nacional de España en Cataluña, pero cada día que pasa me cuesta más reconocerme como parte de esa comunidad. Y esto es así porque en su mayoría mis antiguos compañeros de combate social han sucumbido igual que casi todo el mundo a la propaganda covidiana. Se tragan la propaganda oficial como si fuesen bobos, que no lo son ni lo han sido nunca, y absurdamente forman parte del coronacirco, y se comportan como obedientes vasallos de la aberrante y malsana “nueva normalidad”, apoyando activamente el distanciamiento social y demás medidas ilegitimas y antisociales ¿Qué les ha pasado? No lo sé. Pero si se que creer que la televisión informa -y no darse cuenta que hipnotiza- daña el maravilloso don humano que nos permite discernir entre lo verdadero y lo falso. También se que el miedo irracional ofusca y paraliza.
Que patriotas españoles se pongan un parche rojigualda en su bozal obligatorio es todavía peor. Degradan la gloriosa enseña nacional a la ridícula condición de emblema subordinado al antinacional y antiespañol Nuevo Orden Mundial.
Hoy por hoy ya es indiscutible que el COVID-19 ocupa, eclipsa y domina la política, la economía, la ciencia y la religión. Los cuatro grandes paradigmas del mundo en que nacimos y que habíamos conocido hasta hoy. Un mundo que ya se fue por el desagüe de la historia, y que no volverá jamás. Coincido con algunos compatriotas en que hace falta una nueva España en un mundo nuevo. Un mundo donde la hispanidad iberoamericana sea nuestra alternativa para defendernos del Nuevo Orden Mundial.
Considerando reflexivamente lo aquí relatado he llegado a la conclusión de que los españoles que estamos despiertos y los que están despertando -más vale tarde que nunca, rectificar es de sabios, y bienvenidos al club- ya solo nos queda una solución. Y quizás será la mejor solución: Formar nosotros mismos nuestra propia comunidad, con sus reglas y derechos de admisión, una soberana comunidad universal de seres humanos libres. Sera trabajoso formarla pero es la única solución de verdad que nos queda en España a los que caminamos por la vida a cara descubierta en legítima defensa de nuestro derecho natural a respirar libremente y vivir dignamente. Esa es la idea. Creer en esa idea es el primer paso para crear la primera comunidad universal de seres humanos libres e iguales en derechos, soberanía y dignidad personal.
Amigos, “a grandes males grandes remedios”. Les ruego que valoren seriamente y desarrollen lo mejor que puedan la idea que les acabo de exponer con toda sinceridad y afecto. Un gran abrazo a todos, a todos sin excepción.
Eduardo García González
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