Domingo García, traductor de La rebelión de Atlas, clásico de Ayn Rand reeditado por Deusto: «Sus ideas son más necesarias que nunca». «España está caminando hacia un colectivismo que asusta».
La rebelión de Atlas (Atlas Shrugged – 1957) es una de las novelas más influyentes del siglo XX. De hecho, suena ya casi a tópico ese dato que asegura que, en una encuesta realizada a comienzos de los noventa por el Congreso de EEUU entre sus ciudadanos sobre los libros que habían cambiado su vida y su forma de pensar, esta obra de Ayn Rand era la segunda más citada, tras la Biblia.
En España, sin embargo, aunque no puede decirse que sea un libro desconocido, ha tenido mucho menos éxito comercial. Sí, es un título de culto en determinados círculos liberales, pero es relativamente poco conocido entre el público general. Cierto, hablamos de una novela de más de 1.200 páginas, algo que puede asustar a más de uno. Pero también es verdad que nos encontramos ante un thriller apasionante, entretenido, sorprendente… con todos los ingredientes de un best-seller.
Quizás para cerrar ese hueco, entre un libro del que tanto se habla pero tan poco se lee en nuestro país, la editorial Deusto ha lanzado una nueva reedición de este clásico. No estamos ante un cambio de tapas y una nueva foto de portada. Hablamos de una traducción renovada y de lo que será la primera obra de una nueva colección que incluirá todos los escritos de Ayn Rand, quizás la pensadora liberal más polémica, amada y odiada a partes iguales, de la segunda mitad del siglo XX. En Libre Mercado, conversamos esta semana con Domingo García, encargado de esta puesta al día y le preguntamos qué puede enseñar Atlas a los españoles de 2019.
Libre Mercado – ¿Era necesaria otra traducción de La rebelión de Atlas? ¿Por qué?
Domingo García – Sí, era necesaria una buena traducción, porque las anteriores tienen muchos errores y no le hacen justicia al original. Son errores de significado, gramaticales, de estilo, de sensibilidad literaria, de falta de conocimiento de filosofía. La nueva traducción es fiel al original y mantiene la fuerza literaria de la novela y ese sentido de vida tan típico de Ayn Rand.
– ¿Y por qué precisamente ahora? ¿Tiene la sensación de que las ideas de Rand están viviendo un revival?
– No es que esté habiendo un revival, la popularidad de Ayn Rand no ha parado de crecer. Lo que ha cambiado es que hace 20 años era imposible encontrar Atlas en español; hace 10 años podíamos encontrarlo pero mal traducido; ahora es posible finalmente disfrutar de su obra maestra en español y entender su filosofía.
Y las ideas de Atlas son más necesarias que nunca, pues son el antídoto a esa enorme inercia cultural que está llevando al mundo en una dirección cada vez más colectivista, más irracional.
– Es curioso, porque hablamos de un libro que ha tenido una influencia enorme en EEUU pero que en España es relativamente desconocido fuera de algunos círculos liberales. Hace poco leía una entrevista que le hicieron y en la que usted recordaba que, según una encuesta del Congreso de los EEUU, los norteamericanos citan Atlas como el segundo libro que más ha influido en ellos tras la Biblia.
No es la primera vez que veo estadísticas o comentarios similares. Sin embargo, mi sensación es que en nuestro país lo ha leído muy poca gente. ¿Por qué?
– Bueno, Ayn Rand es más conocida en el mundo hispano de lo que parece. La página web de Objetivismo.org tiene más de 60.000 visitas al mes y en su canal de YouTube hay unos 800 vídeos subtitulados que han sido vistos 6 millones de veces.
En España, por desgracia, Ayn Rand no ha sido aceptada aún en el mundo académico, en parte porque muchos intelectuales no la han leído o no la entienden, en parte porque no conciben que una filosofía pueda ser presentada en forma de ficción. Algunos tienen la impresión que Ayn Rand es complicada de leer, cuando en realidad es todo lo contrario: sus novelas son divertidas, originales, apasionantes.
El gran logro de Ayn Rand es presentar a personajes ficticios viviendo sus vidas, pensando, actuando, creando, produciendo, amando… Ella no se limita a escribir elucubraciones abstractas en tratados incomprensibles, como han hecho la mayoría de filósofos en la historia. Su filosofía, Objetivismo, es algo práctico, es «una filosofía para vivir en la Tierra». Puede que hasta ahora Ayn Rand haya sido relativamente poco leída, pero cada día la descubre más gente. Y quienes lo hacen quedan profundamente influenciados por sus ideas, que es lo más importante a largo plazo.
– A alguien que no conoce a Rand o que sólo tiene referencias de segunda mano: ¿qué le diría para animarle a leer un libro de más de 1.000 páginas que usted asegura que ha leído más de 30 veces?
– Le diría que es una novela de misterio con una trama fascinante, un tipo de literatura que nunca ha leído antes. Que en ella hay personajes como los que uno conoce en la vida real, buenos y malos, todos perfectamente caracterizados. Que la novela trata de todos los temas que uno puede imaginar: negocios, política, corrupción, psicología, emociones, sexo, cómo pensar, cómo saber si algo es verdad, cómo discutir, qué es el amor…, todo. Que leerla le da a uno una nueva visión de la vida. ¡Ah! Y que no se asuste por las 1200 páginas: al acabar Atlas, uno siempre piensa que qué pena que se haya acabado tan pronto.
– Seguro que no está de acuerdo con los que critican a Rand por su visión poco realista o ingenua del ser humano: ¿Son sus héroes demasiado perfectos? ¿Podemos aprender algo de ellos?
– Ayn Rand es una escritora romántica, no naturalista. Ella describe no sólo lo que «es», sino lo que «podría ser» y «debería ser», describe a sus personajes de forma estilizada, realzando sus atributos de carácter, dejando sólo lo esencial de cada uno de ellos y descartando lo secundario. En ese sentido, los personajes de Ayn Rand (tanto los buenos como los malos) son perfectos y a la vez perfectamente posibles, son «reales».
Los héroes son personas que piensan y actúan como las personas racionales deberían pensar y actuar, son modelos de comportamiento a quienes admirar, son obras de arte que encarnan las virtudes necesarias para triunfar en la vida y ser feliz…, virtudes como la racionalidad, la productividad, la integridad y el orgullo; son personajes que podemos entender, a quienes podemos imitar.
Y son personajes de diferentes edades, sexos, niveles de inteligencia, intereses, antecedentes, etc. Un héroe puede ser un empresario o un empleado, un músico, un médico, o un conductor de camiones; lo que los une es su racionalidad, cómo usan sus mentes. Y lo mismo con los antihéroes: entre ellos hay políticos, profesores de universidad, hombres de negocios, filósofos, novelistas, etc., y lo que los une es su falta de racionalidad, el hecho de evadir, de guiarse por sus emociones, de actuar por capricho, de vivir por y para otros.
– Mi principal cautela-miedo respecto a la filosofía objetivista es esa confianza absoluta en el poder de las ideas y de la mente humana. El siglo XX nos ha enseñado que el sueño de la razón es peligrosísimo, que los que fantasearon con construir sociedades perfectas a través de un diseño racional y organizado acabaron generando los horrores más absolutos.
Le pido que me convenza de que Rand es diferente, de que su utopía (porque algo de eso hay en Atlas) es lo opuesto a aquellas otras que arrasaron medio planeta no hace tanto.
– Esa pregunta encierra premisas cuestionables o contradictorias: ¿Quién dice que no se puede tener «confianza absoluta» en la capacidad de la mente para lidiar con la realidad? Y hablar de «un diseño racional y organizado»… ¿acaso el comunismo, el fascismo y el Nazionalsozialismus son «racionales»? En cuanto a que el «sueño de la razón es peligrosísimo», ¿acaso ser racional es una utopía peligrosa…?
El siglo XX mostró claramente el resultado de implementar socialmente el misticismo, el altruismo y el colectivismo: la destrucción y la muerte. Pero Ayn Rand aboga por un sistema social basado en los principios exactamente opuestos: la razón, el egoísmo racional y el capitalismo.
No confundamos la forma con el fondo. Ambas son ideologías, pero, en su esencia, el colectivismo y el individualismo son opuestos. En un caso, el colectivo (la «sociedad», representada por el partido, la clase, la raza, la mayoría, el Führer, etc.) detenta el poder absoluto, y sacrifica al individuo a sus edictos; en el otro, el «individuo» es rey, y sus derechos son inalienables. El colectivismo cuenta con imponer su ideología por la fuerza; el individualismo cuenta con la facultad racional del hombre y destierra el inicio de la fuerza de las relaciones humanas. Ese conflicto entre colectivismo e individualismo es lo que Atlas expone brillantemente.
Las utopías irracionales del siglo XX que sacrificaron a millones de personas no son un «diseño racional» ni tienen nada de «científico». En cambio, las ideas de Ayn Rand están basadas en la realidad, la razón y la naturaleza humana. La filosofía es una ciencia, y las observaciones de Ayn Rand (y las conclusiones a las que llega) son tan válidas y tan verificables como las de Isaac Newton.
La historia lo confirma: las ideas que llevaron al auge de la Antigua Grecia y del Renacimiento están basadas en la razón, y son exactamente las opuestas a las que llevaron a las cámaras de gas y a los gulags del siglo XX.
– Como se intuye en mi anterior pregunta, reconozco que no soy muy fan de Ayn Rand, aunque me interesan muchas de sus ideas y me parece una intelectual brillante. Eso sí, Atlas me atrapó como pocos libros lo han hecho. Me pareció eléctrico, fascinante, entretenido, apasionante… Como novela de misterio-aventuras (no sabría cómo encajarla sólo en un género) es impecable. Pero, además, desde un punto de vista filosófico es también interesantísima. Llena de enseñanzas e ideas provocadoras.
¿Usted qué recomendaría? ¿Acercarse a «Atlas» como novela, en busca del placer puro de una historia que atrapa desde el principio? ¿O ese enfoque más intelectual?
– Bueno, hablar así de Ayn Rand ya es ser bastante «fan» de ella, ¿no?… Y, por cierto, ese efecto tan positivo al leer Atlas es el mismo que el libro tiene en la mayoría de la gente. Pero una cosa es que a uno le guste el libro y otra es entender su filosofía. Esto último no es algo automático; uno no lee Atlas y de pronto tiene una revelación y está convertido. No es nada de eso. Objetivismo requiere tiempo, exige profundizar, pensar por uno mismo, asumir responsabilidad por su propia mente, por su propio carácter y por sus propias acciones. Y no todo el mundo lo hace. Muchos prefieren dejarse llevar por la inercia cultural y volver a aceptar lo que todo el mundo acepta.
En cuanto a la forma de acercarse a Atlas, en mi opinión lo correcto es abordarlo como una novela, por el puro placer de leer buena literatura. Las ideas de fondo vienen después, si a uno le interesan. Atlas es, ante todo, una novela de ficción; con una filosofía revolucionaria detrás, es cierto, pero sigue siendo una novela.
– Otra confesión personal: la novela me encantó; pero su pasaje más famoso, un discurso muy largo (el que haya leído el libro sabrá de qué hablamos)… tengo que admitir que no me gustó demasiado. Me pareció oscuro y confuso. Me dejó la sensación de que la filosofía que intenta transmitir queda mucho más clara en el resto del libro, en la acción pura y en cómo se desenvuelven los personajes. ¿Usted qué opina: me releo el discurso, o me lo salto cuando llegue a esa parte?
– Ese discurso de 60 páginas sorprende al lector, porque es un texto mucho más denso que el resto, es como un ensayo dentro de una novela, y muchos se lo saltan la primera vez que lo leen, porque están más interesados en la trama que en las ideas filosóficas de fondo.
Pero sí, hay que leer ese discurso en algún momento. Hay que leerlo despacio, disfrutando de él, entendiéndolo a fondo, porque es una verdadera joya, y sobre todo porque es parte integrante de la historia: el discurso es imprescindible para entender la novela, y el resto de la novela es imprescindible para entender el discurso.
– Una curiosidad. El título en castellano es La rebelión de Atlas, con una palabra, «rebelión», que parece llamar a la acción. Pero en inglés es Atlas Shrugged, que sería algo así como «Atlas se encogió de hombros»: parece que el héroe hubiera decidido pasar del resto del mundo y mandar a todos los parásitos que le rodean a paseo… Ahora, por razones comerciales, me imagino que ya es imposible cambiar el título de la traducción. Pero, ¿cómo lo habría traducido usted si hubiera podido?
– Yo traduciría Atlas Shrugged exactamente como «Atlas se encogió de hombros», porque Atlas, el titán que sostiene al mundo, en realidad no se rebela (como el libro explica, no hay contra quién rebelarse: el mal es algo amorfo e impotente). Lo que hacen en la novela los hombres de la mente es simplemente declararse en huelga, abandonar, dejar de producir, negarse a continuar siendo sacrificados; y esa frase tan visual, «encogerse de hombros», es al mismo tiempo (tanto en español como en inglés) la actitud de que ya no importa el mundo y la acción física de dejarlo caer.
Con el título actual, La rebelión de Atlas (Atlas Shrugged), conseguimos mantener el nombre establecido y reconocido por el público hispano desde la primera traducción en 1960 y, al mismo tiempo, añadir el significado exacto usando el título original en inglés.
– Ahora que se acerca la Feria del Libro, un momento muy típico para regalar libros. ¿A quién recomienda que le llevemos un ejemplar de Atlas? Muchas veces he escuchado que es un libro perfecto para jóvenes, para ese momento de idealismo – ilusión – ambición que caracteriza los 18-20 años.
– No es nada de eso. Atlas es un regalo perfecto para cualquier persona de cualquier edad (bueno, de 13 ó 14 años para arriba) en cualquier país y en cualquier época. Leerlo es una experiencia intelectual y emocional incomparable.
Cuanto antes lo lea uno, antes conseguirá disfrutarlo y aplicar esas ideas a su propia vida. Yo lo leí a los 26 años, pero hay gente que lo descubre mucho después. Incluso una persona mayor puede disfrutar del libro. Hace poco nos escribió alguien de más de 60 años diciendo que acababa de leer Atlas y que le apasionaban las ideas de Ayn Rand, hasta el punto de querer formar un Club Objetivista en su país.
– En la España de 2019, ¿cuál es la principal enseñanza que podemos extraer de Atlas?
– Se me ocurren varias. Una es entender a fondo la situación del país. España está caminando (más bien corriendo) hacia un colectivismo que asusta. Hace un par de semanas entró en vigor la ley que obliga a todos los trabajadores del país a fichar en el trabajo, a registrar sus horas de entrada y de salida, en papel o en su móvil.
Sin una referencia clara, uno puede pensar que, como cualquier otra, esa ley debe tener algunas cosas buenas y otras malas, puede no saber cómo evaluarla. Pero, después de leer Atlas, uno es consciente de la monstruosidad de esa ley y se preguntará por qué no se lanza la gente a la calle a manifestarse contra ese enorme paso hacia el totalitarismo, hacia el Big Brother, hacia un mayor control del Estado.
Otra enseñanza importante es comprender a fondo la diferencia entre poder político y poder económico. Existe una guerra cultural generalizada que demoniza a los empresarios (concretada recientemente en España contra Amancio Ortega, por ejemplo, o en USA contra Mark Zuckerberg), cuando ellos son los Atlas modernos que sostienen al mundo sobre sus hombros, las víctimas que crean riqueza para todos y son condenadas por ello. Los empresarios ni entienden la seriedad de la situación ni saben cómo defenderse, y Atlas es el perfecto antídoto contra esos ataques: es la mejor arma que hay, la única, porque no es un arma económica o política, sino un arma filosófica y moral.
El gran valor de Atlas es que sigue siendo tan relevante hoy como cuando se publicó por primera vez hace más de 60 años. Leyendo Atlas, uno entiende en qué tipo de sociedad vivimos, cómo hemos llegado hasta aquí y cuáles son las ideas racionales que debemos seguir para evitar un desastre. Dicho de otra forma, Atlas nos dice cómo podemos llegar a ser un país libre, si queremos… y cómo evitar convertirnos en otra Venezuela.
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