Tonia Etxarri
Pedro y Begoña se creen víctimas de una conjura política por tener que rendir cuentas ante una justicia que no controlan
La esposa del presidente del gobierno y el propio Pedro Sánchez se están enredando en una telaraña de silencio y opacidad que puede acabar por perjudicarles todavía más en el proceso judicial abierto contra Begoña Gómez, imputada por corrupción en los negocios y tráfico de influencias. En la primera citación, su abogado y ex ministro socialista, Antonio Camacho, solicitó un aplazamiento. Pero en estos quince días de intervalo se le ha complicado un poco más la situación tras la declaración de su amigo, el empresario de Benasque, Carlos Barrabés, y, sobre todo, con la entrada en escena de la Universidad Complutense.
La denuncia de la propia universidad contra Begoña Gómez por su “falta de cooperación” ante la investigación sobre un posible delito de “apropiación indebida” de un ‘software’ que pertenece a la Complutense es grave y merece explicaciones que, en principio, la esposa del presidente no está dispuesta a facilitar. Ha optado por permanecer en el mutismo más absoluto ante la Justicia sin desmentir ninguna de las informaciones publicadas hasta ahora. Puede ser una estrategia de defensa procesal, y está en su derecho, pero su actitud de no colaboración ni con la Universidad Complutense ni con la Justicia está perjudicando su imagen.
Intentó que los vicerrectores, citados por el juez en calidad de testigos, no declararan porque temía que sus aportaciones no le fueran a hacer ningún favor. Pero el juez Peinado desoyó las peticiones de su abogado y escuchó a José María Coello y a su antecesor, Juan Carlos Doadrio, que declararon que la institución ya había apercibido a Begoña Gómez porque no podía apropiarse de plataformas digitales cuya titularidad no le correspondían. Apropiación indebida. ¿Y el regalo de una cátedra de máster sin tener la licenciatura necesaria?
A estas alturas de la instrucción, la Universidad ha decidido curarse en salud, en defensa propia. No vaya a ser que se la considere como cómplice de los movimientos irregulares de la esposa del presidente del gobierno.
Pero así funciona Begoña Gómez. Reclamando tratamiento VIP, allá donde va. El trato dispensado a la esposa del presidente, que no es presidenta, por mucho que así la llamen los portavoces socialistas más burdo (que me dejen acceder a los Juzgados por el garaje, que no me graben en vídeo la declaración) contrasta, y mucho, con el que recibió la Infanta Cristina a la que vimos desfilar hasta la puerta de los Juzgados de Palma y pudimos seguir íntegramente sus declaraciones ante el juez, con total normalidad.
La falta de respuestas a tantos interrogantes por parte de Begoña y de su marido complica más la situación a los inquilinos de la Moncloa. Lo único que se le ocurre al presidente es hablar de bulos, del fango de la ultraderecha de los seudo medios y tabloides digitales. Y a sus portavoces, convertidos en portavoces particulares de Begoña Gómez, en dar clases de derecho a los jueces. En sede parlamentaria, Pedro Sánchez intentó retorcer los argumentos, en un ‘cara a cara’ con Feijóo, acusando al presidente del PP de pretender que su mujer se quede en casa sin trabajar, mano sobre mano. Al líder de la oposición ni se le pasó por la cabeza semejante ocurrencia medieval. La pregunta es ¿La esposa del presidente no puede trabajar? Claro que sí. Pero sin aprovecharse de su condición por ser la cónyuge del presidente del gobierno, que al final le acaban investigando por posibles delitos de corrupción en los negocios y tráfico de influencias.
Los inquilinos de la Moncloa prefieren escudarse en la escenificación de una victimización
La esposa del ex viceprimer ministro británico, Miriam González, abogada de profesión, no pudo ser más clara, hace unos meses, en su pronunciamiento sobre el caso de Begoña Gómez. Criticó a Pedro Sánchez porque, después de seis años gobernando, España sigue sin tener un organismo independiente para prevenir casos de conflicto de intereses. No existe una Oficina de Ética con credibilidad, sólo una Oficina de conflictos muy criticada por el Consejo de Europa por su falta de independencia y autonomía. “Si yo hubiera hecho lo mismo (que Begoña) me habrían quemado en Trafalgar Square”.
Pero los inquilinos de la Moncloa, una vez cometidos los errores por los que deben dar explicaciones para que la Justicia decida si hay caso, o no, prefieren escudarse en la escenificación de una victimización. Begoña no responde en los juzgados. Pedro no responde en el Congreso. Se creen víctimas de una conjura política por tener que rendir cuentas ante la justicia que no controlan. Le espera al juez Peinado un tiempo de presión redoblada. Le ha tocado desempeñar un papel histórico en la defensa de la independencia judicial. Vivimos un momento límite ¿La regeneración democrática era esto?
Tonia Etxarri @EtxarriTonia
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