SHIMSHON ZAMIR
El siguiente artículo fue escrito por Guy Millière y publicado en GATESTONE.
«El ataque genocida antisemita del 7 de octubre de 2023 por parte de los terroristas islámicos de Hamás suscitó al principio horror en todo el mundo occidental. Bastaron unas pocas horas para que el horror se desvaneciera. Ocurrió mucho antes, incluso, de que Israel hubiera comenzado a responder. Las manifestaciones contra el Estado judío y en apoyo al grupo terrorista Hamás, a veces maquilladas como «pro-Palestina», estallaron el 8 de octubre, cuando cientos de cuerpos carbonizados todavía no habían llegado a ser retirados de sus hogares. Estas manifestaciones «profesionales», bien planificadas y bien financiadas, complementadas inmediatamente con banderas palestinas y, más tarde, con tiendas de campaña, rápidamente hicieron metástasis por toda América del Norte y Europa.
Decenas de miles de autodenominados progresistas, de musulmanes y sus simpatizantes corearon lemas como «muerte a América» y «del río al mar, Palestina será libre» -que llama a la destrucción de Israel al considerar que, vaya casualidad, se encuentra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo-.
Los campus de varias universidades americanas y europeas –entre otras Yale, Harvard, Princeton, Columbia y la Universidad de Nueva York– se convirtieron en escenarios de actos de pura violencia antiisraelí y antisemita, bajo el pretexto de la libertad de expresión. Si las manifestaciones hubieran sido contra homosexuales o negros, ¿alguien cree que el argumento de la libertad de expresión o la propia violencia disfrazada de libertad de expresión hubieran durado más de cinco minutos? ¿Qué pasó con las multitudes que marchaban contra China por el genocidio de los uigures o el sometimiento de Hong Kong? ¿Y las que protestaban por la invasión de tierra quemada de Rusia? ¿Y aquellas otras contra las violaciones, torturas y ejecuciones iraníes de mujeres, niños y, recientemente, raperos, o contra los «asesinatos, torturas, desapariciones forzadas» y la «esclavización» del régimen norcoreano?
«Dejen de llamarlas manifestaciones ‘pro-Palestina’», escribió AJ Caschetta, del Instituto de Tecnología de Rochester. En la contundente Australia, se prescindió por completo de los eufemismos en favor de «gasear a los judíos» y «que se jo*** los judíos». Los políticos europeos en Francia y Bélgica, que apoyan a Hamás, lo llaman «movimiento de resistencia«.
A medida que avanzaba la respuesta militar israelí en la Franja de Gaza (meticulosamente diseñada para evitar daños civiles), muchos líderes europeos se volvieron contra Israel. Lo acusaron falsamente de actuar «desproporcionadamente«. Mientras, el uso sistemático de Hamás de los civiles gazatíes como escudos humanos fue casi completamente ignorado. Como planearon meticulosamente los terroristas, la crédula comunidad internacional acusa al Estado judío por la muerte de civiles inocentes y no a los dirigentes y funcionarios palestinos que de manera intencionada los ponen en peligro, llegando incluso a dispararles para evitar que huyan a zonas seguras en el sur como recomiendan las autoridades israelíes.
También se oculta, por parte de las autoridades occidentales y los medios de información, cómo los terroristas se apoderan de prácticamente toda la ayuda humanitaria, para luego repartirla entre sus combatientes o venderla a los civiles a precios exorbitantes.
Aunque «no hay escasez de alimentos en Gaza«, varios de los críticos más fervientemente antiisraelíes, como el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, acusan falsamente a Israel de estar causando una «hambruna» en Gaza. También lo hizo, uniéndose así a varios líderes europeos, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, el 19 de marzo. Añadió, incluso, que «el 100 por cien de la población de Gaza se encuentra en niveles severos de inseguridad alimentaria aguda».
Israel ahora se ve obligado a permitir la entrada a Gaza de cientos de camiones escoltados por soldados israelíes. Se dice que ingresa mucho más alimento del que necesitaría la población gazatí. ¡Vaya!, ¿qué le podría estar pasando?
Los principales medios de información europeos dejaron de hablar, pronto, de los horrores de Hamás. Se centraron, en cambio, en el destino de los sufridos palestinos, sin tener en cuenta que el responsables de sus penas (y del recuento de muertes) es Hamás. El grupo terrorista incluso reconoce libremente su estrategia de utilizar escudos humanos. En lo que los respecta, cuanto mayor sea el número de muertos palestinos, mejor.
Estados Unidos ha sido el principal aliado de Israel durante décadas, descontando fluctuaciones ocasionales aquí y allí. Históricamente, el apoyo de los líderes estadounidenses ha sido inquebrantable… hasta ahora. En febrero, los políticos demócratas votaron a favor de bloquear la ayuda a Israel. Como señaló la semana pasada el autor e historiador israelí Gadi Taub:
«Estados Unidos mantiene a raya a Israel al racionar las municiones estadounidenses de las que depende el esfuerzo bélico; nos ha obligado a suministrar a nuestros enemigos ‘ayuda humanitaria’ que Hamás controla y que sustenta su capacidad de luchar; está construyendo un puerto para subvertir nuestro control del flujo de mercancías hacia Gaza; se abstuvo de vetar una decisión antiisraelí en el Consejo de Seguridad de la ONU a finales de marzo; filtró su intención de reconocer unilateralmente un Estado palestino; permitió a Irán atacarnos directamente con una andanada de más de 300 cohetes y drones sin pagar ningún precio y luego nos dijo que la defensa exitosa de Israel contra ese ataque (que fue detenido en su mayor parte por una combinación de tecnología israelí superior y misiles iraníes defectuosos que se estrellaron por todo Medio Oriente, y hasta cierto punto por los interceptores estadounidenses) debe considerarse una «victoria»; protege consistentemente a Hezbollah de un ataque israelí en toda regla; hizo todo lo posible para evitar la invasión terrestre de Rafah, que es necesaria para ganar la guerra; y está intentando detener la guerra con un acuerdo de rehenes que aseguraría la supervivencia de Hamás.
«Estados Unidos no está protegiendo a Israel de los irregulares tribunales de La Haya, que ahora amenazan con emitir órdenes de arresto contra Netanyahu y otros. En cambio, está aplicando esas órdenes, en parte amenazando con imponer sanciones a una unidad de las Fuerzas de Defensa de Israel, con lo que subvierte la cadena de mando al presionar a las unidades israelíes para que cumplan con las demandas estadounidenses en lugar de las órdenes de sus superiores».
A estas alturas, la mayoría de los principales medios estadounidenses son tan tendenciosos contra Israel como sus pares europeos.
En los días posteriores al 7 de octubre, la Administración Biden proporcionó generosamente armas y municiones a Israel, además de posicionar varios buques de guerra en la zona, presumiblemente para evitar que el conflicto se extendiera. Sin embargo, incluso entonces, se ejerció presión sobre el Gobierno israelí: el presidente estadounidense pidió extrañamente al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, «que no se deje consumir por la ira». Cuando el ejército israelí comenzó a contrarrestar la amenaza terrorista en Gaza, la presión estadounidense sobre Israel fue acompañada de críticas severas -y curiosamente públicas-.
El 9 de enero, a pesar de las inéditas precauciones israelíes para evitar bajas civiles, Blinken anunció que «el costo diario de la guerra contra los civiles en Gaza es demasiado alto» y acusó a las Fuerzas de Defensa de Israel de realizar «bombardeos indiscriminados«. Una acusación, como debía saber el secretario, que no podía haber sido menos exacta.
John Spencer, catedrático de Estudios de Guerra Urbana en el Modern War Institute (MWI) de West Point, escribió:
«Las Fuerzas de Defensa de Israel llevaron a cabo recientemente una operación en el hospital Al Shifa en la Franja de Gaza para erradicar a los terroristas de Hamás, tomando una vez más precauciones únicas al ingresar a las instalaciones para proteger a los inocentes. Los medios israelíes informaron de que las tropas fueron acompañadas con médicos, para tratar a los pacientes palestinos si era necesario. También se informó que transportaban alimentos, agua y suministros médicos para los civiles que se encontraban dentro».
«Nada de esto significó nada para los críticos de Israel, por supuesto. Como de costumbre, no criticaron a Hamás por utilizar instalaciones protegidas -como hospitales- para su actividad militar. Tampoco mencionaron los esfuerzos de las FDI para minimizar las bajas civiles».
Los comentarios de Blinken no sólo eran falsos, sino que parecían destinados a regalar argumentos a los enemigos de Israel. El 7 de febrero, el secretario fue más allá y dijo que la masacre del 7 de octubre no daba al Estado judío, que intentaba defenderse en una guerra que no inició, «licencia para deshumanizar a otros». Desafortunadamente para él, aquello no podría estar más lejos de lo que realmente hace Israel. Pero es lo primero que hacen Hamás, Hezbolá, Qatar e Irán.
El 8 de febrero, el propio Biden dijo abruptamente: «Muchas personas inocentes están muriendo de hambre. Muchas personas inocentes están en problemas y muriendo. Esto tiene que parar». Muy bien. Si «tiene que parar», ¿por qué no exigírselo a Hamás, Irán y Qatar?
El 25 de marzo, la Administración Biden se negó a utilizar su veto y permitió que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptara una resolución, propuesta por Argelia, que exigía un alto al fuego unilateral inmediato a Israel. El texto no condenaba a Hamás.
El 4 de abril, Blinken intentó establecer una falsa equivalencia moral entre un grupo terrorista y una democracia liberal, asegurando que si Israel no hacía más para proteger a los civiles podía volverse «indistinguible» de Hamás. Luego citó un viejo dicho judío: «Quien salva una vida, salva al mundo entero», implicando de manera retorcida y grotesca que el intento israelí de defender su país y su pueblo contraviene los valores del judaísmo.
El 4 de abril, según el periodista Barak Ravid:
«El presidente Biden presentó un ultimátum al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en su llamada del jueves: si Israel no cambia de rumbo en Gaza, ‘no podremos apoyarle’, dijo, según tres fuentes con conocimiento de la llamada».
Según el Times of Israel:
«Durante una reunión del gabinete de seguridad después de la llamada, Netanyahu señaló que la posición de la Casa Blanca tampoco condicionaba explícitamente un alto el fuego a un acuerdo de rehenes. Que Biden le había dicho al primer ministro israelí ‘que un alto el fuego inmediato es esencial para estabilizar y mejorar la situación humanitaria y proteger a civiles inocentes».
La Administración demócrata no parece haber lanzado nunca la más mínima amenaza, advertencia o ultimátum a los autores de la guerra: Hamás, Irán o Qatar. Lo más probable es que hoy día se considere universalmente a Hamás, al igual que a los talibanes en Afganistán, como la cola que mueve al perro estadounidense.
Aunque la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del 25 de marzo no era vinculante, cualquier alto al fuego adicional significaría que Hamás ganaría la guerra. Simplemente porque le permitiría sobrevivir para repetir el ataque del 7 de octubre una y otra vez hasta la aniquilación de Israel, como dijo el funcionario de Hamás, Ghazi Hamad.
Hamás, el 6 de octubre de 2023, tenía un alto al fuego con Israel. El 7 de octubre lo rompió. Aceptó un segundo alto al fuego pocas semanas después de iniciada la guerra e intercambió a casi la mitad de los rehenes que tenía en su poder. Un alto el fuego ahora, especialmente uno «temporal» que seguramente se intentaría convertir en permanente, sólo permitiría que Hamás se reagrupase, rearmarse y que repusiese su suministro de terroristas de con adiciones de las prisiones israelíes.
El senador estadounidense Chuck Schumer, después de declararse amigo y defensor del Estado judío, sugirió derrocar al primer ministro democráticamente elegido por los israelíes y pidió nuevas elecciones -como si Israel, no Estados Unidos, estuviera dentro de su jurisdicción- :
«Si la actual coalición del primer ministro Netanyahu permanece en el poder después de que la guerra comience a disminuir y continúa aplicando políticas peligrosas e incendiarias que ponen a prueba los estándares estadounidenses en materia de asistencia, entonces Estados Unidos no tendrá otra opción que desempeñar un papel más activo en la configuración de la política israelí utilizando nuestra influencia para cambiar el rumbo actual».
El discurso de Schumer, poniendo una vez más el pie desmesurado de Estados Unidos en medio de la política interior de Israel, en el que ordenó a su aliado que siga las directrices de la Administración Biden -incluida la aceptación de un Estado palestino terrorista en sus fronteras- y en el que despreció el derecho del pueblo israelí a elegir democráticamente, fue visto como un golpe cruel.
Biden, inmediatamente, respaldó a Schumer. «Pronunció un buen discurso», dijo el presidente en la Oficina Oval durante una reunión con el primer ministro de Irlanda. «Creo que expresó serias preocupaciones compartidas por muchos estadounidenses».
Al parecer, el presidente está frustrado porque Netanyahu se opone a la ayuda humanitaria, que básicamente reabastece a los yihadistas. Hamás, argumenta Israel, sólo liberó a los rehenes tras una presión incesante. Aliviar esa presión abasteciendo a Hamás hace menos probable que haya más liberaciones. Según se informa, Biden también está frustrado porque el mandatario israelí, por alguna razón inexplicable, se opone a la creación de un vecino Estado palestino terrorista.
Hamás amaría, sin duda, que hubiese tantos trabajadores humanitarios en Gaza como fuera posible: a sus ojos sería un nuevo lote de escudos humanos para impedir la operación en Rafah, su último bastión. Al parecer, Hamás ya los está matando para robar alimentos. Cuánto mejor sería si pudieran usarse para impedir que los soldados israelíes ingresen en los túneles donde se cree que están escondidos los rehenes restantes.
Acusado por sus adversarios de necesitar una guerra para evitar nuevas elecciones, Netanyahu está siendo elogiado por otros como «el Churchill de Israel«. Los israelíes recuerdan que tuvo el coraje de asistir al Congreso de Estados Unidos en 2015 para contrarrestar el letal e ilegítimo acuerdo nuclear con Irán del expresidente Barack Obama, conocido oficialmente como Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA).
Netanyahu, a quien no le ha faltado valentía ni en combate ni frente a Washington -a pesar incluso de la interferencia electoral del Gobierno de Obama-, puede sentir la obligación primordial de asegurar que Hamás nunca pueda repetir el 7 de octubre. Así lo ha dicho desde el principio. La obligación de sacar a los líderes terroristas de sus túneles, así como a los cuatro batallones que quedan en Rafah, y de, sobre todo, poner a salvo a los rehenes (muchos de los cuales pueden estar muertos).
Mientras tanto en Tel Aviv y Jerusalén, uno de los líderes de las recientes manifestaciones antigubernamentales, Ami Dror, reveló en redes sociales que tanto protestas como disturbios son parte de un plan de la Administración Biden para derrocar al gobierno de Netanyahu.
Estados Unidos, según Gadi Taub, tiene la intención de destituir al mandatario democráticamente elegido y reemplazarlo con alguien más, digamos, dócil:
«Para la Administración Biden, Hamás es un problema menor. El problema mayor es Benjamín Netanyahu. Estados Unidos está dispuesto a vivir con los grupos afines a Irán en todas partes, como parte de su política de «integración regional», es decir, apaciguar a Irán. Pero no están dispuestos a vivir con la coalición de Netanyahu… Netanyahu claramente no quiere aprender de sus pretendidos tutores, como el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, cómo «compartir el vecindario» con los genocidas de Gaza, Judea y Samaria, el Líbano y Teherán, quienes su electorado entiende están dispuestos a asesinarlos.
«Si el problema Netanyahu es demasiado grande para contener, entonces debe resolverse. Y parece que la Administración Biden se ha centrado en… encontrar un representante local que imponga la agenda estadounidense a un electorado israelí reacio…. Según los líderes de los manifestantes ‘Never-Bibi’, la Casa Blanca está en constante contacto con ellos para coordinar.»
El Departamento de Estado de los EEUU lleva más de un año proporcionando apoyo financiero a las protestas hostiles contra el Gobierno israelí. Se organizaron manifestaciones todas las semanas durante tres cuartos de 2023. Estuvieron acompañadas por reservistas militares israelíes que proclamaron que se negarían a servir, una promesa que sin duda ayudó a invitar a que Hamás lanzara el 7 de octubre.
No se puede dejar de lado que al ignorar las sanciones al petróleo iraní, la Administración Biden ha permitido que el régimen de los ayatolás ganaran hasta unos 100.000 millones de dólares. Algunos de estos fondos probablemente fueron utilizados para financiar el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), además de a Hamás, Hezbolá, las milicias hutíes y, por supuesto, para acelerar el programa de armas nucleares de Irán.
Sin esos fondos la masacre del 7 de octubre no hubiera sido posible. Hezbollah no habría podido disparar tantos misiles contra Israel desde el Líbano y el propio Irán no habría podido lanzar más de 300 drones y misiles balísticos en abril, ni atacar a las tropas estadounidenses más de 150 veces desde el 7 de octubre de 2023, evidentemente en un intento de expulsar a los EEUU del Medio Oriente.
El Gobierno demócrata, al parecer, no quiere un fin definitivo del conflicto, lo mismo ocurre con la guerra en Ucrania. Especialmente si el fin implica la derrota de Hamás o de Rusia. Hamás es un protegido de Qatar e Irán, los dos principales Estados patrocinadores del terrorismo en el mundo. La Administración los ha estado recompensando: a Irán con dinero y a Qatar con la renovación de su protección mediante la Base Aérea Al-Udeid, sede del Mando Central de los Estados Unidos (CENTCOM), así como con el control del nuevo muelle que Estados Unidos ha construido en Gaza. Al mismo tiempo, acusa falsamente a Israel de violar los derechos humanos.
Como escribió el gran historiador Bernard Lewis: «Estados Unidos es inofensivo como enemigo, pero nada seguro como amigo».
Los de Biden pueden incluso ser cómplices de las órdenes de arresto contra Netanyahu y otros funcionarios israelíes que podría emitir la Corte Penal Internacional. Al menos hasta ahora, no han movido un dedo para detenerlas.
Sin los miles de millones de dólares que la Administración norteamericana otorgó a Irán mediante exenciones de sanciones, la situación de Israel (y de la seguridad en la región, incluida la de Estados Unidos) habría sido muy distinta.
El 1 de abril, un ataque atribuido a Israel destruyó un edificio definido como un anexo de la Embajada iraní en Damasco y eliminó a siete miembros de la Fuerza Quds, entre ellos el general Mohammad Reza Zahedi, que supuestamente había estado dirigiendo operaciones hostiles en territorio israelí. Una vez que una embajada –o una escuela, una mezquita o una iglesia– se utiliza para participar en operaciones militares, pierde su condición de sitio oficialmente «protegido». Irán culpó a Israel y prometió represalias. El embajador de Estados Unidos ante la ONU, Robert Wood, dijo que la Administración Biden «no había participado ni tenía conocimiento previo» del ataque, pero no condenó las amenazas israelíes.
Un informe del Jerusalem Post señaló que Irán informó a Turquía de su deseo de atacar a Israel y que el Ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, a su vez, informó al Ejecutivo estadounidense. La Administración Biden, añade el informe, pidió que los iraníes permanecieran «dentro de ciertos límites», lo que implica que aceptó el ataque de Irán a Israel de la misma manera que dio a entender que aceptaría una «incursión menor» en Ucrania por parte de Rusia.
De hecho, el 13 de abril, Irán lanzó un ataque masivo contra Israel: 300 drones de ataque y misiles balísticos lanzados contra un país más pequeño que Nueva Jersey. Lamentablemente, una niña beduina de 7 años resultó herida. Afortunadamente, aparte de eso, no hubo mucho daño. Los ejércitos estadounidense, británico, jordano y saudita también ayudaron. Luego, Biden le dijo a Israel que se «llevara la victoria», que no tomara represalias y se arriesgara a escalar el conflicto. Advirtió claramente a las autoridades israelíes de que Estados Unidos no ayudaría en ninguna ofensiva militar contra Irán. Pero, frustrar un ataque no es lo mismo que una «victoria», y no impide que el agresor vuelva a intentarlo.
Sin embargo, los subsiguientes ataques de Israel demostraron que si decidiera atacar las instalaciones nucleares de Irán cerca de Isfahán, podría hacerlo. Irán parece ansioso por evitar ataques en su propio suelo, razón por la que tiene proxies en primer lugar: lanzar ataques de manera que cualquier contraataque caiga en otras coordenadas. En efecto, los mulás usan a sus proxies -Hamás, Hezbolá, los hutíes, la Yihad Islámica Palestina- como sus escudos humanos.
«Lo que pasó anoche [en Isfahan]», insistió a pesar de todo el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Amir-Abdollahian, «no fue un ataque».
La Administración Biden puso en peligro la existencia de Israel para proteger a Biden de los peligrosos votantes de Michigan.
Cuando Israel muestra una determinación inquebrantable, señaló el periodista estadounidense Jonathan Tobin, Israel es respetado. Israel, recomendó, debería luchar sin vacilar. Precisamente porque Israel parece invencible, afirmó, sus enemigos no lo atacan: Israel debe restablecer su imagen de invencibilidad.
Otro periodista americano, Matthew Continetti, escribió:
«Los héroes políticos de este momento son los hombres y las mujeres que han conservado la capacidad de hacer distinciones claras… entre libertad, igualdad y Estado de derecho, y violencia, terror y miedo».
Continetti destacó la necesidad de la «claridad moral». Lo que hoy está amenazado en Oriente Medio, escribió, son los valores de nuestra civilización. «El destino de nuestra sociedad, nuestra nación y nuestra civilización depende de la victoria israelí».
Cabe esperar que la Administración Biden, que inmediatamente después del 7 de octubre apoyó a Israel, vuelva a recuperar la claridad moral.
«No existe otra manera de describir las acciones de Biden que como una absoluta traición a Israel», escribió el comentarista político Eric Levine. En un cambio radical, presumiblemente dirigido a contentar a los votantes de Michigan, la Administración está retrasando el envío de armas guiadas de precisión a las tropas israelíes. La ironía es que después de quejarse ante Jerusalén de que sus ataques eran «indiscriminados«, lo está obligando a que sean indiscriminados. Luego, presumiblemente, acusará a Israel de ataques «indiscriminados».
Peor aún, después de que la Administración Biden se pronunciara directamente contra Israel y se pusiera de su lado, Irán, Qatar y Hamás no tienen por qué ceder ante ningún reclamo o exigencia externa. ¿Por qué deberían hacerlo? Los mulás de Irán tienen un nuevo proxy, Estados Unidos, que respalda su terrorismo.
Y peor aún, casi al mismo tiempo en que la Casa Blanca decía a las autoridades israelíes que estaba reteniendo un envío de armas ya aprobado por el Congreso (medida por la cual, en antaño, los demócratas intentaron impulsar un impeachment contra Donald Trump), la Administración quitó las sanciones por venta de armas al Líbano, Qatar e Irak, países que acogen a grupos dedicados a la destrucción de Israel.
Lo peor de todo es que si eres Ucrania, Taiwán, China, Rusia, Japón -o prácticamente cualquier aliado o enemigo de Estados Unidos-, lo más seguro es que no puedas evitar pensar algo como: vi al supuestamente todopoderoso Estados Unidos entregar Afganistán, su aliado durante 20 años, a un grupo de terroristas. Ahora estoy viendo a Estados Unidos entregar a su aliado más cercano en Medio Oriente, Israel, la única democracia en el vecindario, a los terroristas -a Hezbolá en el Líbano, con 150.000 cohetes y misiles apuntando a Israel, y a Hamás en Gaza, incluso enviándole «ayuda humanitaria» que se servirá para seguir combatiendo-.
Mientras tanto, Israel, rodeado por un «anillo de fuego» terrorista, lucha por su existencia.
Hasta algunos demócratas están saliendo al cruce de la Administración Biden, como el senador John Fetterman (D-PA):
«Israelíes inocentes fueron víctimas de un ataque terrorista… Debemos apoyar a Israel en sus esfuerzos por eliminar a los terroristas de Hamás que masacraron a hombres, mujeres y niños inocentes. Hamás no quiere la paz, quiere destruir a Israel. Podemos hablar sobre un alto al fuego después de que Hamás sea neutralizado».
El Gobierno de Biden no contrarrestó las embestidas antiisraelíes de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional, todas las cuales procesan a Israel, al Primer Ministro Netanyahu y a funcionarios de las Fuerzas de Defensa de Israel por supuestos e infundados «crímenes de guerra». Israel y Estados Unidos ni siquiera están afiliados a la CPI. ¿Dónde están los procesamientos o las sanciones de la ONU y los tribunales internacionales a países como Qatar (aquí y aquí), China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nigeria, Indonesia, Pakistán, Turquía, Yemen y Sudán por crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos?
La Administración estadounidense hasta estaba considerando imponer sanciones sin precedentes a unidades de las Fuerzas de Defensa de Israel. Estas se cimentaban sobre acusaciones infundadas procedentes de una organización no gubernamental antiisraelí, Democracia para el Mundo Árabe Ahora (DAWN). Según el minucioso NGO Monitor:
«[Varios] funcionarios de DAWN, incluidos miembros de la junta directiva, tienen vínculos con la Hermandad Musulmana y expresaron su apoyo al grupo terrorista Hamas. Según la ONG, «muchos de los donantes de DAWN permanecen anónimos«; sin embargo, NGO Monitor pudo identificar las fuentes de aproximadamente el 44% de los ingresos de DAWN en 2022, incluidas la Open Society Foundations, la Fundación Ford, el Rockefeller Brothers Fund y la Fundación Arca».
El Gobierno ni siquiera intentó recortar la financiación del programa de asesinato a sueldo, dirigido por la Autoridad Palestina y su presidente, Mahmoud Abbas. Dinero que incentiva a los palestinos a asesinar o intentar asesinar a judíos, al recompensarlos con un salario vitalicio, así como con una promesa aparentemente supra-oficial de ir al Paraíso.
Actualmente, la Administración Biden parece tener muy claros sus objetivos:
¿Qué tiene que decir de todo ello la Administración Biden?
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