La Universidad Miguel Hernández de Elche ha publicado una guía con recomendaciones de «lenguaje no sexista»… desaconseja el uso de vocablos como «el alumno» o «musulmán»
PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN
Impulsada por la Generalitat Valenciana, la nueva Guía de recomendaciones para un lenguaje no sexista e inclusivo que han recibido los trabajadores de la Universidad Miguel, disponible en su página web, se basa en el plan de igualdad de la misma universidad y sigue las directrices de la Agenda 2030. Acompañada por dibujos de los que salen bocadillos que dicen cosas como «¡Todas las personas somos iguales!» o «¡Lo que no se nombra no existe!», el pdf de 95 páginas pretende «elaborar y difundir recomendaciones específicas sobre lenguaje y comunicación igualitaria».
Por ello, se proponen «una serie de recomendaciones útiles, accesibles y de manejo rápido para propiciar una comunicación no sexista» y favorecer así «el empoderamiento de niñas y mujeres» y «poner fin a la discriminación de la mujer».
A continuación, la guía pasa a glosar los diferentes «términos que considerar», «educando» a los receptores del documento y proponiendo términos alternativos. Así lo hacen con androcentrismo y feminismo, pero también con género y sexo. Si género es para la UMH una «marca» que se instaura sobre los cuerpos sexuados, el sexo es «un conjunto de rasgos biológicos que establecen la diferencia entre macho o hembra o persona intersexual».
En las tres partes en las que se divide la guía (uso no sexista del lenguaje, uso inclusivo y respetuoso y directrices básicas de accesibilidad) se recogen diversos cuadros donde se explica por qué se debe optar por una expresión y no por otras, y establece que «es sexista la sobrevaloración de lo masculino» a la vez que da por hecho la invisibilización sistemática de las mujeres.
«Hombre» y «ser humano», palabras androcéntricas
Por ello, la guía desaconseja las palabras «hombre» y «ser humano», ya que «expresa una concepción de lo humano centrada en lo masculino, conllevando una concepción androcéntrica». Además, contradicen la gramática al evitar el masculino universal, afirmando que se deben nombrar «hombres y mujeres» para no hacer desaparecer a las mujeres.
Así «los alumnos» pasan a ser «el alumnado», y lo mismo sucede con los profesores. Cuando no sea posible, la UMH recomienda emplear la palabra «personas»: «las personas asistentes», «las personas premiadas», «las personas beneficiarias»… y evitar «el desdoblamiento». Sin embargo, este desdoblamiento sí lo proponen en los cargos («plaza de catedrático o catedrática», «puesto de técnico o técnica») y en los títulos y certificados («graduado y graduada», «licenciado y licenciada»).
«Debemos evitar términos que conllevan implícitamente expresiones excluyentes o que marquen sexo-genéricamente en sentido amplio, así como utilizar palabras y expresiones que se refieran de manera estereotipada y androcéntrica a mujeres y hombres», continúa el documento, que elimina así expresiones como «los estudiantes», «el que lo lea» o «los alumnos».
También recomiendan vigilar el uso de imágenes, y que aparezcan hombres y mujeres en igual cantidad y no siempre en situaciones de desigualdad, además de «huir de estereotipos sexistas al asociar tareas a sexos o personas con ciertos rasgos fenotípicos». «Utilizar imágenes que muestren la diversidad de las personas en cuanto a color de piel, estatura, cultura, formas físicas, religión, etnia, edad, (dis)capacidades» es otra de las recomendaciones de la guía.
«Racismo y homofobia»
En la segunda parte de la guía, la universidad, situada en Elche, entra en cuestiones concretas sobre raza, orientación sexual e identidad, dando prioridad a las «subjetividades». «Un uso de la lengua de manera inclusiva se traduce en un modo de expresión oral, escrita y visual que iguala a las personas, muestra su diversidad y visibiliza a quienes participan de la sociedad en general, y de la comunidad universitaria en particular».
Ahonda en una serie de directrices para evitar discriminar por razones de condición orientación sexual, para lo que cita los principios de Yogyakarta, que hablan también de identidad de género, pidiendo «la protección de los derechos humanos de las personas LGTBI».
En cuestiones de raza, comienza hablando de «la lucha contra el antigitanismo y las discriminaciones contra el pueblo romaní/gitano», y afirma que hay que entender qué autodenominación prefiere cada grupo: «¿afrodescendientes o personas negras?, ¿pueblos indígenas o pueblos originarios?».
Según la UMH, otras expresiones pueden llegar a ser difamatorias cuando se utilizan para denigrar a una persona atribuyéndole comportamientos, actitudes y acciones despectivas a partir de un rasgo de su identidad (orientación sexual, procedencia, etnia, color de la piel) como, por ejemplo, «no seas una nenaza», «eso es una mariconada», «eh, negrito» o «el moro».
Proteger el islam
Asimismo, como norma general, pide evitar cualquier «forma de intolerancia contra las creencias o prácticas religiosas (o la falta de estas) de una persona o grupo» y en particular explica que «la intolerancia y la discriminación hacia las personas musulmanas abarca actitudes y comportamientos discriminatorios hacia personas, grupos o bienes considerados musulmanes o asociados a personas musulmanas o al islam». Eso, a pesar de que la mayoría de españoles son católicos y de que los cristianos son perseguidos en buena parte del mundo.
Por eso sugiere sustituir «musulmán, islámico o islamista» por «persona musulmana», o simplemente mencionar la procedencia exacta en lugar de los genéricos «árabe, moro, talibán, judío, hindú, indio o paquistaní».
También «para referirnos a las personas con discapacidad debemos evitar un lenguaje infantilizado y sensacionalista, sabiendo que la discapacidad ni se evita ni se elimina». «Además, las personas no padecen ni sufren discapacidad, la presentan o la tienen. Ello evitará crear situaciones de potencial discafobia (i.e., discriminación o intolerancia hacia la discapacidad), entendida como una aversión hacia las personas con discapacidad que puede llevar a adoptar o consentir conductas de rechazo o discriminación hacia dichas personas».
Finalmente, explica que conviene evitar el «edadismo o viejismo», la «construcción social que se refiere a estereotipos, prejuicios o conductas de rechazo o discriminación hacia las personas debido a su edad , cronológica, especialmente cuando ésta es alta». De igual modo, habla también de gordofobia y capacitismo.
También explica las «recomendaciones para referirse a personas con diversidad sexoafectiva e identidades diversas», explicando ampliamente en qué consiste el binarismo, la identidad de género, el genderqueer, cisgénero, transgénero, intergénero… «Hacer todo lo posible por utilizar una terminología neutral e inclusiva para evitar la incomodidad del o la paciente. Si no está seguro o segura, preguntar qué términos prefiere«, afirma, antes de recomendar preguntar por la identidad de género, cómo les gustaría ser tratados, evitar preguntas incómodas y »conocer de manera más amplia los términos referidos a órganos y procesos de personas transexuales. Por ejemplo, utilizar los términos ‘cambio de sexo’ u ‘operación de cambio de sexo’ no se considera un uso respetuoso con la subjetividad de la persona, debiendo utilizarse otros términos como ‘reasignación de sexo’ o ‘cirugía de afirmación de género’».