EULOGIO LÓPEZ
Los españoles políticamente correctos, o sea, idiotas, aplauden que el futbolista brasileño, VINICIUS JUNIOR llame racista al único país europeo que creó una nueva raza, la raza hispana, fruto del mestizaje -o sea, lo contrario al racismo- al mismo tiempo que promovía hace cinco siglos «los derechos humanos»…
Por supuesto que no está bien insultar a un jugador por el color de su piel: ¿alguien ha dicho lo contrario? Ahora bien, tampoco está bien lo del insultado. Vinicius es un gran futbolista que ha insultado a España al calificar a todo el país, en su totalidad manifiesta, de país racista.
Llamar racista al pueblo español, y que lo haga un brasileño, un miembro de la sociedad iberoamericana, creada sobre el mestizaje de españoles e indios, que promocionara la reina Isabel la Católica y que dio lugar a la raza hispana (sí, hispana, porque la actual Portugal también formaba parte de la Hispania romana) resulta un pelín ofensivo.
Si Vinicius no se encuentra bien en España lo que debe hacer es macharse. Con su gran talento no le faltarán clubes encantados de contratar sus servicios
Y lo peor no es que los brasileños nos insulten. A fin de cuentas, también lo hacía Dani Alves cuando aseguraba que este era un país de maleducados y azuzaba a los catalanes contra el resto de España.
No, lo peor es que los españoles asumimos el insulto, nos autoflagelamos un poquito y organizamos un partido contra el racismo entre las selecciones de fútbol de España y Brasil, por aquello de desagraviar y de cumplir con los tópicos falsos al uso. Ya saben: todos los blancos son malos y racistas y a nada tienen derecho. Por contra, los indígenas o los afrodescendientes son criaturas arcangélicas que nunca hacen daño a nadie y que, naturalmente, tiene derecho a todo.
Las lágrimas de Vinicius sólo se contrarrestan con las palabras de otro afrodescendiente, Morgan Freeman. Cuando le explicaban que los negros estaban discriminados, respondía: «Sandeces»
Y cuidado, no vaya a ser que con tanta lágrima de cocodrilo, aquí acabemos por forjar un Black Lives Motter (BLM). Es decir, una enorme mentira sobre la historia y sobre el presente, que permita a unos vivir de los presuntos agravios del prójimo como sujeto de todos los derechos y, por lo general, de todas las subvenciones mientras los otros, los rostros-pálidos se convierten en acreedores de todos los deberes.
Las lágrimas de cocodrilo de Vinicius se han convertido en virales. Y no comprendo por qué llora: si tan insoportable le resulta España, país de racistas, que se vaya a Francia o Inglaterra o Alemania. Con su gran talento futbolístico son muchos clubes los que se interesarían por contratar sus servicios.
Las lágrimas de Vinicius sólo se contrarrestan con las palabras de otro afrodescendiente, Morgan Freeman. Cuando le explicaban la cantinela de que los afroamericanos estaban discriminados, respondía: «Sandeces».
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