Las mujeres -y los hombres- decentes desprecian el feminismo: una mirada crítica a la ideología totalitaria y liberticida denominada «perspectiva de género».

CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
En el vasto y complejo panorama del pensamiento femenino, existe un grupo de mujeres que han decidido no adherirse al feminismo hegemónico. Su postura no nace del desinterés o la falta de conciencia social, sino de una visión crítica que las lleva a rechazar los postulados del feminismo contemporáneo. Para estas pensadoras, el movimiento feminista actual, lejos de ser una herramienta de emancipación, se ha convertido en un dogma restrictivo, un discurso saturado de victimismo y lógicas colectivistas que limitan la autonomía del individuo.
Reivindicación de la libertad sin etiquetas
Estas mujeres no son traidoras a su sexo, ni han sido absorbidas por una supuesta alienación patriarcal. Al contrario, su pensamiento se erige como una reivindicación de la libertad sin etiquetas ni ataduras ideológicas. Mujeres como Rosa Luxemburg, Marie Curie, Hannah Arendt, Ayn Rand, Erin Pizzey, Camille Paglia, Doris Lessing, Simone Weil, Georgia O’Keeffe y Elisabeth Kübler-Ross, o la española Clara Campoamor son ejemplos de esta independencia intelectual. Cada una de ellas, desde su ámbito de acción, desafió las estructuras de poder y forjó su camino sin necesidad de parapetarse en el discurso de la «opresión masculina».
Crítica al feminismo de cuotas, trato de favor y privilegios
Rosa Luxemburg rechazó el feminismo burgués de su tiempo por considerarlo superficial, ignorando las verdaderas raíces de la opresión en la lucha de clases. Hannah Arendt trascendió la categoría de sexo, centrándose en el espacio público como escenario de la verdadera libertad. Ayn Rand atacó ferozmente el colectivismo del feminismo, defendiendo la independencia y la autosuficiencia individual como claves del éxito.
Contra el dogmatismo feminista
Camille Paglia denuncia la rigidez del feminismo hegemónico, considerándolo una doctrina puritana que niega la realidad biológica del sexo. Doris Lessing se apartó del feminismo por verlo atrapado en minucias y rencores infundados, criticando su falta de perspectiva histórica.
Una lucha por la humanidad, no por etiquetas
Simone Weil, Georgia O’Keeffe y Elisabeth Kübler-Ross ejemplifican un enfoque que trasciende las categorías de género, centrándose en el sufrimiento humano universal, la expresión artística sin etiquetas, y la experiencia de la muerte como fenómeno que afecta a todos por igual.
El feminismo como corsé ideológico
El feminismo institucionalizado actual es visto por estas pensadoras como un aparato político burocratizado que perpetúa su existencia mediante subvenciones, cuotas y discursos de victimismo crónico. En Occidente, argumentan, se ha transformado en una industria de agravios y prebendas, perdiendo de vista la verdadera lucha por la libertad.
La perspectiva de género: ¿una ideología totalitaria?
Críticos más severos argumentan que la denominada «perspectiva de género» se ha convertido en una ideología totalitaria y liberticida. Esta visión sostiene que el feminismo de género actual:
- Niega la existencia de la mujer como realidad biológica, afirmando que es una mera construcción sociocultural.
- Pretende desmantelar la civilización judeocristiana y grecorromana, comenzando por la destrucción de la familia convencional.
- Emplea tácticas propias de regímenes totalitarios: censura, propaganda y centralización del poder.
- Busca controlar el lenguaje, las leyes y la opinión pública, restringiendo la libertad de expresión.
- Opera bajo una lógica victimista que otorga privilegios políticos a ciertos grupos mientras silencia a la oposición.
Pues sí, son muchos y muchas, las que califican a la «perspectiva de género» como una ideología totalitaria, diseñada para desmantelar los pilares fundamentales de la civilización judeocristiana y grecorromana. También, como ya se ha mencionado, y merece ser subrayado, el feminismo contemporáneo, lejos de ser una herramienta liberadora, se ha convertido en un instrumento político que niega la existencia de la mujer como una realidad biológica y promueve su conceptualización como una mera construcción sociocultural.
El feminismo de género: ruptura con sus raíces históricas
El feminismo de género, tal como se entiende hoy, dista significativamente del movimiento promovido por las sufragistas del siglo XIX. Mientras aquellas luchaban por derechos concretos como el voto, el acceso a la enseñanza y la igualdad jurídica, el feminismo actual desvaría y se centra en redefinir conceptos como el «género». Según esta ideología, categorías como «hombre» y «mujer» no son realidades naturales, sino imposiciones culturales que deben ser desconstruidas para alcanzar una supuesta igualdad plena.
Esta reinterpretación ha generado críticas por parte de quienes consideran que despojar a las mujeres de su identidad biológica equivale a negar su existencia misma. En lugar de fortalecer u otorgar poder a las mujeres, este enfoque las diluye en un marco teórico que prioriza narrativas colectivistas e identitarias sobre su individualidad.
La familia convencional bajo ataque
Uno de los puntos más controvertidos de la perspectiva de género es su impacto en la familia tradicional. Esta ideología busca desmantelar el modelo familiar basado en la complementariedad entre hombre y mujer. En su lugar, promueve estructuras alternativas que, debilitan los vínculos familiares y socavan los valores culturales que han sostenido a las sociedades occidentales durante siglos.
El énfasis en separar el género del sexo biológico también ha llevado a políticas que permiten a menores tomar decisiones irreversibles sobre su identidad sin el consentimiento o conocimiento de sus padres. Esto únicamente puede ser interpretado como un intento deliberado de erosionar la autoridad parental y transferirla al Estado o a instituciones ideológicas.
La perspectiva de género como práctica totalitaria
Desde esta óptica crítica, la perspectiva de género no solo redefine conceptos fundamentales, sino que también emplea herramientas propias de regímenes totalitarios: censura, propaganda y centralización del poder. Políticas como el control del lenguaje inclusivo o las sanciones por «discurso de odio» son vistas por algunos como formas de restringir la libertad de expresión y el pensamiento crítico.
Además, esta ideología opera bajo una lógica victimista que otorga privilegios políticos y de toda clase a ciertos grupos mientras silencia cualquier oposición bajo acusaciones de intolerancia. Esto crea un clima donde el debate abierto es reemplazado por dogmas incuestionables.
Un desafío para la civilización occidental
El feminismo contemporáneo no busca la igualdad entre hombres y mujeres, como afirma, sino que pretende transformar radicalmente los fundamentos culturales y religiosos sobre los cuales se construyó Occidente. En este sentido, el feminismo hegemónico actual es incompatible con los valores judeocristianos y grecorromanos, ya que prioriza un proyecto político globalista por encima de las tradiciones locales y los derechos individuales
Concluyendo:
El mensaje de las mujeres relevantes, sobresalientes, a las que hacíamos referencia al principio del texto, sigue estando de plena actualidad: la verdadera emancipación radica en la soberanía individual, no en la adscripción a un movimiento que ha perdido su rumbo. La mujer no necesita un «ismo» para brillar…
En un momento en que el feminismo hegemónico es cuestionado por su deriva ideológica, estas voces críticas ofrecen una alternativa: una lucha por la humanidad que priorice la libertad individual sobre cualquier dogma colectivo, y que reconozca la complejidad de la experiencia humana más allá de las narrativas simplistas de opresión y victimismo.