CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Entre la gente corriente se suele incurrir en un grave error, el de confundir «lo interesante», «lo urgente» y lo «importante» y «prioritario». Cuando no se tienen claros esos conceptos la gente no pone en el primer o los primeros lugares de su lista de prioridades lo que realmente debiera; y más en estos tiempos en los que predomina el sentimentalismo tóxico y la idea de que todo lo deseable es sinónimo de derecho, «‘porque yo lo valgo y yo me lo merezco» …
En España es frecuente oír aquello de «lo que me pide el cuerpo es…» «me apetece tal o cual cosa». Y, bueno, no seré yo quien le niegue a alguien la legitimidad de actuar por apetencia, por deseo, por capricho, etc., Pero quien así actúa no puede afirmar que lo hace desde la racionalidad y está haciendo lo más correcto. Cuando alguien se deja llevar por el capricho o el deseo le da prioridad a lo que su mente o su sensibilidad considera «interesante» e incluso «urgente», urgencia que generalmente nadie suele pararse a pensar de dónde proviene y que conduce a tratar de satisfacer de forma inmediata la inclinación que en ese momento nos ocupa. Evidentemente, tal actitud nos hacer perder de vista qué es lo importante, aquello a lo que deberíamos dar prioridad.
Dirán quienes hasta aquí hayan llegado que a cuento de qué viene esta introducción-digresión. Pues, muy sencillo, éste, por desgracia, es el esquema mental que suele aplicar el común de los mortales y del cual también participan los españoles decentes, los buenos patriotas cuando exclaman frases tales como «hay que salir a la calle, a gritar alto y claro que… hay que movilizarse para impedir que los enemigos de España se acaben saliendo con la suya, hay que salir en manifestación el día tal o cual… ahora lo importante es impedir que Pedro Sánchez y sus compinches aprueben la amnistía para los golpistas-separatistas».
Como no paro de reiterar, a riesgo de que algunos me llamen pesado o algo más, no tiene sentido alguno repetir una determinada conducta que se ha demostrado sobradamente a lo largo del tiempo, que no funciona, que no da los resultados esperados y pensar que esta vez sí funcionará… Según dicen, Albert Einstein afirmaba que quienes tienen tal pensamiento pecan de locos.
¿Para qué sirve manifestarse, concentrarse, hacer senderismo urbano, vocear a los transeúntes, etc. por mucho que se haya puesto de moda? ¿Y, después qué? Sólo sirve para ejercer el derecho al pataleo, «porque me lo pide el cuerpo», habrá quienes se queden muy a gusto, se sentirán menos sólos e incluso, irán a tomarse posteriormente unas cervezas para celebrar haberse conocido o reencontrarse con quienes ya coincidieron en otro evento semejante… ¿Y, después qué?
Mientras se gastan esfuerzos, energías, tiempo, dinero y mucho más en actividades que no conducen a nada de nada, llevados por el deseo y el capricho, se deja a un lado lo prioritario, lo realmente importante. Y así nos va. Y vuelta a empezar. Cuando se aproximan elecciones, o al día siguiente de las votaciones, siempre la gente que tiene suficiente racionalidad se hace las mismas reflexiones y llega a conclusiones tales como:
Si la derecha hubiera ido unida a las elecciones y se hubiera presentado una sóla candidatura en todos los distritos electorales, el resultado hubiera sido otro bien distinto.
Hay que buscar la forma de que no se desperdicie ni un sólo voto y tener en cuenta que en España el voto no es estrictamente proporcional y que la ley D’Hondt beneficia generalmente a los separatistas y a la izquierda.
Si, además de presentarse la derecha como un sólo «bloque» estuviera encabezada por un líder atractivo, con carisma, capaz de ilusionar a los españoles decentes, los resultados en las elecciones serían distintos.
Si, además de presentarse la derecha como un sólo «bloque», también presentara un proyecto de gobierno, con unos objetivos concretos a alcanzar a corto, medio y largo plazo y que hiciera un diagnóstico claro, realista de la situación que sufre España y conectado con las inquietudes, con las aspiraciones de los buenos españoles y que planteara acciones concretas para la defensa de la vida, de la libertad, de la propiedad, de la familia, de nuestras tradiciones, de nuestra forma de vida, de la unidad de España, de la separación de poderes, etc. sin ambigüedades, con rotundidad, sin complejos, sin miedo a incomodar a quienes se hacen llamar progresistas, a los izquierdistas, a los separatistas, a los etarras… Entonces, es seguro que el resultado de las elecciones sería bien distinto…
Si, además de presentarse la derecha como un sólo bloque, también presentará un proyecto valiente, sin complejos, que no rehúya el combate y no dé la espalda a la batalla cultural y encare y entre al trapo de quienes promueven toda clase de «ingeniería social», desde la perspectiva de género, el globalismo, el separatismo y demás «ismos», es seguro que el resultado de las elecciones sería enormemente diferente.
Si se refundara la derecha y se creara un nuevo proyecto, encabezado por gente decente, buenos españoles, con afán de servicio (y no con idea de servirse de los españoles y vivir de nuestros impuestos), con probada experiencia, exitosa, en la gestión de dineros ajenos; españoles que no están en estos momentos en ningún partido de los que afirman de sí mismos que no son de izquierdas, sino en la empresa privada. Es seguro que el resultado de las elecciones sería bien diferente.
Y, así podíamos continuar con lamentos y más lamentos, con frases que comenzaran con «habría que» de las muchas que se sueltan en el bar, tomando un café o una cerveza con los amigos, o en el trabajo con los compañeros, o en el autobús, o en el metro… Y, luego pasa el tiempo y la gente se olvida de todo ello, hasta que vuelve a haber elecciones, la gente que dice ser contraria a los enemigos de España, contraria a quienes nos están destruyendo… se encuentra de nuevo y vuelve a comentar lo mismo y pasado el día de las votaciones, vuelta a empezar, con lamentos y «habría que».
Somos muchos los españoles decentes que pensamos que no hay que cruzarse de brazos ante la terrible situación a la que nos han conducido diversos gobiernos habidos durante las últimas décadas, los cómplices, colaboradores necesarios de quienes pretenden destruir nuestra nación en perfecta armonía con los enemigos declarados de España, a los que han amamantado, cebado, financiado, jaleado y reído las gracias. Es evidente que, acorto y medio plazo, sacar a España del desastre al que nos conducido el gobierno social comunista es casi imposible. Incluso aunque fracase la pretendida investidura de Pedro Sánchez a la que incomprensiblemente ha accedido el Rey Felipe y volviera a haber elecciones, como mucho podría suceder que Feijoo, u otro líder del PP, consiguiera suficiente apoyo como para apuntalar el sistema y no abordar las reformas urgentes, imprescindibles de las que está necesitada España pues, no se olvide que el PP es un partido socialdemócrata, así, sin tapujos, dispuesto a continuar con las mismas políticas que viene realizando la izquierda.
Es por ello que es imprescindible refundar y unificar a la derecha española, y poner al frente a gente decente que no tenga como objetivo hacer carrera de la política y hacerse un patrimonio, sino servir a España y a los españoles y emprender un proyecto de regeneración, para lo cual hay que aplicar una cirugía de choque… y lo que sí muchos tenemos claro, y estamos convencidos de que no somos pocos los españoles que así piensan, es que ni Abascal y sus oligarcas y caciques, ni Feijóo y sus oligarcas y caciques, son los más indicados.
Para desalojar a los comunistas, separatistas, socialistas y etarras de las instituciones hay, insisto, que refundar la derecha y presentarse como un sólo bloque a las elecciones que se convoquen en adelante, tal como la CEDA de la Segunda República, y por supuesto, con un programa de MÁXIMOS…
Así que, dejémonos de perder tiempo y energías en estúpidas ocurrencias como las de Abascal. y Feijoo, Pongámonos a la faena de refundar y unificar a la derecha española, y si los Feijóo, Abascal y compañía no están por la labor, habrá que apartarlos de la manera que sea necesario. Está en juego nuestro porvenir, el de nuestros hijos, el de nuestros nietos, el de las futuras generaciones de españoles…
E insisto: no os dejéis engañar, otros caminos están condenados al fracaso. Es de locos repetir y repetir la misma conducta, fracasar y fracasar… y pensar que la próxima ocasión el resultado será distinto.
Aunque los hooligans del uno y del otro, de Feijóo y Abascal, los sigan jaleando y los reciban en sus mítines al grito de “presidente, presidente”, lo que sabe perfectamente cualquier español decente, algo más que medianamente informado, es que tanto el uno como el otro carecen de la capacidad de liderazgo que en estos momentos necesita España, como queda demostrado día tras día, no son los más indicados, no son las personas más capaces, para ilusionar, seducir y movilizar a los buenos españoles, a los patriotas españoles, por más que sean todavía muchos los que estén por la labor de ir a votarlos, con la nariz tapada, como mal menor, para erradicar los continuos abusos de poder del Gobierno de socialistas, comunistas, etarras y separatistas y su intención de perpetuarse en el poder.
Desgraciadamente, tanto Abascal como Feijóo, consciente o inconscientemente, están siendo los principales apoyos con los que cuenta Pedro Sánchez para renovar su cargo y seguir siendo presidente del Gobierno de España, pues, con sus actitudes, tanto el uno como el otro, el mensaje que acaban dando es el de que, están aferrados al poder del que disfrutan y priorizan sus intereses particulares por encima de las instituciones y el bien común y por descontado, de España.
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