Lo «menos malo» no es sinónimo de lo bueno, de lo mejor.
Mateo Requesens
Bueno es introducir este artículo (que ya posee un año y sigue estando de plena actualidad) hablando de Aristóteles respecto de lo que él consideraba «lógico», «racional». Decía Aristóteles que lo que es cierto, veraz, correcto, sea en el ámbito que sea, lo mismo en lo concerniente a la moral, como a la política, o la economía, etc. no puede ser contradictorio, y añadía que nada puede ser y no ser al mismo tiempo, ser una cosa y la contraria, y que tampoco cabe otra tercera opción. Tampoco hay que olvidar que Aristóteles afirmaba que sólo existe una -única- realidad, no existen varias y menos «paralelas», que esa única realidad es la que percibimos a través de los sentidos de los que nos ha dotado la Naturaleza… Indudablemente, tener un comportamiento y un pensamiento racional está reñido con dejarse llevar por los caprichos, los deseos, etc.
Bien, comencemos con el artículo de Mateo Requesens, publicado por POSMODERNIA, en 2022:
No por entendible deja de ser triste que la sociedad sólo sea capaz de reaccionar cuando ve amenazado su bolsillo. Ni la complicidad con los golpistas catalanes, ni los pactos con los etarras, ni el adoctrinamiento de género, ni la ineficacia y egolatría de Pedro Sánchez, ni la presencia de los tuercebotas de Podemos en el gobierno, con un programa político inspirado en las páginas del Jueves, ni siquiera una de las peores gestiones de la pandemia, han sido capaces de provocar el rechazo mayoritario de los españoles. Cierto que el PSOE de Sánchez nunca ha recibido el apoyo que otrora tuvo. Pero no menos cierto es que sólo cuando se han visto las orejas al lobo del desastre económico que se nos viene encima, es cuando la sociedad ha reaccionado. No le den más vueltas, esa es la explicación del aplastante triunfo del PP en Andalucía.
El mito del buen gestor económico y un perfil ideológico bajo son los pilares sobre los que Feijoo va a cimentar su puente para llegar a La Moncloa.
Ya es un clásico en España eso de que la izquierda descuajeringa la economía y la derecha llega para enderezar lo que torcieron. ¿O no? El mito está basado en los resultados de la época Aznar, pero que de ninguna manera se pueden trasladar a la época Rajoy. Sin embargo el PP sigue viviendo de las rentas. Las subidas de la presión fiscal debidas a Montoro, con un aumento del 1% del PIB, no fueron muy distintas de las de Zapatero, con un aumento de impuestos equivalente al 1,5% del PIB. En cuanto al endeudamiento, Rajoy vuelve a igualarse con Zapatero, que incrementó la deuda pública en un 46,4 % y el PP en un 41,1 %.
Ahora llega Feijoo, la tabla de salvación que quieren los votantes de la derecha. Tranquilidad, estabilidad y nada de estridencias para gobernar la nave en la tempestad. Sobre todo piden un buen gestor económico y creen que Feijoo lo será. Repasemos a vuelapluma sus logros económicos en Galicia: Llegó al poder en 2009 con una tasa de paro del 12,6 % y lo deja en 2022 con el 11,4 %. En 2009 la cifra del PIB gallego fue de 56.304 millones de euros, en 2022 es de 59.105 millones. El PIB per cápita de Galicia en 2009 fue de 20.333 euros, en 2020, fue de 21.903 euros, frente a los 25.460 euros de PIB per cápita en España. En 2009 Galicia contaba con 4.859 millones de euros de deuda, mientras que en 2021 era de 11.715 millones de euros. Si ordenamos las Comunidades Autónomas, de menor a mayor deuda, vemos que Galicia se encuentra en la 10ª posición de la tabla de Comunidades Autónomas y en la 3ª posición en cuanto a deuda por habitante se refiere. Los resultados no son precisamente para tirar cohetes, aunque sin duda ofrece más garantías que Sánchez. Claro, que si salimos a la calle, el primer sujeto que encontremos a la vuelta de la esquina que sepa sumar y restar, seguro que lo hace mejor que Sánchez a poco que se esfuerce.
Pero si se trata del flamante vencedor Bonilla, el PIB per cápita de los andaluces bajó de los 19.530 euros en 2019, cuando accedió al poder, a los 17.747 euros, sin bien, y para ser honestos, los datos durante la situación de pandemia no son lo suficientemente definidores. Sin embargo, si se puede evaluar la voluntad política de reducir gasto y bajar impuestos. En cuanto a las rebajas fiscales, destaca la bonificación-supresión de donaciones y sucesiones, si bien se han debido a la presión de VOX ,más que al mérito de Bonilla. Igualmente el gasto público ha sufrido algún recorte, pasando de los 36.495,5 millones en 2019 a los 35.828,3 millones de los prorrogados en 2022. Habrá que ver cuál es la evolución del gasto público sin el control de VOX. De momento Bonilla ha anunciado que incrementará las consejerías y nada ha dicho de suprimir los más de 3.000 chiringuitos con que cuenta la Junta de Andalucía y que de momento no ha tocado, ni anunciado su intención de tocarlos.
En Castilla y León, mientras los altos cargos han crecido un 8,25 % en las Consejerías controladas por el PP, han disminuido en las controladas por VOX, bajando de 32 a 25. Igualmente, con apenas dos meses en el gobierno, Juan García-Gallardo (Vicepresidente de la Junta de Castilla y León) ha puesto en marcha los mecanismos para suprimir en un 50 % la subvenciones para los sindicatos y patronal, además de anunciar más recortes en chiringuitos en los próximos presupuestos de Castilla y León. Hoy cada español debe 30.263 euros debido al endeudamiento del Estado frente a los 8.996 que debía al finalizar el mandato de Aznar, piensen en ello cada vez que se encuentren con un titular que resalte la ortodoxia económica de un PP y su cambio tranquilo, que va seguir por la senda de Rajoy, es decir, no cambiar nada, ya que Feijoo ha respaldado su gestión económica afirmando que «no es fácil levantar la situación de deterioro» de la economía.
Hemos creado un sistema que, bajo la etiqueta de Estado del Bienestar, ha asumido los postulados de la social democracia y hace necesario el continuo aumento del gasto público, el endeudamiento y la subida de impuestos para satisfacer la demandas crecientes de los ciudadanos, sin cuyos votos, las élites políticas, económicas y mediáticas se verían privadas de su posición de privilegio. No parece que el PP tenga intención alguna de poner fin a este círculo vicioso que ya ha provocado el empobrecimiento de las clases medias, cuyo nivel de vida ha retrocedido al de inicios de los años 90. Más bien al contrario, ante la amenaza de colapso de este sistema perverso, la receta del PP es maquillaje, pensando en evitar el crecimiento de VOX y regresar al más de lo mismo.
Claro que si pasamos al asunto de la defensa de valores y principios, la cosa es meridiana. Si a estas alturas algún votante de derechas se cree que el PP va a dar la batalla cultural, es que es tonto de baba o realmente estas cuestiones no le importan más allá de tema de conversación en la tertulia del bar o algún chat. Baste con observar al Sr. Feijoo y su trayectoria gallega, traicionando la promesa a sus votantes de implantar la libertad de elección de lengua, poniendo en manos de nacionalistas su política lingüística. Difícilmente se va a poner coto a la deriva de la autonomías y los problemas territoriales que amenazan la unidad nacional cuando el líder de la derecha no se diferencia en nada de los nacionalistas moderados como Duran y Lleida. Ya de lo de la ideología de género, memoria histórica, multiculturalismo, control de la inmigración… mejor ni hablamos.
De fondo, más allá del acuciante y cortoplacista problema del relevo del autócrata Sánchez, de lo que realmente deberíamos ser conscientes es que nos estamos jugando nuestro futuro más allá del tradicional esquema de izquierdas y derechas, que se ha quedado obsoleto.
El programa de gobernanza supranacional que se impulsa desde la agenda mundialista supone, no solo una decidida limitación de las soberanías nacionales y el mayor peligro para la supervivencia de las naciones como comunidades políticas, sino que amenaza la libertad de la persona a través del férreo control social que el nuevo orden pretende imponer a través de la burocracia y el hedonismo. Una sociedad subsidiada y dependiente del Estado para todo, una sociedad ensimismada por la busca del entretenimiento, una sociedad regulada por cientos y cientos de normas pensadas para neutralizar cualquier atisbo de resistencia, nos reducirá a la condición de productores, consumidores y contribuyentes. Los modelos en pugna no se ajustan a los viejos parámetros de la política del siglo pasado, conservadurismo/progresismo, liberalismo/socialismo o democracia/totalitarismo. Hoy el debate está entre mundialismo y comunidad, entre la libertad y un “mundo feliz” en el que los sujetos son sometidos convencidos de que actúan por propia iniciativa.
Pese a la alianza entre capitalismo y socialismo para impulsar el avance de la gobernanza supranacional a través de programas como la Agenda 2030, la crisis financiara de 2008, provocó el nacimiento de un movimiento a nivel internacional que rechazaba las promesas del mundo feliz de Klaus Schwab y las maniobras de los Soros de turno. Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Viktor Orban en Hungría, Ley y Justicia en Polonia, el avance en Francia de Reagrupación Nacional y en España de VOX, o el nacimiento de CHEGA en Portugal, etc, etc, que han sido llamados despectivamente como populismos de derechas, no son más que la consecuencia del fin del silencio de las clases medias, la rebelión de las clases trabajadoras y ahorradoras hartas de mantener a unas oligarquías que se han desentendido de sus comunidades y a la red de parásitos sociales que han tejido como soporte clientelar.
La actual crisis económica va a traer unas consecuencias con un alcance que todos ignoramos. La pandemia y la guerra de Ucrania han servido para encubrir unas políticas monetaristas que con el tiempo eran insostenibles y son las culpables directas de la inflación que vivimos, unos hechos que han servido para provocar una recesión que Soros ha visto como “un momento revolucionario donde lo que parecía imposible en tiempos normales se había vuelto no solo posible, sino probablemente absolutamente necesario”. Para los “gurus” del mundialismo se trata de la oportunidad de llegar al punto sin retorno, pero aún temen la reacción de un estallido social en contra.
El nivel de abstención en las elecciones andaluzas y en las francesas, nos indican que el descontento va en aumento y que cada día más población no cree en el sistema de partidos. Casi la mitad del electorado o bien no se va a movilizar permitiendo el avance de la agenda mundialista o reaccionará cuando encuentre un cauce para expresar su hartazgo. Quizá ello explica la campaña desatada por los medios de comunicación en España, que, con más o menos descaro, quieren el regreso del bipartidismo, con PP y PSOE hermanados en lo que llaman moderación y los descontentos resignados en casa sin molestar. Ciudadanos está felizmente fenecido. Podemos totalmente embridado y VOX es el verso suelto a batir, cuyo reto está en saber conectar con esos descontentos.
En el escenario de gran depresión que nos llega, Feijoo es el caballo blanco del mundialismo para que en España no cambie absolutamente nada. Ante la brutal crisis que se nos viene encima, es preciso poner en marcha el control de daños y cerrar las puertas a una explosión social que descabalgue a las élites de su posición dominante. En la crisis del 2008, Podemos y Ciudadanos fueron los instrumentos para controlar por derecha e izquierda el descontento con el bipartidismo y el sistema. Ciudadanos nunca ocultó su obediencia a instancias superiores a la soberanía nacional bajo la etiqueta de un europeísmo que en realidad no era más que servilismo a las oligarquías acampadas en Bruselas. Podemos se vendió con armas y bagajes a la Agenda 2030 y pasó, de aplaudir los cocteles molotov contra el Foro de Davos, a seguir con entusiasmo las consignas para la gobernanza mundial de Klaus Schwab. Hoy, cuando ya es evidente que Sánchez está quemado, hay que preparar su sucesión, pero sobre todo hay que impedir que VOX estropee los planes de las élites patrias y foráneas y pueda condicionar a Feijoo y su gobierno, impidiendo que la agenda mundialista progrese adecuadamente.